viernes, 26 de octubre de 2018

Excursión 431: Las Gargantas del Todra

FICHA TÉCNICA
Inicio: 
Garganta del Todra
Final: Garganta del Todra
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia:  10,1 Km
Desnivel [+]: 589 m
Desnivel [--]: 589 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 21

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta

















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta















TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
Mapa 3D (archivo kmz)

RUTA EN WIKILOC
Ver esta ruta en Wikiloc

RESUMEN

Después de haber tocado el cielo en el techo del Atlas, nos esperaban dos días de turismo, uno atravesando estas montañas por la única carretera que lo hace, el otro, visitando la garganta del Dadès, disfrutando en ambos trayectos de preciosos paisaje salpicados de palmerales y fértiles campos a modo de oasis en una tierra por lo general árida y seca.

Habíamos dormido como reyes en la kasbah del Cheikh Bassou en Tinghir y tras un estupendo desayuno, recogimos y pusimos rumbo a las gargantas del Todra. Solo 16 km nos separaban y en menos de media hora estábamos en la estrecha carretera paralela al río, desde la que se contemplaba su cauce lleno de palmeras y vegetación y pueblos de adobe mimetizados a la perfección con el entorno.

El lugar nos sorprendió por su grandeza. En esta espectacular zona, la garganta llega a tener unos 10 metros de ancho y las paredes de roca alcanzan los 160 metros de altura a cada lado del río. Este tramo es el más famoso del río Todra, mide aproximadamente unos 500 metros.

En la estrecha garganta, la carretera se pega a los meandros que realiza el río. Desde las furgonetas contemplamos emocionados la majestuosidad de los cortados, horadados por la acción paciente de sus cristalinas aguas.

Los acantilados de la garganta atraen a muchísimos escaladores que vienen a disfrutar de su pasión, algunos los vimos aferrados a las cuerdas intentado subir a lo más alto de los farallones.

Nos detuvimos al poco de llegar al final de la angosta garganta. Bajamos de las furgonetas y nos apresuramos a ponernos las botas, ¡ya había ganas!, y tras las fotos de rigor de las impresionantes vistas desde este lado de la garganta, nos pusimos por fin en marcha.

Cruzamos la carretera para seguir una senda que surge a la izquierda, en dirección a unas escaleras que facilita el ascenso de los primeros 150 metros.

A nuestra derecha se perfilaba sinuoso el lecho de un torrente que ahora estaba completamente seco, pero que en época de lluvias debe arrastrar bastante agua, a tenor del profundo valle que ha escavado y que a medida que ascendemos vamos tomando conciencia de su magnitud.

La senda está bien marcada y aunque no muy ancha, se sigue muy bien. A mitad del ascenso, nos cruzamos con dos pequeños mulos de vacío, y otro mayor cargado completamente, guiado por una señora vistosamente ataviada.

Al poco, la senda se empinó y acometió unas zetas que le restaban algo de pendiente a la vez que nos acercaban al collado, al que llegamos enseguida. Habíamos ascendido 450 metros de altura en poco menos de 3 km.

En el collado descubrimos para nuestro asombro a una niña que nos pedía dinero a cambio de dejarse fotografiar. Las vistas desde el collado eran espléndidas y si el valle que habíamos remontado era gigantesco, el del otro lado del collado, hacia el oeste, aún lo era más.

Con tan fabulosas vistas nos hicimos la foto de grupo, niña incluida, antes de continuar el ascenso. Nos quedaban casi 100 metros de altura antes de alcanzar la cima del cerro situado al sur del collado. Al poco de irnos, no puedo dejar de recordar la pena que sentí al contemplar a la niña, sola, sentada en el suelo a la espera de la llegada de nuevos senderistas.

Un gran hito y una especie de abrigo circular, ambos de piedras, era todo lo que encontramos en la achatada cumbre, desde la que se contemplaba un paisaje lunar de tierra rojiza asombroso.

Allí paramos a tomar un tentempié mientras la vista se perdía en el horizonte, sin más límites que las lejanas crestas de las montañas de alrededor.

Tras el descanso, iniciamos el regreso descendiendo hacia el sureste siguiendo una senda no demasiado marcada que con gran pendiente se precipitaba por la loma, desde la que divisamos un poblado que vivía en cuevas, a las que se acercaban un grupo de turistas.

