Inicio: Quijorna
Final: Quijorna
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 14 Km
Desnivel [+]: 311 m
Desnivel [--]: 311 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí
Ciclable: En parte
Valoración: 4
Participantes: 49
MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta
* Mapas de localización y 3D de la ruta
PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta
TRACK
* Track de la ruta (archivo gpx)
PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)
RUTA EN WIKILOC
* Ver esta ruta en Wikiloc
RESUMEN
* Track de la ruta (archivo gpx)
PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)
RUTA EN WIKILOC
* Ver esta ruta en Wikiloc
RESUMEN
Con la idea de recorrer algunos de los escenarios de la Batalla de Brunete, nos dirigimos a Quijorna, situado al este del mismo.
A pesar de las nieblas de primera hora, al llegar al destino tenemos buena visibilidad, aunque el cielo está muy nublado, e incluso hay riesgo de lluvia para la tarde lo que no ha impedido que la asistencia haya sido masiva, ya se sabe que la combinación de poco desnivel y comida siempre es sinónimo de mucha asistencia.
Iniciamos la ruta por la calle Virgen del Pilar, pasando junto a una fuente dedicada a ella, de la que desgraciadamente han arrancado su placa descriptiva.
Cruzamos por un puente del mismo nombre el arroyo de Quijorna, producto de la unión del Arroyo de la Palanquilla y del Cantizal. Giramos a la derecha para, en dirección noreste, remontar este arroyo mientras cruzamos un parque vacío de gente.

Al terminarse el parque, encauzamos nuestros pasos por la pista de tierra que nos sale a la derecha, antigua Cañada Real Segoviana, que discurre paralela al arroyo, que a partir de aquí estaba lleno de maleza. zarzas y arbustos en plena floración, pero la pista está despejada, aunque con frecuentes charcos de agua que hacen las delicias de los peludos.
Cruzamos un arroyo con algo de agua y al pasar por la Vega de la Viñas el paisaje se vuelve multicolor, repleto de amapolas, cantuesos, gamones, cardos floridos, la explosión de la primavera ante nuestros ojos.
A pesar de las nieblas de primera hora, al llegar al destino tenemos buena visibilidad, aunque el cielo está muy nublado, e incluso hay riesgo de lluvia para la tarde lo que no ha impedido que la asistencia haya sido masiva, ya se sabe que la combinación de poco desnivel y comida siempre es sinónimo de mucha asistencia.
Iniciamos la ruta por la calle Virgen del Pilar, pasando junto a una fuente dedicada a ella, de la que desgraciadamente han arrancado su placa descriptiva.
Cruzamos por un puente del mismo nombre el arroyo de Quijorna, producto de la unión del Arroyo de la Palanquilla y del Cantizal. Giramos a la derecha para, en dirección noreste, remontar este arroyo mientras cruzamos un parque vacío de gente.

Al terminarse el parque, encauzamos nuestros pasos por la pista de tierra que nos sale a la derecha, antigua Cañada Real Segoviana, que discurre paralela al arroyo, que a partir de aquí estaba lleno de maleza. zarzas y arbustos en plena floración, pero la pista está despejada, aunque con frecuentes charcos de agua que hacen las delicias de los peludos.
Cruzamos un arroyo con algo de agua y al pasar por la Vega de la Viñas el paisaje se vuelve multicolor, repleto de amapolas, cantuesos, gamones, cardos floridos, la explosión de la primavera ante nuestros ojos.
De frente las de otro horno en mejor estado de conservación, aunque le falta la chimenea de la parte superior, y un poco más adelante, girando a la izquierda, junto a una pista, se encuentra el mejor conservado de la zona, el horno del Velago, a 3,5 km del inicio de la ruta, y que ya visitamos en la excursión 330.

A mediados del siglo XVIII se inició el declive productivo de la cal en la zona. Según el catastro del Marqués de la Ensenada (1752) solo funcionaban en Quijorna 6 hornos que proporcionaban a sus dueños 6.200 reales/año.
En el interior de la calera el cielo se deja ver a través del circulo de su chimenea. A pocos metros del mismo se hallan las canteras de donde se extraían los materiales para la combustión, a las que nos acercamos.

Tras la visita a las canteras, continuamos por la pista, en dirección noreste hacia el Cerro del Castillejo, desviándonos a la derecha para contemplar los restos de otro horno de cal, al que le falta la chimenea y un poco de limpieza. Es una pena que se dejen a su suerte, sin un plan de conservación y aprovechamiento turístico, todos estos testigos de nuestra historia cultural.
La mayoría de ellos están instalados en las colinas, en las que dada su escasa vegetación proporcionaban amplias vistas desde los búnkeres. En su alrededores se pueden observar los restos de las trincheras escavadas en zigzag, para evitar en la medida de lo posible los ataques aéreos y que facilitaba el acceso a los fortines.

