miércoles, 30 de octubre de 2019

Excursión 495: Cañón del Río Dulce y Pelegrina

FICHA TÉCNICA
Inicio: Pelegrina
Final: Pelegrina
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 15,4 Km
Desnivel [+]: 397 m
Desnivel [--]: 397 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 4,5
Participantes: 27

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta















TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
 
RESUMEN
La alusión al río Dulce siempre trae a la memoria los pasajes de un tiempo inmutable en que la vida transcurría sin más cambios que los propios de las estaciones. Sin duda, la estación del otoño debía ser la que regalaba sus frutos con más prodigalidad para permitir a sus moradores soportar los inviernos rigurosos que se avecinaban.

Hoy, nosotros tenemos el privilegio de poder fundirnos con los colores de su paisaje sin más objetivo que disfrutar. Los de Alcalá nos han preparado una jornada a nuestra medida: Paco D. ha diseñado la ruta y José Antonio D. se ha encargado de que comamos merecidamente al acabar. Gracias a ambos.

Empezamos a caminar por la cuesta abajo que nos lleva al cañón en las inmediaciones de Pelegrina. Olga S. se da a conocer y pretende aprenderse el nombre de todos nosotros en el día de hoy; ya veremos si se acuerda en el próximo. Paz y sus amigas nos acompañarán a su ritmo.

Pronto estamos en el fondo del cañón, con las aguas calmas del río a nuestra derecha y los riscos elevándose en formas caprichosas en derredor.

El oro de los árboles tiñe el cielo y se empieza a derramar entre el verde del suelo. Llegamos a una caseta pegada a la pared de roca donde paramos un momento y Paco N. nos explica su por qué, haciendo alusión a las frecuentes grabaciones de naturaleza que “nuestro amigo Félix” realizaba en estos lugares.

Continuamos entre charlas el camino y llegamos al punto en que se nos ofrece la posibilidad de acceder a una cascada. El camino no es fácil, pues hay que pasar por una faja de roca a una cierta altura, pero, como la piedra no está mojada y una cadena facilita la operación, la mayoría nos aventuramos por la promesa de la cascada.

Lástima que, al llegar, solo nos encontramos con la roca desnuda y seca; según nos dicen los más conocedores del lugar, en épocas de estío el agua se filtra entre la roca calcárea y emerge unos cientos de metros más abajo, donde corre por el cauce del río.

Regresamos de la cascada fantasma por el mismo camino y cruzamos a la otra margen del río. Seguimos una senda fascinante que, en requiebros y altibajos, sigue la corriente del río, el cual discurre entre vegetación de ribera, ora por juncos y espadañas, ora formando repisas calcáreas donde el agua cantarina se derrama.

En torno a la senda y el río, antiguos huertos, muchos de ellos ya olvidados, albergan frutales y nogales de gran porte; aún se pueden ver algunas nueces entre las hojas caídas. Llama la atención la sinfonía de colores, especialmente el dorado de los membrillos, que parece haber teñido las enormes copas de los nogales.

Dejamos el cañón por un antiguo camino de herradura que nos eleva hacia el páramo. A poco más de media altura nos sentamos a tomar el tentempié mientras contemplamos la hipnótica estampa de los chopos fulgurantes de oro y fuego, recortándose en el promontorio sobre el que despunta la silueta del castillo de Pelegrina. A su derecha, el pueblo reposa a su abrigo.

Toca ahora caminar por la paramera, primero por caminos sinuosos que discurren entre encinas y luego por rastrojos ya medio desvaídos para nuestra suerte. Después tomamos un sendero que nos lleva hacia el pueblo de La Cabrera por el Barranco del Hocino, en una cuesta que atraviesa terrenos de todos los ocres imaginados.

En la Cabrera reencontramos el río; lo seguimos aguas arriba por el llamado Camino del Cid, primero encajonado entre roquedos y más tarde por un valle abierto en tierras de cultivo. Aunque hay que caminar deprisa, para llegar con tiempo a la cita en el restaurante, el cuerpo se adapta bien, ya que es un camino llano y muy agradable, si exceptuamos el tramo final de subida a Pelegrina.

En este último trecho es donde Antolín se llevó buen susto al ser atacado por las avispas de un avispero camuflado entre la maleza; según me contó, él caminaba inocentemente, pero alguien había enredado para ver qué era aquella masa extraña; el enredador salió corriendo y Antolín, sin comerlo ni beberlo, se llevó la peor parte.

