domingo, 31 de enero de 2016

Excursión 276: Jaén - Castillo de Santa Catalina

FICHA TÉCNICA
Inicio: Albergue de Jaén
Final: Albergue de Jaén
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia:  8,5 Km
Desnivel [+]: 319 m
Desnivel [--]: 316 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: No
Ciclable: Sí
Valoración: 4,5
Participantes: 31

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta











+










PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RESUMEN

Hoy los Donaire nos habían preparado una rutita corta, para acabar a la hora de comer, en la que seguir presumiendo de su querido Jaén. Y, desde luego, lo consiguieron. ¿Quién se iba a imaginar que en una caminata urbana íbamos a poder disfrutar de la naturaleza y admirar la ciudad como lo hicimos?

Se empezaba en el estupendo albergue juvenil de la ciudad, donde, como corresponde, nos alojábamos la mayoría, bien jóvenes de espíritu. Así que los señoritos del Parador tuvieron que bajar a nuestra cota para poder andar algo; lástima que Vicky, que andaba enfermita, no les pudo acompañar.

Fuimos subiendo cuestas por la ciudad, pateando las callejuelas del viejo Jaén, algunas de las cuales ya recorrimos el día anterior, en su apariencia nocturna, durante la visita guiada que nos había preparado Paco. Discurría nuestro paseo por el popular barrio de San Juan y, para abandonar el casco urbano, tuvimos que salvar el repecho de la calle del Reventón, que no sabemos si se llama así porque allí reventó el famoso lagarto de Jaén, porque puedes reventar si la subes o porque al final de la calle hay una casa que presume con un escudo tallado en piedra del Real Madrid…

Ya por el verde de la falda de la montaña, caminar con el frescor mañanero era un placer, tanto que algún que otro catarro se comenzó a incubar aquí. Entre la hierba se atrevían a salir algunas robameriendas, anunciando una primavera más temprana de lo acostumbrado. Cada vez nos elevábamos más sobre la ciudad y ya podíamos avistar el barrio de “la Malena” en las inmediaciones y todo el ensanche nuevo de la ciudad hacia el horizonte desdibujado entre la neblina. Atravesamos la vieja muralla y, ganando altura poco a poco, llegamos hasta la curva de la carretera que sube al Parador.

Siguiendo la carretera, lo alcanzamos, y allí nos esperaba la grata sorpresa de poder visitarlo en sus diversas estancias.

Quienes se habían alojado en él, además de haber intentado ponernos los dientes largos enviando fotos del desayuno por whatsapp, habían hecho gestiones para facilitarnos la visita a nuestra llegada.

El Parador está totalmente construido en las décadas de los años 60 y 70 del siglo XX, pero imita la arquitectura castellar palaciega; lo que a mí más me gustó fue salir a la amplia terraza sobre la vertiente sur de la montaña, desde la que nos entretuvimos en identificar La Chimba y otros lugares en que habíamos estado el día anterior.

Al salir del parador proseguimos nuestro paseo por la peña, dejando el castillo de Santa Catalina a nuestra derecha, para llegar hasta el final de la muralla, donde domina toda la escena una enorme cruz blanca, eso sí, garabateada de grafitis muy poco afortunados en su base. Desde este punto hay unas vistas maravillosas de la ciudad y de la sierra.

Es de destacar la hermosa estampa de la Catedral, precedida del laberinto de patios del Palacio Episcopal. Y también el mosaico de colores que forman las cubiertas y paredes de los edificios, que alguno que yo me sé supo captar tan bien con su cámara.

Vuelta sobre nuestros pasos y aquí nos dividimos en dos grupos: Quienes echaban de menos una reconfortante infusión en el Parador y quienes teníamos interés en ver el castillo. En el recorrido por el castillo pudimos aprender bastantes cosas interesantes sobre su historia, desde su construcción hasta su uso por el ejército napoleónico, y quedarnos pasmados tanto en su contemplación como, literalmente, de frío. Aquí se dieron ya las condiciones definitivas para que ciertos catarros fueran inevitables.

