miércoles, 18 de diciembre de 2019

Excursión 502: Mina de las Cortes y Cóncavo de Siete Picos

FICHA TÉCNICA
Inicio: Fonda Real
Final: Fonda Real
Tiempo: 6 a 7 horas
Distancia:  15,3 Km
Desnivel [+]: 776 m
Desnivel [--]: 776 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: 
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 33

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta



















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta







PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

Mapa 3D (archivo kmz)

RUTA EN WIKILOC

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RESUMEN

Es un gran honor, para el más novato de los senderomagos, hacer la crónica de esta probablemente última excursión del año 2019, la número 502 del GMSMA, la discreta número 8 de mi cuenta particular, pero sin duda la más bonita que he hecho con vosotros.

Tenemos que dar gracias, como siempre, a Antonio y a sus benditas improvisaciones sobre la marcha, que nos han conducido a disfrutar de una maravilla paisajística y de una bonanza meteorológica gracias a la ventana de sol que nos han dejado "Daniel" y "Elsa", esas grandes borrascas que nos atacan desde el Atlántico.

La niebla y las nubes bajas que dominaban sobre la mayor parte de la Comunidad de Madrid, no presagiaban nada bueno, aunque a algunos nos cabía la esperanza de que esas nubes bajas dejaran libre las cumbres.

El punto de encuentro de nuestra ruta estaba en la subida al Puerto de Navacerrada, concretamente en el aparcamiento detrás de la Fonda Real. Iniciamos nuestra marcha por una cómoda y larga pista forestal, que nos llevó a bordear a nuestra izquierda y a cierta altura el pantano de Navalmedio, que recoge las aguas del río del mismo nombre.

El día estaba cerrado con niebla, mucha humedad y frío. Ángel y Marcos C estaban ya buscando sus setas. Lucio y Carolina dando voces a Kiro y esas primeras horas también se buscaba a Mecha, como viene siendo habitual.

A medida que caminábamos, Julián y yo disfrutábamos de una lección magistral sobre la calidad del buen aceite de Jaén y unos consejos prácticos sobre el tema a cargo de Paco D.

El camino seguía bastante plano, lo que nos hacia intuir que la subida iba a ser luego más dura. Tras cruzar el río por un puente de cemento, comenzó el ascenso, siguiendo el Camino del Calvario, que conecta Cercedilla co el puerto de Navacerrada. Aunque la niebla era persistente, a ratos salía un tibio sol que se volvía a esconder.

Tras dejar la cómoda pista y continuamos por una estrecha senda, por fin llegamos a la mina de Las Cortes de Navacerrada, pequeña explotación de mediados del siglo XIX, que en la Guerra Civil se explotó para extraer Wolframio. La curiosidad nos pudo a casi todos y allá fuimos a sentirnos exploradores, descubriendo murciélagos y un Belén en el fondo de la mina que nos recordó la proximidad de la Navidad.

Seguimos ascendiendo y cruzamos la vía del ferrocarril que une Cercedilla con el Puerto de Cotos, donde Mari Angeles nos hizo una vez más una demostración de su "agilidad gimnástica".

Tras parar en el collado Albo para tomar el tentempié del ángelus, pareció que las fuerzas aportadas nos ayudaron a subir la dura pendiente y rocas que nos esperaban, pero a medida que ascendíamos, el sol nos iluminaba el día y un mar de algodón se abría a nuestros pies.

Comenzaba el mejor momento de la excursión, el espectáculo era brillante, lleno de luz, las montañas manchadas tibiamente por las recientes nevadas y el calor que nos aportaba el astro rey hacia subir los ánimos. Nunca el "avión de Jorge" ha sido tan auténtico, ¡estaba volando por encima de las nubes!.

Las cámaras de los móviles no paraban, todos queríamos plasmar el mágico momento que estábamos viviendo, y ciertamente las fotos dan pruebas de ello, aunque las sensaciones vividas in situ no hay cámara que sea capaz de captarlas.

Reiniciamos la andadura por pasos difíciles que recordaban a zonas de La Pedriza, las ayudas de manos amigas, se necesitaron para algunos de ellos, rodeamos arboles imposibles doblados sobre ellos mismos, hechos auténticos nudos de madera vieja curtida por el frío de estas montañas.

