miércoles, 29 de noviembre de 2017

Excursión 378: San Rafael - El Espinar por el Camino del Ingeniero

FICHA TÉCNICA
Inicio: San Rafael
Final: El Espinar

Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia:  19,6 Km
Desnivel [+]: 460 m
Desnivel [--]: 528 m
Tipo: Sólo ida
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí
Ciclable: 
Valoración: 4
Participantes: 33

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta






















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta



PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RUTA EN WIKILOC

RESUMEN
Creo que fue Pitágoras quien dijo: "Abandonad los grandes caminos; seguid los senderos", pues eso mismo hicimos en esta excursión, y aunque el gran filósofo y matemático seguramente se refería a algo más existencial, nosotros nos lo tomamos al pie de la letra.

Y es que para ir de San Rafael a El Espinar se puede hacer en coche por la transitada carretera que baja del puerto del León, o por una vieja senda a los pies de la Sierra de Malagón, camuflada entre pinos seculares, por la que andan los amigos del silencio, del musgo, del agua y del aire químicamente puros, de los caminos abandonados y de todas esas cosas, en general, que no figuran en las guías de las petroleras ni en los parlanchines navegadores. Sin duda de las dos opciones, nos quedamos con la que seguiría el sabio.

Y para ello, nos reunimos en el aparcamiento existente a la entrada de San Rafael viniendo de Madrid, a la izquierda, justo en frente de la Ermita de la Virgen del Carmen, que bien mereció una visita previa mientras llegaba el resto de participantes.

Con el sol de vacaciones, oculto por las nubes, nos ponemos en marcha en este día gélido, menos abrigados de lo que quisiéramos pero que al poco de echar a andar nos parecía más de lo que necesitábamos, es lo que tienen las cuestas.

A nuestra izquierda, baja el arroyo Mayor, con tan poca agua que ni se le oye. En la primera curva de la carretera dejamos el Camino de la Peña del Águila para seguir por la derecha el GR-88 hasta la siguiente curva, donde lo dejamos para continuar por la derecha entre altos pinos y caballos curiosos que pastaban tranquilos en la Cerca de las Monjas.

Al llegar a la fuente de Nuestra Señora de las Nieves, dejamos el asfalto para adentrarnos en una pista de tierra que asciende entre pinos cubiertos de musgo e hiedra y que al poco enlaza con el Camino del Ingeniero, que recorre la parte inferior de la ladera norte de la Sierra de Malagón, en un trazado horizontal que se adapta como un guante a los caprichos del terreno.

El origen de este camino lo anuncia su nombre. Era una de las sendas utilizadas por los ingenieros de montes que a finales del XIX tutelaban los bosques que cubren esta parte de la montaña y que gracias a su planificación ingenieril, bosques históricos que habrían sucumbido al hacha, al carboneo y al sobrepastoreo, han logrado perdurar manteniendo un arduo equilibrio entre aprovechamientos madereros, ganaderos y recreativos.

La dirección, con algún requiebro, es mayoritariamente hacia el oeste. Cruzamos un arroyo sin agua, rodeado de helechos secos y rocas musgosa, lo que da idea de lo sombría que es esta loma. La niebla da un aspecto fantasmal y de cuento al bosque, del que parecen querer salir seres de fábula y espectros.

La humedad es palpable y hace que las raíces en el camino jueguen malas pasadas, extremamos la precaución al pasar por ellas. La senda suaviza su pendiente poco antes de alcanzar el arroyo de la Gargantilla, donde nuevamente se empina hasta alcanzar una pequeña pradera donde paramos para reponer fuerzas y reagruparnos.

Continuamos el suave ascenso hasta alcanzar el arroyo de Prado Goyato, donde la senda gira hacia el norte para bordear el Peñón de la Solana, perdiendo altura poco antes de alcanzar las Barrancas.

Es justo a partir de aquí donde tenemos que ascender con mayor pendiente y el consiguiente esfuerzo, afortunadamente, durante un corto tramo, pues enseguida alcanzamos la Majada del Brezo y la pradera de la Cruz de Pedroálamo, donde paramos a tomarnos los bocadillos.

