miércoles, 10 de abril de 2019

Excursión 459: Los miradores de Segovia

FICHA TÉCNICA
Inicio: Zamarramala
Final: Zamarramala
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 12,4 Km
Desnivel [+]: 357 m
Desnivel [--]: 357 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí
Ciclable: Sí
Valoración: 5
Participantes: 43

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta

















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta













TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
Mapa 3D (archivo kmz)

RUTA EN WIKILOC
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RESUMEN

“Qué bonita es Segovia, la mires por donde la mires” … Creo que era lo que estaban comentando nuestras queridas senderomagas segovianas, cuando decidieron ponerse a la tarea de preparar una preciosa y entrañable excursión por los miradores de Segovia, a la que no le faltó de nada. 

A pesar de que el tiempo pronosticaba lluvia, acudimos a la cita de este miércoles 43 senderomagos, lo que da una buena idea de la expectación generada por la convocatoria.

Punto de encuentro: el aparcamiento del restaurante “la Postal”, en Zamarramala, el primero y último de los miradores que recorreríamos a lo largo de la mañana. La vista de Segovia desde Zamarramala nunca defrauda, así que, con el ánimo subido por este magnífico comienzo, cambiamos los palos por paraguas y nos aprestamos a seguir a nuestras guías hasta nuestro siguiente objetivo, la iglesia de la Vera Cruz. 

Cruzamos la carretera cerca de la Ermita de San Roque y bajamos la ladera siguiendo la senda que lleva directamente a la iglesia. Yo no había estado nunca en su interior, pero esta vez estaba todo preparado y pudimos no sólo entrar y visitarla, sino también escuchar a María que nos hizo de guía: 

Aprendimos que la iglesia de la Vera Cruz data del año 1208 y que fue levantada por los caballeros del Santo Sepulcro. Que cuando esta Orden se unió a la Orden Militar y Hospitalaria de Malta en 1531, quedó en poder de esta última y actualmente, desde 1951, pertenece a esta misma Orden que la restauró y que celebra en ella sus oficios y cultos.

También nos habló de sus características arquitectónicas: de estilo románico, consta de una nave de planta dodecagonal, que circunda un edificio pequeño de dos alturas, al que se añadieron tres ábsides, una sacristía semicircular y una torre de planta cuadrada. Una edificación realmente singular que, según nos dijo, se basa en los baptisterios romanos de los primeros tiempos del cristianismo. Y un montón de información más, que nos ayudó a conocer mejor este singular monumento. 

Casi nos tuvieron que arrancar de allí para seguir nuestra ruta. Después de las primeras fotos de grupo con la vista de Segovia desde la iglesia de la Vera Cruz, que hizo Ángel V. (con pena de no poder hacer toda la ruta con nosotros), continuamos por el camino que sigue el curso del Eresma a media ladera hacia el mirador del Parral de San Vicente. Un precioso camino, con unas vistas inigualables de la ciudad amurallada y del valle del río.

Aunque el mirador más destacado de esta ladera es el del Parral, hay que decir que todo el camino es un gran mirador desde el que se puede ver gran parte de los edificios más emblemáticos a los dos lados del río. Seguimos camino hasta el convento de clausura más antiguo de Segovia, el monasterio de San Vicente el Real. 

Desde el monasterio, bajamos a coger el camino del valle del río Eresma dirección al interior de la ciudad. Pasamos por el monasterio de Sta. María del Parral, grandioso complejo que no pudimos visitar, pero en el que Marcos H. nos contó la curiosa leyenda a la que hace mención la placa de la entrada. Una las muchas de las historias de Segovia y sus gentes que nos fue regalando a lo largo de la excursión.

Cruzamos el puente del río más próximo a la Casa de la Moneda y nos dirigimos al interior de la muralla que atravesamos por la puerta de Santiago, mientras Jorge M. nos contaba algunos cotilleos de los nobles segovianos. Tras pasar por el jardín de los poetas llegamos al Alcázar. Un último vistazo al valle del Eresma y al camino que habíamos recorrido.

Una vez que bordeamos el Alcázar, cambiamos de valle y de vistas. Estábamos ya en el mirador del Clamores, con una espectacular vista de este lado de la ciudad y del frondoso valle del río.

Yo pensaba que continuaríamos el recorrido por el interior de la muralla, pero de pronto cruzamos y empezamos a bajar la muralla para seguir por el exterior. Un camino que va prácticamente colgado sobre el Clamores que casi no se veía con la abundante vegetación. Lucio se congratulaba del buen trabajo que habían realizado en el acondicionamiento de este lado de la muralla. ¡Todo un descubrimiento este tramo del recorrido! 

Acabamos en el barrio de la judería y entramos de nuevo en la ciudad por la puerta de San Andrés, llamada también puerta del Socorro. La puerta más monumental de las tres que quedan de la muralla, según nos indicó Carolina con el cariño y los buenos recuerdos de quien la ha cruzado infinidad de veces.