Conectamos con la senda Herreros (PR-8), por la que descendimos bordeando el Cóncavo de Siete Picos. Bajo los Riscos de Cueva Lirón paramos a dar cuenta de los bocadillos. Tras la comida y los tragitos de vino de las botas de Antonio y Jose Luis, continuamos bajando por el sendero que algunos atribuían a de los "herreros", no faltando por ellos las bromas y los cánticos al respecto.

Pero en realidad, el nombre se debe a Enrique Herreros, famoso ilustrador, humorista y artista que, allá por los años veinte del siglo pasado, hizo las delicias de quienes leían La Codorniz. Erudito y amante de la cultura y de la montaña, el dibujante trazó este recorrido, uno de los más bellos y abruptos de la Sierra de Guadarrama.

Si la subida fue dura la bajada tampoco estuvo mal, piedras mojadas y resbaladizas provocaron varias caídas, afortunadamente sin mayores consecuencias, aunque algunos/as se habrán explorado al llegar a casa en busca de hematomas en sus posaderas.

Por fin llegamos al río Pradillo, cuando aún solo es un recién nacido, punto final o inicial, según se mire, de la senda Herreros. Durante un trecho fuimos paralelos al arroyo, deleitados por su alegre murmullo, cruzamos un par de veces la vía del ferrocarril y una última vez en la colonia de Camorritos.

Más abajo fue un problema vadearlo, si no, que se lo pregunten al pie mojado de Teresa, a la rodilla de Javier y a otro pie que pisó el espléndido "regalito" de una vaca.

Cruzamos de nuevo la vía ferroviaria y la colonia de Camorritos y emprendimos la vuelta por el pantano de Navalmedio hasta el aparcamiento.

Cuando creíamos que ya solo quedaba descender, subimos por una loma hasta alcanzar un collado desde el que descendimos para bordear el pantano de Navalmedio hasta el aparcamiento de la Fonda Real.

Una excursión Mágica, pero la magia, no solo fue debida a la belleza del paisaje y al buen tiempo, la Magia auténtica es el buen rollo y el buen humor que impera en el grupo, me siento afortunado de haberos encontrado.

Creedme si os digo que sois parte de las pocas cosas buenas que me han pasado en este nefasto, para mí, año 2019 que se acaba. No es mi pretensión halagar vuestros oídos, lo digo de corazón. 

¡Gracias a todos por vuestra acogida! De forma muy especial a Antonio y a los Pacos por su labor y esfuerzo, y por supuesto a Leonor por ser mi madrina en mi bautizo de senderomago.

¡Feliz Navidad y un Mágico 2020!
Fernando Hernández

P.D.: Como parece que solo el cronista es el que puede calificar la excursión, le otorgo un 5, la máxima nota.


La excursión tuvo su inicio
a tres días del solsticio
de invierno —no es nada extraño—,
un miércoles muy propicio
para terminar el año.
La previsión auguraba
niebla, frío y ventarrón,
mas fue una equivocación,
ya que no nos anunciaba
darse térmica inversión.
—¡Vaya un día más pachucho!,
seguro que llueve mucho.
—No sé si a los de Alcalá
esto nos convencerá,
quizá nos dé un arrechucho.

Mandó nuestro comandante
convocatoria oficial
justo en la Fonda Real,
que hoy solo es un restaurante,
mas nombre tan rimbombante
fue debido a una memez:
pues con toda rapidez
se hizo famoso el recinto
porque el rey Felipe V
allí pernoctó una vez.

Al salir, por consiguiente,
tomamos directamente
la ruta que por en medio
sin saltar, cruzando un puente,
atraviesa el Navalmedio,
y ascendiendo por el río,
siguiendo la margen diestra,
nos entró un escalofrío
ante un nuevo desafío:
la cornamenta siniestra
de una vaca en el camino.
Vito y Twiter dan ladridos,
y con instinto asesino
la siguen enloquecidos.

Cambio de tercio canino,
y con una revolera
Mecha se mete en faena
con el astado en la arena.
¡Que le den una montera
a esa perra tan torera!
Kiro se nos viene arriba
y la vaca que se agobia
se vuelve un poco agresiva,
¡Que le den la alternativa
en el coso de Segovia!
Cambio de tercio y pitada,
pues la vaca mosqueada
a todos los gemesmeros
nos confundió con toreros
siguiendo la novillada.

