miércoles, 30 de octubre de 2013

Excursión 161: El Santuy


FICHA TÉCNICA
Inicio: El Cardoso de la Sierra
Final: El Cardoso de la Sierra
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia:  16,6 Km
Desnivel [+]: 820 m
Desnivel [--]: 813 m
Tipo: Circular
Dificultad: Alta
Pozas y agua: No
Ciclable: No
Valoración: 4,5
Participantes: 32

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta























PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta
















TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
 
RESUMEN
Cuando, al llegar a El Cardoso de La Sierra vimos allá en lo alto la cumbre rocosa del Santuy recortada contra el cielo azul, muchos nos preguntamos incrédulos: ¿Hasta allí hay que subir? Sin apenas tiempo para respondernos, ya estábamos abandonando el pueblo hacia el norte para tomar enseguida una pista de tierra que ascendía entre robledales hasta un altozano hacia el este. Por el camino muchos aprendimos a identificar una variedad de setas denominadas lepiotas, apreciadas especialmente por nuestro destacado micólogo Ángel, que las identificó como macrolepiotas comestibles y que era capaz de valorar sus cualidades organolépticas, desechando las menos adecuadas y las más jóvenes, estas últimas para evitar equívocos con otras especies. Iba Ángel ataviado para la ocasión con su cuchillito y su cesta, apoyada en la cadera, sujeta con el correaje de la mochila. ¡Todo un profesional!

Tras tomar un tentempié al solecito en una bucólica explanada, seguimos animosamente por el camino, ya despejado y casi llano, dispuestos a encarar el Santuy desde oriente, antojándosenos ya más accesible. Al llegar frente a los riscos, abandonamos la pista y comenzamos la subida en fuerte pendiente, al principio por una senda, después cada uno por donde le pareció; así se hicieron dos grupos: El de los avezados, que treparon directos a la cresta, y el de los prudentes, que fuimos subiendo en lento zig-zag. Entre los segundos se encontraban Marcos y Fernando S., quienes habían acudido a la excursión atraídos sin remedio por la “senderomagía”, Marcos aún convaleciente y Fernando con recientísimas lesiones en los gemelos y gastroenteritis.

Todos los esfuerzos para ascender parecen pocos cuando se llega a una cumbre como el Santuy. Simplemente era un privilegio estar allí en aquel momento, con la visión de toda la cuenca alta del Jarama a los pies, todas las cumbres en derredor, los primeros colores del otoño salpicando el paisaje, incluyendo el Hayedo de Montejo, y el cielo luminoso alumbrándolo todo.

Pero había que proseguir, así que continuamos por la cuerda hacia el Cerrón, entre estrechas rocas verticales. Aquí el suelo estaba sembrado de cagarrutas de buen tamaño y se percibía un fuerte olor a cabrío, así que Antonio especuló que debían abundar las cabras montesas, aunque no se dejaran ver. Poco más tarde sí que vimos una cabra escuálida, pero sin duda doméstica y, ya más allá atisvamos un numeroso rebaño, pero también de animales domésticos. Algunos sí que llegaron a ver un gamo y a fotografiarlo. Habiendo ya hecho hambre, en un collado y al abrigo de unas rocas que nos protegían del viento, hicimos un descanso y nos tomamos el bocadillo.

Luego subimos por un camino, dejando el rebaño de cabras a nuestra derecha, guardado por unos mastines que nos ladraban con furia. Después comenzamos el empinado descenso por la ladera oeste del cordal. Pasamos por tres balcones naturales sobre el río Ermito, adornados por deslumbrantes rocas de cuarzo blanco, que nacían del suelo como enormes hongos. Continuamos el camino hacia El Cardoso, ya más suave, y aquí Manuel nos enseñó algunos secretos micológicos, como el modo de limpiar el falso boletus, retirando la gruesa esponja que presenta por debajo y la piel que lo cubre por encima.

Tras cruzar la carretera, avanzamos hacia el pueblo siguiendo el valle del Jarama, entreteniéndonos en señalar a Ángel algunas setas que íbamos descubriendo desde el camino, así que Ángel acabó desbordado. Atravesamos la población paseando por sus hermosas calles, de nombres sencillos y muy prácticos (de Arriba, de Enmedio, de Abajo, de la Fuente, de la Iglesia...), hasta acabar en la casa de cultura, donde tomamos un café o una caña, según el gusto de cada cual. Aquí Ángel nos ofreció a los demás parte de la cosecha, pero no tuvimos lo que hay que tener para aceptar el ofrecimiento. Mal hecho, porque a la semana siguiente, Ángel, con la salud de un roble, nos informó de lo ricas que habían estado.
Antes de regresar a Madrid en los coches, ya sintiendo en el cuerpo el frío del atardecer, echamos el último vistazo al Santuy y todos nos asombramos: ¡Ahí hemos estado!

Por todo ello, los analistas de Madi han otorgado 4,5 sicarias a esta excursión.
Melchor.

FOTO REPORTAJES
Foto reportaje de Francisco Nieto
Foto reportaje de José María Pérez

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