miércoles, 28 de agosto de 2019

Excursión 480: Dehesas y cerros de Collado Mediano

FICHA TÉCNICA
Inicio: Collado Mediano
Final: Collado Mediano
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 15 Km
Desnivel [+]: 569 m
Desnivel [--]: 569 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: No
Ciclable: En parte
Valoración: 4,5
Participantes: 17

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta

















TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)


PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RUTA EN WIKILOC

RESUMEN
Era deseo de Pepa realizar una nueva excursión por su pueblo y acabar degustando una paella en su casa, donde además nos podíamos quitar los calores acumulados en la ruta con un refrescante baño en la piscina. Un plan que un nutrido grupo de irreductibles e inmunes a las vacaciones de verano no nos queríamos perder.

Iniciamos la ruta junto al descampado del arroyo de los Linos, donde instalan la plaza de toros portátil en la fiestas, que precisamente acababan de finalizar. Pasamos junto a un viejo carro de madera, de los que se usaban antaño para el transporte de la madera, y de un potro de herrar que ha perdido, como tantos otros su utilidad.

Cruzamos la carretera de entrada al pueblo para acercarnos a la rotonda en cuyo centro se alza una bandera, clavada en un hito con el nombre del pueblo. A la izquierda, junto a un aparcamiento, paramos a contemplar el árbol singular 271 de la Comunidad de Madrid, un centenario ejemplar de Castaño de Indias con más de 20 metros de altura, al que sin embargo se le veía algo mustio, seguramente por tanta sequía.

Andamos unos pasos y contemplamos la plaza Mayor, donde se ubica el ayuntamiento, continuamos de frente, buscando cruzar las vías del ferrocarril, junto al antiguo lavadero, para salir al parque de la Dehesilla, que cruzamos antes de enfilar el camino de fuente Vallejo, indicando en una rotonda con otro potro de herrar como lugar en que se encuentra el "Yacimiento Rumano", por obra de algún gracioso que ha mutilado la "o" de Romano.

A la entrada del camino, jalonada por dos grandes hitos que recuerdan a los miliarios de las calzadas romanas, nos hicimos la foto de grupo.

Recorremos esta despejada cañada hasta que se ensancha en lo que en los tiempos de la Mesta fuera un importante descansadero para los rebaños de ovejas. Testigo de ello es un monumental pilón tallado en granito en el que nuestras mascotas se aprestan a beber.

Un poco más abajo un singular edificio llama la atención, a pesar de sus humildes dimensiones, por tener una cara de mujer ocupando toda su fachada principal. Es una pintura realizada al estilo romano e indica que esto es el Centro de Interpretación del Yacimiento Romano de Miaccum.

Nos reunimos al final del largo descansadero, al lado del edificio, junto a un panel que cuenta cómo eran las calzadas romanas, apoyando la explicación la reconstrucción moderna de un tramo de aquellas vías que cruzaban España hace dos mil años. Su corte nos permite descubrir las diferentes capas y su disposición.

Unos metros más abajo se abre una puerta de hierro decorada con las características figuras de vacas que aparecen en los mojones de las vías pecuarias, pasamos un portón de acceso peatonal y continuamos por una una calleja. Es lo que queda de la importante vía pecuaria y de la vieja calzada romana.

Considerada una de las vías romanas mejor conservadas de la Península Ibérica, el tramo de la calzada romana que cruza la Sierra de Guadarrama entre Cercedilla y Valsaín tiene su prolongación hacia el sur, en la vertiente madrileña de la montaña. Formaba parte esta calzada de la llamada Vía XXIV, que unía Emerita Augusta y Caesaraugusta; es decir entre Mérida, y Zaragoza, en Aragón. Lo hacía a través de localidades madrileñas como Complutum, Titulciam y la Miaccum donde nos encontramos.

Con una anchura inferior a los diez metros, se prolonga entre muros de piedra a buen seguro construidas con las que eran parte de la calzada. El camino transita junto al cauce seco de un arroyo, rodeado de fresnos, cruza un puente y alcanza el yacimiento de El Beneficio. En él se realizan, desde el 2003, trabajos para estudiar estos restos arqueológicos, protegidos por una techumbre.

