miércoles, 25 de septiembre de 2013

Excursión 156: El Canal de Cabarrús - Uceda

FICHA TÉCNICA
Inicio: Patones
Final: Patones
Tiempo: 3 a 4 horas
Distancia:  13,8 Km
Desnivel [+]: 168 m
Desnivel [--]: 168 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas/Agua: No/No
Ciclable: En parte
Valoración: 3
Participantes: 14

MAPAS  
Mapas de localización y 3D de la ruta
























PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)


PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
Mapa 3D (archivo kmz)


RUTA EN WIKILOC
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RESUMEN
¿Por qué los beduinos habitan el desierto? ¿Por qué 14 senderomagos se animan, en un día con previsión de 32º a la sombra, a lanzarse a los campos yermos de Castilla a pleno sol?

Hay una respuesta sencilla a las dos preguntas, la que dio el torero “El Gallo” cuando le presentaron a Ortega y Gasset como filósofo: “Hay gente pá tó”. Hay otra respuesta más elaborada que se refiere a la adaptación al entorno, el aprovechamiento de los recursos, etc.

Bajo esta segunda óptica, puede ser que unos cuantos higos recolectados con mejor voluntad que fortuna, así como los huevos fritos del bar Manolo de Patones de Abajo servidos por nuestra amiga María, puedan explicar el éxito de esta convocatoria, más teniendo en cuenta que muchos se podrían haber apuntado al sereno disfrute de la fresca brisa en la cumbre del Almanzor; incluso tres de los participantes regresaron el día anterior precipitadamente desde Gredos para no perderse esta excursión.

La cosa empezó bien a media mañana, aún con el fresquito, acompañando el camino con las explicaciones de Antonio acerca del paisaje y las curiosidades de la zona. Continuó muy bien cuando llegamos a la antigua fábrica de harinas junto al río Jarama, que apareció como un oasis transfigurada con increíble belleza.

La cosa siguió siendo muy interesante cuando, tras cruzar el puente sobre el río, fuimos subiendo por una senda hacia el pueblo de Uceda.

Así descubrimos que el origen de la senda es una antigua calzada de cantos rodados recuperada totalmente en su tramo final,  o que cientos, quizás miles de golondrinas nos esperaban revoloteando y posadas sobre los cables de alta tensión tras la primera revuelta, o que en lo alto de la loma que remontábamos se hallan los restos arqueológicos de una fortaleza, o que, a media ladera, un pilón refrescante surtido por un manantial evoca historias antiguas, o que, ya en lo alto y en las afueras del pueblo, los restos aún bien conservados de una preciosa iglesia románica, la de la virgen de La Varga, sirven como romántico cementerio local. Eso sin contar unas plantas rastreras de pepinillos del diablo que, ya maduros, lanzaban su chorro a presión al tocarlos, u otras más con unos extraños frutos con pinta de sandias en miniatura con púas (Cucumis myriocarpus Naudin, según Internet).

Subimos al promontorio de lo que fue castillo y desde allí contemplamos las estupendas vistas del valle del Jarama: Las cárcavas arcillosas al oeste, con la abrupta fractura del Lozoya por el Pontón de la Oliva, las vías de agua del Canal de Isabel II al frente, con sus sifones, los 3 pueblos más próximos (Torrelaguna, Torremocha y Patones de Abajo) y, ya al sureste, el valle sinuoso perdiéndose entre páramos.

En la bajada coincidimos con un paisano muy entrado en años que nos aleccionó acerca del lugar.

El origen del castillo es musulmán, nos aseguró, y el de la calzada, romano. También nos dijo que el agua de la fuente del pilón está especialmente recomendada para lavar los ojos (debe ser realmente apreciada, porque mientras esto sucedía otro paisano se allegó hasta la fuente con un carrito de la compra lleno de garrafas vacías y comenzó a rellenarlas). Finalmente nos habló de las hazañas del héroe local, Juan Vela de Bolea, alias “Capitán Bolea”, quién al parecer libró al pueblo del acecho de una enorme serpiente que lo atemorizaba; y digo yo que más que serpiente debía ser dragón, si nos atenemos a los mucho más meritorios actos heroicos que se le atribuyen a este personaje en la guerra de Flandes.  Según nuestro informador, queda testimonio de esta lucha entre Bolea y la serpiente en una imagen de la virgen de La Varga conservada en la iglesia nueva del pueblo.

Volviendo sobre nuestros pasos, nos asentamos en un evocador patio exterior de la remozada fábrica de harinas, donde tomamos el tentempié sin prisas y nos hicimos la foto de grupo, aunque no conseguimos desentrañar el enigma que encierran sus muros: ¿acaso en su interior se halla discretamente custodiada una princesa mora?

A partir de aquí, ya no recuerdo más que estampas sueltas: El caminar apresurado, para abreviar las horas de calor, por carreteras, por pistas, por rastrojos, por tierras de labor recién aradas repletas de cantos; la aparición, a intervalos, de viejos puentes y casetas de guarda del antiguo canal de Carrabús, ya casi totalmente enterrado; el vuelo lúgubre de una pareja de buitres sobre los más rezagados; una de nuestras Rosas llena de espinas tras agarrarse inadvertidamente a un cardo para superar un repecho.

Nicolás avanzando con esfuerzo, resentido tras la subida al Morezón del día anterior; racimos de dulces uvas doradas por el sol comidas en un majuelo perdido; el panorama del río al fondo, rebañando los montes, con Uceda en lo alto; un campito de calabazas de varios tamaños, formas y colores; el retorno hacia Patones por los caminos sobre las canalizaciones de agua; algunos higos esporádicamente recogidos al borde de los canales...

Menos mal que al final de todo nos esperaba “nuestra amiga María” con buena provisión de cerveza, de huevos fritos, de oreja, de lomo, de morcilla, de chorizo, de patatas fritas...Bueno, y también algo de ensalada. ¡Qué difícil es mantener una dieta baja en colesterol!
¿Cómo calificar este itinerario tan extraño? Por consenso entre los comensales más cercanos, la calificación es de 3 sicarias.
Melchor

FOTOS
* Fotos de Antonio López

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