miércoles, 25 de marzo de 2015

Excursión 226: Azud del Tenebroso

FICHA TÉCNICA
Inicio: Serrada de la Fuente
Final: Serrada de la Fuente
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 13 km
Desnivel [+]: 475 m
Desnivel [--]: 485 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: 
Ciclable: En parte
Valoración: 4
Participantes: 28

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta























PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta
















TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)

RUTA EN WIKILOC
¡Esperaba yo que no me tocara tan pronto hacer de cronista!, y menos hoy que no había venido el cronista oficial, reconvertido a nominador de reporteros improvisados, pero para eso estaba el jefe, que se acordó de mí. Intenté chantajearle, pero  no tuve éxito, así es que aquí estoy con el folio en blanco intentando salir del paso.

Y es que ya había signos de que se mascaba algo desde el momento que leí el nombre de la excursión: “Azud del Tenebroso”, seguido de un cielo igualmente tenebroso al llegar a Serrada de la Fuente, donde acudimos 28 senderomagos a los que no nos asustó el sugerente título.

Salimos del pueblo por una calle que pronto se convirtió en pista, y enseguida  en un barrizal. Esto aún se puede poner peor, pensé, agraciada ya con la noticia de mi nombramiento, y efectivamente, al poco comenzó a nevar, y cada vez había más barro, inundándome una sensación de desesperación que sólo aliviaron las reconfortantes vistas de los recodos del río Lozoya, en el embalse del Villar.

Para paliar el tener que seguir enfrentándonos a tanto lodazal, el jefe tomó la sabia decisión de atrochar campo a través, lo que, al contrario de lo habitual, fue muy bien acogido, a pesar de que el peaje fue tener que cruzar un par de arroyos y sus correspondientes vallas.

Fue al cruzar el arroyo de las Quebradas y remontar una loma, cuando tuvimos las primeras vistas de la presa de Puentes Viejas y de su impactante aliviadero soltando agua. Al poco, llegamos al esperado Azud del Tenebroso, que toma su nombre del cerro cercano. El azud fue construido para desviar las aguas turbias que se producían aguas arriba del embalse del Villar, y conseguir que ésta se autodepurase.

En su tenebrosa presa de 26 metros de altura y 68 de longitud nos hicimos  las mejores fotos que este bonito lugar ofrecía, mientras que reponíamos fuerzas y, a la vez, tomábamos el aperitivo.

Iniciada de nuevo la marcha, por arte de magia (por eso debemos ser senderomagos),  pasamos a estar en las Cataratas de Iguazú,  disfrutando de unas vistas asombrosas, en las que el estruendo del agua del aliviadero de Puentes Viejas acaparaba toda nuestra atención, y allí estuvimos un buen rato, contemplando y recreando la vista, haciendo todas las fotos posibles, desde los distintos ángulos. Hasta había dejado de nevar,  y salió un poco el sol.

Después,  nos tocó cruzar el arroyo Malillo, que haciendo honor a su nombre, no nos lo puso fácil por su abundante caudal, y a falta de la pértiga de José Luis R., hubo que aprovechar un árbol caído sobre su cauce para poder salvarlo. Estuvo muy divertido, con los fotógrafos atentos por si alguno se bañaba, pero el árbol aguantó y pasamos todos sin mayores sorpresas.

Continuamos hasta llegar al lateral de la cascada, más imponente de cerca, y que nada tenía que envidiar a Iguazú, comprobando cómo el agua salía con una fuerza inusitada al llegar a la barandilla de la presa de Puentes Viejas.

El camino de regreso a Serrada de la Fuente pasaba por Paredes de Buitrago,  donde se quedaron los hermanos Anaya, porque Vicente se lesionó su tocado tendón de Aquiles,  y optó por no seguir andando. A la salida del pueblo, nada más cruzar de nuevo el arroyo Malillo, ahora por unas oportunas grandes piedras, paramos a comer, y lo hicimos rápido,  ya que empezó otra vez la ventisca de pequeñas bolas de granizo, que se parecían a las del poliespan al desmenuzarlo.