Continuamos hasta alcanzar el arroyo del Boquerón, que tras vadearlo, remontamos hasta casi su nacimiento, en la Dehesa de la Cepeda, donde se tocan Madrid, Ávila y Segovia, como señala un mojón metálico instalado aquí en 1997 para conmemorar el séptimo centenario de la fundación de El Espinar (Segovia).

Es esta dehesa una una de las fronteras menos conocidas de Madrid, pertenece a Santa María de la Alameda (Madrid) y se encuentra enclavada entre los municipios de Peguerinos (Ávila) y El Espinar (Segovia), separada de la región por un 'estrecho' de dos kilómetros y medio. En realidad, se trata de un solitaria isla de hierba ceñida por el mar de pinos de la sierra de Malagón, en la que sólo viven vacas. Por eso, nunca sale en los telediarios, ni provoca división de opiniones como el condado de Treviño; pero tampoco hay que minimizar su importancia, pues con sus 1.340 hectáreas de superficie –las mismas que Melilla– supera en extensión a 18 términos madrileños.

La Cepeda ya era madrileña a principios del siglo XIII, formando parte de los bienes de propios del incipiente concejo de Madrid, y así se mantuvo durante seis centurias de litigios con los segovianos por la posesión de estas sierras. En 1855, el ministro progresista Madoz, al que le daban mucha pena los pobres campesinos sin tierra, desamortizó numerosos bienes comunales, entre ellos la Cepeda, que fue adquirida en subasta por la familia de Sainz de Baranda –el famoso alcalde de Madrid–, la cual no era, que yo sepa, ni pobre ni campesina. El caso es que, a mediados de este siglo, los Baranda se la vendieron a particulares, que desde entonces arriendan sus pastos a ganaderos de los aledaños.

Desde allí, pensando en lo absurdo que es ponerle fronteras al campo, regresamos por la senda que acompaña al arroyo del Boquerón por su margen izquierdo, llamada Vereda de Santa Quiteria, que en dirección noreste nos acerca al cabo de unos 6 km a la entrada de El Estepar, con el cerro del Coloco de frente y el de Renales, visitado en la excursión 347, a nuestra izquierda.

Tras cruzar la carretera, callejeando, enseguida llegamos a la Iglesia de San Eutropio, cuyos primeros vestigios son del siglo XIII o XIV, y corresponden a un templo románico . Y a continuación el edificio del Ayuntamiento, con su fachada enmarcada entre dos torres asimétricas, y cuyo reloj, fue testigo de la hora de nuestra llegada, las 16:35, en total casi 6 horas de sendas para un recorrido de apenas 6 minutos en coche en el que no te da tiempo a ver nada, y que nos hizo comprender cuánta verdad encerraba las palabras del sabio.

Por los atractivos ambientales de esta ruta, plenos de encantos otoñales, esta excursión merece ser calificada con 4 sicarias.
Paco Nieto

FOTO REPORTAJE
Foto reportaje de José María Pérez

FOTOS
Fotos de Antolín

miércoles, 22 de noviembre de 2017

Excursión 377: Monasterio de Bonaval

FICHA TÉCNICA
Inicio: Retiendas
Final: Retiendas

Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia:  14 Km
Desnivel [+]: 409 m
Desnivel [--]: 409 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí
Ciclable: 
Valoración: 4
Participantes: 39

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta






















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta















PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RUTA EN WIKILOC

RESUMEN

Monasterio de Bonaval..y ¿dónde está eso?, lo siento pero no lo había escuchado en mi vida, una que es de pueblo y aún le queda mucho por conocer. El Boss lo pone muy claro en el correo, cerca del pueblo de Retiendas, será que hay muchas tiendas, yo llevo el fajo de billetes por si acaso, pero ni un triste bar abierto para gastar.