El yacimiento permanece cerrado, pero desde el exterior pueden descubrirse, no obstante, los cimientos y otros restos de la época romana de lo que fue una posada que servía de refugio y lugar de descanso a quienes recorrían este tramo de la Vía XXIV.

Las excavaciones han determinado la existencia de un edificio principal de 15 por 15 metros, que cuenta con salas comunes como cocina, comedor y baños, y salas de dormitorios construida entre entre los siglos I y V d. C.

Tras las fotos de lo poco que se puede ver desde el exterior del vallado, proseguimos el recorrido, girando a la derecha al llegar a la Vereda de los Molinos, otra vía pecuaria que en dirección noroeste se dirige hacia la dehesa de la Jara, que entre encinas, fresnos y granjas con burritos, bordeamos por su cara occidental, teniendo la suerte de contemplar sobre nuestras cabezas el majestuoso vuelo de un milano real.

Fue en algún punto de este camino donde una de nuestras mascotas se distrajo, lo que hizo que Raquel no pudiera seguirnos, acortando la ruta sobremanera. El resto, que habíamos parado a esperarla junto a la fuente de la Ramira, sin gota de agua, aprovechamos para tomarnos el tentempié de media mañana.

Reanudamos la marcha, buscando las marcas rojas amarillas del GR que remonta las laderas del cerro del Jaralón, pasa sobre las vías del tren y junto a lo que queda de unas trincheras de la Guerra Civil.

Por una estrecha y sombreada senda entre pinos, enebros y matorral alcanza los 1.151 metros del cerro del Jaralón, con magníficas vistas de Collado Mediano y sus dehesas desde unos riscos que hacen de mirador natural.

Descendimos por la loma oriental del cerro hasta llegar al cruce con la vereda de Roblepoyo, donde Pepa nos guió con tino, por una escondida senda que suaviza el recorrido oficial del GR, hasta alcanzar la explanada previa al fuerte ascenso del cerro del Castillo. Una preciosa pradera, ahora seca, que es a la vez cruce de caminos.

Aquí, unos cuantos prefirieron ahorrarse el repecho y dirigirse hacia la meta, con la excusa, loable, eso sí, de ayudar a Pepa con los preparativos de la comida. El resto, iniciamos el fuerte ascenso, alguna que yo me sé tirando a toda velocidad del grupo para superar los 150 metros de desnivel que nos quedaba.

Con la lengua fuera llegamos a la cuerda, entre rocas y más jarales hasta alcanzar la cumbre del Cerro del Castillo (1.341 m) y con ello, su curioso mirador inclinado, desde donde contemplamos las casas de Collado Mediano a vista de pájaro. 

Reunidos los 12 que logramos llegar hasta aquí y hechas las fotos de rigor, recorrimos la cuerda de la Sierra del Castillo en dirección noreste, con esplendidas vistas de la Peñota, la Mujer Muerta, Montón de Trigo, Siete Picos, Peñalara, Bola del Mundo, Maliciosa y la Pedriza, es decir, toda la Sierra de Guadarrama a nuestro alcance, panorámicas que hicieron disparar una y otra vez las cámaras de los fotógrafos del grupo.

Impresionante fue también la vista del embalse de Navacerrada poco antes de descender una pronunciada pendiente, plagada de jarales, hasta pasar junto a las antenas de una estación de móviles, donde los pocos extelefónicos de hoy nos hicimos unas fotos.

Continuamos por una cómoda pista que bordea la loma de la Sierra del Castillo de oriente a occidente por su cara sur, con bonitas vistas de la planicie madrileña y que al poco se interna en un sombrío pinar.

Descendimos por una arenosa senda muy directa hacia el pueblo, que alcanzó al poco una amplia pista forestal que nos dejó cerca de la Cobañera, una pequeña cueva formada por unas gigantescas rocas, símbolo del pasado histórico de Collado Mediano y que han vandalizado con pinturas y graffitis que le restan belleza.

