miércoles, 23 de abril de 2014

Excursión 183: Pico del Nevero por las Lagunillas - Alameda del Valle

FICHA TÉCNICA
Inicio: Puerto de Navafría
Final: Alameda del Valle
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 18,5 Km 
Desnivel [+]: 595 m 
Desnivel [--]: 1256 m 
Tipo: Sólo ida

Dificultad: Media
Pozas y agua:
Ciclable: En parte
Valoración: 4,5
Participantes: 26


MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta





















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
Mapa 3D (archivo kmz)

RUTA EN WIKILOC
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RESUMEN
Cuando pasen muchos años, estoy seguro de que recordaré el día en que Juan nos llevó a conocer El Nevero y también en el que todos teníamos ganas de darle un gran abrazo. Es posible que también me acuerde de cómo los 12 kilómetros de Antonio cundieron más que nunca o de que a Leonor le fue concedido su deseo de contar con una “bajadita”.

Los cielos eran propicios cuando nos reunimos en  Alameda del Valle para subir en coche casi hasta el puerto de Navafría y ahí empezar el camino hacia Las Lagunillas. (Agradecer desde aquí a Ana Ch. su paciencia y destreza para evitar mareos en las curvas de la carretera, aún a costa de llevar detrás en caravana a todo el acompañamiento).

En suave ascenso, superamos el pinar y nos fuimos recreando con las vistas cada vez más amplias del valle de Lozoya. Pronto comenzó el ya tradicional concurso de “Buscad la tapa de la cámara de Fernando S.”, que esta vez ganó Marcos.

Enseguida avistamos la peculiar Peña del Cuervo, que dejamos a un lado. Así, tras haber atravesado dos arroyos y dos neveros, con Juan de guardián protector, enfilamos la subida, ya más acusada, hasta el circo glaciar de Las Lagunillas, justo bajo El Nevero, llamadas Hoyos de Pinilla.

Están las tres lagunas posadas bajo una enorme pared redondeada casi vertical donde la nieve se acumula hasta la cima formando una cornisa que amenaza con derrumbarse en cualquier momento.

Las vistas desde aquí son espectaculares y se está al abrigo de los vientos; qué mejor lugar que éste para tomar un respiro, merodear un rato, picotear algo y hacer la foto de grupo.

Había que acometer la subida al pico a través del nevero formado a poniente, el último que nos tocaba pasar y también el más extenso y empinado.

Ya las nubes, que antes se veían a lo lejos, estaban sobre nosotros amenazantes. Nuestras zancadas sobre la nieve y los girones de nubes grises han hecho lucirse mucho a nuestros cronistas fotógrafos.

En lo alto del Nevero no hacía tanto viento como cabía esperar y pudimos entretenernos en contemplar cómo avanzaban los nubarrones casi rozando nuestras cabezas, ocultando las cumbres en la lejanía y dejándonos entrever las torres de Madrid por encima del puerto de La Morcuera.

Tomando la cuerda de Los Carpetanos hacia el oeste, avanzamos deprisa vislumbrando en ocasiones Peñalara como faro. Así traspasamos el pico Porrinoso y Peñacabra, asomándonos de cuando en cuando a los barrancos para apreciar los neveros desde arriba.

Llegamos al Hoyo Borrascoso, donde, a pesar del nombre, decidimos comer; sería por su hipnótico atractivo, pues una enorme grieta dividía la inmensa masa de nieve amontonada a nuestros pies.

Durante la comida, muchos echaron de menos a Santiago y a José Luis F. (¿por qué será?). No creo que fuera el caso de Paco N., ya que estaba muy concentrado en buscar su bocadillo revolviendo el contenido de su mochila una y otra vez; no hizo falta que lo encontrara, ya que unos cuantos generosos le surtieron de viandas suficientes para el resto del día, eso sin contar con el rico tomatito con sal y la sabrosa empanada casera con que Leonor e Isabel nos obsequiaron a todos.

Justo nada más acabar de comer, la niebla se abatió sobre nosotros, amenazando lluvia, y tuvimos que salir por pies para ir entrando en calor mientras nos librábamos de ella en la bajada al puerto de Malagosto; eso sí, Carlos iba tan a gusto con sus pantalones cortos.

Lo más fácil desde el puerto es tomar un camino que baja directo hasta Alameda, teniendo la precaución de coger el ramal que va a la izquierda en una bifurcación a media ladera. Pero en el GMSMA se ve que le tenemos afición a atrochar entre piedras y matojos, y así lo hicimos para acabar finalmente en el camino.

La bajada no tenía fin y era cada vez más exigente. Para colmo, la lluvia arreció y las vistas del valle y de las cumbres se perdieron. Penamos un poquillo en este trayecto, pero, como lo habíamos pasado bien, lo llevábamos con buen humor.

Al llegar al llano tuvimos el premio de ver despejarse totalmente el cielo, secarnos al sol, y conmovernos con los colores de la primavera y las cimas refulgentes, donde destacaba el bello porte de Peñalara.

A la entrada del pueblo, un buen chopo ofrecía en su base un abundante surtido de setas. Paco N. fue quien se dio cuenta y avisó a Ángel, ¡cómo no!, que asesorado por Antonio V., decidió llevarse las que parecían más exquisitas, si bien con el propósito de consultar fehacientemente sus propiedades antes de ingerirlas. Ya nos contará...

Acabamos tomando las cañas en el único bar del pueblo que parecía estar abierto (“El Mirador de Alameda”), donde nos trataron muy bien.

Por haber cumplido años recientemente, pagaron las consumiciones Nicolás y Carlos, aunque se tuvieron que ausentar antes de tiempo, ya que José Mª estaba algo nerviosos por si no llegaba a ver jugar al Madrid. Por su parte, Enrique C. quería celebrar su nominación como senderomago y nos ofreció un montón de saladitos para acompañar la bebida.

Como conclusión, una marcha estupenda en un gran día, pero que no pudo ser redonda del todo, quizá por las excesivas expectativas. ¡Lástima! Quién no se quejó de las rodillas, lo hizo de la lluvia o de que las vistas, aunque magníficas, podían haber sido mejores, o de que no había bota de vino... Total, que Madi no ha podido otorgar 5 sicarias y nos tenemos que conformar con 4’5.
Melchor


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