miércoles, 26 de agosto de 2020

Excursión 523: Cabeza Grande y las fuentes del Acueducto

FICHA TÉCNICA
Inicio: Revenga
Final: Revenga
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia:  14,4 Km
Desnivel [+]: 386 m
Desnivel [--]: 386 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: 
Ciclable: No
Valoración: 3
Participantes: 22

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta



















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta















TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
 
RESUMEN
El caso es que hasta un par de días antes de esta excursión estaba yo disfrutando las vacaciones por tierras asturianas, con 23ºC o 24ºC de máxima. A la vuelta reanudo la actividad senderista gemesmaniana en una abrasadora jornada. Además, para que el contraste sea más bestial, va y me toca la crónica. ¡Bienvenida sea! que menos que escribir algo de vez en cuando y así contribuir a la solidez de este grupo y, aunque sea mínimamente, a fortalecer y enriquecer este fantástico blog de senderismo que tan magistralmente diseña y mantiene nuestro amigo Paco Nieto.

Blog que se ha visto reconocido estos días por SOOLUCIONA.COM como el segundo mejor del año en lo que a senderismo se refiere. Es el mejor, pero como somos modestos dejamos la gloria del primer puesto para otros. Tal vez esta visión sea un tanto subjetiva, pero ahí lo dejo. ¡Felicidades Paco!.


Bueno, vayamos con la jornada. Tuvo su inicio y final en Revenga, en Segovia, a los pies de La Mujer Muerta. Es un pueblo que muchos segovianos describiríamos como ‘ese pueblo que está en la carretera de Madrid, pegadito a las curvas del pantano del Puente Alta, y por el que hay que conducir con muchísimo cuidadito, sin pasar el limite reglamentario de 50 km/h, además de por ser civilizados, para evitar que nos caiga el multazo, dada la alta frecuencia de controles en la larga recta que lo cruza’.

Nos disponíamos a visitar dos puntos con mucha historia aunque bien distinta: el Cerro Cabeza Grande y el Azud del Acueducto.

Como soy un poco bruto, resulta que no se qué es exactamente un azud. Lo busco en el diccionario y pone que es ‘un muro grueso, generalmente más pequeño que una presa, construido en un río para reconducir el agua hacia un canal o acequia’.

¡Aja, con que eso es un azud! Entonces esto tendrá que ver con como llegaba el agua al Acueducto de Segovia, o más bien, es que este azud forma parte del Acueducto.

A ver, yo de niño iba al colegio Claret, en Segovia, que está al lado del Acueducto, justo enfrente de los primeros arcos visibles, los más pequeñitos, a donde solíamos ir a jugar a la salida de clase. Muy cerquita el Acueducto se hace visible en la ciudad, al lado del kiosco de Felix, frente a las Hermanitas de los Pobres y desde allí se va metiendo en la ciudad, hasta que deja de ser visible en lo alto de las escaleras de El Postigo, ya dentro de la muralla.

Por entonces yo creía que en Acueducto empezaba ahí. Pero resulta que no es así, ni mucho menos, lo hace unos 15 km más arriba, en este azud, mediante el que coge las aguas del Río Frío para llevarlas a la ciudad. ¿De tan lejos? Pero si el Eresma y el Clamores pasan por Segovia ¿para que irse tan lejos? Cosas que pasan. Sospecho que la calidad del agua de la montaña tiene algo que ver en este asunto.

Resulta que los romanos construyeron todo esto, la obra civil más grande que dejaron en España, hace más de dos mil años. A priori para mi sería muy fácil decir cuántos años exactamente. Veamos, si en 1974 se lió un follón tremendo en Segovia con motivo de la inauguración de la estatua réplica de la Loba Capitolina, donada por Roma, con motivo del bimilenario, pues hago una cuenta facilona y ya esta: 2046 años ¿fácil verdad?.

Pues esta mal. Resulta que años después de ese supuesto bimilenario, allá por 1998, estaban unos científicos, arqueólogos y demás hurgando por ahí y sacaron material del subsuelo, de cuyo posterior análisis se dedujo que de eso nada monada, que el Acueducto se construyó en la época de Trajano y que eso es al principio de siglo II (dC).

Y de esta manera, de golpe y porrazo esta espectacular obra ha rejuvenecido más de 150 añitos. Digo yo que hubiera sido fácil que los romanos hubieran puesto una plaquita indicando el año de construcción y quien mandaba por entonces. Es lo que hubieran hecho los políticos de ahora ¿verdad?. Un momento, ¿a ver si resulta que no fueron los romanos y va a ser verdad que el autor es el diablo ese que esta ahora a todas horas haciéndose selfies en lo alto de la calle San Juan?.