Terminamos la excursión descendiendo hasta entrar en las calles del pueblo, que recorrimos en dirección al aparcamiento donde habíamos dejado los coches y posterior paella en casa de Pepa, con bañitos incluidos para sofocar el calor que habíamos pasado.

En nombre del grupo, agradecemos mucho la hospitalidad de Pepa y su familia, que hizo que este día fuese entrañable para todos, mereciéndose un 4,5 sobre 5.
Paco Nieto


sábado, 24 de agosto de 2019

Excursión 479: Descenso del río Alberche

FICHA TÉCNICA
Inicio: Aldea del Fresno
Final: Aldea del Fresno
Tiempo: 1 a 2 horas
Distancia: 5 Km
Desnivel [+]: 12 m
Desnivel [--]: 12 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 13

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta




















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
RESUMEN
Hace dos años, en la excursión 361 intentamos descender el río Alberche desde el puente de la Pedrera, en Aldea del Fresno, hasta la Isla, cerca de la ermita de Nuestra Señora de la Poveda. Pero la crecida inesperada del río por la apertura de compuertas de la presa de Picadas frustró nuestro empeño, lo que hizo que tuviéramos que abandonar a mitad del recorrido previsto.

Se trataba, esta vez, de retomar el recorrido donde lo dejamos e intentar llegar al objetivo, con la incertidumbre de si volveríamos a tener que salir de nuevo a toda prisa arrastrados por el agua.

Reunidos en el amplio aparcamiento que hay junto a la ermita, nos agrupamos los 13 participantes (mal número para el comienzo) en tres de los coches y nos fuimos a lo que queda de lo que fue el camping Los Acebos, lugar por donde salimos en la citada excursión.

Tras la primera de foto de grupo, por si no volvíamos a vernos, nos introducimos en el agua con lo mínimo indispensable, algunos con sus pertenencias protegidas en botes estancos, mientras que Vicky solo iba ataviada con una colchoneta, con la que se lo pasó de lo lindo.

Al principio se podía caminar por el lecho del río sin mayor dificultad, el agua nos llegaba como máximo por la rodilla, pero no tardó mucho el tener que cruzar tramos cortos en los que no había más remedio que echar a nadar porque el agua nos llegaba al cuello.

De nuevo pasamos por zonas de baja altura del agua, e incluso otras en las que andábamos por la gravilla que el agua dejaba en su retirada. El continuo cambio de las condiciones del curso fluvial hacían entretenida la aventura.

El agua, en todo momento muy clara y con una temperatura ideal, era especialmente atractiva en los tramos en los que las algas, alargadas como cabellos de sirena, le daban una tonalidad verde clara preciosa.

Había momentos en los que el paso se complicaba por la presencia de ramas sumergidas, que nos obligaban a extremar el cuidado para no enredarnos con ellas, cuando no, incluso a tener que sortearlas por debajo, zambullido incluido, por estar a mayor altura, pareciendo más un río de indonesia que de Madrid. A mi me recordaba a las películas de Rambo o Apocalypse Now.

A poco más de la mitad del recorrido nos cruzamos con un grupo de senderistas/bañistas que hacían nuestra ruta pero al contrario, se ve que tenían experiencia porque nos aseguraron que, dada la hora, ya no soltarían el agua, como así fue.

Más abajo, poco antes de llegar a la Isla, el río realiza un amplio meandro, zona en la que deja al descubierto una gran playa en la que para nuestra sorpresa había un sillón de mimbre que Sergio aprovechó para tomar durante un ratito el sol.

En el último tramo el río se remansa, momento que aprovechamos para hacernos la foto de grupo en el agua, contentos porque el objetivo estaba cerca y parecía que íbamos a conseguirlo sin tener que salir corriendo del agua.

Tras pasar por una zona especialmente boscosa, comenzamos a ver cómo en la ribera florecian sombrillas y toallas tiradas en la playa, señal de que nos acercábamos a la parte norte de la urbanización Calalberche, donde el río forma una pequeña isla, para nosotros fin del recorrido.