Me había parecido lejos, pereza nooo, lo siguiente me da, pero es la excursión  que toca y además  hacer el acta de la reunión. Excusas, que si tengo teatro, que estoy muy liada..pues venga al lio.

Con el coche casi completo  rumbo a Guadalajara con nuestro magnifico chófer, envidiado por todos o casi todos los senderomagos…¿será por la cantidad de magas que lleva? ¿por la calidad de las mismas? ¿por ese pedazo BMW? Que más da, el motivo es lo de menos...se llama envidia cochina.

Aparcamos al lado del pequeño cementerio de Retiendas, en fase de rehabilitación  o  nuevo cierre lo que hace que se vean todas la tumbas a ras de suelo. Por la apariencia de las mismas y por la cantidad de panteones que se ven,  no parece que sea una zona de gran poderío económico.

El cementerio da juego para hablar de los problemas de enterramiento, de las prohibiciones de esparcir las cenizas en cualquier sitio. Prohibiciones las que nos encontramos al iniciar el paseo:

PROHIBIDO EL ACCESO AL MONASTERIO POR PELIGRO DE DESPLOME
PROHIBIDO EL PASO DE VEHICULOS (excepto personal autorizado)
PROHIBIDO  PERROS SUELTOS
SE PROHIBE ACAMPAR Y HACER FUEGO EN TODO EL TERMINO MUNICIPAL

Continuamos el bonito paseo, entre chopos, robles, encinas y grandes quejigos, para no llegando a 2 kilómetros, encontrarnos con lo que queda del Monasterio de Bonaval también llamado del Buen Valle, y no es desmerecido el nombre, por la belleza y paz del mismo.

Según cuenta la historia, la paz de Bonaval fue lugar predilecto de los monjes más ancianos, que decidieron instalarse en este hermoso valle, a solo unos metros del río Jarama:

‘El monasterio cisterciense de Bonalval sería fundado en 1164 por Alfonso VIII. Reducido a priorato en 1464, cuando pasa a depender de la abadía de Monte Sión de Toledo, Bonaval fue finalmente desamortizado tempranamente en 1821.

Se conserva una parte importante de lo que fue imponente conjunto, pudiendo destacarse la excelente portada de la iglesia.’

Debido al paso del tiempo, a la erosión y a la cantidad de propietarios que ha tenido, el monasterio se encuentra en estado de ruina, que no impide extasiarnos ante la puerta, de estilo cisterciense, sobre la que se abre una alta ventana ojival,  tres capillas de la cabecera, la sacristía de encañonada bóveda y una torre almenada cuya escalera de caracol antes permitía subir a echar un largo vistazo al valle.

Muchas roca caliza con muchas cavernas forman la hoz del río Jarama, continuamente vamos por la ribera del río, que increíblemente lleva mucha agua para el momento de sequía que estamos atravesando. Sorprende mucho ir acompañados del sonido del río.

Nos encontramos con una cueva, flanqueada por un arce, identificado claramente por la forma de sus hojas y el reverso aterciopelado de las mismas, y por un melocotonero, indica un gracioso senderomago (que nooo, que es una higuera). Algún primitivo aparece en el interior inmortalizando el momento con su móvil.

Seguimos tranquilamente el paseo, más despacio de lo acostumbrado, un coche procedente de Boadilla con los Cid, las Molíz y Rosa, si no me equivoco, se ha despistado un poco. Hacemos parada de espera,  o parada de picnic / piscolabic, algún camarada canta canciones de posguerra, en conversación se relaciona con mi próxima actuación artística, todo viene rodado, se acerca el boss y me encasqueta el acta de la reunión.

Nos reagrupamos con los tardones de Boadilla (serán amigos de Ricardo Tardón), bueno más bien se reagrupan ellos con nosotros que ganamos en masa,  que no tienen tiempo material  para terminar su bocata mañanero.

Avanzamos  cercanos al cauce del río Jarama, que al parecer siempre va hacia abajo apunta una avispada senderomaga…ozuu que susto si llega a cambiar en algún momento.

