miércoles, 18 de enero de 2017

Excursión 330: Búnkeres de Valdemorillo

FICHA TÉCNICA
Inicio: Villanueva del Pardillo
Final: Quijorna
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia:  15,3 Km
Desnivel [+]: 238 m
Desnivel [--]: 295 m
Tipo: Sólo Ida
Dificultad: Baja
Pozas/Agua: No/No
Ciclable: En parte
Valoración: 4,5
Participantes: 46

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta






















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
 
RESUMEN
En esta ocasión y tras haber realizado ya la marcha de desengrase navideño, tocaba algo más suave y sobre todo una que se alejase de las cumbres. No por nada, ya que para el GMSMA (incluso con buen tiempo se sale),  sino por eso de la exagerada previsión meteorológica y sobre todo por la aportación  informativa de los primos Cid, que le ponían a Antonio en bandeja, el que se sacara de “la recámara”, la que iba a ser un interesante recorrido por parte del frente republicano que se estableció tras la batalla de Brunete.

Muy resumidamente, esta batalla se produjo entre el 6 y 27 de julio de 1937 y consistió en el intento por parte del ejercito republicano de retrasar el avance hacia el norte del ejército franquista e incluso fortalecer y ampliar el área defensiva de Madrid. Se inició con un avance rápido por sorpresa de los republicanos que les permitió conquistar varios pueblos (Brunete, entre ellos) y de ahí el nombre. No obstante, al no continuar con el avance y los nacionales conseguir refuerzos, amén del fuego aéreo con la ayuda de la Legión Cóndor, el día 12 iniciaron la contraofensiva.

El ataque, les cogió un tanto desprevenidos a los republicanos, infringiéndoles importantes pérdidas y retiradas descontroladas que tras los primeros días logran estabilizar a pesar de no recibir ayuda desde Madrid, que consideraba esta zona sin importancia.

Mientras, en el ejército nacional se habían acumulado importantes refuerzos y el día 16 empieza la contraofensiva definitiva que hace retroceder lentamente al ejército republicano hasta que el día 27 se da por terminada la batalla con el frente estabilizado y algunos pueblos en su poder.

El resultado fue catastrófico militarmente ya que supuso la muerte de unas 37.000 personas (20.000 republicanas y 17.000 franquistas), sin provocar impacto alguno en el devenir de la guerra.

En cuanto a nuestra ruta, al ser una marcha lineal, se establecieron los dos puntos de rigor para la logística del transporte, a saber: campo de fútbol de Quijorna y Polideportivo de Villanueva del Pardillo, siendo la salida desde éste último.

La misma se realizó un tanto apresuradamente, pues había un pequeño retraso horario que había que recuperar y por ello, algunos saludos que quedaron pendientes, se fueron dando a lo largo de la marcha, de modo que hasta la paradiña del bocata no termino todo el mundo de reencontrarse.

Al poco de iniciar la marcha hacia el oeste por el camino de servicio de la conducción del Canal de Isabel II, con vistas muy nítidas a las cumbres nevadas del Guadarrama, que nos daban la sensación del
frío que no teníamos y donde la hilera humana se alargaba desmesuradamente, nos encontramos, ¡oh sorpresa!, con una valla, de la finca La Montaneda, que para nuestra comodidad tenia puerta y se franqueaba a toda prisa.

Una vez atravesada la finca, se sale también por una puerta en la valla que te sitúa de inmediato en el puente sobre el río Aulencia, donde se ven las tuberías del canal (Picadas-Majadahonda) que lo cruzan. Pasado el río, se sale del camino con un giro a la derecha para tomar su margen hacia arriba, esta trocha, muy horadada por los jabalíes no permitía distraer la mirada para contemplar la vegetación deshojada de ribera que acompaña el cauce del río.