Terminamos con los escarpines completamente llenos de arena, pero muy contentos de haber podido completar por fin el recorrido completo.

Unas cervezas fresquitas compradas en el kiosco de la Isla y la mesa que prepararon los segovianos, al pie de la ermita de Nuestra Señora de la Poveda, mientras el resto íbamos a por los coches, pusieron el broche final a esta bonita aventura, en la que para andar cambiamos las botas por los escarpines.

Por lo divertida que resultó, el buen tiempo, la suerte que tuvimos con la suelta del agua y lo bien que lo pasamos, esta excursión se merece 5 estrellas.
Paco Nieto

FOTO REPORTAJES

miércoles, 21 de agosto de 2019

Excursión 478: Navaluenga y Garganta de las Cigüeñuelas

FICHA TÉCNICA
Inicio: Navaluenga
Final: Navaluenga
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 12,7 Km
Desnivel [+]: 362 m
Desnivel [--]: 362 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 4
Participantes: 9

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta

















TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)


PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RUTA EN WIKILOC

RESUMEN
Buscando nuevas rutas con posibilidad de baño, surgió ésta por Navaluenga, donde el río Alberche forma la piscina natural más grande y mejor acondicionada de la zona. Y para hacer ganas de meternos en el agua, primero realizamos una ruta circular por la bella Garganta de las Cigueñuelas, saliendo desde las mismas piscinas.

A Navaluenga se llega desde Madrid tras más de hora y media de viaje en coche, lo que añadido a la ausencia por vacaciones de muchos de los participantes habituales, dio como resultado una participación baja. Solo 9 participantes, los que no faltaron fueron nuestros queridos segovianos, aunque ello les supuso acercarse al pueblo un día antes y hacer noche en su auto caravana.

Reunidos junto a las piscinas naturales y con el bello puente románico de fondo, iniciamos la ruta acompañando durante 1,5 km al río Alberche en su descenso hacia el cercano embalse del Burguillo, donde desde 1913 es amansado por primera vez, antes hacerlo también en el embalse de San Juan, Picadas y Cazalegas. poco antes de desembocar en el río Tajo, en las inmediaciones de Talavera de la Reina.

El camino transcurre junto a su ribera, muy arbolada y frondosa, con la vegetación típica de ribera. Al poco un cartel nos indica que pasamos junto a una playa para perros, en la que, como si supieran leer, nuestras tres mascotas de hoy se zambulleron rápidamente, espantando una bandada de patos que nadaban en la orilla.

Dejamos atrás las últimas casas del pueblo y al llegar al cerro de la Muela, abandonamos la ribera para bordear dicho cerro y salir, en dirección sur, a una pista que enseguida dejamos para continuar a la derecha por una senda que entre prados cruza un bello puente de piedra, de un solo arco, sobre el río Lanchamala.

Por sendero entre rústicas vallas de piedra y fincas con árboles frutales, alcanzamos un segundo puente, éste sobre el arroyo Muñogrande, el que vamos a remontar por la garganta que forma aguas arriba, llamada de las Cigüeñuelas.

Una gran revuelta de la cómoda pista que llevábamos nos anuncio, para pena de alguna, que lo bueno se acababa y que había que desviarse a la derecha para, campo a través y sin senda que nos guiara, buscar la loma de la garganta entre robles y hojas secas.

Alcanzado un roquedal, disfrutamos de las bonitas vistas de la garganta y los montes que la rodea, realzados por los prematuros colores ocres más propios del otoño, debe ser cosa de la sequía. Con tan bellas panorámicas nos tomamos sin prisas el tentempié de media mañana.

Tras el descanso, continuamos el ascenso de la garganta, acercándonos progresivamente al arroyo, hasta acabar vadeándolo cerca de una construcción en ruinas, sin tejado y en la que a duras penas se mantienen los muros.

El tramo siguiente es sin duda el más bonito, por discurrir siempre junto al arroyo, que forma numerosas cascadas y una gran chorrera. La pena es que apenas un hilillo de agua daba vida a tan encantador paraje. En invierno o primavera debe ser espectacular.