Llegamos a un puente medieval de tres ojos sobre el Jarama, lugar escogido para realizar la foto de grupo. El puente se llama puente romano, nadie sabe en ese momento algún nombre que lo identifique. La mayoría de los senderomagos continua sin pararse a observar la parte izquierda del puente que sin lugar a dudas, y así estará reflejado en los reportajes fotográficos, la parte mas bonita de este puente romano  sin apellido.

Cruzamos el puente, continuamos por la carretera de que va de Puebla de Valles a Valdesotos un kilómetro, para desviarnos a la derecha por una senda que asciende entre canales de bastante altura hasta alcanzar un collado seguido de una amplia pradera. 

En ella nos encontramos con una majestuosa encina, donde nuestro amigo Ángel a falta de picachos para coronar, se encarama como si de un perezoso se tratase.

Parece el sitio idóneo para tomar  ese bocata montañero. La encina, las bellotas dan conversación sobre la cantidad de bellotas que puede comer un cochino. Según nuestro amigo Google, consume hasta 8 kg por día. El descoloque viene cuando se comenta que el orgasmo del cerdo dura una media hora. ¿Será verdad?

La ruta se caracteriza por la facilidad de la misma, hasta que una vez que hemos llenado la barriga comenzamos el trozo de ascenso más pronunciado. Oye, no falla, es comer y hay que quemar todo lo ingerido.

Después del ascenso, viene el descenso buscando no sabemos qué...gritos y alaridos, por los pinchazos de tejos, retamas. Por fin llegamos al mirador, impresionante acantilado donde podemos observar las hoces del Jarama desde la parte enfrentada al inicio de la ruta circular que estamos haciendo. Observamos buitres, buitreras y hasta un señor sentado en la pradera  jugando a no sabemos que con su móvil (tenemos buena vista, pero no tanta).

Dejamos atrás el mirador, se agradece que no tengamos que retornar por ese trozo de camino tan tortuoso. De repente, un sonido que parece un derrumbe en toda regla. Debido a la extensión del grupo en cada punto se vive de una forma, se teme por la pérdida de...que no cunda el pánico, al parecer solo es un pedrusco que ha debido arrastrar a otro, y a otros. Hasta llegar al fondo, al cauce del Jarama. 

Recobrada la senda, continuamos en dirección a los Arenales, al fondo podemos ver el Ocejon, la cumbre más alta de la zona. El colorido otoñal  con sus amarillos, ocres se vuelve más intenso por la forma que incide la luz del sol que poco a poco va cayendo. 

Alcanzamos una pradera cercana a un arroyo al que seguimos hasta llegar de nuevo el río Jarama que cruzamos por un rústico puente de troncos y tablas. Aunque indica que es para paso de ganado, todos los senderomagos nos hemos ganado ese paso que nos lleva nuevamente al GR-10 en sentido contrario al inicio de la ruta. Pasamos de nuevo junto al encarcelado y derruido Monasterio de Bonaval, verificando que solo hemos desobedecido una prohibición (Chanel, eso no se hace).

Terminamos la bonita excursión otoñal en el cementerio, con una rica cerveza y unas papas en el único bar que nos recomiendan en Tamajón, y por todo ello, esta ruta merece ser calificada con 4 sicarias.
Olga Rodilla

FOTO REPORTAJE
Foto reportaje de José María Pérez

miércoles, 15 de noviembre de 2017

Excursión 376: La Pedriza por el Carro del Diablo y Puente de los Poyos

FICHA TÉCNICA
Inicio: Canto Cochino
Final: Canto Cochino

Tiempo: 6 a 7 horas
Distancia:  11 Km
Desnivel [+]: 743 m
Desnivel [--]: 743 m
Tipo: Circular
Dificultad: Alta
Pozas y agua: No
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 45

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta






















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RUTA EN WIKILOC

RESUMEN
Quedamos en Canto Cochino, para realizar esta bonita excursión por la Pedriza, con gran asistencia, mayor de la que esperaba, porque en otras excursiones la palabra "Pedriza" había provocado desbandada general, pero en esta ocasión un adjetivo dedicado en la convocatoria de la ruta como "llevadera", obró el milagro de participación.