El terreno abrupto pronto desapareció y cómo no, esta sí que era de las nuestras, nos encontramos con una valla que sorteamos a modo GMSMA, aunque sin apenas dificultad. Mayor fue la del siguiente paso, ya que implicaba tener que elegir entre bajar y subir un terraplén resbaladizo o pegarte como una lapa a la valla mohosa y sortear por arriba el barranco, el número de los que usaron una u otra vía, lo dejo para nuestro querido estadístico.

Nada más salir de este pequeño atolladero, enfilamos el camino de Robledo de Chavela entre pinares, encinas y muchas retamas, en donde y dentro de una finca cercada por una alambrada, divisamos nuestro primer búnker que por eso se libró del acoso y caricias del grupo. Desde aquí, llevábamos unos 50 minutos de marcha, nos íbamos a topar cada 10 o 15 minutos con el siguiente búnker hasta completar los once previstos, incluido el refugio antiaéreo.

Siguiendo, a lo lejos se observaban los restos de alguna cueva o calera y enseguida el siguiente búnker, al lado del camino, muy deteriorado, que sirve para las primeras fotos y su examen minucioso. 

Continuamos hacia la pista que recorre la conducción del embalse de Picadas a Majadahonda, por un sendero entre escasa vegetación y algunas retamas, que facilitaban las vistas de la llanura.

Ya en la pista, vemos otro búnker dentro de una finca alambrada, seguimos nuestro caminar abandonando la pista en dirección sur y de pronto nos encontramos en medio de un olivar, en el que unos tareeros se afanaban en la recolección y que nuestro boss tuvo a bien esquivar en una hábil maniobra, a fin de evitar que el manigero tuviera la tentación de invitarnos a coger la vara y doblar la cintura, que con todos los que éramos, el tajo quedaba listo para el bocadillo.

Andando por entre los olivos y sorteando los montones de hojarasca que había dejado la recogida de las aceitunas, salimos a una dehesa más despejada con más vistas a la llanura y donde encontramos otro búnker, éste sí que de fácil acceso, lo que permitió que algunos entraran dentro de él, treparan encima y se fotografiaran de diversas poses.

La mañana se había templado tanto, que parte de la ropa sobraba y el personal se la quitaba incluso sin parar, por esto de no perder el ritmo y mantener el horario previsto. Se continuó campo a través hasta un camino entre gigantescas retamas, desde el que se divisaba a lo lejos la urbanización Jarabeltrán de Valdemorillo y que nuevamente, tras apartarnos del mismo por la izquierda, nos topamos con otro búnker acompañado de la huella bien notoria de una trinchera.

Puestos de nuevo a caminar, atravesamos con todas las precauciones, la carretera M-853, dirigiéndonos en dirección suroeste para entre zarzales cruzar el arroyo de la Parrilla, iniciando de inmediato el ascenso a una loma que resultó muy conveniente de cara a abrir el apetito. Ya que tras superarla, encontrarnos con otro búnker, rodeado de trincheras y cuevas, descubrimos un buen lugar, con hermosas vistas que llegaban hasta las torres de la castellana, para que todo el mundo se acomodara en la solana a dar buena cuenta del tentempié, aprovechando asimismo el momento para posar en la habitual foto de grupo.

El sexto búnker, se nos presentó al instante y la marcha siguió por un campo de retamas, tomillos, algunas encinas…., hasta que muy camuflado por un gran chaparro, estaba, tan quieto y como escondiéndose de los senderista, uno de los mejor conservados que provocó avalancha de fotos y todo tipo de piruetas entre los excursionistas. También rodeado de trincheras, refugios antiaéreos y diversas cuevas.

La marcha prosigue bajando y subiendo laderas entre retamas, encinas y restos de trincheras hasta atravesar el arroyo de las Almagreras donde llegamos a otro búnker en buen estado también y que tras las consabidas fotos, le dimos nuestro adiós para dirigirnos hacia una zona boscosa que escondía los restos destrozados y oxidados de un Diane 6, de cuyos orígenes y motivos que lo llevaron hasta allí, ni la más remota idea.