Buscando la orilla de mejor paso, alcanzamos el rústico puente de madera de Cornalacabra, algo desatendido, por lo que la foto que nos hicimos sobre él fue rápida, no fuera que se partiera. Bueno, eso y las moscas que en en esta parte del recorrido parecían celebrar alguna concentración.

En el puente enlazamos con el PR-AV 9, que en dirección noroeste regresa hacia Navaluenga. Por él seguimos, entre robles y hojas caídas, al principio con una leve cuesta hasta alcanzar, a nuestra derecha, un refugio abandonado, el punto más alto de la ruta.

A partir de aquí, casi todo fue bajada, para alivio de nuestras piernas. En un desvío, dejamos momentáneamente el PR para acercarnos a una pradera en la que había un pozo y las ruinas en piedra de unas casas. Fue aquí donde echamos en falta a Kiro, una de nuestras mascotas, tardó un buen rato en regresar con nosotros, seguramente entretenido tras alguna vaca.

Todos juntos descendimos desde la pradera, en dirección norte, hasta dar de nuevo con el sendero, bastante más cómodo de seguir y bien marcado con las características franjas blancas y amarillas. Los robles y algún que otro enebro nos acompañaron por el placentero camino, no en balde a eta zona la llaman el Enebral.

El sendero termina en una pista que da servicio a las casas y huertos que a ambos lados del mismo rivalizan en tener más naranjas, limones, higos, nueces, melocotones, uvas y productos de huerta que, en esta época, estaban en todo su apogeo.

Cruzamos de nuevo el arroyo de Lanchamala, por un puente con barandillas de hierro, y entre fincas, alguna de bonito porte, llegamos a la carretera coincidente con el GR-10, el sendero de gran recorrido que atraviesa la península, de Valencia a Lisboa, y omnipresente en la Sierra de Guadarrama.

Siguiéndolo, nos adentramos en Navaluenga, donde a pie de su bello puente románico le hicimos los honores a Antonio, por haber realizado, con esta ruta, su 400 excursión con el GMSMA.

Este hecho, el ser el cumpleaños de Pepa y realizar yo mi excursión 350, fue motivo de celebraciones posteriores, que junto con los baños que nos dimos en las piscinas naturales, bajo el puente, el paseo por el pueblo y la buena compañía, hicieron que esta excursión se mereciera un 5, a lo que le quito un punto por la falta de agua en la garganta.
Paco Nieto.

FOTO REPORTAJES

miércoles, 14 de agosto de 2019

Excursión 477: Monte Abantos con luna llena

FICHA TÉCNICA
Inicio: San Lorenzo de El Escorial
Final:  San Lorenzo de El Escorial
Tiempo: 6 a 7 horas
Distancia: 12,5 Km
Desnivel [+]: 774 m
Desnivel [--]: 774 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 45

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta






TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)


PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RUTA EN WIKILOC

RESUMEN
En las excursiones estivales no puede faltar una nocturna con luna llena, y como cada año buscamos nuevo emplazamiento, era el momento de hacerla subiendo al pico Abantos, que con sus 1753 metros de altura otea sin rival la planicie madrileña y el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

Como valor añadido a la excursión, íbamos a recorrer uno de los sitios emblemáticos del Real Sitio de El Escorial y su Monte Abantos, declarado Paisaje Pintoresco en 1961, que alberga un impresionante pinar de repoblación de más de cien años de antigüedad, ordenado con criterios paisajísticos, con pino resinero y laricio en las partes bajas y pino de Valsaín en las altas. Junto a ellos otras especies introducidas como las que se encuentran en el recorrido: hayas y alerces. 

Luna llena, sitio emblemático, panorámicas impresionantes y ni una nube, con estos ingredientes, el éxito estaba asegurado.

Con cinco caras nuevas (Rocío, Alberto, Jorge, Jaime Miguel y Silvia) y un total de 45 participantes, iniciamos la ruta a las 18:30 de la tarde, a fin de llegar a tiempo a la cumbre para contemplar la salida de la luna.