Lo primero que se ve desde la puerta, en la plaza del Socorro, es la estatua de Agapito Marazuela, que dedicó gran parte de su vida a la recuperación del folclore castellano. Una estatua bien merecida. A muchos nos sorprendió que lo representaran con una guitarra en vez de con su famosa dulzaina, pero como nos comentó Celia, representante de la familia Marazuela en el GMSMA, también fue un gran guitarrista. Seguimos subiendo la judería nueva y finalmente, bordeando la Catedral, alcanzamos la Plaza Mayor. 

No todas las sorpresas que nos habían preparado eran paisajísticas o culturales. Descubrimos que también querían enseñarnos otros monumentos, esta vez gastronómicos: tentempié diferente para la hora del Ángelus.

Rápidamente, nos organizamos en grupos para tomar un aperitivo en los bares y restaurantes más típicos la Plaza Mayor: “La Concha”, Negresco, Bahía, Bar José, un poco más lejos José María (para los amantes del vino), y un largo etc. Todos son buenos en la plaza Mayor. Sin duda, esta alternativa a los frutos secos y barritas energéticas tuvo mucho que ver con lo bien que caminamos el último tramo de nuestro recorrido. 

De allí nos dirigimos hacia la judería vieja para bajar y cruzar por el puente de la Estrella a la margen izquierda del Clamores, hasta llegar al cementerio judío en la ladera del Pinarillo.

Según nos contaron nuestras guías, los judíos aprovecharon la roca caliza existente en esta zona para hacer dos tipos de enterramientos: unos en cuevas, utilizando las que ya estaban formadas por la naturaleza ampliándolas y acondicionándolas y otros en fosas antropomórficas cuyos sepulcros están orientados hacia el este-oeste.

Desde el mirador del Pinarillo, las vistas de la muralla, la Catedral y los edificios del recinto amurallado, son espectaculares. Tras bajar a los pies del Alcázar volvimos a subir la ladera, para alcanzar el mirador del Último Pino con su magnífica vista del Alcázar tras el pinar. Una subida fuertecilla, que nos podríamos haber evitado si hubiéramos ido directamente por el camino de arriba, pero… ¿Quién se resiste a una foto a los pies del Alcázar? Nosotros, no. 

Cuando ya creíamos haberlo visto todo, llegamos al mirador del Alcázar y los dos Valles. En mi opinión y creo que en la de muchos de los que allí nos juntamos, es el mejor mirador de Segovia, con la impresionante vista del Alcázar en primer plano. Todo el mundo quería hacerse fotos: de uno en uno, en pequeños grupos, los segovianos, los segovianos y consortes… ¡¡¡TODOS!!! 

Desde allí también alcanzamos a ver Zamarramala y el restaurante La Postal, destino final de nuestro recorrido mañanero, al que nos dirigimos atravesando el puente sobre el Eresma al lado del Arco de la Fuencisla.

Pero antes de llegar al puente, Carolina quiso que recorriéramos un trocito del camino natural del río Eresma, hasta la zona de fósiles, para enseñarnos que, aunque ahora Segovia se encuentra a mil metros sobre el nivel del mar, no siempre ha sido así. Hace unos 80 millones de años, había playas y un clima similar al del mar Caribe.

Sólo algunos atrevidos se acercaron hasta el abrigo del Molino, yacimiento arqueológico donde se pueden encontrar restos de los primeros pobladores de Segovia. De vuelta, para que no notáramos que ya nos rugían las tripas, Marcos H. nos entretuvo con la leyenda de la judía María del Salto, cuya imagen pudimos intuir en el Arco de la Fuencisla, en la carretera de Arévalo.

No podíamos cruzar el puente sin intentar tirar al mismo en señal de agradecimiento a Carolina, María, Celia y Begoña mientras el boss y los más cantarines, les dedicamos una jota segoviana. Finalmente, tras una última mirada a la ciudad, llegamos al restaurante, donde nos esperaba la última sorpresa del día. 

Carolina, con voluntad de hierro y gran poder de convicción, consiguió reservar sólo para nosotros el vagón al lado del restaurante principal, donde disfrutamos de una comida excelente con entrega de medallas al final.

Éramos tantos que aquello se convirtió en la gala de los Oscar. Pero por fin tengo en mi poder la ansiada estrella negra. ¡Quien me lo iba a decir! Aprovecho el final de esta larga crónica para agradecer de corazón, a todos, vuestra ayuda y amistad durante todos estos años. Especial mención a las botas de Juan y a la paciencia de Santi.

No hay mejor forma de conocer los sitios que de la mano de la gente que los vive y los quiere, y este caso no ha sido una excepción. Bien es verdad que nuestras anfitrionas se encontraron con un público entregado ya que, en el GMSMA, quien no es segoviano de origen lo es de corazón, aunque sólo sea por la cantidad de veces que hemos disfrutado de sus montañas, sus caminos, su gastronomía y lo más importante… su gente.

A pesar de la lluvia, Madi ha otorgado a esta preciosa excursión 5 sicarias. 
Leonor

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