En el aparcamiento gran agitación, con caras que hacía tiempo no nos acompañaban por estar superando heroicamente enfermedades innombrables y otra nueva, la de Mariola, bienvenida. Con ganas de aprovechar el excelente día que teníamos por delante iniciamos la ruta cruzando el Río Manzanares por el puente de madera, mientras el agua se hacía escuchar a nuestro paso.

Giramos a continuación a la izquierda para seguir el PR-M1, que al poco tuvimos que dejar por estar cortado por tala de árboles, pero que enseguida recuperamos para después abandonarla definitivamente para seguir por una senda en desuso que va directa al risco del Cáliz, pero que dejamos al alcanzar unos riscos del mismo nombre porque estaba medio tapada por los arbustos lo que la hacía impracticable.

Tras la breve parada de reagrupamiento, continuamos hacia el este, en busca del antiguo PR-M1, al que llegamos a campo a través. La empinada y algo erosionada senda nos llevó directos, en dirección norte, hacia el Cancho de los Muertos.

En los riscos que éste tiene enfrente paramos a tomar el tentempié de media mañana, disfrutando de unas estupendas vistas, del propio Cancho de los Muertos, desde donde cayeron, según cuenta la leyenda, en el transcurso de una pelea, el bandolero llamado Barrasa y uno de sus secuaces de la banda de los Peseteros. Y miráramos donde miráramos, muchos otros riscos que nos empiezan a sonar familiares a fuerza de identificarlos.

Poco nos quedaba para alcanzar el Collado del Cabrón (1304 m), donde nos hicimos la foto de grupo, una vez agrupados de nuevo, aprovechando la presencia de unos monitores que acompañaban a una multitud de chavales.

Estamos en una encrucijada de caminos que cruzan el collado de oeste a este y de norte a sur. Aquí los que tenía prisa por regresar a Madrid se quedaron para realizar una ruta más corta y seguro que más "llevadera" que la que hicimos el resto, que para acometer el segundo tramo de la excursión, seguimos por el más occidental de los senderos, sin abandonar el PR-M1 que traíamos.

Continuamos, por tanto, en dirección noroeste hasta llegar a los pies del Canal del Pajarito, tras cruzar el arroyo del Risco, que estaba completamente seco. Conforme avanzamos, la senda va adquiriendo mayor pendiente, a la vez que aumenta el número de grandes moles con caprichosas formas, entre pinares y vegetación intensa.

Cuanto más ascendemos, más disfrutamos de bonitas vistas de la Cuerda Larga y el valle del río Manzanares. Mirando atrás podemos contemplar las espectaculares vistas al sur de Peña Horcajo, el característico Cáliz y El Cancho de los Muertos que desde aquí ya no nos parece tan imponente, y a nuestra izquierda, la inconfundible silueta de la Maliciosa.

El desfiladero es un paso imponente de unos 70 metros de longitud y 40 metros de desnivel, donde se encuentra El Pajarito (1504 m), La Vela, El Castillete o Galisol (1534 m) y La Campana (1569 m), que se abre entre estos míticos riscos.

Tras una y otra trepada, que cada cual salva como puede, alcanzamos en su cumbre el Jardín de la Campana, una especie de patio, rodeado de bloques de granito, entre pinos jóvenes que está a 1500 metros. El sitio tiene mucha magia, en él esperamos a estar todos mientras disfrutábamos de unas vistas increíbles, al fondo asoma el Embalse de Santillana y, a lo lejos, se adivina Madrid.

Desde allí, continuamos ascendiendo entre riscos, pasando junto al Cancho de los Buitres, el Collado de la Canaleja y bordeando el Carro del Diablo, y tras pasar por el Collado de la Romera, fuimos a dar a La Diligencia, que bordeamos por la derecha para proseguir por el PR-M1 hasta abandonarlo poco antes de llegar a las Milaneras, en el desvío, que sale a la derecha entre robles, continuando por un tramo con apenas algún hito por los que guiarse, para alcanzar el Puente de los Poyos por su cara norte.