Bueno, creo que me estoy liando. El caso es que iniciamos el recorrido pasadas las 10 de la mañana, hacia el Cerro de Cabeza Grande. Nada más empezar a andar, aún en el pueblo, somos interceptados por el dueño de la finca por la que pasaba el camino previsto y nos disuade de ello indicándonos una ruta alternativa. Esta suponía un rodeo extra, poca cosa. Se ve que al hombre no le hacía gracia que cruzásemos por sus territorios, por mucho que hubiera servidumbre de paso.

Por dar una explicación geométrica de este modificado arranque digamos que en vez de la hipotenusa de un triángulo (cruzando la finca del señor), tuvimos que hacer los dos catetos. Ya sabéis que según Pitágoras, que era un señor griego muy antiguo y muy sabio, la suma de los cuadrados de los catetos dan lo mismo que el de la hipotenusa, pero claro, esto no es así con la simple suma de longitudes: conclusión que sí o sí, anduvimos más. Cosas que pasan.

Empieza a darme la impresión de que me estoy yendo en exceso por los cerros de Ubeda, que es un pueblo muy bonito de la provincia de Jaén, famoso por muchas cosas, por ejemplo por ser Patrimonio de la Humanidad. Pero además por sus cerros, por los que debe ser fácil perderse, yo no lo sé porque no he estado nunca. Al parecer por ellos se perdió allá por el año 1233, o eso dijo, un jefazo del ejercito justo cuando las tropas cristianas tenían que pelear con los almohades, y cuando apareció resulta que los cristianos ya habían reconquistado Ubeda. No le dijeron lo de ‘a buenas horas mangas verdes’ porque esa expresión es muy posterior, y tal vez pensaron que había andado por ahí ‘de picos pardos’, aunque esta también esta es muy posterior.

Confieso que durante unos segundos he pensado hablar del origen de estas expresiones, pero mejor no lo hago, que correría alto riesgo de que esta crónica vaya a la papelera por aquello de ‘hablar de todo menos de lo que hay que hablar’.

Insisto en volver a la excursión, a ver si lo consigo. En el primero de esos catetos obligados pasamos junto a un depósito de agua que supongo abastece a Revenga, y a continuación giramos a la izquierda para completar el segundo cateto, coincidente con la Cañada Real Soriana, cerrando así ese triangulo que mencionaba antes. Seguimos el camino, siempre en ascenso no muy fuerte pero sin tregua, haciendo unas zetas. No era muy duro, pero el calor ya se dejaba notar y las nubes de moscas y mosquitos también.

Tras las zetas nos empezamos a encontrar restos de pequeñas construcciones, como cobertizos, de la Guerra Civil. Y cuando llevamos algo más de 4 km llegamos a Cabeza Grande, de 1428 metros de altitud. Desde este punto disfrutamos de unas vistas fenomenales, si miramos hacia el sur tenemos la montaña: La Atalaya, Los Siete Picos (ojito, desde este lado solo son seis), La Mujer Muerta, la Sierra de Quintanar, etc. Y hacia el sur pues el Embalse de Revenga, El Palacio de Riofrio, Segovia, la llanura castellana y allá al fondo, muy al fondo, muyyyy al fondo, Burgos, Santander, el Cantábrico, Inglaterra, etc.

Claro, aprovechamos para hacer muchas fotos en la cima, donde hasta hace poco había una cruz, y para picar algo a modo de Angelus. Nos llama la atención que a unos metros hay un vértice geodésico, si bien no está colocado en el punto más alto del cerro.

Comenzamos a bajar de Cabeza Grande, por la ladera sur, en este lado hay muchos mas restos de la Guerra Civil: búnkers, nidos de ametralladora, trincheras, etc. Es que en Cabeza Grande se libró buena parte de la Batalla de La Granja, que fue muy intensa, pese a que tan solo duró 4 días, del 30 de mayo al 3 de junio de 1937.

Estas construcciones eran del bando sublevado, con fines defensivos, ante las diversas maniobras de distracción que realizaron los republicanos para evitar y retrasar el avance hacia el norte, en espera de que llegasen ayudas internacionales de países en teoría amigos. En fin, que aquí Varela y Miaja se dieron de lo lindo. La zona está llena de hoyos que dejaron las infinitas bombas de cañón y de avión que cayeron en tan breve espacio de tiempo.