Subimos por las escaleras que dan a la explanada del Euroforum, bello edificio remodelado en 2013 en el que se organizan eventos y cursos de formación. Lo dejamos atrás y en la curva, giramos a la izquierda, para subir unos escalones y seguir una empinada senda que bordea el casi vacío embalse del Romeral.

Pronto alcanzamos una pista, por la que seguimos en dirección noroeste, pasamos junto a la fuente de Santiago Arroyo, en la que nuestras mascotas se apresuran a zambullirse para beber y,más adelante, alcanzamos la carretera que sube al Puerto de Malagón, moderándose algo la pendiente, momento que aprovechamos para reagruparnos.

Dejamos la carretera y nos internamos por la izquierda en una bonita senda para seguir ascendiendo entre pinos y alguna que otra haya, pasando por el Mirador de los Alerces, con magníficas vistas del valle, que se prestan a encuadres maravillosos en las fotos y que se llama así por la presencia cercana de ejemplares de esta singular conífera, de las pocas de hoja caduca.

Desde el mirador, continuamos ascendiendo para disfrutar del pequeño pero precioso hayedo que repoblaron los estudiantes y profesores de la Escuela de Ingenieros Forestales desde 1870, y que escondido entre pinares es muy desconocido para la mayoría de los madrileños, pero que tiene unos hermosos ejemplares que nada tienen que envidiar a los del Hayedo de Montejo, que con sus 250 hectáreas de hayas, es el más popular en la Comunidad de Madrid. Éste de San Lorenzo está mucho más cerca, sin restricciones de acceso y de irresistible belleza.

Son árboles procedentes de una replantación del siglo pasado que han logrado adaptarse y prosperar a pesar del ganado vacuno de la zona y que han sembrado el camino de árboles jóvenes. Su cifra se sitúa por debajo del centenar, mayoritariamente en este camino que sube hasta el Puerto de Malagón, conocido como el Camino de los Gallegos.

Tras breves paradas para las fotos, continuamos disfrutando de un paseo repleto de tonalidades ocres, rojas y amarillas, con extraordinario valor ambiental. Al poco nos desviamos unos metros para acercarnos a la Fuente del Trampalón, de la que salia un hilo de agua.

Proseguimos la ascensión para salir otra vez a la carretera del puerto, pasamos junto al Descansadero de Malagón, un ramal de la Cañada Real Leonesa, desde el que enseguida alcanzamos el puerto del mismo nombre, con amplias vistas hacia el valle y embalse del arroyo del Tobar.

Desde allí, tras una curva, giramos a la derecha, por una senda que enlaza con la pista que lleva al pico Abantos, desviándonos de ella al poco para acercarnos a la estilizada y blanca cruz de Rubens y disfrutar de las magnificas vistas que se tienen desde el risco en el que está instalada.

El sencillo monumento recuerda el paso por estos montes de Pedro Pablo Rubens, que además de excelente pintor era diplomático, lo que le trajo a Madrid en septiembre de 1628, en un intento de mediar ante el monarca Felipe IV para que España alcanzase la paz con Inglaterra. En una salida al Escorial tuvo tiempo de encaramarse a lo alto de este risco para pintar desde aquí su conocida vista del Monasterio.

Después de hacernos múltiples fotos con la cruz como protagonista, alcanzamos de nuevo la pista, proseguimos por ella, cruzamos el incipiente arroyo del Romeral, sin gota de agua, y llegamos a la cresta del Monte Abantos. Unas vacas habían llegado primero y reclamaban su derecho a no moverse de allí por nuestra presencia.

Este precipicio es utilizado para despegar en parapente por los fanáticos de esta modalidad de vuelo, por eso en el risco cercano ondea un palo con una bandera roja, utilizada para ver la dirección del viento.

Mientras unos aprovecharon para darse un respiro mientras llegaban el resto, otros descendimos hacia la caseta de vigilancia contra incendios, para disfrutar de las inmejorables vistas que desde este privilegiado mirador se tiene del Monasterio de El Escorial y su entorno, pero la presencia del vigilante nos hizo desistir de ello y nos conformamos con las vistas, igualmente impresionantes, desde un roquedal cercano.

