miércoles, 16 de octubre de 2024

Excursión 810: Las fortificaciones de Las Herreras

FICHA TÉCNICA
Inicio: Las Herreras
Final: Las Herreras
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 11 Km 
Desnivel [+]: 357 m 
Desnivel [--]: 357 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas/Agua: Sí/Sí
Ciclable: Sí
Valoración: 
Participantes: 18

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sábado, 5 de octubre de 2024

Excursión 804: Sierra Grossa y Cabo de las Huertas hasta Playa de San Juan

FICHA TÉCNICA
Inicio: Estación de la Goteta. Alicante 
Final: Playa de San Juan. Alicante
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 14,3 Km 
Desnivel [+]: 225 m 
Desnivel [--]: 247 m
Tipo: Sólo ida
Dificultad: Baja
Pozas/Agua: Sí/Sí
Ciclable: En parte
Valoración: 5
Participantes: 29

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RESUMEN
Para la segunda ruta del GMSMA por tierras alicantinas pensé en ésta, que combinaba monte junto al mar por la Sierra Grossa y playa por el Cabo de las Huertas.

Como aliciente tenía, por una parte, el unir en una única ruta montaña y mar y por otra, quería compartir con el grupo las panorámicas de las que disfrutamos cada vez que paseo por la Playa de San Juan, con el añadido de poder terminar la ruta mostrándoles mi segunda residencia.

La Sierra Grossa (Gruesa) es uno de los grandes tesoros naturales de la ciudad de Alicante. Su moderada altura y su proximidad al mar permiten disfrutar de unas vistas magníficas, que la hacen ser una enorme atalaya entre las playas del Postiguet y de la Albufereta.

Esta es la sierra alicantina por excelencia que, con su modesta altura, ofrece sin embargo un enorme balcón al Mar Mediterráneo. Sin ser una sierra muy extensa, sí es lo bastante grande como para permitir unos recorridos variados y con cierto desnivel.

Estuvo poblada por el ser humano desde la Prehistoria y fue decisiva en el desarrollo de la Ciudad, se concibe actualmente como un parque forestal urbano en el que se realizan trabajos de repoblación forestal y restauración paisajística que favorecen su uso como espacio natural.

El punto de reunión del grupo lo puse en la estación del Tram de La Goteta-Plaza Mar 2 (L2).

Este barrio debe su nombre al agua subterránea que abastecía en el pasado a unas casitas de la zona, que brotaba de la sierra gota a gota, abarca los característicos edificios de La Pirámide (oficialmente Edificio Montreal), y Excélsior II, además del centro comercial Plaza Mar 2, que ha revitalizado la zona, antes muy degradada.

La sierra está compuesta por dos cerros, siendo el más occidental y pequeño el conocido como cerro  de Santa Ana o del Molinet,​ donde existió una ermita dedicada a Santa Ana, derruida en 1823, y cuyos restos todavía pueden apreciarse, el otro es el más oriental, llamado de San Julián, el más alto.​

Ambos han sido usados como cantera de piedra arenisca destinada a la construcción, una gran cantera con la que se construyó buena parte del casco antiguo de la ciudad y que, un poco más y acaba con ella.

Desde la estación del tram echamos a andar en dirección a la parte suroeste de la Sierra, donde nace un suave camino que enseguida alcanza un rellano, desde donde sigue un sendero que que llega a un mirador, ente pinos, desde el que se tienen unas excelentes vistas.

Tras un breve descanso para agruparnos, descendimos con cuidado por el sinuoso camino que serpentea bordeando la falda suroeste de la Sierra, justo por encima de la estación de Sangueta.

De lejos vimos un alargado búnker de la Guerra Civil, que estuvo muy presente aquí. Todavía se conservan algunas trincheras y en sus proximidades, cerca del inicio de la ruta, en los terrenos que ahora ocupa el centro comercial Plaza Mar 2, estuvo el Campo de los Almendros, un campo de concentración preparado por los italianos para retener a militares republicanos, la mayoría de ellos refugiados en el puerto de Alicante, último reducto de las tropas leales a la Segunda República.

Entre alambradas de protección del precipicio, la senda pasa junto a los farallones dejados por las antiguas canteras, al socavar la montaña, cuyas verticales paredes son ahora aprovechadas por los que practican la escalada.

Julián nos contó que en más de una ocasión vino a escalar esta Sierra con su hijo, hace ya unos pocos años.