Nos dirigimos al sol y aguardamos a que los del parador para volver por la misma carretera, pero esta vez, la abandonamos para descender hacia la ciudad por la ladera sur. Tomamos una bonita senda y, en fila india y al calorcito del sol del mediodía, acabamos todos recalando en un estupendo mirador sobre el barrio de La Merced y la Catedral.

Tras descansar un rato, bajamos la cuesta por entre calles apacibles, tan pendientes como las que habíamos subido por la mañana, hasta concluir frente a la Catedral, donde se respiraba un ambiente de domingo que invitaba al aperitivo. Pero ya tocaba que cada mochuelo fuese a su olivo, y así, nos fuimos despidiendo en grupos, dando por seguro que todos íbamos a recordar estos días estupendos por Jaén.

Bonito día y broche de oro para concluir. Madi ha valorado la marcha con 4’5 sicarias.
Melchor


sábado, 30 de enero de 2016

Excursión 275b: Cerro Matamulillos y la Chimba

FICHA TÉCNICA
Inicio: Cañada de la Azadilla
Final: Cañada de la Azadilla
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia:  13,1 Km
Desnivel [+]: 728 m
Desnivel [--]: 715 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: No
Ciclable: En parte
Valoración: 5
Participantes: 33

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta
























PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RESUMEN

Tras haber visitado el castillo de Otiñar y cruzar enseguida el río Quiebrajano, avanzamos con los coches unos cuantos kilómetros para llegar al paraje conocido como Cañada de las Azadillas. Nada más sobrepasar una fuente encajonada en el terreno, a mano derecha, aparcamos los vehículos.

Lo primero era ganar altura por el pinar siguiendo la pista que continúa la carretera. Así lo hicimos, alargándose el grupo según avanzábamos, hasta llegar a terrenos más despejados y de creciente belleza.

El día acompañaba, era más primaveral que invernal, y, a la luz del sol, los colores ocres de la tierra contrastaban con el verde incipiente de la vegetación y el blanco de los cantos de caliza dispersos hasta donde se elevaban las montañas.

Después de un buen trecho siguiendo el camino, nos desviamos a la izquierda para internarnos por un precioso vallejo, ancho y profundo, casi despejado de arbolado y por el cual caminar era un puro placer. Al llegar al fondo, como dolía un poco dejar tan hermoso lugar, se ve que se acordó tomar el tentempié allí mismo, antes de encarar la primera subida en serio del día.

Se trataba de acceder al Cerro de Matamulillos por una empinada cuesta en la que comenzaron a sufrir algunos de nuestros invitados, además de alguna senderomaga que yo me sé y que se esforzó lo indecible por hacer honor a su estrella.

Una vez arriba y a la vista del paisaje, uno se quedaba embobado y se olvidaba por completo del esfuerzo de la subida. 

Nos hallábamos justo en la línea de cumbres que en su día debió hacer de frontera con el reino de Granada. Ahora, a nuestros pies se encontraba el embalse de Quiebrajano, encajonado entre encrespadas montañas, que se sucedían en todas las direcciones en un soberbio espectáculo. Aunque la mayoría permanecíamos obnubilados con las vistas, aún hubo quien tuvo tiempo de fijarse en diversos fósiles que aparecían entre las piedras.

Continuamos la marcha por la cornisa de la montaña, siempre con vistas al embalse, que ya se adornaba, en la otra orilla, con algunas plantaciones de olivos. Así llegamos a Matamulos, donde, con un pequeño esfuerzo adicional, alcanzamos la Cueva del Montañes. 

Tiene esta cueva dos buenas bocas, con lo que se facilitaba mucho el trasiego de un grupo tan numeroso como el nuestro.

Si costaba subir a Matamulillos, hay que imaginar lo que debía costar subir a Matamulos; menos mal que nosotros lo teníamos que bajar. Aún así, el descenso por el barranco siguiendo una angosta senda fue dificultoso y lento. Para mitigar el cansancio, hicimos entre medias una paradita para comer, bien resguardados y al solecito.

Como nuestro siguiente punto de interés era La Chimba, se hacía necesario dar con el camino trepando un corto trecho desde el barranco. Aquí las protestas subieron de tono y hubo quién, en un alarde de entrega, hizo de mulilla ofreciendo su cinturón como agarradero.