Cuando descendimos unos doscientos metros, alcanzamos otro collado desde el que tuvimos unas bonitas vistas de Tizgui, el verde oasis que el río Todra ha formado. Hacia él nos dirigimos, descendiendo en dirección noreste por una senda que desciende una garganta a media altura de la loma.

Conforme descendíamos, cada vez teníamos más cerca el enorme palmeral y las casas de adobe que en primer término nos ofrecía una kasbah que seguro ha conocido mejores tiempo, dado su estado de abandono.

Al llegar a ella, un grupo nos internamos por sus estrechas calles, dándonos la impresión de que había sido abandonada. Solo un cartel de una supuesta casa-hotel daba esperanzas de que estuviese habitada.

Salimos por una puerta de la muralla este, dando al río Tondra, que cruzamos por un rudimentario puente para reunirnos con el resto del grupo que nos esperaba en la otra orilla.

Entre fértiles huertas remontamos la margen izquierda del río hasta alcanzar la carretera por la que horas antes nos internamos en la garganta, lo que volvimos hacer, pero ahora a pie, tomando aún más conciencia de la majestuosidad del lugar.

A lo largo de la garganta nos encontramos algún puestecillo con recuerdos para turistas, a los que poca gente se acercaba. Mientras recorríamos aquel lugar íbamos a ratos por la parte asfaltada y a ratos por la zona pedregosa del río, para tener así una perspectiva diferente a la que tuvimos desde la carretera.

Nos sorprendió que en uno de los meandros del río, el agua desaparecía, al brotar de debajo de unas casas, sin duda las aguas han preferido salvar esa curva buscando un camino alternativo subterráneo.

Al poco, llegamos al lugar de partida, tras la insistencia de Antonio en que así fuera para que la ruta saliese completamente circular.

Tras la reagrupación del personal, que había quedado muy desperdigado, descendimos la garganta hasta llegar a unos de los muchos restaurantes que hay junto a la carretera, donde paramos a comer antes de emprender viaje a Merzouga, donde nos esperaba al día siguiente unas fantásticas aventuras por el desierto y sus dunas.

Por todo ello, a esta singular excursión por unas de las gargantas más impresionantes de Marruecos le otorgo una puntuación de 5 sobre 5.
Paco Nieto

Fotos de Julián Suela
Fotos de Paco Donaire

Fotos de Paco Nieto


CRÓNICA DIARIA DEL VIAJE
Relatamos a continuación el recorrido seguido en nuestro periplo por Marruecos en cada día.

DÍA 20. MADRID-MARRAKECH 


Al aeropuerto de Barajas vamos llegando los 21 participantes de esta aventura por Marruecos. Se nos ve caras de alegría, inundados por la emoción de haber llegado por fin el gran día, pero lamentando algunas bajas de última hora.

A la hora prevista (21:30), subimos al avión y emprendemos vuelo a Marrakech, ciudad que algunos conocían, pero no en mi caso, por lo que las expectativas y curiosidad para mí eran dobles.

El vuelo se me hizo corto, y a las 23:50 hora de España, una hora menos en Marruecos, estábamos desembarcando en el moderno aeropuerto de Marrakech-Menara. Fotos a pie de avión, en la pista, y a por las maletas.

A la salida nos estaba esperando Paco Lama, con un cartel que ponía "Ali el Cojo" la agencia organizadora del viaje. En las dos furgonetas que nos acompañarían los sucesivos días nos trasladamos al restaurante Ali, en Rue Beni Marine, cerca de la Mezquita Kutubía, cuya hermosa torre iluminada veíamos desde la terraza mientras cenábamos.

Tras la cena a base de tagin y ensaladas, nos fuimos al Hotel Palais Al Bahja, situado en Rue Ibn Qadi Hivernage, 33. Las tres estrellas nos parecieron demasiado, pero lo que son las cosas, a la vuelta de nuestra travesía volvimos de nuevo a él, y ya nos parecieron incluso pocas.
Paco Nieto

TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

FOTOS
Fotos de Julián Suela
Fotos de Paco Nieto

DÍA 21. MARRAKECH

Nos levantamos temprano, pues habíamos reservado a las 9:30 un Free Tour para visitar la ciudad. El punto de encuentro era a las puertas del Hotel Islane, situado frente a la torre de la Kotubia.

