miércoles, 22 de enero de 2014

Excursión 171: Somosierra - Robregordo

FICHA TÉCNICA
Inicio: Somosierra
Final: 
Robregordo
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 12,2 km
Desnivel [+]: 267 m
Desnivel [--]: 413 m
Tipo: Sólo ida
Dificultad: Media
Pozas/Agua: No/Sí
Ciclable: En parte
Valoración: 3
Participantes: 28

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta

















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RESUMEN
Iba a ser una excursión con dos hitos destacados, según Juan había reseñado: La Chorrera de Litueros y los rodales de la acebeda de Robregordo.

Terminó siendo una huída por la nieve en busca de la civilización, cuyo único rastro se hallaba de vez en cuando en alguna señal del gasoducto Madrid-Burgos, y teniendo como única meta llegar a Robregordo a las tres.

Acudió Antonio al puerto de Somosierra sólo para entregar el testigo del GPS donde estaría marcada la ruta, ya que no podía participar de la misma, como tampoco podía hacerlo Juan.

Y empezó la cosa obviando la visita a la chorrera para poder llegar a tiempo al destino. Así que, saliendo por el camino frente a la ermita, comenzamos a andar con bastante incertidumbre en nuestras mentes por el tiempo que íbamos a tener.

Había bastante nieve. Había niebla. Hacía frío, acentuado a veces por el viento. Granizó. Nevó. Llovió. En definitiva, un día de perros. Por eso nos acompañó durante todo el trayecto un mastín ovejero que nos cogió cariño y formaba conjunto con nuestras mascotas titulares Teo y Lucas.

Tenía este mastín un pelaje muy parecido al de Teo, de forma tal que la primera vez que lo vi me estremecí al notar el súbito crecimiento que Teo había experimentado de repente. Unos decían que el mastín estaba abandonado, otros que le apetecía dar un paseo por ver si le caía algo; parece ser que se volvió sin más al finalizar la marcha.

Si rara vez podemos conocer nuestro destino de antemano, no iba a ser ésta la excepción. Perdidos, perdiditos... anduvimos casi en todo momento, aunque apenas cundió el desánimo gracias a que la mayoría nos fiábamos inocentemente de unos cuantos que iban interpretando el GPS y los mapas de la zona.

Toda una muestra de la felicidad que proporciona la ignorancia.

Aún así, vivimos escenas memorables: La travesía por las laderas desnudas donde sólo el manto de la nieve era visible, los granizos que se precipitaban desde el cielo como una sopa de estrellas (literalmente), los arroyos generosos fluyendo a intervalos, los primeros acebos dispersos que nos hacían concebir esperanzas, el paso por un pinar con bloques de nieve cayendo desde las copas, algunos imponentes robles ya próximos a la acebeda... y por fin los primeros acebos cuajados de frutos rojos.

Lo único que, cuando esperábamos llegar a los rodales de acebos, resulta que estábamos abandonando la acebeda, además sin haber comido nada desde el aperitivo despachado al poco de iniciar la marcha resguardados de la ventisca tras una caseta.


Era la guinda que faltaba para completar la  impresión que se debieron llevar los tres participantes que nos acompañaban por primera vez: Paulino, Ana II y Gema. No obstante, hay que agradecer su entereza y discreción, pues creo que fueron de los pocos que no pusieron verde a nadie.

Ya se divisaba Robregordo y había que hacer un plan de mejora para evitar otra jornada tan caótica. Tras un encendido debate, Santiago señaló que la solución final se hallaba en guillotinar a los tres o cuatro que habían andado manoseando el GPS y los mapas, aunque luego se ablandó y declaró que era suficiente con ejecutar a dos, por lo que a partir de ahora recomiendo asignar a Santiago el apelativo de “El Magnánimo”.

Poco antes de llegar al pueblo vimos el coche de Juan estacionado en el camino, señal de que andaba por allí (luego nos informó de que había ido a echar un vistazo a los rodales de acebos). Tras localizarle por teléfono, nos reunimos todos en el bar que hay bajo el reloj del pueblo, donde llegamos fatigados y hambrientos.

Disfrutamos del raro privilegio de zampar el bocadillo acompañándolo de cerveza, mientras el propietario del bar, al contarle de dónde veníamos, tenía cara de pensar: “Están locos estos romanos”.

José María hizo el reparto del 
Álbum 2013, que fue muy emotivo. Aunque ya recibió un aplauso en el momento, no está de más volver a agradecer desde aquí, en nombre de todos, el gran esfuerzo realizado para conseguirlo.

Juan, que ya había alcanzado el primero de los hitos de la excursión, aún no habiéndola hecho, tenía ganas también de lograr el segundo, así que propuso acercarnos en coche a la chorrera de Litueros; sólo cinco lo hicimos, pero diré, para envidia del resto, que fue quizá lo más hermoso del día, ya que, aparte del encanto del paisaje, presentaba un caudal espectacular; y sólo estaba a diez minutos andando desde donde dejamos los vehículos.

La calificación de Madi para esta caminata, teniendo en cuenta las penalidades acontecidas, es de 3 sicarias.
Melchor

FOTO REPORTAJES

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