Tras un ascenso empinado
y una trepada cansina
por una senda anodina,
hubimos por fin llegado
a la boca de la mina,
y aunque hay cosas más modernas
para no llevarse un fiasco
unos fueron con linternas,
y algunos hasta con casco
para explorar las cavernas.
¿Y qué es lo que dentro había?:
una cueva muy vacía
murciélagos, unos cien,
y al fin de la galería
hubo un portal de Belén.

Seguimos por la ladera,
atravesamos la vía
un poco más todavía,
y sacamos la tartera,
en una zona algo fría,
y de la niebla hubo que
poner los culos a salvo
en tomando el tentempié,
aun siendo solo un café,
justo en el Collado Albo.

Por la cuerda remontamos
a la Pimpollada Negra,
el sol al fin contemplamos
y de la niebla escapamos
—lo que siempre nos alegra—,
y al volver la vista atrás
vimos algo fascinante
la mejor vista, y quizás,
algo tan impresionante
que no olvidaré jamás,
pues la térmica inversión
hace que según más subes
se despeja la visión
y abajo un gran mar de nubes
cubre toda la extensión.

El volver no fue sencillo:
roquedales puñeteros
siguiendo la Senda Herreros
hacia el Hoyo Terradillo,
comienzo del río Pradillo,
y si por estas pedrizas
la subida es muy cansada
más perversa es la bajada
por rocas resbaladizas
—un traspiés y te deslizas—.
Seguimos el río Pradillo
hasta cruzar Camorritos
iba el río bien crecidillo
y no vimos puentecitos,
¡hay que saltar, señoritos,
y el torrente no se aplaca!

Saltamos sin alharaca
y ninguno se mojó,
pero más de uno cayó
sobre una caca de vaca.
Nos quedaba, por un prado,
pasar un breve collado,
sobrepasar sin remedio
la presa de Navalmedio,
y veríamos alcanzado
nuestro destino final
por caminos principales
sin cuestas ni pedregales,
dos kilómetros, total,
hasta la Fonda Real.

A mí en nada me compete
poner nota a la excursión,
que el cronista la interprete
y dé su propia opinión,
en eso nadie se mete,
pero me estoy preguntando:
¿pensando y considerando
qué bien nos fue la excursión,
será buena puntuación
la que le ponga Fernando? 

¡Feliz año a todos!

Paco Cantos

FOTO REPORTAJES

miércoles, 11 de diciembre de 2019

Excursión 501: Valle de las Cerradillas

FICHA TÉCNICA
Inicio: Puerto de Cotos
Final: Puerto de Cotos
Tiempo: 3 a 4 horas
Distancia:  9,3 Km
Desnivel [+]: 320 m
Desnivel [--]: 320 m
Tipo: Ida y vuelta
Dificultad: Baja
Pozas y agua: 
Ciclable: No
Valoración: 4
Participantes: 15

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

Mapa 3D (archivo kmz)

RUTA EN WIKILOC
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RESUMEN
La niebla y la lluvia había sido la constante durante la noche y al amanecer no parecía que fuesen a cesar durante el día. Este pésimo panorama de invierno adelantado, seguro que era uno de los responsables de la menguada participación, que rondaba la veintena, en contraste con la excursión anterior, a la que asistimos 53.

La propuesta de Antonio era subir desde el puerto de Cotos a Valdemartín por el valle de las Cerradillas y bajar por la loma del Noruego, pero nada más llegar al puerto lo empezamos a poner en duda, porque fue bajarnos del coche y arreciar la lluvia con viento racheado.

Reunidos en venta Marcelino a la espera de Antonio, pronto surgieron las primeras deserciones, entre ellas de los que nunca son partidarios de mojarse, y eso que se habían hecho cien kilómetros para llegar hasta aquí.

Los demás, viendo que la ventisca arreciaba, pensábamos que íbamos a cambiar la ruta por otra a mayor resguardo del viento, pero en cuanto llegó Antonio, se acabaron las elucubraciones en cuanto dijo “la ruta se hace”.