Desde su privilegiado promontorio de amplias vistas descendimos hacia el arroyo de la Fuente Villanos, desviándonos a la izquierda para visitar un puesto de mando y un refugio antiaéreo, unidos entre sí por un túnel de corta longitud, que merece la pena recorrerlo por su buen estado de conservación.

Todos nos introducimos en ella, sorprendiéndonos la gran cantidad de galerías que salen a derecha e izquierda de la principal, en las que aún se perciben las señales dejadas por los picos en su construcción. Toda una maravilla en perfecto estado de conservación que es utilizada ahora como morada de algunos murciélagos.

Les dejamos a ello camino de la cueva, mientras el grupo continuó remontando el arroyo hasta alcanzar los casi 800 metros de altura de El Madroñal, con magníficas vistas de toda la Sierra de Guadarrama, destacando la Maliciosa y el Cerro de San Pedro.
Un poco antes Antolín, que tenía que volver pronto a Madrid, se dio la vuelta con la intención de regresar por donde habíamos venido...tres horas más tarde apareció en una gasolinera cercana a Villanueva de la Cañada, alguien a propuesto quitarle la estrella negra.
Giramos a la derecha y nos acercamos a una chimenea sifón de la conducción del embalse de Picadas a Majadahonda, para al poco enlazar de nuevo con la Cañada Real Segoviana, que enseguida abandonamos para continuar por el Camino de los Llanos, llegando a una casa con una estupenda mesa bajo chozo y unas vistas impresionantes de toda la llanura de los alrededores de Quijorna, de la que nos habíamos separado 9 km desde el inicio de la ruta.

Continuamos en dirección suroeste hacia el Alto de los Llanos, al que llegamos tras pasar una cancela cerrada con un cerrojo pero sin candado. En la cima se encuentran las ruinas de lo que fuera el Cuartel de Mando del ejército republicano, en un más que penoso estado de conservación, y un poco más adelante, el vértice geodésico de este cerro, situado a 746 metros de altura, lo que le da unas magníficas vistas, y al que me faltó tiempo para subirme. Estamos a poco más de los 10 km desde el inicio.
Desde allí, continuamos por el Camino de los Llanos, iniciando un descenso hacia Peñas Pardas, desviándonos enseguida momentáneamente un poco a la izquierda para asomarnos a un mirador natural de amplias panorámicas.
En la cima de Peñas Pardas contemplamos los restos de un nido de ametralladora y en sus proximidades trincheras que el paso del tiempo no ha logrado ocultar, como las heridas abiertas por esa guerra que solo en la batalla librada aquí dejó unos 20.000 muertos en cada uno de los bandos.
Desde esta cima descendimos en dirección sur siguiendo una empinada y resbaladiza senda hasta enlazar con camino rodeado de coloridos prados de avena, por la zona de el Colmenar, que nos llevó a las primeras casas de Quijorna, descendimos por la calle del Camino del Olivar.
Sólo quedaba llegar al parque junto al arroyo de Quijorna, cruzar de nuevo el puente de la Virgen del Pilar y celebrar el fin de etapa en el restaurante El Águila con un reconfortante cocido, al que se unió Juan M, bastante recuperado de su accidente, y la mujer, hijo y nieta de Marcelo.
Por la singularidad de la zona, cargada de historia, las bonitas vistas y el buen tiempo, ésta ruta se ha merecido 4 estrellas.
Paco Nieto
FOTO REPORTAJES

En la cima de Peñas Pardas contemplamos los restos de un nido de ametralladora y en sus proximidades trincheras que el paso del tiempo no ha logrado ocultar, como las heridas abiertas por esa guerra que solo en la batalla librada aquí dejó unos 20.000 muertos en cada uno de los bandos.
Desde esta cima descendimos en dirección sur siguiendo una empinada y resbaladiza senda hasta enlazar con camino rodeado de coloridos prados de avena, por la zona de el Colmenar, que nos llevó a las primeras casas de Quijorna, descendimos por la calle del Camino del Olivar.
Sólo quedaba llegar al parque junto al arroyo de Quijorna, cruzar de nuevo el puente de la Virgen del Pilar y celebrar el fin de etapa en el restaurante El Águila con un reconfortante cocido, al que se unió Juan M, bastante recuperado de su accidente, y la mujer, hijo y nieta de Marcelo.
Por la singularidad de la zona, cargada de historia, las bonitas vistas y el buen tiempo, ésta ruta se ha merecido 4 estrellas.
Paco Nieto
FOTO REPORTAJES
Está de mucha historia este lugar.
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