Adil, el guía que nos atendió nos fue mostrando las diferentes callejuelas de la Medina, dividida en gremios. Fuimos recorriendo tiendas de especias, ropa, joyas y bisutería, artículos de esparto, hierro y cobre, bolsos, cuero, cerámica, cuadros, fruterías, carnicerías, un horno de pan, las hammam y para colofón, el Museo Dar Si Said, el museo más antiguo de la ciudad.

Oficialmente es denominado Museo de las Artes Marroquíes y contiene objetos de artesanía de la región, como prendas típicas, armas joyas bereber y hallazgos arqueológicos, así como una bonita colección de puertas y marcos de ventana. Antes de convertirse en museo fue la residencia de Si Said Ben Moussa, ministro de guerra durante la regencia de su hermano, el visir Bou Ahmed.

Tiene varios patios, el central lleno de vegetación en el que nos hicimos múltiples fotos. Los techos de las estancias resaltaban por sus decorados en madera, preciosos. 

De allí nos llevó a una tienda de perfumes y aceites de argán, llamada Herboriste El Bahia, en la que un locuaz vendedor nos fue meticulosamente describiendo las propiedades de sus infinitos productos, dándonoslos a probar uno a uno. Un té y unas pastas hicieron más agradable la exposición. Al final, casi todos compraron algo.

Continuamos el recorrido pasando por las recientemente restauradas murallas de adobe y los alrededores de la Mezquita Moulay El Yazid, finalizando en la Mezquita Kutubía, edificada en el siglo XII, representativa del arte almohade. Ubicada entre la Medina y la plaza Jamaa el Fna, destaca por su alminar de 66 metros, lo que le hace ser el edificio más alto de la ciudad. Sirvió como modelo para la construcción de la Giralda de Sevilla primero y para la inacabada torre Hasan de Rabat después.

Su nombre significa "la de los libreros" (kutub es libros en árabe) y hace referencia a la presencia del zoco de vendedores de libros que se desarrollaba en sus alrededores, con más de cien puestos.

Despedimos a Adil por sus magnífico trabajo como guía con una fuerte ovación y una buena propina. Comimos en un restaurante cercano, regresando en agradable paseo al hotel para, después de un descanso, volver a la Medina, pasear por la siempre concurrida plaza Yamaa el Fna, que divisamos mucho mejor desde la terraza de la Brasserie du Glacier, ¡todo un espectáculo!

Una cena en el mismo restaurante de la primera noche y regreso al hotel, que al día siguiente partíamos hacia nuestra primera ruta, el Toubkal nos esperaba.
Paco Nieto

TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

FOTOS
* Fotos de Helen Olague
Fotos de Jesús Mingote
Fotos de Julián Suela
Fotos de Paco Donaire
Fotos de Paco Nieto

DÍA 22. REFUGIO DE TOUBKAL LES MOUFLONS
La actividad de este día está descrita en la excursión 428

TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

DÍA 23. TOUBKAL
La actividad de este día está descrita en la excursión 429

TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

DÍA 24. TRAVESÍA DEL ATLAS

Tras la paliza del día anterior, los que estábamos "desterrados" en la casa-albergue de abajo, nos dispusimos ir a la de arriba para desayunar, pero para nuestra sorpresa, la puerta estaba cerrada y no teníamos las llaves. La altura a la que estábamos y las rejas de las ventanas impedían una fuga de película, tuvimos que esperar un buen rato a que pasara alguien para decirle que avisase a los de la casa de arriba que estábamos atrapados.

Después de la anécdota y el desayuno, recogimos y emprendimos rumbo al Ksar de Ait Ben Hadu, a 231 km de Tamatert (Ilmil), donde nos encontramos. Enlazamos con la N9 a la altura de Ait Ourir. La N9 es la única carretera que cruza el Atlas.

Pasado Azréf, paramos en un bar con unas bonitas vistas a unas impresionantes cárcavas. Más adelante volvimos a parar en una de las muchas curvas de la carretera, a la espera de que nos dieran paso, al estar cortada por las obras de mejora que están realizando en ella. Las vistas del valle que forma el río Tensift hicieron que la espera mereciese la pena.