Tras las interminables fotos con tan peculiar marco de fondo, y sobre el cual algunos llegaron a posar, procedimos en fila de a uno a descender por su empinado talud para, en su base, parar a tomarnos los bocadillos.

Tras el descanso, descendimos el puente y el lanchal de la Majada de Quila para continuar por una senda bien definida, pasando por una covacha y al poco llegar a la senda forestal del Collado Cabrón al PR-M2, giramos a la izquierda, continuando hacia la zona de Los Llanillos, hasta cruce con el PR-M2 conocido como Cuatro Caminos.

Desde este cruce de caminos, descendimos siguiendo el PR-M2, pasando junto al Arroyo de los Poyos, y el de la Ventana hasta llegar al desvió del Refugio Giner, prosiguiendo por la Autopista de la Pedriza hasta llegar de nuevo a Canto Cochino.

Las cañas de celebración las tomamos en el bar del picadero que hay a la entrada de la Pedriza, en el que gustosamente invité para celebrar mi cumpleaños, junto a Pepa, Luz, Julián y Ángel, recientes condecorados con estrellas.

Por lo divertida y emocionante de esta ruta con cierta dificultad pero con muchas sorpresas, esta excursión merece ser puntuada con la nota más alta, 5.
Paco Nieto

FOTO REPORTAJES

miércoles, 8 de noviembre de 2017

Excursión 375: Jardines y Cerros de Aranjuez

FICHA TÉCNICA
Inicio: Aranjuez
Final: Aranjuez

Tiempo: 3 a 4 horas
Distancia:  14,3 Km
Desnivel [+]: 206 m
Desnivel [--]: 206 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua:
Ciclable:
Valoración: 4
Participantes: 41

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta






















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta















PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RUTA EN WIKILOC

RESUMEN
No pudo ser más acertada la elección de este día de oro para dar un paseo por los jardines y cerros de Aranjuez, siguiendo un recorrido en el sentido de las agujas del reloj. Una ruta botánica buscando el murmullo del agua de las incontables fuentes escondidas entre los árboles, en contraste con los pelados cerros que rodean a este oasis casi olvidado por los senderistas, mucho más obsesionados con la Sierra de Guadarrama.

Reunidos frente al Palacio Real, Antonio nos dijo que no puede hacer la ruta por estar medio griposo, encomendando a Julián S. y a mi el guiar al numeroso grupo por el recorrido que había diseñado. Por si perdíamos a la mitad, allí mismo, nos hicimos la foto de grupo, No obstante, nos acompañó en los primeros metros del recorrido a lo largo de la ría, hasta las puertas de los jardines de la Isla.

Tras un vistazo al río Tajo, con más caudal del esperado, cruzamos estos bellos jardines, pasando junto a todas sus fuentes, de las cuales, la del regordete Baco subido a un tonel de vino fue la más exitosa a la hora de las fotos, ¿por qué sería?.

Salimos de estos jardines para continuar por los del Parterre, que adornan la parte posterior del palacio, y en el que se encuentran las fuentes más grandes, la de Ceres y la de Hércules. Pero lo mejor estaba por venir, los jardines del Príncipe, uno de los mayores jardines de Europa, con una superficie que ronda las 150 hectáreas.

Por la puerta del Embarcadero, la más próxima al Palacio, pasado el restaurante El Rana Verde, entramos a este otoñal edén, poblado de majestuosos plátanos, tilos y castaños de Indias, así como viejos oriundos de América: liquidámbares, ahuehuetes, pacanas, caquis de Virginia...; árboles monumentales que, ahora en otoño, extienden toda su gama de colores cálidos de su inmensa paleta –amarillos, ocres, dorados y rojizos–, que realzan su porte y belleza.