De esta forma alcanzamos una pista de tierra que se antojaba una autopista, comparada con los senderos de donde veníamos. Y, no sé si sería por la facilidad del camino de vuelta desde este punto, unido a las ganas de acabar pronto, el hecho es que unos cuantos abandonaron con la excusa de que había futbol y se lo iban a perder si continuaban. Cierto es que estos senderomagos fugaces son también forofos reconocidos, así que la coartada era irreprochable.

El resto continuamos muy cómodamente por el caminito, que atravesaba llaneando un pinar, y  tras un rato de paseo se convirtió en una senda. En ese punto sólo había que virar a la izquierda hasta toparnos con un escarpado precipicio, en cuyo entorno se halla un refugio de montaña.

Habíamos llegado a La Chimba, un estratégico mirador natural sobre el valle del río Quiebrajano que deja pasmado al que se asoma a él. Desde aquí se abarcaba toda la desembocadura del valle enmarcada por la sierra de Jaén al oeste y la sierra de Propios al este, con oquedades que semejan hornacinas gigantescas. En el fondo se distinguía el castillo de Otiñar, visitado durante la mañana, y como telón de fondo se dejaba ver a veces, cuando la neblina se disipaba, el promontorio rocoso de la ciudad de Jaén con su castillo y su parador.

Me contó Paco D. que en la Chimba, aprovechando el relajamiento de los sentidos ante tanta belleza, los jienenses arrancaban a sus amantes los primeros besos.

Parece ser que es una costumbre que perdura, pues coincidimos con una joven pareja de ojos enamorados que se disponía a pasar la noche en el refugio.

Un buen rato estuvimos disfrutando del panorama, pero, con cierto pesar, tuvimos que continuar la ruta, que ya simplemente consistía en ir dejando atrás los recuerdos mientras bajábamos por una senda hasta donde habíamos aparcado los coches por la mañana.

Como conclusión: Un día perfecto. Madi ha tenido en cuenta todo lo vivido y no ha podido por menos que otorgar a esta marcha 5 sicarias cum laude.
Melchor


Excursión 275a: Castillo de Otiñar

FICHA TÉCNICA
Inicio: JV-2222 Km 13,8
Final: JV-2222 Km 13,8
Tiempo: 1 hora
Distancia:  2,5 Km
Desnivel [+]: 220 m
Desnivel [--]: 209 m
Tipo: Ida y vuelta
Dificultad: Baja
Pozas y agua: No
Ciclable: Sí
Valoración: 4,5
Participantes: 33

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta

















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta










TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RESUMEN

Como aperitivo para patear la sierra de Jaén, de camino a Matamulillos y la Chimba, Paco D. nos había preparado una paradita en el castillo de Otiñar; así estirábamos un poco las piernas.

El día anterior, en nuestro recorrido urbano por Jaén y sus monumentos, ya muchos de nosotros habíamos quedado sorprendidos del relieve tan accidentado en que se asienta la ciudad, con escabrosas montañas enmarcándola en su parte sur. Hoy tocaba adentrarnos en la sierra por el valle del río Quiebrajano, por el cual discurría una de las  principales vías de comunicación con Granada en la Edad Media.

Como consecuencia de la conquista de Jaén por Fernando III, éste firmó con el rey nazarí de Granada, Alhamar, un tratado muy ventajoso para el rey cristiano, el Pacto de Jaén, en el que se establecieron nuevas fronteras con el reino de Granada que permanecerían casi inalterables hasta la conquista de dicho reino por los Reyes Católicos (Wikipedia dixit).

Pues bien, el castillo de Otiñar se encuentra situado a dos leguas en línea recta de la ciudad de Jaén, distando una legua más de la antigua frontera, de lo que fácilmente se infiere que se irguió como puesto de vigilancia y defensa de la ciudad de Jaén.

La carretera que se interna en el valle serpenteando desde la ciudad ya ofrece en sí misma el atractivo de unas vistas esplendidas de la sierra y el valle, discurriendo en buena parte sobre los cañones del río.