Varios kilómetros más adelante, paramos en Oued Tamjdert, para comer en el restaurante Argan Tichka, donde además había una gran tienda de productos de la zona. Continuamos el camino, ascendiendo por cerradas curvas que poco a poco van sobrepasando esta enorme cordillera del Atlas, el sistema montañoso que recorre, a lo largo de 2400 km, el noroeste de África.

Con magníficas vistas de cañones, oasis y pueblos mimetizados con su entorno llegamos al recién inaugurado Hotel Ksar Ljanoub, en las afueras de Ksar de Ait Ben Hadu, donde para nuestra sorpresa no había habitaciones para todos. Y tras un sorteo, ¿a quién le tocó irse al viejo hotel, mucho menos atractivo?. pues como no podía ser de otra forma, a tres de los "desterrados", entre los que me incluía. La mala suerte nos seguía acompañando.

Pero antes de mover maletas, nos fuimos a ver la puesta de sol desde la ciudad fortificada (ksar) que da nombre al poblado. Cruzamos a pie el río Ounila, que estaba seco, y nos adentramos en esta maravilla, Patrimonio de la Humanidad desde 1987.


Pasear por el laberinto de sus callejuelas y ver la impresionante puesta de sol desde su cerro interior y el puesto de vigilancia fue todo un espectáculo que jamás olvidaremos. Una buena cena y el traslado al hotel completaron este día de carretera y turismo.
Fotos de Julián Suela
Fotos de Paco Donaire
Fotos de Paco Nieto

DÍA 25. OUARZAZATE Y GARGANTA DEL DADÈS

Hoy no madrugamos mucho, el plan era acercarnos a Ouarzazate, pasear a nuestro aire por sus plazas y mercado y dirigirnos a conocer la garganta del Dadès.

En media hora recorrimos los 32 km que nos separaban de Ouarzazate, conocida como "la puerta del desierto", aunque su nombre en bereber significa "sin ruido". Siempre ha sido un punto de reunión y distribución de mercancías de los comerciantes africanos.

Curiosamente posee los estudios cinematográficos que ocupan mayor extensión en el mundo, llamados Atlas Studios, donde trabajan renombradas productoras internacionales donde se han rodado una gran cantidad de películas como la mítica Guerra de las Galaxias (1977). Además de su función cinematográfica, suponen un gran atractivo turístico.

No fuimos a ver los estudios, solo los contemplamos desde la carretera, pero sí paseamos por el mercado, mucho más pequeño, lógicamente, que la Medina de Marrakech, pero al igual que aquél, con todo tipo de mercancías y objetos. A mi los que más me encantan son los puestos de especias por su amalgama de colores y mezcolanza de agradables aromas, y lo que peor llevaba era pasar por los puestos de carne, justo por lo contrario. En uno de ellos estaban cortando el cuellos a unos pollos vivos, Pepa casi se desmaya.

De nuevo en las furgonetas, nos dirigimos a la Garganta del Dadès, siguiendo la N10, nos separaban 177 km, y para nuestra sorpresa, la policía paró a una de las furgonetas con la intención de multarla por cualquier tontería, por lo que pude saber un billete colocado adecuadamente entre los papeles que exigen suele solucionar el tema.

A 85 km de Ouarzazate paramos a comer en un bar de carretera, y a continuación poco a poco nos fuimos introduciendo en el profundo desfiladero que el río Dadès ha formado en el Alto Atlas, la tierra es de un color rojizo muy peculiar que nos inunda la vista. Esta hermosa tonalidad es la misma que la de las innumerables kasbahs que vemos a medida que nos adentramos en el valle.

Cuando casi estamos llegando al punto más alto de la garganta, ante nosotros aparecen unos estratos casi verticales de arenisca rojizas cuya erosión ha producido unas peculiares formaciones caprichosamente falangiformes, conocidas como “dedos de los monos”.

Es una garganta de origen karstico, con pliegues, caóticas formas erosivas, abanicos aluviales, pináculos de erosión diferencial, calizas, basaltos, areniscas, etc etc. Con materiales mesozoicos (trías-paleoceno), y con fósiles de rinconellas a patadas por sus calizas.

