miércoles, 8 de noviembre de 2017

Excursión 375: Jardines y Cerros de Aranjuez

FICHA TÉCNICA
Inicio: Aranjuez
Final: Aranjuez

Tiempo: 3 a 4 horas
Distancia:  14,3 Km
Desnivel [+]: 206 m
Desnivel [--]: 206 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua:
Ciclable:
Valoración: 4
Participantes: 41

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta






















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta















PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RUTA EN WIKILOC

RESUMEN
No pudo ser más acertada la elección de este día de oro para dar un paseo por los jardines y cerros de Aranjuez, siguiendo un recorrido en el sentido de las agujas del reloj. Una ruta botánica buscando el murmullo del agua de las incontables fuentes escondidas entre los árboles, en contraste con los pelados cerros que rodean a este oasis casi olvidado por los senderistas, mucho más obsesionados con la Sierra de Guadarrama.

Reunidos frente al Palacio Real, Antonio nos dijo que no puede hacer la ruta por estar medio griposo, encomendando a Julián S. y a mi el guiar al numeroso grupo por el recorrido que había diseñado. Por si perdíamos a la mitad, allí mismo, nos hicimos la foto de grupo, No obstante, nos acompañó en los primeros metros del recorrido a lo largo de la ría, hasta las puertas de los jardines de la Isla.

Tras un vistazo al río Tajo, con más caudal del esperado, cruzamos estos bellos jardines, pasando junto a todas sus fuentes, de las cuales, la del regordete Baco subido a un tonel de vino fue la más exitosa a la hora de las fotos, ¿por qué sería?.

Salimos de estos jardines para continuar por los del Parterre, que adornan la parte posterior del palacio, y en el que se encuentran las fuentes más grandes, la de Ceres y la de Hércules. Pero lo mejor estaba por venir, los jardines del Príncipe, uno de los mayores jardines de Europa, con una superficie que ronda las 150 hectáreas.

Por la puerta del Embarcadero, la más próxima al Palacio, pasado el restaurante El Rana Verde, entramos a este otoñal edén, poblado de majestuosos plátanos, tilos y castaños de Indias, así como viejos oriundos de América: liquidámbares, ahuehuetes, pacanas, caquis de Virginia...; árboles monumentales que, ahora en otoño, extienden toda su gama de colores cálidos de su inmensa paleta –amarillos, ocres, dorados y rojizos–, que realzan su porte y belleza.

Y es que, estos jardines concentran la mayor cantidad de árboles singulares de la región, desde que en 1772 comenzaron a formarse por deseo del entonces príncipe y luego rey Carlos IV, diseñado en parte por el arquitecto Juan de Villanueva y en parte por el jardinero Pablo Boutelou.

Recorriendo sus simétricas calles, atravesando el jardín Anglo-Chino, llegamos a la joya de este paraíso, el Jardín Chinesco, de especial encanto, en el que se yerguen, a la orilla del romántico estanque, varios ahuehuetes, el mayor de los cuales mide 46 metros y tiene casi 300 años.

Abandonamos el Jardín Chinesco hacia oriente, por el lado del templete de mármol, para luego seguir hacia el norte, en dirección al río, contemplamos una hermosa alineación de portentosos liquidámbares, cuyas hojas amarillas y rojas eran pura poesía.

Reconfortados por una nueva visión del río Tajo, la última de hoy, nos internamos por una senda que cruza un bosquete sombrío, cuajado de yedra e irrigado por una fangosa ría, con puentecillos de madera, que sin duda es el rincón más romántico del jardín y que da paso al Huerto del Francés, antesala de la casa del Labrador, palacete de Carlos IV y María Luisa de Parma lleno de caprichos en su interior. Junto a él, paramos a tomar el tentempié de media mañana.

Reanudada la marcha, salimos por la puerta de la Plaza Redonda, donde nos esperaba Antonio con Marjorie, a la que había recuperado para hacer la ruta, tras llegar tarde al punto de encuentro. Antonio, Manuel y Toñi, felizmente recuperada para el grupo, tras su titánica lucha,-valiente ella-, se volvieron hacia el restaurante donde comeríamos, el resto enfilamos la calle que frente a la puerta asciende hacía los cerros.

Por la empinada calle de la Alhambra de Granada llegamos a donde termina el rosado ladrillo y comienza el gris paisaje de unos cerros que dominan la cara sur de Aranjuez, donde en tiempos de la Guerra Civil, colocaron fortines y cañones para la defensa de la ciudad.

Hasta alcanzar los fortines seguimos una serpenteante senda que llega justo hasta éstos parapentes, de privilegiadas vistas, en cuyas proximidades se encuentra el vértice geodésico de Valdelascasas, situado a tan solo 641 metros de altura, pero que no por eso desmereció en fotos subidos al mismo.

Continuamos por el borde del acantilado, en busca de la vereda de Ontígola, bordeando una finca de lejos para evitar a una señora con muy malas purgas, que unos días atrás echo de mala manera a Antonio cuando preparaba la ruta. Y efectivamente, de lejos la vimos en jarras, desafiante, junto a un perro que no paraba de ladrarnos, se ve que gasta el mismo humor que su dueña.

Junto a olivos y encinas, descendimos por una senda que nos llevó a la carretera de Ontígola, que cruzándola, nos puso junto a otro oasis, el Mar de Ontígola, el embalse que Felipe II mandó construir para abastecer de agua al jardín de la Isla y sus muchas fuentes y que en 1635 fue utilizado como lago de recreo real, con isleta para montar fiestas y cacerías, atarazana para falúas, jardín y coso taurino.

A punto estuvo de perderse este paraíso de aves si no se hubiese declarado reserva natural en junio de 1994 para evitar su alarmante deterioro, y que hoy visitan los aficionados a la ornitología, gracias a la torre de observación de aves y su senda ecológica, habilitada en sus dos kilómetros de orilla.

Desde allí, sólo quedaba regresar al Palacio, lo que hicimos siguiendo una senda medio tapada de juncos en su primer tramo. La mitad del grupo continuó hacia la plaza de toros, mientras otros, con más ganas de andar, remontaron un par de cerrillos con amplias vistas de Aranjuez.

En el restaurante La Ribereña comimos y reímos con la celebración de la entrega de medallas pendientes, muchas, que pusieron el broche de oro a esta relajada y bonita excursión otoñal, que bien se merece ser calificada con 4 sicarias.
Paco Nieto

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