Menos mal que Fernando tenía a mano una medicación a base de endorfinas que cortó la reacción. Aviso a los senderomagos: Por favor, cuidemos a Antolín, es una institución; si, encima de que últimamente le vemos poco, cuando viene le jugamos estas malas pasadas, nos va a acabar olvidando.

Finalizamos el día con la comida en el restaurante Bajá, donde se dispuso una mesa para los que tomaron asado de cabrito; muy bueno pero algo escaso. El resto compartimos un abundante cocido, a excepción de Carolina y Lucío, que se trajinaron un suculento chuletón.

Como siempre, un día más inolvidable, en compañía de estupendos amigos. Madi concede 4’5 sicarias a esta excursión. Si nos lo pasamos igual de bien, la próxima vez que venga Antolín y no le piquen las avispas, serán 5. 
Melchor


Han pasado ya dos años
de aquella excursión cansina
al pueblo de Pelegrina
en la que tanto llovió
que en la hoz del río Dulce
aquel intenso aguacero,
como sopas —no exagero—,
nuestro cuerpo nos dejó.

Esta vez sí que acertamos
vimos los chopos dorados
contra el cielo recortados
entre un intenso verdor,
en un ambiente de otoño,
temperatura agradable
y lluvia poco probable,
un tiempo mucho mejor.

Empezó nuestra andadura
cuesta abajo, rodeados
por los riscos elevados
que la erosión modeló,
y en la caseta de Félix
Paco unas explicaciones
dio, sobre las grabaciones
que «nuestro amigo» filmó.

Al fin llegamos al punto
donde empezaba el jolgorio:
la cascada del Gollorio,
un paso que da pavor,
menos mal que no llovía
pues sería una faena,
que agarrado a la cadena
te cagaras de terror.

¿Y en la cascada que vimos?
la roca seca y desnuda,
pues la sequía es aguda,
¡vaya una desilusión!;
por consiguiente tuvimos
que volver, ¡vaya faena!,
otra vez por la cadena
todo el grupo en procesión.

Por la otra margen del río
avanzamos contemplando
como nos iba dejando
el otoño su esplendor,
ofreciendo a nuestro paso
con los árboles frutales
y numerosos nogales
sinfonía de color.

Abandonamos el río
por camino de herradura
y al llegar a cierta altura
tomamos el tentempié,
mientras juntos admiramos
el arbolado amarillo
y allá en lo alto el castillo
que encaramado se ve.

Proseguimos nuestra ruta
por el páramo con prisa,
que el horario lo precisa,
para llegar puntual
a la Cabrera, pasando
por terrenos descuidados,
atravesando sembrados
en un entorno rural.

Cuatro habitantes detenta
el censo de la Cabrera,
pocos, pues se considera
despoblación general,
pero, por sorpresa, vimos
niños jugando, ¡qué extraño!,
pues aquí hay algún engaño:
una excursión colegial.

Por el Camino del Cid
seguro el grupo camina
directo hacia Pelegrina,
sobrevuela algún rapaz,
entre tierras de cultivo
por el río, aguas arriba,
avanza la comitiva
aventurera y audaz.

Al pasar, junto al camino,
¿qué es aquello tan curioso?
¡avispas, qué peligroso!
—renuncié a tocarlo al fin—,
pero otro más marrullero
escarbó en el avispero
y picaron a Antolín.

Al fin se vio Pelegrina
con su castillo en la cima;
vemos como se aproxima
ya la hora del yantar,
vayámonos apurando
que el horario es muy tardío,
el cocido estará frío
y habralo que calentar.

Así empezó la comida:
los del cocido a la diestra,
el cabrito a la siniestra,
y el banquete comenzó;
el chivito quedó escaso
mas como sobró cocido,
como hermanos compartido
este se les ofreció.

Por el día inolvidable
y amistades solidarias,
cuatro con cinco sicarias
el cronista puntuó,
lástima que las avispas
sean agresivas criaturas
porque por sus picaduras
las cinco no concedió.

miércoles, 23 de octubre de 2019

Excursión 494: Ruta del Banco de Valdemanco

FICHA TÉCNICA
Inicio: Valdemanco
Final: Valdemanco
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 13,1 Km
Desnivel [+]: 811 m
Desnivel [--]: 811 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: No
Ciclable: Sí
Valoración: 4
Participantes: 10

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta
















TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
 
RESUMEN
Sin llegar a ser un chisgarabís en esto de escribir las crónicas, no es menos cierto que se abordan con cierta pereza, pero no queda más remedio.