No pudimos resistir la tentación de bajar hasta el río, por una empinada cuesta y disfrutar de su orilla de arena. No avanzamos más, por lo que nos perdimos el poblado de Ait Oudinar, donde comienza la parte mas impresionante de las garganta, en la que la carretera la remonta y bordea mediante de una fuerte pendiente zigzagueante.

De nuevo en las furgonetas nos dirigimos por la N10 a Tinerhir, del que nos separaban 70 km. Nos llamó la atención la práctica ausencia de palmeras datileras, al parecer debido a la elevada altura, así como un clima más frío y húmedo que el de los otros valles de la región.

En Tinerhir nos hospedamos en la la kasbah construida en 1944 por el cheikh Bassou Ou Ali, jefe de los Aït Barra de Tinghir, que es la única en todo el valle del Todra que ha sido restaurada gracias a una nueva función turística: el Hotel Tomboctou, regentado por un español, conocido de Paco Lama y en el que nos sentimos muy confortables.

En este enlace se cuenta su interesante historia y se dan detalles de su estructura y el proceso seguido en su magnífica rehabilitación.

Antes de cenar, nos dimos un paseo para acercarnos al gran oasis que originó este poblado, y que se extiende a lo largo de 30 km y de varios kilómetros de ancho. Después nos internamos en su sinuoso mercado y en una sus plazas, algunos hasta comieron caracoles.

Tinerhir está encajado entre dos cadenas montañosas, el Alto Atlas al norte y el Pre-Atlas al sur, de ahí que su nombre signifique "la de la montaña", por estar rodeada de montañas altas.
Paco Nieto

TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

FOTOS
* Fotos de Helen OlagueFotos de Jesús Mingote
Fotos de Julián Suela
Fotos de Paco Nieto

DÍA 26. LAS GARGANTAS DEL TODRA
La actividad de este día está descrita en la excursión 431

TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

DÍA 27. DESIERTO DE MERZOUGA

En Merzouga nos hospedamos en el Albergue de Ali el Cojo, que en realidad se llama Atlas du Sable, pro que todo el mundo lo conoce por el nombre del propietario.

Ali el Cojo es toda una referencia turística por ser uno de los pioneros y gestionar personalmente, junto con su familia, el hotel y todas las actividades de ocio alrededor de las dunas de Erg Chebbi. 

Merzouga es un lugar mágico, punto final de los viajes que se realizan hasta el sur desde la población de Rissani, está a sólo cincuenta kilómetros de la frontera con Argelia. Tiene el encanto de estar lejos de todo y en medio del desierto, un lugar de grandes contrastes en su paisaje: dunas de arena y grandes lagos, y en su clima: puede pasar de estar años sin llover a sufrir inundaciones.

Tras un suculento desayuno al estilo de los que veníamos tomando, pero en el que para nuestra sorpresa no faltó el jamón, cortado por mí mismo, nos subimos en varios 4x4 para realizar un recorrido por el desierto, visitando en primer lugar el lago Lac Dayet Srij.

Este precioso lago salado, donde habitualmente se pueden encontrar flamencos bañándose, ofrece un fabuloso contraste entre los colores naranjas del desierto y el azul del cielo y el agua. Es uno de los pocos lagos naturales que existen en Marruecos.

Seguidamente nos dirigimos al Khamlia, llamado “el pueblo de los negros”, por ser sus habitantes descendientes de África central y oeste. Sus antepasados, fueron traídos como esclavos y tras su emancipación y después de una época de nomadismo se asentaron aquí.

En una de las instalaciones nos ofrecieron un recital de música Gnawa, que tiene influencias tanto de la música árabe tradicional como de la percusión africana, en la que utilizan instrumentos que recrean el ruido que hacían las cadenas de sus antepasados.

Tras degustar un estupendo té y hasta bailar con ellos, proseguimos en dirección a las minas de Kohl de M’Fis. Estas minas fueron explotadas por los franceses para extraer principalmente plomo y zinc. Aunque ya prácticamente abandonadas, no es difícil imaginar las duras condiciones a la que eran sometidas los trabajadores por las altas temperaturas y los más de 40 metros de profundidad de los pozos, ahora medio inundados de arena.