Remontando la loma del cerro de la Cabeza, dejó de granizar y hasta salió el sol, un poco antes de llegar a la estación de tratamiento de la Corta, donde un elevado vértice geodésico puso a prueba a los más cabras del grupo, entre los que me incluyo.

Tras sortear una nueva valla, sobrellevar otra ventisca y darnos un susto unos carneros de gran tamaño a la entrada a Serrada de la Fuente, nos reunimos en el único bar del pueblo para celebrar el cumpleaños de Nico y las nuevas estrellas negras de José Luis F. y Javier M.

A pesar de lo mal que empezó esta excursión, el viaje gratis a Iguazú bien merece 4 sicarias.
María Ángeles Peña

miércoles, 18 de marzo de 2015

Excursión 225: El Risco del Águila de Valdemaqueda

FICHA TÉCNICA
Inicio: Valdemaqueda
Final: Valdemaqueda
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 14,5 km
Desnivel [+]: 507 m
Desnivel [--]: 507 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: 
Ciclable: En parte
Valoración: 4
Participantes: 21

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta

























PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)

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RESUMEN

Esta ruta se concibió al finalizar la famosa excursión número 204 Valdemaqueda-Puente Mocha-Río Cofio, conocida con el sobrenombre de "la de la valla" y el padre de la criatura es José María, que no pudo asistir al parto por encontrarse ausente disfrutando de su otra pasión, el esquí.

La participación fue bastante inferior a lo que se acostumbra en los últimos tiempos, lo que indica que existe una relación proporcional y directa entre el número de senderistas y la predicción meteorológica para el día de la marcha; concretamente la asistencia fue de 21 senderomagos. A esto añadir la escasa presencia de "atléticos"; por determinar si debido a una noche de celebración por la victoria ante el Bayern Leverkusen, seguida de la consiguiente resaca, o a la amigdalitis provocada por la subida de los genitales a la altura de la garganta, por supuesto esto último solo de aplicación al género masculino.

Dicen que los animales barruntan los desastres naturales, como los terremotos, los tsunamis, etc, pero puedo asegurar que el ser humano tiene idéntico comportamiento ante otro tipo de situaciones. Me explico. En el coche comenté con los que me acompañaban que a última hora casi aborto mi participación en la marcha; mi mente creía que era por lo desapacible del día, pero el verdadero motivo se desveló nada más iniciar la marcha, al ser nombrado "cronista por un día" por Melchor. 


La comunicación de tal honor va seguida de un cursillo intensivo sobre las técnicas necesarias para su elaboración, lo que facilita las cosas y evita los correspondientes exabruptos hacia el "cronista titular"; todo está estudiado y ante tales muestras de empatía por su parte se pasa, en décimas de segundo, del "me acuerdo de toda la familia de Melchor" al "pero cómo no se le va a querer". Lo dicho, todo está estudiado.

Mi primera intención, después de ser testigo de ciertas intimidades, fue darle cierto tinte rosa a la crónica, pero al ser víctima de chantaje y extorsión por parte de la "doble A", he preferido la opción más tradicional y llevarme el secreto a la tumba. Por cierto, "doble A", ese tipo de prácticas no son licitas.....y lo sabéis. 

Venga, vamos "al turrón" que se hace tarde y aún no hemos empezado a andar.

Con un día fiel a las predicciones meteorológicas, es decir, lluvioso “hasta decir basta” salía la “serpiente multicolor” del GMSMA de Valdemaqueda por su calle principal (Calle de San Guillermo), que dentro de la localidad coincide con la carretera M-537; escasos metros más allá dejamos de transitar por el asfalto para adentrarnos en las estribaciones más occidentales de la sierra de Guadarrama y las primeras al este de Gredos. 