Después de darle muchas vueltas y con un ojo puesto en las variaciones del tiempo con la gota fría rozándonos, los Alcalaínos en contra de nuestra costumbre nos aventuramos a mojarnos ¡o no! Parecía que había una ventana, más bien una gatera de las puertas, en la que no llovía y decidimos ir.

Cuando llegamos a Valdemanco el día más gris no podía estar y chispeando, ¿cuándo se abriría la ventana? Esa era la pregunta que hacíamos al que nos había convencido para venir.

Esperando ver algún grupo animado en la plaza ya departiendo, solo uno hacía plantón. Mal agüero, ya intuíamos que la desbandada iba a ser generalizada. Poco a poco fueron llegando los senderemagos que en esta ocasión, para los que no se la quisieron perder fue la abrumadora cifra de 7 senderomagos, 2 senderomagas y un Superman todoterreno (no hace falta dar más explicaciones): en total 10 ¡Ah! También nos acompañaron el cuerpo de caninos Vito, Tuiter y Tofi .

Con 10 minutos de retraso sobre la hora prevista salimos del pueblo a coger el camino de ascensión muy suave, un trocito del PR-13, pero lloviendo lo suficiente para molestar. 

El paisaje muy otoñal, gris, niebla, humedad y chispeando seguimos subiendo sin grandes dificultades pero poco a poco, ganando metros en altura cosa que con la humedad nos hacía sudar como si estuviésemos en galeras.

Seguimos subiendo por senderos bastante bien conformados y paisaje pedregoso hasta que empieza a hacerse más frondoso el bosque de árboles, que con la niebla reinante más bien parecía que estábamos en una película de ambiente tenebroso al gusto de las grandes producciones cinematográficas.

Como éramos tan pocos el efecto acordeón era prácticamente inexistente, una vez pasada la Fuente del Cancho del Pastor, recibimos la orden de parada para el ángelus, que ya tocaba, en un lugar estratégico entre árboles todo mojado y lo mejor, había que tomar fuerzas para el último repecho, o eso creíamos.

Reanudamos la marcha y a los pocos metros una ascensión de unos 1700 metros por andar con un desnivel superior al 20 % y esto traducido en altura sin hacer Pitágoras ni arctnα, viene a ser unos 350 metros en altura con tierra muy resbaladiza, que obligó a poner la tracción integral en algunos puntos.

Poco a poco se fue estirando el grupito y los más rezagados a su paso, apoyados por nuestro líder, los demás animándonos unos a otros a que “ya veo el final” para que no cundiese el flaqueo de fuerzas entre los mortales ya que siempre hay titanes que se dedican a buscar setas mientras suben y bajan compitiendo en las idas y venidas con los perros.

Tras la fatigosa subida, por fin aparece un llano en el cual está instalada una antena y aquí hicimos una parada de reagrupamiento y nos preguntamos donde estaría el dichoso banco ya que había ganas de sentarse.

Pero aun nos quedaban unos 100 metros de ascensión con inclinación suave o eso parecía después de haber pasado el anterior repecho. Todo seguía con niebla espesa y ya lanzados al encuentro del banco se hizo corta la espera, llegando a la zona próxima a la cumbre del Mondalindo en la que está el banquito de piedra desde el que se suponen vistas espectaculares, cosa que no ocurrió, porque la niebla seguía muy persistente.

Una paradita para hacer los álbumes fotográficos, sentados de pie, agachados, todos juntos y alguna que otra posturita.

Resarcidos del hallazgo y sin nada más que ver continuamos por zona bastante llana hacia la denominada Loma del Mondalindo, para empezar a girar hacia la izquierda e ir iniciando la bajada, porque el tiempo apremiaba ya que se había concertado en el restaurante del pueblo un cocidito y eso hizo que nuestro líder reconfigurara la ruta, haciéndola más cortita, con el ánimo de llegar puntuales al ágape.

La bajada la tomamos muy animados aunque empinada en este caso hacia abajo cosa de Perogrullo, resbaladiza pedregosa como deben ser las bajadas a la altura del GMSMA, seguimos con algunas paraditas para intuir formas de las rocas y en esto, como para gustos los colores, pues así las formas. 