Y sin mayor dilación los 15 que decidimos quedarnos le seguimos con la sensación de que nos íbamos pronto a arrepentir. Bien abrigados, desafiamos el vendaval cruzando la carretera entre una espesa niebla.

Iniciamos la subida por el bosque con el suelo cubierto por la nieve caída días atrás. Al poco, el hielo nos obligó a parar y ponernos los pinchos para evitar resbalones.

Conforme más ascendíamos, más viento hacía, lo que nos animaba a acelerar el paso. No fue hasta alcanzar la carretera de Valdesquí que nos sentimos a resguardo de la ventisca.

Cruzamos, casi sin distinguirla por la niebla, la explanada que hace de antesala al refugio del Pingarrón, por el que descendimos en busca de las hermosas praderas por donde discurre el recién nacido arroyo de las Guarramillas.

Una plataforma de madera nos facilitó el paso al otro lado del arroyo, continuando por el PR-27, la senda que une el puerto de Cotos con Cabezas de Hierro.

En ligero ascenso, la senda nos fue acercando hacia el arroyo de las Cerradillas, al que llegamos tras un notorio descenso y vadear previamente como pudimos otros dos arroyos, afluentes del anterior.

Con sumo cuidado y cada cual por donde pensaba se iba a embarrar menos, cruzamos el mencionado arroyo, que nace a los pies de Cabezas de Hierro.

Al poco, cruzamos otro arroyo y, al remontar la ladera de la Majada de la Cerradillas, el viento se volvió más intenso y la niebla más densa. Con todo, continuamos ascendiendo por el PR-27, en dirección a la cumbre, aunque la visibilidad solo daba para una decena de metros.

Fue al cruzar de nuevo el arroyo anterior y enfrentarnos, sin resguardo posible, al viento del este, cuando Antonio decidió cambiar de planes e iniciar el regreso, visto que continuar en el empeño era poco prudente.

Así pues, poco antes de llegar a la parte alta del arroyo de las Cerradillas, nos volvimos, campo a través, hasta dar con la senda que habíamos traído y, cruzando de nuevo este arroyo y los dos siguientes, nos plantamos de nuevo en la plataforma de madera del arroyo de las Guarramillas.

Al cruzarla, decidimos desviarnos a la derecha para hacerle una visita a la Poza de Sócrates, en la que caía incesante y con gran estruendo una continua tromba de agua, procedente del deshielo de la nieve acumulada en Valdesquí y las Guarramillas.

Aunque había dejado de llover y el lugar se prestaba a dar cuenta de los bocadillos, convencí a Antonio de que mejor nos sabrían al amparo de unas cervezas en el Refugio de Cotos, albergue habilitado hace poco más de un año en la propia estación del Puerto y que la mayoría del grupo no conocía.

Pusimos rumbo hacia él, regresando sobre nuestros pasos, solo que esta vez seguimos la carretera que nos llevó sin cuestas hasta el Puerto, y en dos minutos más estábamos en la estación, calentitos y cerveza en mano unos y reconfortantes calditos otros.

Tras comernos los bocadillos y tomarnos un café, Carlos, el encargado del refugio, nos mostró amablemente las instalaciones, situadas en el piso superior del edificio, en lo que antaño era la casa del jefe de estación. Cuenta con 42 literas y un amplio salón comedor con chimenea, duchas de agua caliente y servicios. Anotado queda para pasar aquí una noche entre dos buenas rutas por la zona.

Aunque la excursión no se merecía más de 3 sicarias al haberla tenido que acortar, le otorgo una más al haber puesto a prueba nuestra constancia, habernos proporcionado unas bonitas estampas invernales y una contemplación de la Poza de Sócrates como nunca la había visto antes, amén de un final a resguardo y un bar a nuestra disposición, que ahí es nada.
Paco Nieto

FOTOS

miércoles, 4 de diciembre de 2019

Excursión 500: Fortines de Peguerinos y Cueva Valiente

FICHA TÉCNICA
Inicio: Camping Valle de Enmedio
Final: Camping Valle de Enmedio
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia:  11,2 Km
Desnivel [+]: 479 m
Desnivel [--]: 479 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: 
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 53

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

Mapa 3D (archivo kmz)

RUTA EN WIKILOC
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RESUMEN
Esta no era una excursión más del GMSMA, era especial, nada menos que la 500, medio millar de días caminando desde que el 28 de febrero de 2008 se pusiesen en marcha, por iniciativa de seis amigos, que sin saberlo aún, dieron un paseo por el embalse de Navacerrada. Por eso, cada cierre de año volvíamos por allí para rememorarlo, pero esta vez hemos cambiado ese escenario por el de Peguerinos.