Los riscos que hoy son nuestro primer objetivo (Riscos de Valdecatones, del Águila, del Chaparral, Valdeparaíso y Gelechal), al sur de Valdemaqueda, fueron a finales de agosto de 2012 miraderos privilegiados desde donde se vieron saltar las llamas sobre la cresta del Santa Catalina. El incendio que devastó más de 2.000 hectáreas de bosques y montes, cuya ausencia, tanto tiempo después, la siguen señalando las zonas desnudas y renegridas de gran parte de este monte que se alza justo encima de Valdemaqueda. 

Siguiendo el camino, siempre rumbo al sur, bordeamos el Cerro de la Cruz Colorada (948 m) y a continuación hicimos lo mismo con el Cerro de Valdecantones (1.061 m). Después de “evitar” los cerros anteriormente mencionados tocaba acometer la ascensión al Risco del Águila (1.047 m), que da nombre a la excursión, para lo cual giramos a la derecha para abandonar la senda que transitábamos. 

Finalmente alcanzamos la cima, punto emblemático de estos lares, declarada zona de especial interés para las aves, ZEPA. Estas zonas son catalogadas por los estados miembros de la Unión Europea, como zonas naturales de singular relevancia para la conservación de la avifauna amenazada de extinción, y por tanto han de ser protegidas con las diferentes gestiones para que se proteja su hábitat, por lo que es obligatorio conservar las condiciones medio ambientales requeridas por estas aves. 


En Madrid existen un total de siete zonas ZEPA distintas, ocupando una superficie total terrestre de 185.331 hectáreas. La que hoy visitamos, la ZEPA 56, de los Encinares del río Alberche y río Cofio, fue declarada como tal en el año 1989, y es la más extensa de la Comunidad de Madrid, ocupando el 45% de la superficie total de las zonas declaradas como ZEPA en toda la Comunidad. Tan al pie de la letra se han tomado las aves eso de la protección que no se dejaron ver en nuestra estancia en el Risco del Águila. Lo que si divisábamos era el Risco del Chaparral al que dirigimos nuestros pasos después de recrear nuestra vista con el valle formado por el arroyo de La Hoz.

Iniciamos el descenso, fuera de caminos “oficiales”, que nos llevó tras un pequeño repecho a las proximidades del Risco del Chaparral (1.029 m) y de ahí a buscar la coronación del siguiente hito de la cuerda: El Risco de Valparaiso (984 m), considerado por el grupo lugar idóneo para la breve pausa correspondiente al desayuno. En esta ocasión las viandas fueron regadas con un vino francés, gentileza de Santiago, que a buen seguro pronto formará parte de las guías de vinos más prestigiosas: Peñin y Robert Parker. Las notas de cata puestas de manifiesto por aquellos que lo probaron hablan de “vino difícil en los aspectos gustativos, con mucho cuerpo y sobre todo mucho bouquet”.

Repuestas las fuerzas y el espíritu, retomamos el camino, siempre en dirección sur, por una loma que nos permitió contemplar las vistas de dos valles: a la derecha, el mencionado del arroyo de la Hoz y a nuestra izquierda, el que forma el río Cofio. La lluvia, que cayó de forma intermitente a lo largo de toda la jornada, hizo acto de presencia y nos acompañó mientras comenzamos el descenso por la loma del cerro Castillejos, para llevarnos a los pies del Risco del Gelechal (936 m), que bordeamos dejándolo a la derecha. 

La siguiente tirada consistió en recorrer la pista, también en descenso aunque de pendiente más pronunciada, que nos condujo al valle del Rio Cofio. El río discurría con bastante ímpetu, consecuencia de las últimas lluvias y el deshielo, y se une al grupo, como un senderomago más, en este caso hostil porque según las indicaciones del boss era preciso cruzar el río para poder seguir nuestro camino. Confiando en las habilidades de José Luis R con la pértiga para alcanzar ese objetivo, continuamos nuestra marcha paralelos al río hasta encontrarnos con el puente Mocha, que desveló que todo se trataba de una broma del jefe. ¡Cuanta ingenuidad cabe en las inocentes mentes de los senderomagos!