Cuando se alcanza la cota próxima al cauce, pasado el desvío a la población de Otiñar, a la derecha se abre el barranco de La Tinaja, por el cual se accede al castillo.

Nada más comenzar a andar, Paco D. llamó nuestra atención para que nos fijáramos en la gran concavidad rocosa formada bajo la colina que sustenta el castillo. En ella se pueden apreciar, amén de rastros de fogatas intemporales, diversos petroglifos, entre los que predominan los formados por varios círculos concéntricos. Parece ser que datan de la edad del cobre y pudieran tener relación con sepulcros colectivos de la época.

Siguiendo la senda que avanza por el barranco y girando a la izquierda, se observaban ya los restos del castillo, pero, antes de continuar, nos entretuvimos a media ladera recreándonos con un espléndido almendro en flor, una señal más de que este invierno no es invierno.

Enseguida llegamos a los restos del castillo, entre los que deambulamos haciendo nuestras propias hipótesis sobre el uso que tenían en su momento las diversas dependencias.

Destacaba, entre todas, la torre del homenaje, aún erguida en buena parte. Desde sus proximidades oteamos el paisaje, alzando la vista para contemplar las elevadas cumbres que nos rodeaban.

Antes de abandonar las ruinas, mientras seguíamos aventurando usos remotos del lugar, Jesús C., a la vista de varias buchacas distribuidas en línea en la base de la construcción, hizo la más imaginativa predicción de todas: Que servían para introducir maderos y que así, cada año, los costaleros de Jaén pudieran sacar el castillo en procesión.

Ya sólo quedaba bajar por el mismo camino y continuar viaje unos cuantos kilómetros más en dirección a nuestro objetivo principal del día.

Este paseo inicial fue cortito pero muy chulo. Madi le otorga 4 sicarias y media. 

Melchor

miércoles, 27 de enero de 2016

Excursión 274: La Piedra Escrita de Cenicientos

FICHA TÉCNICA
Inicio: Cenicientos
Final: Cenicientos
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia:  14,6 Km
Desnivel [+]: 367 m
Desnivel [--]: 365 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí
Ciclable: En parte
Valoración: 4
Participantes: 45

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta

















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RESUMEN
– ¿Y cuánto habéis subido hoy? – Me preguntaron al volver de nuestra excursión.
– Hoy no hemos subido nada.
– Pero, ¿vosotros no sois montañeros?
– No, nosotros somos Grupo Mágico Senderista, no grupo Mágico Montañista.

Es verdad que nos tira la montaña más que a las cabras, pero a veces hacemos excursiones de lo más campestre, y la de hoy, la duocentésima septuagésimo cuarta, lo era.

Yo la calificaría de agrícola-ganadera, porque apenas vimos campo abierto durante el recorrido, y ya sabemos que en un entorno rural no pueden faltar las vallas.

En nuestro recorrido encontramos toda la tipología de vallas rurales: las de piedra, las de alambrada, las cinegéticas, las hechas con mallazo y por supuesto las de somieres de colchones.

En nuestras excursiones estamos acostumbrados a subir, subir y subir para luego bajar. Y cuando en la convocatoria, Antonio nos dijo que el desnivel era de 200 metros, todos pensamos que íbamos a subir algún cerrillo para luego bajarlo. Pues no, esta vez empezamos bajando al arroyo de los Molinillos, que tuvimos que cruzar por sus resbaladizas piedras, para llegar a la Piedra Escrita, punto más importante de nuestro recorrido.

Se trata de un santuario rupestre dedicado a la diosa Diana donde Julián nos explicó con todo detalle el significado que, según la doctora Canto, tiene el monolito en cuestión. Por cierto que nos dejó con la incertidumbre de saber lo que era un “sistro”. 

Yo me he tomado la molestia de buscarlo, no en la Wikipedia, sino en la enciclopedia Espasa que tengo, que alguna vez tengo que utilizar, y que dice así: “Sistro: instrumento músico de metal, usado por los antiguos, en forma de aro o de herradura y atravesado por varillas, que se hacía sonar agitándolo con la mano.” Pues ya sabéis lo que llevaba en la mano el varón togado. Imaginación, que no falte.