Tuvimos que espabilar para regresar a los coches antes de que empezara a llover, no muy fuerte, pero sí como para acabar empapados. La lluvia cambió el color rojizo de la arena a unos tonos más oscuros, realzando si cabe aún más su belleza. A continuación nos dirigimos a conocer cómo vive una familia nómada en el desierto.

El asentamiento estaba compuesto por varias pequeñas haimas, fabricadas con pieles. En otros tiempos, poseían solo algo de ganado como único sustento. Nos enseñaron cómo cocían el pan en pequeños hornos enterrados en la arena. No les hacía falta mucho más, pues tenían la inmensidad del desierto como salón y las estrellas como techo.

La siguiente parada, ya sin lluvia, fue para ver los fósiles incrustados en rocas negras que se ubicaban cerca del poblado nómada. Era increíble la gran cantidad de ellos que se encontraban en un espacio reducido. Erfoud cuenta como uno de sus principales atractivos la extracción y pulidos de fósiles de sus canteras cercanas, con los que fabrican toda clase de objetos, como figuras, platos, lavabos, etc.

De vuelta al albergue de Alí el Cojo, comimos disfrutando de los ya habituales para nosotros tagin y ensaladas. Cerca de nuestra mesa tuvimos oportunidad de charlar con un simpático grupo de catalanas, que por desgracia acaba de llegar, mientras que nosotros estábamos a punto de partir hacia las haimas en el desierto.

Antes tuvimos tiempo de dar una vuelta a nuestro aire por las dunas del desierto, la experiencia de vernos rodeados de arena por todos lados fue maravillosa. Remontamos las dunas en las que a lo lejos se perfilaban dromedarios en caravana con turistas.

El desierto de Erg Chebbi tiene una longitud de cerca de 30 km y una anchura media de aproximadamente 8 kilómetros. Algunas de sus dunas pueden alcanzar los 150 metros de altura. ahí es nada.

De regreso al albergue, nos trasladamos en 4x4 a las haimas de Borj Merzouga, situadas al norte de las majestuosas dunas del Erg Chebbi. El campamento posee 10 haimas de lujo, hasta con wi-fi, en pleno desierto, una maravilla que nos sorprendió gratamente.

Llegamos poco antes de la puesta de sol, lo que nos permitió pasear por las dunas del desierto mientras el sol se iba ocultando lentamente.

Algunos aprovecharon el momento para que el paseo fuese en dromedarios, con algún que otro susto en forma de caída, pero sin consecuencias, por lo que luego nos contaron.

Tras la fantástica puesta de sol, que nos pareció una experiencia única, cenamos en una amplia haima y en otra nos reunimos algunos, para de forma espontanea interpretar con tambores música tradicional africana, hasta que el sueño nos aconsejó irnos a la cama.
Fotos de Julián Suela
Fotos de Paco Donaire
Fotos de Paco Nieto

DÍA 28. MERZOUGA-OUARZAZATE

Para no perdernos el amanecer en el desierto, algunos nos pusimos el despertador con suficiente antelación. Al amanecer la arena se tornó rojiza, y a medida que el sol ascendía, más amarillenta se volvía, en un espectáculo emotivo y sobrecogedor, que algunos contemplamos sentados , sin prisa.

Tras el desayuno, que lo tomamos en las mesas dispuestas fuera, recogimos y pusimos rumbo a Ouarzazate. Teníamos por delante 630 km y más de 9 horas de viaje. Para no repetir el trayecto seguido a la ida, en lugar de ir por la N10, fuimos por la N12 y N9.

Disfrutamos de nuevo de un panorama espectacular, una planicie casi infinita, con la silueta de las montañas como único límite y solo algunas acacias rompían la monotonía del paisaje. Cuando veíamos algo verde, era señal que un palmeral se acercaba, y con él algún pueblo nacido a su amparo.

A unos 70 km de Ouarzazate, paramos a contemplar desde un mirador el palmeral y las bonitas vistas que forma el río Draa, el más largo de Marruecos y de Argelia. Nace en el Alto Atlas y desemboca en el océano Atlántico.

En la ciudad de Agdz paramos a comer en el camping Kasbah Palmeraie, con la esperanza de poder ver el encuentro entre el Barcelona y el Madrid, pero Antonio fue inflexible "a las furgonetas para continuar el viaje". Eso que nos ahorramos algunos, visto el resultado.

