martes, 7 de junio de 2016

Excursión 302: Castro Valnera desde El Bernacho

FICHA TÉCNICA
Inicio: El Bernacho
Final: 
Valnera
Tiempo: 6 a 7 horas
Distancia:  11,3 Km
Desnivel [+]: 659 m
Desnivel [--]: 685 m
Tipo: Sólo ida
Dificultad: Media
Pozas y agua: No
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 11

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta























PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
 
RESUMEN
Nuestro quinto día por las Merindades tenía todos los parabienes para ser una de esas excursiones que quedan grabadas en el recuerdo como especiales. Por de pronto lucia un sol espléndido y no había pronóstico de lluvia y añadido a esto, nos esperaba una ruta por los Montes de Valnera, que encantó a los participantes de la excursión 300 del grupo, aunque la nuestra lo hacía por distinto recorrido.

Con todo a favor, nos acercamos al cabañal de El Bernacho, dejando un coche previamente en el de Valnera, a poco menos de 2 Km de separación, lo que al final, agradecimos, porque nos evitó tener que recorrerlos al terminar la ruta con las fuerzas ya menguadas.

Nada más echar a andar, guiados por MiguelÁngel, nos internamos en un joven hayedo situado a pie de la pista, entre los trinos de los pájaros y el crujir de la hojarasca al pisarla lo cruzamos en un agradable paseo ascendente, a la luz entrevelada que se dejaba colar entre el tupido bosque.

Conforme ganábamos altura, el valle se iba encajando, a la vez que las hayas se iban espaciando, dando paso a abedules y coloridos serbales, y una vez superamos el hayedo, al brezo y retamas, a poco de llegar al Collado, que estaba precedido de un alargado y voluminoso nevero, contrapunto del calor que comenzaba a arreciar.

Las vistas desde el collado eran imponentes, situado entre la cima de Cubada Grande, al sur, y Castro Valnera, al norte, nos regaló unas hermosas panorámicas al oeste de la puntiaguda cima de La Capía, cuya ladera, junto con la que baja de Cubada Grande, forman el cauce del arroyo de Peña Negra, mientras al este contemplábamos extasiados Peña Lusa y todo el valle de Lunada y Trueba.

Proseguimos por una senda bajo la pared de Castro Valnera, que ganaba altura y trazaba un brusco giro para acometer un paso entre las rocas, para después por terreno despejado avanzar hacia la cumbre sin apenas pendiente, bordeando un par de torcas enorme rebosante de nieve.

Tras un brusco giro, la senda se empinó hasta alcanzar una grada de roca desnuda que resaltaba entre la retama cuan oasis en el desierto, desde su cornisa contemplamos, casi mudos, Peña Lusa y el puerto de la Sía mientras nos tomábamos un tente en pie.

A partir de aquí, rectos y sin descanso hasta la cumbre de Castro Valnera, a la que  llegamos tras gozar de impresionantes vistas de aperitivo al alcanzar la cresta en la que un tremendo barranco se precipita hacia el lado de Cantabría.

Impresionante, espectacular, y otros muchos adjetivos elogiosos se nos ocurrieron para describir las sensaciones desde los 1.696 metros de esta enorme atalaya natural.


Fotos y más fotos nos hicimos para inmortalizar el sublime momento, ya fuera con los imponente cortados de fondo o los intentos malabarísticos de subirnos al mocho vértice geodésico de su cumbre.

Tras disfrutar como niños de las vistas e intentar infructuosamente divisar la bahía de Santander y el mar, por las nubes que nos lo tapaban, regresamos sobre nuestros pasos, buscando un lugar junto a los precipicios resguardado del aire para dar cuenta de los bocadillos.

Mientra comíamos, fuimos atacados alternativamente por bandadas de mosquitos, seguidos de intrépidos vencejos, que cuan escuadrón aéreo perseguía en todas las direcciones a los primeros. 

Repuestas las fuerzas, iniciamos el descenso, por una senda que al filo de la cresta se precipitaba hacia el collado de la Pirulera, con la vista amenizada por la cumbre de Torcaverosa y el Pico de la Miel, a cuyos pies llegamos tras rebasar el collado de la Piluca y unos enormes neveros surgidos en la oquedad de grandes torcas.

En el collado dimos la espalda a los profundos barrancos para dirigirnos por un paraje herboso hacia los prados de el Bernacho, disfrutando en el trayecto de las vistas del valle, la mole que dejábamos atrás de Castro Valnera y un sin fin de neveros y lagunillas en las que los renacuajos y tritones nadaban sin cesar.

Una larga caminata, amenizada brevemente por el encanto de un pequeño e íntimo hayedo que nos proporcionó sombra y sosiego, nos llevo en suave pendiente hasta el cabañal de Valnera, donde nos esperaba un coche para ir a recoger a los que habíamos dejado por la mañana en el Bernacho.

Unas cervezas frías en la Machorras pusieron el boche de oro a esta espectacular excursión que bien mereció 5 sicarias.
Paco Nieto

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