Acercándonos a uno de los peñones, reté al grupo a tratar de localizar la figura de un hombre entre las rocas. No era evidente, pero enseguida Olga dio con él y es que, efectivamente, de la roca parecen surgir brazos, piernas y pies de algún petrificado de leyenda.

Recuperada la senda, continuamos por el ahora empinado sendero de la derecha, en dirección a la cima del cerro de Santa Ana, situada a 105 m sobre el nivel del mar, nunca mejor dicho. Aquí nos hicimos la foto de grupo.

Desde este privilegiado mirador se tiene una de las mejores panorámicas del que es sin duda es el lugar más emblemático de toda la ciudad, el Castillo Santa Bárbara sobre el monte Benacantil (167m), donde estuvimos ayer tarde. En el extremo opuesto, vistas del Cerro de San Julián, con 173 metros de altura.​

También disfrutamos de unas extensas vistas del mar, con la playa del Postiguet de fondo, hacia el lado oriental, el Cabo de las Huertas y al lado contrario, el puerto de Alicante y el Cabo de Santa Pola y al fondo, las grandes montañas de Alicante: El Maigmó, el Migjorn, el Cabezón de Oro, Aitana, el Puig Campana, la Sierra de Bernia y el peñón de Ifach, en Calpe y, más modesta, la sierra de Fontcalent y la Sierra Helada. vistas desde aquí que seguro muchos alicantinos no conocen, teniéndolas tan cerca.

Descendimos bordeando los restos de un gran depósito, vestigio del pasado siglo, en el que estuvo instalada allí la refinería La Británica, que creó un complejo industrial único en España con más de un kilómetro de pasillos y túneles excavados en las entrañas de la roca, con una veintena de enormes bóvedas de entre tres mil y cinco mil metros cúbicos de capacidad, que albergaban depósitos de combustible.

Al llegar a la vaguada que separa los dos montículos, volvimos sobre nuestros pasos, alcanzamos de nuevo la estación de la Goteta, continuando hasta llegar a La Marina.

Proseguimos por el paseo marítimo que recorre la playa del Cocó, el club Puntapiedra y la playa de la Sangueta, disfrutando de las vistas que se tienen desde el mirador del Príncipe.

Enseguida conectamos con la Vía Verde de la Cantera, inaugurada el 14 de Junio de 2024, conecta la playa del Postiguet con la vecina de La Albufereta a través de un bonito y sencillo recorrido de 1,2 km, con vistas al mar y el atractivo histórico del antiguo trazado del «Trenet de La Marina», atravesando 4 túneles junto a la Sierra Grossa.

Este tramo quedó en desuso tras el cierre de la Línea 1 del Tram entre Sangueta e Isleta, cuando se puso en marcha la variante ferroviaria del túnel de la Serra Grossa en 2018.

En su inicio, un mural revive la salida de uno de los trenes y otro indica el recorrido que seguía el trazado ferroviario de Alicante a Denia. No faltaron las fotos bajo el tren.

Pasamos bajo los túneles del Promontorio, del Mirador de Alazán, del Rocafel y el falso túnel de de la Finca Adoc, el más largo de todos, con 320 metros, acondicionado con ventanas y vistosas salidas a modo de miradores. La inversión por parte de la Generalitat Valenciana ha sido de 1,9 millones de euros impuestos incluidos. La financiación ha sido gracias a la Unión Europea-NextGenerationEU en el marco del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia

Superados los túneles, llegamos a la playa de la Albufereta a la hora del aperitivo de media mañana, por lo que paramos disfrutando unos de un refrescante baño, que ya apetecía, y otros tomando algo en el quiosco que hay junto al mar.

Esta playa, antaño fue una ensenada donde hubo un puerto romano y con anterioridad un poblado íbero.

Tras un largo descanso, continuamos en dirección sureste, hacia al club náutico Alicante Costa Blanca.Por una pasarela de madera, muy fotogénica, bordeamos la punta de la cala, desde donde se tienen unas preciosas vistas de toda la bahía, con la Sierra Grossa de fondo.

En esta zona se encuentran vestigios romanos, lo que sería una factoría de salazones y también el puerto de la ciudad ibero-romana de Lucentum y muy cerca de aquí se halla el yacimiento del asentamiento.