Nos hospedamos en el Hotel Zaghro, en Tabounte, a las afueras de Ouarzazate. Antes de irnos a cenar, y después de de haber vuelto a imprimir las tarjetas de embarque por un cambio de hora de nuestro vuelo a Madrid, nos acercamos algunos a visitar su kasbah, llamada Taourit, que hace referencia en el bereber regional a que se eleva sobre un montículo. Fue declarada Patrimonio de la Humanidad.

Por sus callejuelas nos internamos, guiados por un espontáneo que no se despegaba de nosotros y cuyo máximo interés era llevarnos a tiendas de sus conocidos. Pero eso no impidió que disfrutáramos de la compleja superposición de muros y torres almenadas que forman una verdadera fortificación.

Nos encantó perdernos por los vericuetos de una casa judía, convertida en mitad museo, mitad tienda, y es que curiosamente aquí vivió, en armonía con los árabes, una de las comunidades judías más florecientes de la región.

En esta kasbah se filmó la película El cielo protector (1990), y escenas de Gladiator (2000). De lo que no nos protegía nadie era del frío y el viento que comenzó a soplar al caer la noche. Tuvimos que adelantar la hora de recogida y refugiarnos en un bar a tomar té, mientras esperábamos a la furgoneta que nos iba a recoger. Otros habían dado por su cuenta un paseo por la ciudad.

Una cena al estilo de las de otros hoteles y una sobremesa con juego de cartas incluido sirvieron de distracción antes de que algunos nos fuéramos a la cama.
Fotos de Julián Suela
Fotos de Paco Donaire
Fotos de Paco Nieto

DÍA 29. OUARZAZATE-MARRAKECH

Nos despertamos sin prisa en el Hotel Zaghro para desayunar, recoger maletas y acometer la última etapa antes de partir de nuevo a Madrid. De Ouarzazate a Marrakech hay 200 km por la N9, la que habíamos traído a la ida, la única que cruza el Atlas, lo que serían unas 4 horas de carretera.

Ya puestos en marcha, cruzamos el río Asif Tidili y salimos de Ourzazate en dirección noroeste. Volvimos a ver los enormes pabellones de los estudios cinematográficos y de nuevo el agreste paisaje completamente plano, con las montañas del Atlas al fondo, pero con una notoria novedad, sus cumbres aparecían completamente nevadas, producto del temporal del día anterior.

Esa nieve fue precisamente la culpable de que cuando habíamos recorrido apenas 30 km, nos encontráramos que la policía había cortado la N9 y recomendaba rodear el Atlas por la N10 hasta Agadir, total que de 200 Km pasábamos a casi 600 Km, tres veces lo previsto, ahí es nada.

Con resignación y consolándonos con que así veríamos paisajes nuevos, nos dispusimos a pasar el día en las furgonetas, disfrutando de las nuevas vistas. Antes de llegar a El Bahja, tras unas cerradas curvas, paramos en un mirador con bonitas vistas. La siguiente parada fue en el Camping Toubkal, cercano a un oasis de frondosa vegetación, habíamos recorrido ya 170 km.

Al poco de reanudar la marcha, nos llevamos una grata sorpresa. Junto a la carretera, un rebaño de cabras se esforzaba en subirse a los árboles de argán para comer sus frutos. Una estampa que no por habitual en esta zona, no esperábamos ver. La emoción fue tan fuerte, que obligamos a los conductores a parar para contemplar de cerca el espectáculo.

La comida la hicimos en el restaurante Bab El Kasba de Tarudant, población con una bonita muralla de 6 km de perímetro, emplazada en el valle del río Sus. Se la conoce como la "Abuela de Marrakech" porque se parece a esta ciudad en pequeño. Ya habíamos recorrido 275 km.

Tras una corta sobremesa, de nuevo en ruta, abandonamos la N10 para enlazar con la A7 por la carretera P1708, no tan buena como la que triamos, pero así evitábamos entrar en Agadir y acortábamos la ruta en unos 40 km.

Sin embargo, esta optimista previsión se vino abajo cuando una de las furgonetas tuvo que parar al comprobar que tenía las dos ruedas izquierdas pinchadas, curiosamente cerca de una gasolinera donde reparaban ruedas, sospechoso, ¿no?.

