FICHA TÉCNICA
Inicio: Embalse del Pontón Alto. Granja de San Ildefonso
Final: La Boca del Asno. Granja de San Ildefonso
Tiempo: 5 horas
Distancia: 13 Km
Desnivel [+]: 418 m
Desnivel [--]: 276 m
Tipo: Sólo ida
Tipo: Sólo ida
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí
Ciclable: En parte
Ciclable: En parte
Valoración: 4
Participantes: 6
MAPAS
MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta
PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
RESUMEN
Ambas expectativas se cumplieron, pero además le añadimos algo de picante,
nunca mejor dicho, al marcarnos un tercer objetivo: encontrar el Cojón (con
perdón) de Pacheco, y no es que nos estuviésemos aficionando a temas más afines
a nuestros colegas con el mismo acrónimo de más allá del Atlántico, no, es que así se llama una
recóndita roca en forma de …eso, que se encuentra en las inmediaciones de la
Boca del Asno, y que al preparar la excursión encontré de casualidad, porque
hay pocas referencias de su existencia.
Se cuenta que el tal Pacheco era un fanfarrón de Valsaín que se
jactaba de amar cada noche a varias mujeres y al que sus vecinos le
dedicaron, no sin cierta ironía, este tolmo, de cinco metros de diámetro, con forma de testículo,
considerando que, para tamaña proeza, esa parte suya tenía que ser de talla
similar.
Así pues, partimos del Pontón Alto, del aparcamiento que hay a la
salida de la Granja de San Ildefonso, y con las espectaculares vistas del embalse,
comenzamos a remontar el Eresma, sorprendidos, como no puede ser de otra forma,
por la gran obra que supuso el adecuar la ribera del mismo, por puro capricho, con
un camino enlosado de ocho kilómetros, sólo para que el rey subiera sin estorbo
con su caña por la orilla del Eresma desde La Granja hasta la cabecera del río,
a través de los robledos, praderas, helechos, madreselvas
y pinares de Valsaín.
Con el río a nuestra izquierda, lo remontamos hasta cruzarlo por el puente
de Navalacarreta, desde donde nos dirigimos en busca de la carretera CL-601 y
tras cruzarla, tomamos la pista forestal cerrada al tráfico con barrera que,
con cierta pendiente, sube bordeando los lanchazos graníticos de Peñas
Perdigueras en dirección sureste.
Hasta aquí bien, pero al llegar al claro de Vado Zarzón, usado como cargadero de troncos, el camino resulta bastante confuso, si no se conoce bien, por la mucha espesura del pinar y el laberinto que forman las vías de saca de madera, ante las cuales, elegimos incorrectamente la de más a la izquierda, que nos hizo vadear innecesariamente el arroyo de Cítores, desviándonos de nuestro objetivo.
Desubicados, pero no desorientados, gracias al GPS y mucho de intuición senderista, ascendimos a repecho entre pinos albares, acebos y rocas musgosas, como por un tobogán de gnomos hasta encontrar el escondido pedrusco del Cojón de Pacheco.
Alto como tres hombres, no es un cancho errante que haya rodado desde las alturas de Peñalara, emulando al Tormo de la Pedriza, sino que está firmemente unido por su pie a la roca madre y ha sido la erosión la que, desgastando la base más que los flancos, ha forjado su singular aspecto que hizo famoso al tal Pacheco.
Tras la inevitable sesión de fotos y con el placer que supone haberlo encontrado a la primera, aunque no sin cierto rodeo, emprendimos la bajada hacía el área recreativa de la Boca del Asno, ahora sin el más mínimo despiste, pues nos esperaba la cervecita fría y el bocadillo, y eso agudiza el sentido de la orientación.
Hasta aquí bien, pero al llegar al claro de Vado Zarzón, usado como cargadero de troncos, el camino resulta bastante confuso, si no se conoce bien, por la mucha espesura del pinar y el laberinto que forman las vías de saca de madera, ante las cuales, elegimos incorrectamente la de más a la izquierda, que nos hizo vadear innecesariamente el arroyo de Cítores, desviándonos de nuestro objetivo.
Desubicados, pero no desorientados, gracias al GPS y mucho de intuición senderista, ascendimos a repecho entre pinos albares, acebos y rocas musgosas, como por un tobogán de gnomos hasta encontrar el escondido pedrusco del Cojón de Pacheco.
Alto como tres hombres, no es un cancho errante que haya rodado desde las alturas de Peñalara, emulando al Tormo de la Pedriza, sino que está firmemente unido por su pie a la roca madre y ha sido la erosión la que, desgastando la base más que los flancos, ha forjado su singular aspecto que hizo famoso al tal Pacheco.
Tras la inevitable sesión de fotos y con el placer que supone haberlo encontrado a la primera, aunque no sin cierto rodeo, emprendimos la bajada hacía el área recreativa de la Boca del Asno, ahora sin el más mínimo despiste, pues nos esperaba la cervecita fría y el bocadillo, y eso agudiza el sentido de la orientación.
Tras la comida y el celebrado café, eso aumenta puntos, nos
zambullimos en las pozas que han dado nombre y fama a este lugar, disfrutando
como niños de las cascadas que se forman en las diversas angosturas y saltos del río, en uno
de los cuales, hasta puede uno esconderse tras la cortina de agua.
Por todo ello, la Agencia Madi
Senderismo otorga a esta excursión 4 Sicarias en su escala de 5.
Paco Nieto