El primer poblado se remonta al siglo IV/V a.C. (entonces como Akra-Leuka), siendo sus primeros pobladores de origen íbero contestano, que mantenían estrechos contactos comerciales y culturales tanto con griegos como con fenicios. Fue aniquilada en la II Guerra Púnica.

Fueron los romanos los que dieron el nombre de Lucentum a la ciudad tras la conquista del levante por Publio Cornelio Escipión, el Africano, bajo el mandado del emperador romano Augusto I.

También fueron los que construyeron la mayor parte de los restos de lo que hoy forma el conjunto histórico, en el Tossal de Manises, del que se conserva toda la superficie urbana, unos 25.000 m2, aunque en el III d.C. quedó abandonada.

El motivo principal de esta decadencia se encontraba en la vecina ciudad de Ilici (la actual Elche), por estar mejor comunicada por tierra y por mar.

Pasado el club náutico, llegamos a la playa de la Almadraba, nombre que proviene del árabe que significa "lugar donde se golpea o lucha", referido al arte de la pesca del atún. Por debajo de ella desemboca en el mar un río subterráneo de agua dulce, que provoca el aspecto de playa enfangada.

Recorrimos la orilla de esta tranquila playa de arenas oscuras y aguas transparentes, atravesada por el espigón de Gargoris.

Rebasado el siguiente espigón, la costa toma dirección este y es bañada, entre rocas salientes, en la que se conoce como Cala del Amor, quizás por ser lugar habitual de parejas que vienen aquí a buscar algo de intimidad.

Este romántico rincón tiene hasta una escalera que da al mar como si de una gigantesca piscina se tratase.

Pasando por estrechas sendas y pequeños cantales escarpados hacia el mar, enseguida llegamos a la Cala de los Judíos, también llamada La Calita, en la que se han llegado a encontrar fósiles de moluscos.

Un poco más adelante, continuando por una senda entre frondosa vegetación, alcanzamos La Caleta, íntima y preciosa playa que en su reducido espacio, combina roca y arena, un lugar frecuentado por nudistas.

En uno de los extremos rocosos se encuentra otra escalera, que invitaba al baño. Varios nos dimos con su ayuda un bañito inolvidable en esta inmensa piscina de aguas cristalinas que es el Mar Mediterráneo.

Aquí una de nuestras habituales bañista fue a meterse al agua, con la mala fortuna de resbalar y darse un buen porrazo que le impidió, desafortunadamente, realizar las siguientes excursiones.

Tras el reconfortante baño, bordeamos el espigón oriental de la cala, caminando por los voladizos acantilados en busca de la cala de las Nereidas, una preciosa playa bastante “salvaje”.

Se llama así porque estos personajes mitológicos calmaban fácilmente las olas del mar y las ráfagas del viento y esta zona es una de las más tranquilas del Cabo, aunque en realidad es su situación y los salientes o lenguas de mar los verdaderos causantes de esta quietud.

Un poco más adelante, alcanzamos la cala Cantalar, nombre que alude al cerro contiguo a la cala que se usaba como cantera para extraer bloque de roca en la antigüedad. Es una cala pequeñita de arena y rocas planas desde la que se tienen unas vistas preciosas de la ciudad de Alicante.

Seguimos la costa, por la playa que tiene como mejor atractivo su carácter naturista, aunque le supera su aspecto salvaje, donde las rocas de tono dorado y de múltiples formas se hunden en el mar, creando un precioso paisaje.

Toda esta zona es una micro reserva de la planta autóctona Siempreviva alicantina, que no se encuentra en ningún otro lugar del planeta. También nos llamó mucho la atención las algas de color verde intenso que tapizaban las rocas, junto a ellas.

Continuamos y alcanzamos la Cala de la Palmera, dotada de una fina capa de arena, que la hace muy atractiva para el baño, lo que unido a su fácil acceso por carretera, la convierte en muy popular.

Proseguimos hacia el Cabo, pasando por lo que fue una antigua cantera, salpicada de rincones muy bellos provocados por la plataforma costera y el efecto del viento sobre las dunas fosilizadas.

Al poco, llegamos al pie del faro del Cabo Huertas, una torre cilíndrica blanca de 38 metros de altura, cuya linterna cilíndrica, con cierre esférico de 1,75 m de diámetro, proyecta su luz a más de 14 millas náuticas

El Cabo de las Huertas establece una separación entre la playa de San Juan y la bahía de Alicante. A su vez, la bahía de Alicante se encuentra delimitada por este cabo al norte y por el cabo de Santa Pola al sur.

