miércoles, 16 de octubre de 2019

Excursión 493: Robledondo - Pico de Abantos

FICHA TÉCNICA
Inicio: Robledondo
Final: Robledondo
Tiempo: 6 a 7 horas
Distancia: 18,5 Km
Desnivel [+]: 702 m
Desnivel [--]: 702 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas/Agua: No/Sí
Ciclable: Sí
Valoración: 4
Participantes: 48

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta
















TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
 
RESUMEN
Siento el resoplar del perro en mi oreja izquierda. Es una respiración agitada que pide movimiento, actividad, ejercicio. Así que al llegar a Robledondo es difícil contenerlo, a él y a su colega Vito.  Mientras ellos halan en busca de la fuga impedida, observo como la gente de GMSMA, va apareciendo como pequeñas patrullas que emboscadas, esperaban el momento de iniciar la misión. 

Saludos y besos por doquier. Y abrazos, muchos abrazos que me dan la bienvenida. Siento el afecto que es recíproco. Pasa poco tiempo porque el entrenado equipo, con sus automatismos, se reúne rápidamente y casi sin solución de continuidad comenzamos a andar desde la cercana parroquia de Robledondo.

Pueblo desconocido para mi, como tantos otros, que gracias a este grupo voy a conocer y patear, añadiendo un lugar más a mis aventuras con ellos.

Somos bastantes, algunas caras nuevas para mí. Otras me retrotraen a 2017 cuando tuve la oportunidad de verlas por primera vez. Supongo que muchos no pensaban volver a encontrarse conmigo y ahora me preguntan por mi vuelta a la senda transitada en común. 

Cuento la esporádica razón de mi presencia y advierto que no será la última. Lo hago mientras suavemente ascendemos en una pendiente generosa en pasos pero muy asequible.

Miro la alineación del pinar, de abigarrados pinos frutos de la reforestación y me pregunto con qué criterios (si los hubo) se decidió replantar unas zonas y otras no. Éstas últimas muestran rapadas, las señales de un largo y cálido verano, en donde hierbas y arbustos han tenido que pelear por los restos de humedad que quedaran en el subsuelo. Entre pinos es más fácil medrar. Lo hacen las setas y en especial el boletus. Algunos compañeros deciden separarse para recolectarlos.

Siguiendo paralelos a un muro de piedra, ascendemos al Cerro de la Cabeza. Desde allí podemos contemplar por primera vez en la mañana y desde la altura, el valle que se extiende desde el pie del monte a lo largo y ancho de la mirada y buscamos con ella el histórico y espléndido monumento que es el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. El día con su sol de otoño y el límpido aire de la sierra nos permite una visión panorámica que paga con creces el pequeño esfuerzo de la ascensión. Allí, presidiendo el alto, una cruz clavada en la piedra, nos sirve de referencia a muchos para obtener algunas instantáneas, la Cruz de Rubens la llaman.

Seguimos nuestro camino y nos dirigimos hacia el Puerto de Malagón. Allí reagrupamiento y habitual sesión de fotos para alimentar la historia gráfica del grupo y cómo no, la revista que registra su vivencia colectiva anual. No es un tema menor aunque lo parezca.

Con cada fotografía compartida se igualan las fuerzas entre diferentes calidades de memoria. Cada una de ellas nos habla de lo que fuimos, de lo que hicimos y con quién.

Emprendemos la marcha por la senda que nos va a llevar al Pico de Abantos. Una pareja de aves la custodian desde la distancia, creo que son buitres pero no podría asegurarlo.

Habremos de ascender alrededor de doscientos metros de desnivel, lo cual alarga la columna senderista sin menoscabo de su capacidad para doblegarlo pues nadie queda atrás y todos nos reunimos en su pedestal rocoso.

Descansamos en el pico con pétreos asientos para contemplar con sosiego nuevamente el valle, el monasterio y descubrir en la lejanía los pueblos.

Se comenta y se contrastan pareceres sobre si una población al fondo es tal o cual y a la espalda por el nombre de aquel monte que se ve junto a uno más oscuro mientras recuperamos energías con parte de las viandas que hemos cargado en nuestras mochilas.

Nuevamente en ruta, encontramos una muralla de piedra que delimita el acceso a la parte alta del Valle de Los Caídos y Cuelgamuros.

Para poder verlo hemos de salvarla. Lo hacemos con más o menos dificultades, con más o menos riesgos, pues mientras unos bajan del otro lado sentados, otros simplemente saltan desde donde pueden al suelo.

Así, de una u otra manera finalmente todos disfrutamos de la vista de la gigantesca cruz que preside desde lo alto el monumento y siguiendo en descenso la vista hacia el noreste las poblaciones de Alpedrete y Guadarrama.

Apenas se distingue el crucero y desde nuestra situación, por efectos de la perspectiva, es más columna de hormigón que cruz que señala desde una altiplanicie blancuzca, a dónde mirar para encontrar los límites del monumento.

Retrocedemos y tenemos que volver a salvar el obstáculo amurallado para retomar la senda ahora ya en descenso que nos llevará de vuelta, de la circular travesía planificada. Pronto alcanzamos una pista de tierra, antaño carretera, de Peguerinos-El Escorial  que nos irá llevando poco a poco al origen.

Hay quien ha aprovechado el tiempo y sin dejar de caminar ha ido haciendo acopio en los márgenes boscosos, de boletus y alguna otra clase de setas. Los perros también aprovechan para beber en los charcos dejados por la lluvia reciente y si es un arroyo o un charco de dimensiones adecuadas, para disfrutar de -para ellos- un refrescante baño.

Me preguntan si quiero encargarme de realizar la crónica de la etapa. ¿Cómo negarme a este honor? ¿Cómo desistir de contar mi visión de unas horas junto al equipo del GMSMA?

No tendré que pedir perdón por lo omitido, por lo no contado, por lo para mí desconocido, por no nombrar a nadie o por ser el elegido, pues estoy seguro de que todos ahorran mis carencias y al leerla sonreirán, quizás algunos con afecto.

Hacemos algo de tiempo en un promontorio de la Cuerda del Ortigal cercano a la meta y esto permite alcanzarnos a los recaudadores del bosque.

Me sorprende ver (al menos a mí) un boletus de casi dos kilos y el botín obtenido en la jornada recolectora. No todos los boletus se sacan tantas fotografías como este ejemplar en homenaje a su desmesura.

Hemos llegado al final de la crónica. Lo hacemos en el mismo sitio en donde comenzamos tomando café. Ahora tocan cervezas y refrescos, torreznos y aceitunas, camaradería y despedida. Ahora toca decir hasta la próxima. Hasta la próxima vez que nos veamos, hasta la próxima vez que caminemos juntos nuevamente, hasta la próxima vez que nos encontremos quizás casualmente en cualquier camino, en cualquier momento.

¡Ah! Una anécdota final. Al parecer en esta jornada participó un canario, no sé si alguien le vio. Yo al menos no, pero lo dejo registrado por si acaso sucedió.
Carlos Vera

FOTO REPORTAJES

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