Tras un buen rato mientras esperábamos que repararan las ruedas, nos pusimos de nuevo en marcha, nos quedaban unos 250 km, afortunadamente enseguida enlazamos con la A7 y se nos hizo más llevadero llegar por fin a Marrakech.

Nada más dejar las maletas en el Hotel Palais Al Bahja, el mismo en el que estuvimos a la llegada, nos fuimos a cenar a la plaza Yamaa el Fna, donde por fin probé los afamados caracoles. Los preparan con caldo, al estilo de mi tierra, pero más grandes, lo que en Córdoba llamamos cabrillas.

Los puestos de comida especializados, colocados según su oferta, inundan con la noche una gran parte del recinto, que queda iluminado por cientos de luces, inundando de olores y humo la bulliciosa plaza.

Unas frituras de pescado y unos pinchos morunos nos supusieron menos de 5 euros por persona, increible. Un paseo por la plaza y en taxi regresamos al hotel.
Fotos de Julián Suela
Fotos de Paco Donaire
Fotos de Paco Nieto

DÍA 30. MARRAKECH-MADRID

Como el vuelo lo teníamos por la tarde, nos daba tiempo a pasear por Marrakech, por lo que después del desayuno nos acercamos en las furgonetas al la plaza de la Mezquita Kutubía y de allí recorrimos a nuestro aire la Medina.

Mi grupo tenía intención de visitar la Madrasa de Ben Youssef, edificio anexo a la Mezquita del mismo nombre, donde se guardan algunos de los más bellos ejemplos de arte y arquitectura de Marruecos, pero que por estar en obras, estaba cerrada.

Sí entramos en el Museo, antiguo palacio Mnebbi, que fue construido a finales del siglo XIX por el gran visir del sultán Mulay Mehdi Hassan. El edificio sigue el estilo de la casa marroquí tradicional. Una puerta decorada conduce a un patio abierto, actualmente cubierto por una lona, con alicatados zellij y tres surtidores de mármol en el centro.

Este museo ha organizado desde 1995 únicamente exposiciones no permanentes de arte contemporáneo o sobre el patrimonio cultural marroquí. En la planta baja se exponen objetos de cobre martillado, armas y joyas bereberes y vestimentas. Nos sorprendió la zona dedicada a hammam, muy bien conservada. así como los techos y suelos de las salas.

De allí, nos acercamos a la plaza plaza Yamaa el Fna, que presentaba un ambiente muy distinto al de la noche, sin puestos de comida, abundaban los puestos de comestibles, encantadores de serpientes, y danzantes. 

Regresamos andando al hotel, pasando primero por el Mamounia, el hotel más lujoso de Marrakech, ubicado en una antigua finca real del siglo XII, que se encuentra a 14 minutos a pie la plaza Yamaa el Fna.

Paseamos por sus lujosos salones y magníficos jardines, con huerto incluido. Con más de 200 habitaciones, incluidas las suites, y varias riads, hay quien ha bautizado este cinco estrellas de lujo como el gigantesco palacio de las mil y una noches.

En su terraza nos tomamos unos tés y unos martinis a precio de lujo también, pero mereció la pena la visita.

De vuelta al hotel, recogimos las maletas y nos dirigimos al aeropuerto, regresando a Madrid con una hora de retraso, dando así por finalizado este fantástico viaje que nunca olvidaremos.
Fotos de Julián Suela
Fotos de Paco Nieto
Fotos de Paco Nieto

RESUMEN DEL VIAJE
Fueron diez días muy intensos, en los que disfrutamos tanto de la diversidad de este país, como de su naturaleza y gastronomía. Recorrimos un total de 1.902 Km con un desnivel acumulado de 17.464 metros. Llevándonos para siempre muchas vivencias y emociones, como haber subido al Toubkal o caminar por las dunas del desierto.

MAPAS
* Mapas de localización y 3D del viaje

















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias del viaje













TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
Mapa 3D (archivo kmz)

FOTOS
Fotos de Antonio López
Fotos de Antonio Villaverde
Fotos de Miguel Ángel y Nines
Fotos de Rosa Pérez

No hay comentarios:

Publicar un comentario