La jugada era ambiciosa y en teoría asequible, primero conquistar La Granja y a continuación Segovia, persiguiendo así un gran golpe de efecto que aliviara al maltrecho Frente Norte. Muy bien diseñada, pero mal ejecutada.

Durante dos días la 69 brigada republicana ocupó Cabeza Grande. Pero, poco dura la alegría en casa del pobre, la contraofensiva de la aviación de los sublevados, una vez más tuvo que ser la aviación, les obligó a abandonar la zona. Y fin de la batalla. Ni Segovia, ni La Granja. Por cierto, que tan solo un par de días después, Mola moriría en accidente de avión cuando acudía desde Vitoria a inspeccionar el frente de la Granja. Qué cosas.

Bien, creo que es mejor que me vuelva de los cerros de Ubeda, lugar en el que insisto, nunca he estado.

Seguimos descendiendo. No hay camino, la vegetación es alta, lo que dificulta la marcha y la visión, provocando que nos dividamos en dos grupos, si bien un poquito más tarde volvemos a juntarnos. Pelín antes de la reunificación vimos fugazmente un ciervo que huyó de nosotros al galope. Y un instante después nos encontramos con un pequeño barrizal que los perros que hoy nos acompañan aprovechan para darse un refrescante baño de barro ¡que envidia!, por lo de refrescarse, que no por lo del barro.

Por fin alcanzamos un camino que tomamos hacia la izquierda, aunque pronto nos desviamos y vemos en una pequeña roca una placa y una cruz, recordatorio a un abuelo (Juan Cañas) de algún nieto. Un poco mas adelante pasamos junto a la Casa de Cabeza Gatos, en lamentable estado de ruina. Era la casa de los guardas y en ella nació una amiga de nuestra compañera Rosana, que nos lleva a ver a una especie de altar encaramado en el tronco de un árbol, junto al que nos hacemos la foto de grupo.

En esta zona vemos y probamos moras, también hay algún vistoso acebo e incluso, unas cuantas de esas pequeñas florecitas moradas que salen en el suelo y que popularmente llamamos ‘quitameriendas’, ya que su presencia indica que los días se van acortando y los pastores regresan antes de sus paseos con el ganado, para que no se les haga de noche, quedándose así sin tiempo para la merienda.

Cuando llevamos unos 8 km tomamos una pista asfaltada hacia la derecha y entramos en un frondoso bosque de pinos. La pista esta vallada y llama nuestra atención unas puertecitas que de vez en cuando hay a ambos lados, y que sirven para permitir el paso de los jabalíes en sus correrías.

Abandonamos esta pista cuando estaba a punto de cruzar el Rio Frio, también llamado de la Acebeda. Nos desviamos a la derecha y caminamos por una agradable senda junto al río, aguas abajo, hasta que llegamos al Azud del Acueducto. Vemos como se conserva una parte de la obra, varios puntos de captación del agua y el de decantación o desarenador. Este es un punto de obligada parada, para contemplar la obra, y porque la sombra y el agua le dan una frescura ideal para comer. Incluso hubo algún que otro intento de siesta.

Tras el descanso, seguimos río abajo, hasta que llegamos a la cola del pantano Puente Alta, que la mayoría bordeamos por el lado izquierdo, mucho más vistoso que el asfaltado de la derecha y con mucha más sombra.

A duras penas conseguimos superar la tentación de bañarnos en cualquiera de las muchas playas que encontramos en la ribera y que parecían ideales para hacerlo.

Finalmente cruzamos por la presa del embalse y recorrimos, ya por asfalto, el kilometrito aproximado que nos separaba de Revenga, finalizando así la excursión. Como es habitual, y en especial en un día tan caluroso como este, nos tomamos una merecida cerveza.

Y hasta la semana que viene, colorín colorado este cuento se ha acabado. En resumen, bonita y calurosa jornada, con lugares históricos. Uno relativamente reciente, de la Guerra Civil, y el otro mucho más antiguo y gratificante, nada menos que relativo al Acueducto de Segovia.

