miércoles, 15 de abril de 2015

Excursión 228: La Pedriza por Peña Sirio

FICHA TÉCNICA
Inicio: El Tranco. Manzanarea El Real
Final: El Tranco. Manzanarea El Real
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 12,3 km
Desnivel [+]: 646 m
Desnivel [--]: 623 m
Tipo: Circular
Dificultad: Alta
Pozas y agua: 
Ciclable: No
Valoración: 4,5
Participantes: 29

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta























PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)

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RESUMEN

A pesar de los agoreros partes meteorológicos, que  pronosticaban lluvia y frío… a pesar de que  el día había amanecido nublado, a pesar de que unos minutos antes, Melchor (a traición) me había anunciado que esta vez no me libraba de la crónica…a pesar de todo,  al llegar  y ver las caras sonrientes de los compañeros, al encontrarme con Raquel, Rosa y Nines, a las que hacía tiempo que no veía,  al comprobar que  ni el frío, ni el viento ni la lluvia parecían amenazar….casi  me olvidé de la maldición que había caído sobre mí y me dispuse a disfrutar de la excursión, que, al fin y al cabo, a eso habíamos ido.

Así que iniciamos la marcha a las diez y media en punto desde el aparcamiento de El Tranco 29 senderomagos, con nuestras mascotas Mecha y Teo, que no paraban quietos. Empezamos subiendo por la senda junto al río Manzanares hasta llegar a la pasarela que cruza el arroyo de La Majadilla. Una vez al otro lado, seguimos un tramo  del camino de La Autopista y, al poco, tomamos una senda  medio escondida con una fuerte pendiente hacia arriba (aquí, la poca ropa de abrigo que llevábamos empezó a sobrar). Enseguida conseguimos nuestro  primer objetivo, el Chozo Kindelán.

Tan singular refugio debe su nombre a los tres hermanos Kindelán, que a principios del siglo XX, cuando ir desde Madrid a la Pedriza era imposible en un sólo día, decidieron construirlo aprovechando un hueco en la roca, usado como refugio los pastores. Está frente al Cancho del Postigo, al que los hermanos Kindelán cambiaron el nombre por el de Peña Sirio después de observar que en las noches de verano la estrella Sirio aparecía justo  por encima de la peña. Todo esto lo contó muy bien Paco C. que, aún no lo he dicho, fue quién preparó la excursión.

Aquí descansamos un poco, nos hicimos la foto de grupo y volvimos a bajar para cruzar de nuevo el arroyo de La Majadilla, esta vez sin pasarela, y llegar a la pradera donde está situado "El Cerdito", una gran roca a la que por más que miramos no le encontramos el parecido, tras intentarlo, continuamos la senda aguas arriba. Pasamos cerca de la Charca Kindelán, que, según parece,  los hermanos utilizaban de piscina (y Paco N. también cuando se lleva la toalla). 

Poco después tomamos una senda  de pendiente considerable (otra vez) con el 2º objetivo: rodear Peña Sirio y llegar a su mirador. En este tramo pasamos por debajo de la Cueva de la Mora, que nos esperaba bailando la danza de los siete velos según contó Paco D. Joaquín añadió que él mismo la había subido en brazos hasta allí. Pero la Mora ¡qué poco agradecida!, no se dignó salir a saludar (o no se atrevió, quien sabe).

En el camino, nos encontramos con impresionantes paredes de piedra y formaciones tan curiosas como la de Snoopy o ésta que fotografió José María:    

Alguien dijo: ¡qué buena encimera, con el hueco para el fregadero y todo!

 Había pasado de sobra la hora del tentempié y a algunos nos rugía el estómago, así que,  justo cuando empezaba a chispear, encontramos una cueva y allí que nos metimos unos cuantos en plan troglodita para dar cuenta de los bocatas, que ya no sabíamos si tocaba tentempié o qué. Para entonces, los que iban delante debían haber  llegado ya a lo que se conoce por  El Jardín de Peña Sirio, un poco más arriba, que era el sitio previsto para “El Angelus”, como  llama Santi a la parada del aperitivo. Y allí se quedaron aguantando el chaparrón sin querer acercarse a nuestra cueva. Creo que alguno echó de menos la bota de José Luis e hizo una escapadita…

Y hay que decir que este pequeño chaparrón fue el único de toda la excursión. Cuatro gotas bastaron para que al rato luciera un sol esplendoroso, en contra de lo previsto.

Con el bocata a medio comer por la prisa de los que se estaban mojando, subimos a todo correr y al llegar arriba nos encontramos con un amago de secesión, unos por un lado, otros por otro, que si Paco C. va por aquí, Antonio por allá...que si dicen que es por ahí, que no… que cómo nos vamos a dividir…. Así que con un ojo puesto en la senda por la que habían empezado a descender buena parte del grupo, otros nos fuimos en dirección contraria subiendo hasta el  mirador: preciosas vistas y un grupo de cabritas casi mimetizadas con el color de las piedras.

Bajamos  corriendo para alcanzar a los demás  por el Arroyo de los Huertos , entre piedras enormes, pedruscos y zarzas. Cuando nos reencontramos con el grupo, Antonio nos anunció que, como no habíamos andao ná, íbamos a alargar un poquito la cosa, así que de nuevo a subir, a bajar y  a volver a subir por  medio de la “selva”. Por aquí fue donde a Paco N. empezó a molestarle el riñón, afectado por un principio de cólico nefrítico, pero aguantó  subidas y bajadas como un jabato.

Y llegamos a la Gran Cañada, un valle por el que antiguamente pasaban los rebaños. El paisaje desde aquí es una maravilla: el verdor  y la luminosidad de la enorme pradera entre las moles de granito es verdaderamente  espectacular. Desde allí bajó Paco N. directo al pueblo acompañado por los que tenían que volver pronto.

El resto subimos hasta el risco de Las Mozas y bajamos luego hasta la senda Maeso. Por esta zona hicimos el segundo descanso vigilados por unos machos cabríos que, vistos de cerca, impresionaban lo suyo. Pero cuando Joaquín se acercó a darles de comer salieron huyendo, así que no se yo …

Volvimos de nuevo a descender en dirección al pueblo, pasando junto a “El Caracol”, otra de las curiosas formaciones rocosas de las muchas que encontramos,  y  otro  desvío: una subidita para visitar la cueva Ave María, oscura como la boca de un lobo. Gracias a los que llevaban linterna no nos dimos de morros contra las piedras del suelo.  ¡Suerte que siempre hay alguien que va preparado para un imprevisto!

Otra vez en la senda Maeso. En lugar de bajar directamente al pueblo y tener que atravesarlo por el asfalto, Antonio tuvo la buena idea de llevarnos de nuevo, subiendo, bajando  y vuelta a subir  hasta desembocar en una mullida pradera donde los que teníamos prisa no pudimos parar a echar una siestecita al sol, ¡qué envidia!

Así que allí los dejamos a todos disfrutando de unas vistas impresionantes y, siguiendo las indicaciones de Antonio, bajamos de nuevo al Tranco pasando por “El Indio” con su pose de Gran Jefe.

Y cansados pero muy contentos, aunque echando de menos la cervecita que seguro se tomaron los demás,  llegamos finalmente al punto de partida-llegada.

Esta excursión, según la agencia Madi esa, merecería 5 sicarias de sobra, pero creo que, por solidaridad con Paco N. deberíamos dejarla en 4,5.
Rosa Pérez

PD: Tengo que agradecer la ayuda de mi “guionista” Melchor y la de José María, que con su precioso reportaje fotográfico me ha refrescado la memoria.


FOTOS

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