miércoles, 20 de noviembre de 2013

Excursión 164: Castañares de Casillas y El Tiemblo

FICHA TÉCNICA
Inicio: Casillas, Ávila
Final: Casillas, Ávila
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 16,2 km
Desnivel [+]: 548 m
Desnivel [--]: 548 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua:
Ciclable: Sí
Valoración: 4,5
Participantes: 32

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta

























PERFIL

* Perfil, alturas y distancias de la ruta
















TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RESUMEN
¡Ya ha llegado el frío! Y cómo se notaba nada más bajar de los coches en Casillas, pero al rato, bien abrigados, remontábamos el pueblo para tomar el camino que se dirige hacia el paso de La Cruz del Tornero, por el que se accede al Castañar de El Tiemblo. Nos acompañaban por primera vez Ana y Julián.

Empezábamos con muchas ganas de andar, quizás espoleados por la baja temperatura, de forma que, en un santiamén, Fernando S., que “necesitaba” un café, quedó descolgado, y algunos otros, que nos entretuvimos saboreando algunas castañas caídas en el camino, perdimos de vista al grupo. Resultado: Tuvimos que ser “rescatados”, con el consiguiente retraso para todos.

Fernando ya imploró perdón públicamente en el momento del reagrupamiento, solicitando, no obstante, que se hiciera pública su vergüenza por este medio, para penar así su culpa y alcanzar, en lo posible, el sosiego que sigue al verdadero arrepentimiento. Ante este ejemplo, yo no puedo menos que reconocer también mi error, por lo que, en lo sucesivo, prometo no perder nunca más de vista al grupo.

Hay que decir que las castañas del camino estaban muy ricas: dulces y jugosas, aunque no muchos se animaban a comerlas.

Acariciados por el sol mañanero, íbamos remontando la ladera, avistando ocasionalmente a nuestra izquierda las nieves en el pico del Mirlo, mientras a nuestra derecha el paisaje se iba abriendo sobre los valles del Tiétar y del Alberche.

Nos llamó la atención en este tramo el que un par de lugareños hicieran piras con los erizos de las castañas, provocando densas humaredas. Al rato, el castañar dio paso al robledal, algo más denso, aunque también nos ofrecía frecuentes vistas del paisaje, como la familiar peña de Cenicientos.

Llegamos pues a La Cruz del Tornero, con un imponente panorama del valle que se abría frente a nosotros: El Castañar del Tiemblo encendido en toda su gama de ocres y verdes. Era precioso también contemplar la cumbre del Mirlo reluciente de frío por la nieve y el sol.

Fuimos descendiendo al valle y, según nos adentrábamos en él, íbamos apreciando cada vez más su belleza. Aquí las cámaras de fotos no paraban de disparar. El sol se filtraba entre las hojas de los árboles en destellos púrpuras y ambarinos, mientras el suelo tapizado de rojo reflejaba los rayos de luz que le alcanzaban.

Paseamos a lo largo del arroyo y llegamos a “El Abuelo”, un castaño de 525 años, de enorme perímetro, pero tan envejecido que ha perdido casi toda su masa; no obstante, es muy hermoso, presentando un curioso contraste entre la ruina de sí mismo y los renuevos de buen porte que ha originado en la periferia de su base.

Un poco más allá llegamos al “Refugio Sixtino”, según definición de Juan, que, bien cuidado y con provisión de leña, presenta todo su interior pintado con esmero en un sencillo estilo naif.

Tocó después una empinada subida, ya de vuelta, por otro sendero. En lo alto y al sol disfrutamos del merecido bocadillo y otros suplementos, entre los que destacó una bandeja con incontables rodajas de sabroso tomate que Leonor había preparado y nos iba pasando acompañándola de su irresistible sonrisa (así que daba gusto aceptar el tomatito).

Ya desde el collado, volvimos sobre nuestros pasos hacia Casillas. Al aproximarnos al pueblo nos íbamos encontrando con los rescoldos de múltiples fogatas, que se habían encendido en nuestra ausencia a lo largo del camino para quemar los erizos de las castañas, con lo que entre sus cenizas, aún calientes, se podían encontrar muchos frutos asaditos en su punto.

Estaban realmente deliciosos; nunca voy a olvidar la imagen de Antonio, que provisto de un palo iba entresacando las castañas más apetecibles, exclamando al probar cada una de ellas: ¡Pero qué buena que está!

Así llegamos a Casillas y algunos, como propina y a instancias de Juan, completamos la marcha internándonos entre los castañares más próximos al pueblo, menos tintados por el otoño que los que habíamos visitado previamente. Aunque corto, para mí fue un paseo asombroso, en el que noté que se revitalizaban todos los sentidos.

Camino de los coches, algunos aprovecharon para comprar castañas a los vecinos. Finalmente nos dirigimos a Sotillo (de la Adrada) para tomar unas cervecitas; muy bien tiradas por el barman, supieron a gloria.

Los analistas de Madi no han dudado en otorgar 4,5 sicarias a esta bonita excursión otoñal.
FOTOS

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