Una ligera parada en la fuente de Las Toyas y bajada a tumba abierta y a la altura de la Cañada Real Segoviana empezó a abrirse el cielo y aparecer el sol, ya vislumbrábamos el pueblo y alcanzamos un trozo del GR-10 y cerrar el círculo, para terminar en las calles y plaza del pueblo habiendo cumplido horario y satisfechos con el deber cumplido de acabar todos con bien una marcha más.

Una comida tranquila precedió a las despedidas hasta la próxima, siendo esta una de las menos numerosas de los últimos años.

Mi calificación por lo tranquila y apacible excursión es de 4 sicarias, con el compromiso de volver algún día para ver las vistas desde el banco más alto de la Comunidad de Madrid que no hemos podido disfrutar.
José Antonio Aguerri

FOTO REPORTAJES

miércoles, 16 de octubre de 2019

Excursión 493: Robledondo - Pico de Abantos

FICHA TÉCNICA
Inicio: Robledondo
Final: Robledondo
Tiempo: 6 a 7 horas
Distancia: 18,5 Km
Desnivel [+]: 702 m
Desnivel [--]: 702 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas/Agua: No/Sí
Ciclable: Sí
Valoración: 4
Participantes: 48

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta
















TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
 
RESUMEN
Siento el resoplar del perro en mi oreja izquierda. Es una respiración agitada que pide movimiento, actividad, ejercicio. Así que al llegar a Robledondo es difícil contenerlo, a él y a su colega Vito.  Mientras ellos halan en busca de la fuga impedida, observo como la gente de GMSMA, va apareciendo como pequeñas patrullas que emboscadas, esperaban el momento de iniciar la misión. 

Saludos y besos por doquier. Y abrazos, muchos abrazos que me dan la bienvenida. Siento el afecto que es recíproco. Pasa poco tiempo porque el entrenado equipo, con sus automatismos, se reúne rápidamente y casi sin solución de continuidad comenzamos a andar desde la cercana parroquia de Robledondo.

Pueblo desconocido para mi, como tantos otros, que gracias a este grupo voy a conocer y patear, añadiendo un lugar más a mis aventuras con ellos.

Somos bastantes, algunas caras nuevas para mí. Otras me retrotraen a 2017 cuando tuve la oportunidad de verlas por primera vez. Supongo que muchos no pensaban volver a encontrarse conmigo y ahora me preguntan por mi vuelta a la senda transitada en común. 

Cuento la esporádica razón de mi presencia y advierto que no será la última. Lo hago mientras suavemente ascendemos en una pendiente generosa en pasos pero muy asequible.

Miro la alineación del pinar, de abigarrados pinos frutos de la reforestación y me pregunto con qué criterios (si los hubo) se decidió replantar unas zonas y otras no. Éstas últimas muestran rapadas, las señales de un largo y cálido verano, en donde hierbas y arbustos han tenido que pelear por los restos de humedad que quedaran en el subsuelo. Entre pinos es más fácil medrar. Lo hacen las setas y en especial el boletus. Algunos compañeros deciden separarse para recolectarlos.

Siguiendo paralelos a un muro de piedra, ascendemos al Cerro de la Cabeza. Desde allí podemos contemplar por primera vez en la mañana y desde la altura, el valle que se extiende desde el pie del monte a lo largo y ancho de la mirada y buscamos con ella el histórico y espléndido monumento que es el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. El día con su sol de otoño y el límpido aire de la sierra nos permite una visión panorámica que paga con creces el pequeño esfuerzo de la ascensión. Allí, presidiendo el alto, una cruz clavada en la piedra, nos sirve de referencia a muchos para obtener algunas instantáneas, la Cruz de Rubens la llaman.

Seguimos nuestro camino y nos dirigimos hacia el Puerto de Malagón. Allí reagrupamiento y habitual sesión de fotos para alimentar la historia gráfica del grupo y cómo no, la revista que registra su vivencia colectiva anual. No es un tema menor aunque lo parezca.

Con cada fotografía compartida se igualan las fuerzas entre diferentes calidades de memoria. Cada una de ellas nos habla de lo que fuimos, de lo que hicimos y con quién.

Emprendemos la marcha por la senda que nos va a llevar al Pico de Abantos. Una pareja de aves la custodian desde la distancia, creo que son buitres pero no podría asegurarlo.