Por la excursión pondría 4, pero por los calores le voy a rebajar un poquito. Lo dejo en 3 sicarias.
Jorge Montero

FOTO REPORTAJES
* Foto reportaje de José María Pérez

FOTOS
* Fotos de Enrique Cid
* Fotos de Paco Nieto

miércoles, 19 de agosto de 2020

Excursión 522: La Cueva del Monje desde el Pontón Alto

FICHA TÉCNICA
Inicio: Presa del Pontón Alto
Final: Presa del Pontón Alto
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia:  17,3 Km
Desnivel [+]: 410 m
Desnivel [--]: 410 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: 
Ciclable: No
Valoración: 4
Participantes: 19

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta













TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RUTA EN WIKILOC

RESUMEN
La idea era realizar una excursión que combinase algo de agua y de bosque, las Pesquerías Reales y los bosques de Valsaín me parecieron la mejor opción. Y para añadirle un valor extra a la ruta, dado que partíamos del Portón Alto, Carolina se ofreció para contarnos detalles de la construcción de la presa, obra que vivió de primera mano, al participar como topógrafa en su construcción.

Quedamos en el aparcamiento que hay junto al enorme muro de la presa y, una vez reunidos, Carolina nos llevó al primero de los miradores a los que se accede descendiendo frente al muro, por debajo de la presa, que es de bóveda de doble curvatura.

Desde allí nos contó, con cierta emoción, cómo conseguían triangular desde los vértices geográficos mas cercanos los postes guías desde donde se dirigían las operaciones de colocación de los bloques, cómo construyeron las galerías existentes en el interior del muro y los aliviaderos. Todavía recordaba con exactitud la cota de coronación de la presa, 1104,5 metros, así como su altura, 45 metros y su longitud, 248 metros.

Fue terminado en 1993, pero proyectado 20 años antes, cuando las necesidades de agua de Segovia eran más limitadas, lo que explica en parte que este embalse sea el de menor capacidad de todos los gestionados por la Confederación Hidrográfica del Duero, ya que apenas sobrepasa los 7 millones de metros cúbicos.

Toma el agua del río Eresma y del río Cambrones, que desemboca en el primero a un kilómetro escaso de la presa, para garantizar la calidad del agua, se incluyó como obra complementaria la planta de depuración de aguas residuales de La Granja de San Ildefonso.

Tras recorrer el arco de la presa y contemplar los aliviaderos del extremo, regresamos al aparcamiento para iniciar la ruta, echando a andar por el paseo habilitado en la margen izquierda del embalse, que recorre toda su orilla, hasta la cola del mismo, situada en el paraje conocido como El Robledo.

Hasta allí llegamos, una vez cruzamos la carretera que une la Granja con Segovia, la CL-601, comenzando el ascenso hasta La Pradera de Valsaín, siempre junto a la orilla del Eresma, disfrutando de las vistas del embalse, con la Atalaya de fondo.

Más arriba, nos introducimos en la densa vegetación de ribera, a la que se añade el hermoso robledal que da nombre a la zona, en la que antaño se bañaban los chavales de La Granja, en lo que ellos llamaban pretensiosamente el Trampolín y las Termópilas, según nos contaba Ángel Vallés.

Un panel de piedra junto a un puente de madera nos resume en pocos párrafos la mucha historia del siguiente tramo, llamado Pesquerías Reales, por haber sido mandado acondicionar, a lo largo de 9 km para la pesca de la trucha, por el rey Carlos III, allá por 1768, como reza en una de las piedras del río.

De su ribera cómodamente empedrada, escaleras, pontones y represas disfrutamos en agradable paseo, bajo la sombra de los árboles y el continuo murmullo del agua abriéndose camino entre las rocas.

Rebasada las instalaciones que en su día se construyeron como central hidroeléctrica, alcanzamos el bonito puente del Anzobero y, aguas arriba, enseguida el Salto del Olvido, un pequeño remanso de agua para hacer funcionar la central.

Allí paramos a tomarnos el tentempié de media mañana mientras algunos se refrescaban en las aguas turquesas de este diminuto embalse, pero de extraordinaria belleza.

Reanudada la marcha, cruzamos a través de la presa a la otra orilla del río Eresma, para remontarlo hasta alcanzar La Pradera, donde callejeamos hasta seguir por el camino que lleva al Centro Nacional de Educación Ambiental (CENEAM). En su fuente recargamos las botellas de agua antes de continuar entre pinos hacia el Charcón de Navaquemadilla.

El pinar de Valsaín es uno de los bosques maduros de pino silvestre mejor conservados de España, ello se debe en parte a su origen como reserva de caza de la monarquía española y por el posterior aprovechamiento sostenible de la industria maderera.

Un poco más adelante, paramos a contemplar la charca acondicionada como refugio de anfibios, muy cubierta de vegetación y sin un solo atisbo de que contuviese ranas, al menos no se les oía croar como en otras ocasiones.