El Puente Mocha, a pesar de una excesiva restauración, aún conserva sus hermosos modos y tiende sus cinco ojos tres kilómetros al sur de Valdemaqueda. Junto al puente, el área recreativa, cuyas mesas y bancos hubiesen dado un buen soporte para nuestra comida, pero continuaba lloviendo y todos buscamos cobijo en uno de sus ojos; bueno, todos menos dos que prefirieron utilizar el ojo contiguo…ellos sabrán por qué!!! Y no digo más ná!!

Tras la comida, y una vez realizada la consabida foto de grupo, nos dispusimos a cubrir la última etapa de la jornada, el ascenso al Cerro de San Pedro (1.021 m), “cerro hermano” del emblemático para el GMSMA situado en Colmenar Viejo.  Siguiendo el curso de una amplia senda que discurre, como todo nuestro camino de hoy, entre una tupida masa forestal que cubre esta pequeña serrezuela en toda su superficie y esporádicos roquedos que salpican el horizonte con su dentellada de granito, llegamos a la bifurcación con un “camino ancho”, término utilizado al estar prohibido dentro del vocabulario del GMSMA el de cortafuegos. 

En ese punto giramos a la izquierda, rumbo norte, y comenzamos la subida al “cerro hermano”, pasando, como paso previo y antesala de su coronación, por el Cerro Boquerón (908 m). 

En las proximidades de la cima fuimos recibidos, como en los documentales de Félix Rodríguez de la Fuente, por toda la fauna de la zona, que hasta el momento había permanecido “protegida” de la lluvia: decenas de aves rapaces, fueran éstas buitres, águilas o vaya usted a saber, cientos de cabras y los mastines que cuidaban de éstas. San Pedro había obrado el milagro una vez pusimos nuestros pies en “su cerro”, haciendo que cesara la lluvia y pudiéramos recrearnos más gratamente con las vistas del lugar, lo cual entendimos como una buena señal y nos consideramos “bendecidos” para el resto del camino.

Sólo restaba bajar a Valdemaqueda, algo que hicimos levitando, no sé si por la paz interior fruto del milagro del santo, o porque las fuerzas siempre flaquean al final de la jornada. Una vez en el pueblo, y siguiendo la tradición, dimos buena cuenta de las correspondientes cervezas en el único bar que vimos abierto. Joder, como me suena esto último a J. Sabina!!!

De vuelta a casa, y después de un día idílico, pues no en vano estuvimos entre “Ángeles” y “Rosas”, a algunos nos tocó darnos de bruces con la cruda realidad; la de una administración en forma de radar móvil, que con claro afán recaudatorio, acecha en nuestras carreteras y la de la intransigencia más radical en forma de Kalashnikov, que atenta de forma indiscriminada contra las libertades en Túnez, en fin...siempre nos quedarán los miércoles.

Por todo ello, esta excursión es calificada con 4 sicarias, ni una más ni una menos.
José Luis Benavente

miércoles, 11 de marzo de 2015

Excursión 224: Siete Picos nevados

FICHA TÉCNICA
Inicio: Puerto de Navacerrada 
Final: Puerto de Navacerrada 
Tiempo: 5 a 6 horas 
Distancia: 13,9 km 
Desnivel [+]: 685 m 
Desnivel [--]: 694 m

Tipo: Circular 
Dificultad: Alta 
Pozas y agua: No

Ciclable: No
Valoración: 4,5 
Participantes: 37

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta























PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
Cazado a traición, o por despistado, se me condena a ser cronista de la marcha. Yo, ¡que soy de ciencias!, Con lo bien que se me daba a mi el “chipi y el chopo”. ¿Se llamaban asi?. Si sólo leo “El buen amigo” y a Cervantes le conocía sólo de tomar cañas y pendoneo por su calle. Lamento, por anticipado, que esta “pseudocrónica”, baje el nivel del ratio de las anteriores, advertidos quedáis.