Y es que, estos jardines concentran la mayor cantidad de árboles singulares de la región, desde que en 1772 comenzaron a formarse por deseo del entonces príncipe y luego rey Carlos IV, diseñado en parte por el arquitecto Juan de Villanueva y en parte por el jardinero Pablo Boutelou.

Recorriendo sus simétricas calles, atravesando el jardín Anglo-Chino, llegamos a la joya de este paraíso, el Jardín Chinesco, de especial encanto, en el que se yerguen, a la orilla del romántico estanque, varios ahuehuetes, el mayor de los cuales mide 46 metros y tiene casi 300 años.

Abandonamos el Jardín Chinesco hacia oriente, por el lado del templete de mármol, para luego seguir hacia el norte, en dirección al río, contemplamos una hermosa alineación de portentosos liquidámbares, cuyas hojas amarillas y rojas eran pura poesía.

Reconfortados por una nueva visión del río Tajo, la última de hoy, nos internamos por una senda que cruza un bosquete sombrío, cuajado de yedra e irrigado por una fangosa ría, con puentecillos de madera, que sin duda es el rincón más romántico del jardín y que da paso al Huerto del Francés, antesala de la casa del Labrador, palacete de Carlos IV y María Luisa de Parma lleno de caprichos en su interior. Junto a él, paramos a tomar el tentempié de media mañana.

Reanudada la marcha, salimos por la puerta de la Plaza Redonda, donde nos esperaba Antonio con Marjorie, a la que había recuperado para hacer la ruta, tras llegar tarde al punto de encuentro. Antonio, Manuel y Toñi, felizmente recuperada para el grupo, tras su titánica lucha,-valiente ella-, se volvieron hacia el restaurante donde comeríamos, el resto enfilamos la calle que frente a la puerta asciende hacía los cerros.

Por la empinada calle de la Alhambra de Granada llegamos a donde termina el rosado ladrillo y comienza el gris paisaje de unos cerros que dominan la cara sur de Aranjuez, donde en tiempos de la Guerra Civil, colocaron fortines y cañones para la defensa de la ciudad.

Hasta alcanzar los fortines seguimos una serpenteante senda que llega justo hasta éstos parapentes, de privilegiadas vistas, en cuyas proximidades se encuentra el vértice geodésico de Valdelascasas, situado a tan solo 641 metros de altura, pero que no por eso desmereció en fotos subidos al mismo.

Continuamos por el borde del acantilado, en busca de la vereda de Ontígola, bordeando una finca de lejos para evitar a una señora con muy malas purgas, que unos días atrás echo de mala manera a Antonio cuando preparaba la ruta. Y efectivamente, de lejos la vimos en jarras, desafiante, junto a un perro que no paraba de ladrarnos, se ve que gasta el mismo humor que su dueña.

Junto a olivos y encinas, descendimos por una senda que nos llevó a la carretera de Ontígola, que cruzándola, nos puso junto a otro oasis, el Mar de Ontígola, el embalse que Felipe II mandó construir para abastecer de agua al jardín de la Isla y sus muchas fuentes y que en 1635 fue utilizado como lago de recreo real, con isleta para montar fiestas y cacerías, atarazana para falúas, jardín y coso taurino.

A punto estuvo de perderse este paraíso de aves si no se hubiese declarado reserva natural en junio de 1994 para evitar su alarmante deterioro, y que hoy visitan los aficionados a la ornitología, gracias a la torre de observación de aves y su senda ecológica, habilitada en sus dos kilómetros de orilla.

Desde allí, sólo quedaba regresar al Palacio, lo que hicimos siguiendo una senda medio tapada de juncos en su primer tramo. La mitad del grupo continuó hacia la plaza de toros, mientras otros, con más ganas de andar, remontaron un par de cerrillos con amplias vistas de Aranjuez.

En el restaurante La Ribereña comimos y reímos con la celebración de la entrega de medallas pendientes, muchas, que pusieron el broche de oro a esta relajada y bonita excursión otoñal, que bien se merece ser calificada con 4 sicarias.
Paco Nieto