Siguiendo entre la maleza y los chaparros, se nos presentó uno más que por su dificultad para encontrarlo, era de los menos deteriorados, además de estar situado junto a la trinchera y otras cuevas, se supone para logística, tropa y al parecer almacenamiento de munición.

De aquí se alcanza muy pronto el camino que prosiguiendo entre retamas y algunas encinas nos permite coronar una loma donde se encuentra la casa-refugio del Cerro del Castillejo, en bastante buen estado y dotada de cierto mobiliario, lo que suscitó la curiosidad y las poses fotográficas.

Salimos del refugio descendiendo una pendiente arbolada que muy pronto nos permite divisar los restos de una calera y un hermoso horno de cal bien conservado que nos dispusimos a visitar.

Pero antes y en dirección sur encontramos otro búnker que no pasamos por alto a pesar de que ya era el ¿10?, creo que sí.

Continuando el descenso hacia el oeste, vemos las ruinas de una antigua calera de gran tamaño y es que Quijorna 
fue una gran productora de cal desde el siglo XVII hasta mediados del XX, habiéndose abastecido desde aquí a varias de las grandes obras de Madrid.  Antes de terminar el descenso  y a nuestra derecha vimos a cierta distancia, por lo que se libró de que le perturbáramos su paz, el que iba a ser el último búnker de nuestro recorrido.

La siguiente calera, llama la atención por su tamaño y estado de conservación, seguro que ha sido la última en ser abandonada. Aquí los fotógrafos se pusieron las botas y todo el mundo entró y husmeó sus interioridades.

En los alrededores de la ruta se pudieron observar las canteras donde se extraía la piedra caliza para su transformación en cal por calentamiento de la misma.

Por el camino abajo íbamos, entre retamas, encinas, restos de canteras, ruinas de construcciones, cuando vimos la chatarra de una
cabina de camión que incluso podía pasar por que fuese algún resto de la batalla que hoy hemos recordado.

Pero no, resulta que es de la marca Ebro y cuya fabricación data de los años cincuenta (información facilitada por Paco Nieto). 

Pero eso no importaba, para la euforia que despertó en el personal sentirse ante semejante reliquia que les permitía desplegar la imaginación sobre el final de los escenarios que acabábamos de pisar. Además, claro está, de la ronda de fotos con todo tipo de figuras ocurrentes.

Otra cuestión es, ¿Qué pintan ahí esos restos de chatarra?, a lo mejor como muestra de lo que nunca debió ocurrir.

Dejamos la pista y tomamos otra hacia el sur, rodeada de terrenos de labranza cuyos sembrados luchaban por asomar entre los terrones y que nos llevaría directos a Quijorna

Ya en la entrada del pueblo, Antonio organiza la salida de las estrellas fugaces, que en esta ocasión también coincidía con que debían desplazarse algunos coches hasta Villanueva del Pardillo para recuperar los restantes.

A dos pasos nos encontramos con el restaurante El Águila donde teníamos prevista nuestra comida consistente en un Cocido Madrileño. Mientras llegaban los desplazados por los coches, el resto amenizaba la espera dando buena cuenta de unas cañitas con sus correspondientes aperitivos.

Completado el aforo reservado, nos dispusimos a degustar intensamente nuestra comida, que en todo momento nos llenó de satisfacción por su calidad, cantidad y servicio, realmente uno de los mejores, ¿qué de los mejores?, ¡¡¡el mejor sitio conocido hasta ahora!!!, por su calidad y precio.

Por todo ello, nuestro agradecimiento a los primos Enrique y Marcos Cid por tan acertada recomendación, que esperamos repetir en cualquier otro momento. Por supuesto agradecer al Boss la preparación de la ruta y como no, a nuestros fotógrafos José María y Paco Nieto que con sus comentarios, tanto han ayudado a este humilde e improvisado cronista.

Por tanto y teniendo en cuenta todo lo expuesto, que no es poco, y me disculpo por ello, mi puntuación Madi para esta marcha es de 4,5 sicarias.
Un placer y un abrazo.
JL R. Rubiales

FOTO REPORTAJES

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