Entrando en materia, salimos tan contentos y animosos y ¡plaff! La primera en la frente, mira por donde, cruzar la pista del Bosque era mas propio de patinadores que de senderomagos, por lo que aplicando la máxima de “riesgos cero” se decide subir a la cabecera de pista para cruzar por allí. Logrado este primer objetivo, viene la segunda: nuestras mascotas caninas fueron amonestadas por el cuidador de pistas, no sé si por ir “por libre” o por no llevar el equipo de sky adecuado.

Solventados los primeros “errores infantiles” la caravana calienta y en poco más de un plis plas, demostrando una profesionalidad y forma física envidiables, estamos subiendo al primer pico (2.138 mts.), que en realidad es el séptimo. Más de una docena larga de senderomagos campean cual “gráciles cabras” por entre los riscos más altos y con mejores vistas de la zona. El Vibram hace milagros. El día espectacular, como de encargo.

Como no hay dos sin tres, Se nos atraganta (solo de momento) un difícil paso por una zona helada, que con la ya mencionada profesionalidad y la ayuda de un cordelino lo pasamos en otro plis plas un poco más largo.

Y así, pico a pico, de los que nadie sabía los nombres, si es que lo tienen, hasta otro paso difícil por la nieve helada, que una vez superado exitosamente, con la ayuda de Juan y su cuerda, más larga y profesional, nos aumentó nuestra experiencia y orgullo un punto más.

Anda que te anda llegamos al sexto pico, es decir, el segundo, el más próximo al solitario Majalasna, que según se numeran, es el primero. Y después de volver a ver a las “gráciles cabras” campeando por las alturas, la foto de grupo  y un leve descanso, acometemos la bajada al Collado Ventoso.

En el descenso hubo alguna conversión a “gráciles patinadores”, donde las cabriolas y resbalones abundaron en la blanda nieve, para regocijo y alegría de los más “seguros” senderomagos. La algarabía era tal, que rompió el silencio de las cumbres nevadas contaminando acústicamente media sierra de Guadarrama.

Reagrupados en el collado Ventoso, los de las prisas por regresar pronto tomaron el camino Schmid hacia el puerto de Navacerrada y el resto subimos al Cerro Ventoso, donde se decidió dar buena cuenta de la manduca mientras contemplábamos las mejores vistas de Siete Picos, que desde aquí se ven al completo, además de todo el valle de la Fuenfría. Destacar que, según las estadísticas, solo hay tres días al año que, tanto el collado como el cerro Ventoso no hacen honor a su nombre. Pues hoy era uno de esos tres. ¿Suerte?.

Vuelta al trabajo, bajamos al puerto de la Fuenfria y tomamos sin descanso la senda de los Cospes para enlazar con el Camino Schmid, excepto un despistadillo o gallito que hablando por el móvil no estuvo atento y tomó el carril del Gallo, camino equivocado, para quemar unas cuantas calorías más, hasta que a gritos, le hicimos corregir el rumbo.

Tras la larga caminata por la umbría de Siete Picos, sólo nos faltaba despejar la incógnita de cómo sería el cruce de la pista del Bosque.

Para nuestra sorpresa fue atravesada casi sin problemas, excepto un par de sustos y resbalones que sólo quedaron en eso. La cerveza final no pude tomarla por culpa del “cagaprisas” de Alejandro, mi chófer habitual, pero seguro que supuso el colofón perfecto al estupendo día vivido remontando la cresta del enorme dragón que, según la leyenda, se oculta bajo los Siete Picos.

Por todo ello esta excursión bien se ha merecido las 4,5 sicarias, y dado que: lo bueno, si breve, dos veces bueno, espero que esta crónica lo sea, al menos, por breve. 
Julián Suela