Recibe su nombre de la desaparecida huerta alicantina regada en gran parte por el agua del río Monnegre que, tras la construcción del embalse de Tibi a finales del siglo XVI, permitió la ampliación de su riego basado en un sistema de acequias hasta zonas próximas como La Condomina. Pero antiguamente este cabo era conocido como l’Alcodre, procedente del árabe "al-kodra", “la verde”, etimología que daría paso al nombre actual.

Bordeamos el faro por las rocas de la costa, un claro ejemplo de discordancia angular, una discontinuidad estratigráfica que separa un conjunto rocoso inferior perteneciente al Mioceno Superior (entre 8 y 10 millones de años) de otro superior del Cuaternario, con sedimentos marinos de lo que sería una playa fósil de hace 100.000 años (Tirreniense), en una plataforma continental de poca profundidad.

Salimos al camino que se dirige a la Playa de San Juan, continuando por su paseo marítimo, donde algunos pararon a tomar algo fresco en uno de los chiringuitos para quitarse el calor acumulado durante la ruta.

Proseguimos por su amplio paseo marítimo, jalonado por palmeras y las esculturas "Monumento a los jubilados”, "Niños jugando a pídola" y "Madre con su hija", además de las terrazas de cafeterías, bares y restaurantes, que estaban muy concurridos

Pasamos frente a la oficina de turismo y continuamos hasta llegar a la cercana estación del Tram de Costa Blanca, desde donde algunos regresaron al origen tras acercarse a mi urbanización del PAU-5 (Parque Mariola), tomar un refrigerio y café con pastas, completando el recorrido, repuestas las fuerzas, con un paseo por los bonitos parques cercanos de Sergio Melgares y La Marjal que, además de la función de ocio, cumple otra función hidráulica: en caso de lluvias fuertes se sirve como vaso de retención de aguas pluviales, reduciendo el riesgo de inundación en la parte baja del barrio, pudiendo almacenar hasta 45.000 m3 de agua.

Con este relajante paseo dimos por terminada esta entretenida ruta de monte y costa, plagada de bellas panorámicas, calas, historia y paisajes, que bien se merecen 5 estrellas.
Paco Nieto

viernes, 4 de octubre de 2024

Excursión 803: Castillo de Santa Bárbara. Alicante

FICHA TÉCNICA
Inicio: Playa del Postiguet. Alicante
Final: Playa del Postiguet. Alicante
Tiempo: 2 a 3 horas
Distancia: 6,6 Km 
Desnivel [+]: 254 m 
Desnivel [--]: 254 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas/Agua: Sí/Sí
Ciclable: No
Valoración: 4
Participantes: 32

MAPAS 
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RESUMEN
Muchos en general y Paz en particular, querían que organizase alguna ruta del GMSMA por Alicante, mi segunda residencia, y como aperitivo, nada más llegar de Madrid, esta excursión de tarde/noche pensé que sería ideal.

Al atractivo de subir al Castillo de Santa Bárbara, se unía el poder contemplar la puesta de sol desde su Alcazaba, el punto más alto de tan icónico monumento alicantino.

El castillo se encuentra ubicado sobre el monte Benacantil, mole rocosa de 167 metros de altitud, lindante con el mar, lo que le confería un enorme valor estratégico ya que desde la misma se divisa toda la bahía de Alicante y sus alrededores terrestres.

Llamada esta roca Banu-lQatil por el geógrafo musulmán Al-Idrisi (s.XII), hay historiadores que datan el origen del topónimo en las palabras "bena", transcripción al árabe de "pinna", peña en latín, y de "laqanti", adjetivo que proviene de "Laqant", Alicante para los árabes, así pues, significaría "Peña de Alicante".

En sus laderas se han encontrado restos arqueológicos de la Edad del Bronce, ibéricos y de la época romana, si bien el origen de la actual fortaleza hay que buscarlo a finales del siglo IX cuando la dominación musulmana.

Y para conquistar este castillo. lleno de leyendas, quedamos en la playa del Postiguet, junto al bar los 100 Montaditos que hay en el edificio del Hotel Meliá de Alicante, dispuestos a subir por uno de los 22 posibles caminos que dicen que existen para alcanzarlo.

A los llegados de Madrid, se unieron Kika y Veri, dos amigas con las que comparto las rutas que hacemos por aquí, con el grupo "Senderismo con buen rollo" creado por Kika.