Tras cruzar un canal por el que circulaba bastante agua, llegamos al inicio de la cuesta que sube a la Cueva del Monje, tramo empinado aunque, afortunadamente para alguna que yo me sé, de corta distancia y que nos dejó al pie de este lugar de leyenda y especial encanto.

Y es que según, cuenta la leyenda, el hidalgo Segura, anhelaba la eterna juventud y riquezas sin fin. A oídos del diablo llegaron sus plegarias y acordó con el hacendado satisfacer sus deseos a cambio de su alma. Temeroso de su pacto y reconociendo su debilidad, Segura comenzó su huida hacia las montañas y encontró refugio en una construcción megalítica donde inició su vida como eremita.

El diablo encontró el lugar y reclamó su pago, pero en una última y desesperada plegaria, el hidalgo consiguió la protección divina. Satanás huyó del lugar, perdiendo algunos de sus dientes, ahora en forma de piedras que adornan la pradera junto a esta Cueva del Monje. Segura salvó su alma del diablo, pero quedó atrapada en este bello lugar.

Algunos subimos por la escalera de madera que hay a la derecha de la cueva, que da acceso a una pequeña plataforma lisa que siempre había visto coronada con flores en lo alto de la losa, junto a una cruz, pero que para nuestra sorpresa ha sido arrancada y las flores tiradas en la escalera.

Como la hora de comer se acercaba, enseguida nos volvimos a poner en marcha, descendiendo por la pista asfaltada que rodea la cara este del Cerro del Puerco, descendiendo en dirección noroeste hasta alcanzar el bonito puente del Vado de los Tres Maderos, toponimia que sin duda recuerda la forma de cruzar el arroyo antes de construir este puente de piedra.

Sin cruzarlo, continuamos el descenso por la pista, que enseguida abandonamos, continuando a la derecha por el camino forestal de Majalapena y en las inmediaciones del Puente Negro, continuar por un sendero que nos llevó directos a la Cascada del Huevo.

Es éste un salto de agua de poca altura que ha labrado en el granito una poza en forma de huevo antes de caer en otra más amplia. Con el sonido del agua y resguardados del sol bajo los numerosos árboles que cercan la poza, paramos a dar cuenta de los bocadillos a la vez que nos refrescábamos en tan bello rincón.

Repuestas las fuerzas, algunos hasta con siesta incluida, y hechas las fotos de grupo, reanudamos el descenso, cruzamos la carretera CL-605 y tras pasar un portón, seguimos una senda que acaba alcanzando el río Eresma por el puente de madera que vimos esta mañana.

A partir de aquí, deshicimos el camino seguido a la ida hasta llegar de nuevo al aparcamiento de la presa del Portón Alto, trayecto que aprovechó Marcos Cid para enseñarnos cómo se ocultan los cangrejos bajo las piedras del río.

Las cervezas y refrescos para celebrar el fin de esta ruta, que puntúo con un 4, nos lo tomamos en el bar Segovia de la Granja, dando así por finalizada esta bonita y didáctica excursión.
Paco Nieto

FOTOS
* Fotos de Enrique Cid
* Fotos de Julián Suela
* Fotos de Paco Nieto

miércoles, 12 de agosto de 2020

Excursión 521: Riberas de los ríos Eresma, Chamores y Tejadilla

FICHA TÉCNICA
Inicio: Segovia
Final: Segovia
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia:  14,3 Km
Desnivel [+]: 275 m
Desnivel [--]: 275 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: 
Ciclable: Sí
Valoración: 4
Participantes: 17

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta

















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta












TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RUTA EN WIKILOC
A las diez de la mañana de un miércoles del mes de agosto soleado pero fresquito, nos reunimos en esta ocasión diecisiete senderomagos en la Real Casa de Moneda, desde donde comenzamos nuestra excursión de hoy. 

Iniciamos nuestra ruta por la orilla del Eresma, disfrutando del bello entorno del paseo que discurre paralelo al río, por el que los segoviano sienten un especial cariño a la hora de hacer deporte.

Pasamos bajo el puente al que algunos llaman de Castilla, en las proximidades de la Iglesia de San Marcos, a cuya verde pradera llegamos para hacernos la turística foto de grupo con el histórico e impresionante espolón del Alcázar de fondo.

En la confluencia con el río Clamores, a los pies del Alcázar, cruzamos el puente de madera que da acceso al valle del Clamores, actualmente soterrado, por el que caminamos entre abundante vegetación hasta llegar al antiguo puente de La Estrella que comunicaba el barrio judío con el cementerio hebreo situado en lo que hoy denominamos el Pinarillo.