Después de la disertación, Marcos hizo entrega a Paco N. y a Melchor, de unas piedras con sus retratos dibujados en ellas, sorprendiéndonos, de nuevo, con sus excelentes dibujos. Ya repuestos por la toma de nuestro tentempié proseguimos la marcha comenzando por cruzar una valla de piedra ayudados por una vieja escalera metálica que algún alma caritativa había preparado para un más cómodo paso de todos nosotros.

Seguimos bajando cruzando por tercera y cuarta vez el arroyo de los Molinillos para encontrar las antiguas tumbas visigóticas esculpidas en la roca, dentro de una de las cuales pudimos ver un senderomago, que para los años que llevaría allí no tenía mal aspecto.

Ascendimos un poco para tomar la Cañada de Talavera y cruzar la M-544. Aquí nos dimos cuenta, por el cartel de la carretera, de que estábamos en la provincia de Toledo.

Continuamos bajando para cruzar el arroyo del Tabalón, punto más bajo de nuestro recorrido. La verdad es que con la niebla y sin referencias de elevaciones yo estaba totalmente despistado. Creo que me oriento mejor en La Pedriza, dónde los canales te llevan sin tener que mirar constantemente el GPS como lo iba haciendo Antonio. Sin poder determinar dónde estaba el sol, hasta más de la mitad del camino no me di cuenta de que el sentido de la marcha era levógiro, es decir que estábamos describiendo un gran círculo a izquierdas.

Ascendimos hasta llegar a una loma cerca del Cerro de San Julián donde Antonio se paró y nos mostró con satisfacción un gran domo de piedra granítica, segundo destino de nuestro viaje.

Para llegar a él, deberíamos bajar una vaguada y cruzar el arroyo del Molinillo. No, este no es el anterior, el otro era el de “los Molinillos” y este un solo “Molinillo” y es además el límite entre provincias por lo que cruzándolo, volvimos a entrar en la Comunidad de Madrid.


Llegamos por fin al gran domo, al que tuvimos que trepar por una ladera cubierta de musgo, que si hubiera llovido habría que habernos visto. Y por fin, allí encima estaba el lugar donde, deberíamos comer el bocadillo con tiempo veraniego y siesta.

La verdad es que la roca tenía un tapizado que invitaba a ello, pero el tiempo, de veraniego nada, por lo que nada más terminar el bocadillo nos quedamos fríos y tuvimos que ponernos nuevamente en camino hacia nuestro destino final, Cenicientos.

Nos encontramos con una vetusta carretera con el asfalto en muy mal estado, y por el que no vimos vehículo alguno. Lo seguimos por algo más de un kilómetro y vimos a lo lejos el primer y único ser humano, ajeno a nuestro grupo, que veríamos en todo nuestro recorrido.

Cruzamos el Puente de la Jabonera que cruza el Arroyo del Puente de la Jabonera (que imaginativo el que puso nombre al arroyo), y aquí nos desviamos por el que sería para mí el camino más bonito de todo el recorrido, el camino de La Postura.

Un camino estrecho y totalmente ascendente, pues en 2,5 Km ascenderíamos prácticamente desde la parte más baja a Cenicientos, el punto más elevado. El camino era muy apacible, entre fincas y vallas, y en algunos lugares con mucho musgo a pesar de no haber llovido nada.

Ya llegando al pueblo, lo primero que vimos fue lo que algunos creyeron que era un polideportivo, pero lo que parecían gradas no eran sino paneles solares. Una vez reagrupados todos en el cementerio, descendimos una calle para terminar celebrando en el bar Avenida dos cumpleaños, una estrellas roja y otra blanca.

Los de Alcalá no nos quedamos porque queríamos llegar a casa el mismo miércoles. En total hicimos 270 Km en coche para recorrer 14,5 Km a pie junto a nuestros compañeros. No diréis que eso no es afición.

Excursión fácil sin sol, pero sin frío, conociendo alguno de los secretos que guarda Cenicientos, por lo que la agencia Madi otorga a esta marcha 4 sicarias.
Paco Cantos