Tras los saludos, iniciamos esta ruta tan especial para mí, no solo por lo que significaba poder mostrar al GMSMA los nuevos parajes y rincones que he ido conociendo a lo largo de los cuatro años que ando por aquí, si no, también, porque iba a ser mi excursión 500 con el grupo, ahí es nada, pasando a ser el tercero en alcanzar tan honorable título, a pesar de haberme incorporado tres años después de su fundación.

Nos pusimos en marcha en dirección a la playa del Postiguet, llamada así porque existía una pequeña puerta en la antigua muralla de Alicante que daba acceso a la ciudad,​ y que era denominada "el Postiguet", el Postigo,​ la cual acabó dando nombre a la antigua calle alicantina del Postigo y a la playa colindante.

Recorrimos su bello paseo marítimo, con un curioso acerado que parece tener relieve y cuajado de palmeras, con una ancha franja de dorada arena y aguas tranquilas, todo un icono para los alicantinos.

Alcanzamos el extremo de la playa, junto a la estación de La Marina, donde recibe el nombre tradicional de Playa del Cocó, punto desde donde se lanzan los castillos de fuegos artificiales tras las fiestas de las Hogueras de San Juan. Aquí giramos a la izquierda para adentrarnos en el barrio de Raval Roig, desde donde se tiene una buena vista de la llamada cara del moro.
Aquí se cuenta la leyenda que rodea a este capricho de la naturaleza.

Conectamos con el camino de subida al Castillo, una empinada cuesta que asciende por la parte oriental del monte de Benacantil, y que tras un giro a la izquierda nos acercó a un mirador de preciosas vistas hacia Sierra Grossa y el Cabo de las Huertas, emplazamientos que recorreríamos en la siguiente excursión.

Continuamos siguiendo un sendero que bordea la cara norte del castillo hasta dar con la carretera de subida a la fortaleza.

Entramos por la puerta que conduce al recinto interior y recorrimos sus murallas en busca de las estupendas panorámicas que ofrecen sus miradores desde todos sus ángulos posible. Este vídeo nos lo muestra.

El nombre actual le viene del día de Santa Bárbara, ya que el 4 de diciembre de 1248, fue tomado a los árabes por el infante Alfonso de Castilla, futuro rey Alfonso X el Sabio. En 1296 se posesiona de todo el recinto y para la corona de Aragón Jaime II, ordena su remodelación. Casi un siglo después Pedro IV el Ceremonioso manda sea rectificado el recinto y el rey Carlos I ordenará su fortificación a comienzos del siglo XVI.

Hasta el reinado de Felipe II no se produce la gran reforma del castillo, con la construcción de las dependencias que en su mayoría hoy contemplamos. Duraron las obras de 1562 a 1580, según proyectos de Juan Bautista Antonelli y Jorge Palearo "El Fratín".

Los bombardeos que sufrió Alicante en 1691 y las acciones bélicas llevadas a cabo contra el castillo durante el período 1706-1709, cuando la guerra de Sucesión, en que estuvo en poder de los ingleses, afectaron gravemente a todo el recinto tras la explosión de la mina ideada por parte de las tropas francesas. En este simpático vídeo se recrean estos acontecimientos.

La última acción militar se produjo en 1873 cuando la fragata acorazada "Numancia", en manos de rebeldes cantonalistas de Cartagena, lanzó sus proyectiles sobre la población y su castillo, que sería desartillado veinte años después.

Durante la guerra civil española sirvió para recluir primero a prisioneros afines al bando Nacional, y posteriormente a prisioneros afines a la Segunda República hasta finales de 1939, la mayoría procedentes del puerto de Alicante y del campo de concentración de Los Almendros.

Todavía hoy pueden apreciarse las marcas y grabados de aquellos prisioneros en algunas de las zonas del castillo.

Hasta 1963, en que fue abierto al público, estuvo en una situación de abandono. Fue en ese año cuando se inauguraron los dos ascensores que hacen un recorrido por dentro de la montaña de 142,70 metros y a los que se accede por un túnel de 204,83 m de longitud que nace en la avenida de Jovellanos, frente a la playa del Postiguet.

Antes de entrar en el segundo recinto del castillo, nos hicimos la foto de grupo junto a las grandes letras con el nombre de la ciudad.