Accediendo por unas escaleras y el túnel que cruza la carretera, observamos algunas de las tumbas antropomorfas excavadas en la roca caliza, algunas, las de los más pudientes, con cueva incluida, hoy día cerradas por rejas para evitar pillajes.

Continuamos ascendiendo, en dirección sureste, por la bonita senda que a media ladera y entre pinos alcanza la entrada al colegio Maristas, que me evoca muchos recuerdos, y un poco más arriba llega al cerro de La Piedad, lugar desde donde se divisa gran parte de la ciudad, y sus monumentos más significativos: el Alcázar, la Catedral, el Acueducto, e incluso la sierra de Guadarrama, al fondo.

Junto a un calvario y otras cruces, en este lugar existe una pequeña ermita dedicada a Nuestra Señora de la Piedad, que mandó erigir allá por el siglo XV Enrique IV,.

Sobre esa ermita ya desaparecida se construyó la que hoy en día podemos contemplar junto a un Vía Crucis de granito que unía el hospital de Sancti Spiritu y el cerro, dicho Vía Crucis data de 1674.

Continuamos caminando, dejando el hospital de Segovia a nuestra derecha y atravesando el paraje denominado las Lastras, habitualmente sembrado de cereal, en el que podíamos ver un montón enorme de paquetes de paja apilados, gracias a la estupenda cosecha de este año.

Especialmente recomendable es caminar por aquí en primavera, en el que el rojo de la flor de las amapolas rivaliza con el verde de los trigales en ofrecernos unas magníficas vistas de Segovia.

Y tras una larga travesía, llegamos al valle del arroyo Tejadilla, que realiza unas hoces, parecidas a las del Duratón, pero a pequeña escala. Comenzamos recorriéndolo en su parte más alta y justo al borde de los cortados, donde en algunas partes del recorrido, había que ir en fila de a uno.

Durante este recorrido se pueden ver numerosas cuevas y una cantera donde paramos, a las doce, a tomar un tentempié, además de unas estupendas vistas hacia el sur del valle del Tejadilla, la antigua estación, el puente de hierro y la vía verde que hoy día han construido sobre el antiguo trazado ferroviario.

Sorteando algún barranco más, continuamos por la parte alta hasta llegar a un sendero por el que bajar al valle y, paralelos al Tejadilla, seguir su arbolada ribera, muy espesa en vegetación, encajada entre los escarpados murallones, en donde abundaban cuevas y cavidades donde anidan los buitres.

Pasamos junto al puente de la carretera que va a Perofordo y un poco más adelante bajo uno de los dos ojos del puente de la carretera N-110, hasta que, en las proximidades de la depuradora, alcanzamos el río Eresma.

Después de ascender una pequeña cuesta volvimos a bajar para continuar por el cuidado camino, que a la orilla del Eresma pasa por el Abrigo del Molino, yacimiento arqueológico de los antiguos pobladores de Segovia y poco después por un cartel que explica que esta zona era una playa caribeña allá por el cretácico, cosa que a Nico le costaba creer....

Cuarto de hora antes de lo previsto llegamos al Santuario de la Fuencisla donde Ángel Vallés nos tenía preparada una sorpresa: visitar la sacristía que habitualmente está cerrada, pues posee un valioso cuadro," La Asunción de la Virgen" de José Rivera "El españoleto". 

Este cuadro antes situado en el altar mayor sobre el trono de la Virgen, es considerado una de las obras más importantes del artista valenciano; en el presbiterio, donde estaba antes se ha colocado una copia de la obra original.

Para finalizar la visita al santuario, las monjas que ahora residen en la Casa Rectoral, nos deleitaron con el canto del himno a la Virgen de la Fuencisla.

Decir que la orden que actualmente reside en dicha casa es Carmelitas Samaritanas todas ellas con una sorprendente media de edad de treinta años; dicha Casa Rectoral fue restaurada tras el desprendimiento de dos mil toneladas de rocas que sufrió en el 2005.

A eso de las dos y media, siguiendo de nuevo el paseo del Eresma, llegamos al restaurante " El Ingenio Chico", donde repartidos convenientemente en mesas de seis, degustamos su suculento y variado menú.

Por la estupenda temperatura para ser un día de principios de agosto y las fantásticas e inusuales vistas del cañón del Tejadilla, le doy a esta excursión 4 sicarias.
Carolina Santa Engracia

FOTOS
* Fotos de Ángel Vallés
* Fotos de Paco Nieto