Habremos de ascender alrededor de doscientos metros de desnivel, lo cual alarga la columna senderista sin menoscabo de su capacidad para doblegarlo pues nadie queda atrás y todos nos reunimos en su pedestal rocoso.

Descansamos en el pico con pétreos asientos para contemplar con sosiego nuevamente el valle, el monasterio y descubrir en la lejanía los pueblos.

Se comenta y se contrastan pareceres sobre si una población al fondo es tal o cual y a la espalda por el nombre de aquel monte que se ve junto a uno más oscuro mientras recuperamos energías con parte de las viandas que hemos cargado en nuestras mochilas.

Nuevamente en ruta, encontramos una muralla de piedra que delimita el acceso a la parte alta del Valle de Los Caídos y Cuelgamuros.

Para poder verlo hemos de salvarla. Lo hacemos con más o menos dificultades, con más o menos riesgos, pues mientras unos bajan del otro lado sentados, otros simplemente saltan desde donde pueden al suelo.

Así, de una u otra manera finalmente todos disfrutamos de la vista de la gigantesca cruz que preside desde lo alto el monumento y siguiendo en descenso la vista hacia el noreste las poblaciones de Alpedrete y Guadarrama.

Apenas se distingue el crucero y desde nuestra situación, por efectos de la perspectiva, es más columna de hormigón que cruz que señala desde una altiplanicie blancuzca, a dónde mirar para encontrar los límites del monumento.

Retrocedemos y tenemos que volver a salvar el obstáculo amurallado para retomar la senda ahora ya en descenso que nos llevará de vuelta, de la circular travesía planificada. Pronto alcanzamos una pista de tierra, antaño carretera, de Peguerinos-El Escorial  que nos irá llevando poco a poco al origen.

Hay quien ha aprovechado el tiempo y sin dejar de caminar ha ido haciendo acopio en los márgenes boscosos, de boletus y alguna otra clase de setas. Los perros también aprovechan para beber en los charcos dejados por la lluvia reciente y si es un arroyo o un charco de dimensiones adecuadas, para disfrutar de -para ellos- un refrescante baño.

Me preguntan si quiero encargarme de realizar la crónica de la etapa. ¿Cómo negarme a este honor? ¿Cómo desistir de contar mi visión de unas horas junto al equipo del GMSMA?

No tendré que pedir perdón por lo omitido, por lo no contado, por lo para mí desconocido, por no nombrar a nadie o por ser el elegido, pues estoy seguro de que todos ahorran mis carencias y al leerla sonreirán, quizás algunos con afecto.

Hacemos algo de tiempo en un promontorio de la Cuerda del Ortigal cercano a la meta y esto permite alcanzarnos a los recaudadores del bosque.

Me sorprende ver (al menos a mí) un boletus de casi dos kilos y el botín obtenido en la jornada recolectora. No todos los boletus se sacan tantas fotografías como este ejemplar en homenaje a su desmesura.

Hemos llegado al final de la crónica. Lo hacemos en el mismo sitio en donde comenzamos tomando café. Ahora tocan cervezas y refrescos, torreznos y aceitunas, camaradería y despedida. Ahora toca decir hasta la próxima. Hasta la próxima vez que nos veamos, hasta la próxima vez que caminemos juntos nuevamente, hasta la próxima vez que nos encontremos quizás casualmente en cualquier camino, en cualquier momento.

¡Ah! Una anécdota final. Al parecer en esta jornada participó un canario, no sé si alguien le vio. Yo al menos no, pero lo dejo registrado por si acaso sucedió.
Carlos Vera

FOTO REPORTAJES

miércoles, 9 de octubre de 2019

Excursión 492: Mirador de los Guerreros de la Pedriza

FICHA TÉCNICA
Inicio: Canto Cochino
Final: Canto Cochino
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 10,2 Km
Desnivel [+]: 658 m
Desnivel [--]: 658 m
Tipo: Circular
Dificultad: Alta
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 4
Participantes: 40

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta
















TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
 
RESUMEN
Después de mucho tiempo -que rápido pasa el puñetero- me reencuentro con el magnífico y numeroso grupo del Gmsma, con casi la mitad de caras nuevas y bastante más equilibrado entre participantes masculinos y femeninos; gracias a los esfuerzos de Antonio y Paco Nieto, así como el hecho de publicarse fotos de las rutas en El Adelantado de Segovia; provincia que ya aporta una buena representación.