Recorrimos la torreta, la vieja Torre del Homenaje, con impresionantes vistas de la bahía de Alicante, y que tiene los vestigios más antiguos de toda la fortaleza, unos basamentos de los siglos XI al XIII.

En este recinto contemplamos, entre otros, el llamado Baluarte de los Ingleses, así como otras dependencias: Parque de Ingenieros, Sala Noble, que fuera hospital, Casa del Gobernador, Torre de Santa Catalina, etc.
El recinto intermedio corresponde a las dependencias más importantes concluidas en 1580: Salón Felipe II, antiguo Cuerpo de la Tropa frente al amplio Patio de Armas a cuyas espaldas se hallan las ruinas de la ermita de Santa Bárbara, Cuerpo de Guardia y Baluarte de la Reina.

Del siglo XVIII data el recinto inferior donde encontramos el Revellín del Bon Repós, que hace actualmente las funciones de aparcamiento y en el que se ubica el monumento al ilustre militar alicantino Félix Berenguer de Marquina que fuera capitán general de Filipinas y virrey de Nuevo México.
El gran escudo de mármol blanco (s. XVIII) que hay sobre la puerta de acceso al segundo recinto se hallaba en el Real Consulado del Mar, edificio destruido por una explosión.

En el interior del recinto se encuentra el Museo de la Ciudad de Alicante (MUSA), integrado po­r cinco salas que se complementan con el Aljibe renacentista. Se nos empezó a hacer de noche contemplando tanta historia.

Desde la Alcazaba pudimos contemplar la puesta de sol, algo tapada por la presencia de unas inoportunas nubes, pero que nos dio la oportunidad de contemplar un cielo rojizo que poco a poco se iba despidiendo del día.

Tuvieron que insistir en que iban a cerrar el castillo, porque no parábamos de hacernos fotos con tan espectaculares fondos en el horizonte.

No teníamos prisa e intentábamos escudriñar cada muralla o pasadizo, por el que pasábamos.

Comenzamos la bajada hacia la salida apurando la contemplación de cada nuevo rincón hasta llegar al patio de Armas, previas vistas de las ruinas de la ermita de Santa Bárbara, hasta alcanzar el portón de salida.

Tocaba regresar al punto de inicio, y lo hicimos bordeando el castillo por su lado occidental, la de la puerta de San Jorge, que da paso a una escalinata que conecta con el parque de la Ereta, recorrido con excelentes panorámicas de Alicante, con el puerto de frente y el castillo detrás.

El parque fue inaugurado en 2003 como parte de un proyecto de revitalización urbana diseñado con un enfoque en la preservación y la exposición de la flora autóctona del área mediterránea. También cuenta con un restaurante y sala de exposiciones.

Desde este punto descendimos por el barrio de Santa Cruz, que amparado por la mole del castillo es todo un referente de vida, cultura y tradición. Formado por un laberinto de calles estrechas y empinadas, de trazado morisco, a las que se asoman bajas casas de fachadas encaladas y ventanas, puertas y balcones adornados por coloridas flores, cenefas, dinteles y cerámicas, este barrio icónico responde a esa premisa de haber sido el antiguo embrión de la urbe y crisol de culturas.

Nos deleitamos con sus adornadas casas, como la “Casita de las Macetas Azules”, una de las más fotografiadas del barrio. En ellas habitan familias alicantinas de toda la vida, que se resisten a abandonar el lugar en el que nacieron y crecieron.

A mi me recuerda a las calles de mi querida Córdoba, en las que parecen inspirarse.

Salimos a la Rambla y de allí al Paseo de la Explanada, con su característico suelo compuesto por más de 6 millones de teselas de mármol, que dibujan un mosaico ondulado de colores rojo, negro y blanco, en clara evocación a las olas del Mediterráneo.

Además, cuenta con cuatro hileras de palmeras que recorren los más de 500 m de longitud del paseo.

Al final del Paseo, cruzamos para contemplar el puerto deportivo, repleto de grandes yates, que me recuerda al de Marbella.

Poco nos quedaba para llegar a la playa del Postiguet, donde nos tomamos los bocadillos y alguna cosa más en los 100 Montaditos, mientras algunos se paseaban por la playa y otros bailábamos a ritmo de bachata y otros estilos menos formales, dando así por terminada este primera ruta por tierras alicantinas del grupo y que califico con un 4 sobre 5.
Paco Nieto

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