Reagrupados todos, recorrimos los pocos metros que nos separaban de la cumbre, llegando a ella justo en el momento en que el sol se iba acercando al horizonte desplegando sus rojizos rayos por la atmósfera. Disfrutamos muchísimo contemplando, desde este excepcional balcón, cómo salía la luna llena y a la vez se ponía el sol.

Por si este espectáculo no fuera suficiente, nos extasiamos admirando El Escorial, su monasterio, Las Machotas, el Cerro de San Benito, la Almenara, parte de Gredos, la Sierra de Hoyo, la Cuerda Larga, Peñalara y el Montón de Trigo, además de toda la planicie de Madrid, que poco a poco iba encendiendo luces de calles, carreteras y casas, como si de un belén se tratara. ¿Qué más podíamos pedir?

Mientras esperábamos a que el sol muriera ensangrentado por el oeste y la luna remontase el vuelo sonrojada por el este, nos hicimos la foto de grupo, recuperando gratamente, tras una larga temporada ausente, a José María para este menester.

Sin prisas nos tomamos los bocadillos, a la vez que aumentábamos las capas de ropa, para mitigar el frío creciente, que algo de viento se ocupaba de hacer notar cada vez con más fuerza.

Para amenizar la espera, disfrutamos con los cánticos del sector segoviano, cada vez más numeroso y nos entretuvimos en identificar, en tierra, los pueblos que brillaban como neuronas conectadas unos con otros por la luminosas carreteras; por el cielo, las estrellas, planetas y constelaciones más conocidas, que algunos identificaban fácilmente, y otros, como yo menos avezado, con la ayuda del móvil.

La pena es que los fuegos artificiales para celebrar las fiestas de San Lorenzo serían a la noche siguiente, hubiese sido espectacular haberlos podido contemplar desde aquí, ¡eso sí que hubiese sido un buen entretenimiento!. Para compensarlo, me acerqué a verlos a la noche siguiente y los he incluido en mis fotos de la ruta.

Cuando la luna había alcanzado suficiente altura, a eso de las 11:30 recogimos y nos pusimos en marcha, siguiendo con linternas y frontales la senda, coincidente con el GR-10, que baja entre pinos a una pradera donde se encuentra la fuente del Cervunal, donde paramos a rellenar las botellas con el agua que manaba de su caño.

Continuamos el descenso por el GR-10, en dirección sur, con el arroyo del Romeral a la derecha y la Solana de Enmedio y Solana de la Barranquilla, a la izquierda, senda que en su mayoría es amplia y cómoda, hasta llegar a un roquedal donde paramos a reagruparnos.

El siguiente tramo de bajada fue menos cómodo, más estrecho, con más piedras y con bastantes zetas que compensaban en parte la fuerte pendiente y proporcionaban una vista espectacular de todos serpenteando en fila, iluminados como si fuéramos luciérnagas en continuo movimiento.

Tras cruzar por un paso giratorio y llegar a una pista de tierra, que cruzamos un poco más adelante, continuamos por una pista asfaltada, por la que continuamos hasta dar una cerrada curva, tras la cual la abandonamos por nuestra derecha para alcanzar el arroyo del Romeral, que vadeamos sin agua, para continuar en dirección sureste hasta dar con la pista por la que habíamos ascendido al principio de la ruta.

Un giro a la izquierda, y la senda que desciende junto al embalse del Romeral nos devolvió de nuevo al aparcamiento del Euroform, a todos menos a dos, que iban de avanzadilla y no cogieron el desvío a tiempo, pero que felizmente regresaron donde habíamos dejado los coches.

Allí nos esperaba José Luis M, con abundantes botellas de cava bien fresquito y un amplio surtido de gominolas para celebrar el cumpleaños de Rosa, su esposa, a la que le cantamos por tercera vez el cumpleaños feliz.

Por lo bonito del recorrido, lo impactante de la imagen de la luna llena sobre Madrid y el estupendo fin de fiesta (gracias pareja), esta excursión se merece la máxima nota, un 5.
Paco Nieto

FOTO REPORTAJES