Sobre las diez y media, hora establecida para iniciar la salida desde el primer aparcamiento en la zona de Canto Cochino, van apareciendo los vehículos y descargando los entusiasmados senderistas, para vivir otra agradable jornada en La Pedriza. Como siempre, saludos, besitos y abrazos entre todos los participantes y cuando menos te lo esperas; echamos a caminar.

Sobre el trazado del GR-10, seguimos la ruta diseñada por Paco Cantos (especialista en La Pedriza) y dirigidos por Antonio y sus lugartenientes; Julián y Santiago (lo digo por los walkie talkie), cruzando el río Manzanares y el arroyo de la Majadilla; hasta entroncar con la Senda las Formas de La Pedriza, que junto al arroyo se dirige al norte por la antigua vía pecuaria Cordel del Ortigal.

Dejando a la derecha varios desvíos que llevan hacia El Yelmo, pasamos la Pradera de los Lobos -que años atrás fue espacio de acampada- viendo en el centro la roca conocida como El Cerdito o El Perro, dependiendo de las dioptrías o las copas de anís que te hayas tomado. Lo seguro es, que al fondo vemos La Pedriza Posterior, arriba a la derecha Peña Sirio y a la izquierda, el Cancho de los Muertos.

La zigzagueante vereda nos deja en el Prao Peluca, unos metros por debajo del Refugio Giner de los Ríos, primera parada para reagruparnos y que corra el tiempo.

De la misma forma, cuando estás acomodado ¡jopé!, que comienzan otra vez a andar. Continuando por la misma senda hacia el noreste, que sube al Collado de la Dehesilla, encontramos el gigantesco peñasco de El Tolmo; cuya sombra se merece otra parada, ésta para tomar el primer tentempié. 

Pasados los minutos justos y calculados –que yo pienso, que el jefe los tiene cronometrados- proseguimos la andadura, girando nuevamente al norte, vadeamos el Arroyo de la Dehesilla y nos dirigimos hacia el conjunto de rocas en torno a El Pájaro o Gran Pinganillo; desviándonos unos metros a siniestra para ver La Calavera.

A partir de aquí el terreno toma cuerpo de montaña, provocando en el grupo una gran algarabía. Serán ochocientos metros de auténtica pedriza, con rampas de hasta el 58%, en los que invertimos algo más de hora y media, hasta encaramarnos en una "plataforma" a modo de mirador situada entre La Muela y Los Guerreros.

Donde ahora sí, con toda la razón, nos premiamos además de con las extraordinarias vistas, con el bocata, que cada cual según capricho, se lo come al sol o como el menda y otros varios, que elegimos la sombra dentro de un pilancó o marmita de gigante

Transcurrido el tiempo establecido, desmontamos del mirador y dejando a la izquierda por orden: La Torre de las Arañas Negras, Torre del Buitre Negro y el Cancho Buitrón, atacamos el mejor tramo de la ruta; donde la colectividad entramos en éxtasis. Por fin alcanzamos un pequeño "jardín", punto más alto del recorrido, donde como no; corresponde, otro descanso.

Reanudada la marcha, comenzamos el descenso conectando con la Senda de los Forestales que nos lleva hasta la Senda de la Majadilla, o más conocida como Senda del arroyo de la Ventana. Y como por ésta mejor senda, el grupo aligera el paso –se oyen rumores, de no sé qué, de la cerveza- y como los tiempos están para cumplirlos, al llegar a la confluencia del arroyo de los Poyos y con la excusa de tomar agua; se ordena otro descanso.

Menos mal que el cronometro, indica que hay que partir y se reanuda la marcha con ímpetu, cruzando el arroyo de Poyos y enlazando con el PR-M2, que nos devuelve al punto de partida, a través del tramo conocido como La Autopista.

Todo esto lo estaba yo maquinando para la información en mi blog, cuando mi amigo Paco Nieto, me encasqueta el encargo de hacer la crónica, así que como al parecer han hecho la mayoría de políticos, con sus tesis; yo copio y pego.

Por supuesto, tengo que agregar el mejor rato del día, la fresca cervecita, que devuelve al cuerpo los valores hídricos, tras la gran sudada y que ha tocado tomarla en el pueblo de Manzanares el Real. Otorgo un 4 sobre 5 a esta excursión.
Cristóbal López