El Valle de Enmedio está situado al sur de la Sierra de Malagón, encajado entre los cerros de las Navas del Toril y Cueva Valiente, perdido entre enormes bosques que le dan sombra y afilados roquedos que le dan magníficas vistas. Lugar de leyendas y escondidos tesoros que descubrimos de la mano de Jorge S, gran conocedor de la zona y al que le debemos la preparación de la ruta y la elección del restaurante donde celebrar estos 500 días juntos.

Para ello, nos acercamos a Peguerinos, pueblo tradicionalmente ligado a la explotación de sus pinares, de los que se extraía, entre otros productos, la pez, obtenida a partir de la destilación de la trementina y destinada a calafatear el casco de los buques, impermeabilizar el interior de las botas de vino o marcar al ganado. De hecho, el nombre del pueblo parece tener que ver con los términos peguera (lugar en que se fabrica la pez) o pegueros (fabricantes y vendedores de pez).

Atravesado el pueblo, proseguimos, con desconocidas y sorprendentes vistas del embalse de la Aceña, prácticamente vacío, producto de la gran sequía estival que las últimas lluvias aún no han siso capaz de contrarrestar.

Pasado el pueblo, llegamos al pequeño aparcamiento que hay a la entrada del camping Valle Enmedio, inicio y final de nuestra memorable excursión. El gran bullicio que comenzaba a formarse prometía mucha participación, como suele ser costumbre en las ocasiones especiales y en esta con mayor motivo.

Primeras dudas: ¿qué ponerte?, ¿Habrá nieve?, ¿Hacen falta pinchos?, ¿Alguien tiene para dejarme?.

Cuando estábamos todos, echamos a andar siguiendo a Antonio por el sendero que va paralelo al arroyo Valle de Enmedio y que, en dirección noroeste bordea el camping, para enseguida cruzarlo aprovechando una de las pequeñas represas de cemento que facilitan el paso a modo de puente, iniciando una subida, que deja el camping a nuestra izquierda, por una senda bien marcada que va, con suave pendiente, en busca del embalse del arroyo del Prado del Toril, construido para abastecer de agua al camping.

La nieve adornaba tímidamente las márgenes del camino e incluso tapizaba, a ratos la pista. Pocos metros antes de llegar al embalse divisamos un refugio con aspecto de no estar muy cuidado. Al llegar a la presa que creó un poco de confusión, el grupo de cabeza vio que era complicado vadear el arroyo y dijo a la grupo de cola que cruzáramos por la presa, pero encontraron una manera de lograrlo y nos llamaron para que regresáramos y seguirles.

Continuamos ascendiendo, bordeamos el embalse y, con ayuda de unas piedras y mucho cuidado, vadeamos por primera vez el arroyo del Prado del Toril, que nace en la Nava con el mismo nombre y desemboca en el arroyo de Enmedio 2,5 km mas abajo.

Tras un segundo vadeo del arroyo, éste mucho más fácil, alcanzamos la nevada pradera de Navas del Toril, cerrada en su parte norte por una de las frecuentes formaciones rocosas que jalonan el Valle de Enmedio.

Junto a ellas nos hicimos la foto de grupo y paramos a tomarnos el tentempié de media mañana, momento que aprovechó nuestro compañero ruso para quedarse medio desnudo y darse un baño de nieve, rápidamente secundado por Joaquín para demostrar que los de aquí no íbamos a ser menos.

Quiso el sol salir para realzar aún más la belleza de la praderita, totalmente cubierta por un manto de nieve y rodeada de pinos con un ligero ambiente navideño. De nuevo en marcha, bordeamos el roquedal para enseguida encaramamos a él para descubrir uno de los muchos fortines que existen en la ruta.

Son un conjunto de posiciones, fortificaciones, acuartelamientos, puestos de ametralladoras y trincheras construidas durante la Guerra Civil por el mal llamado frente nacional en su avance hacia Madrid y Segovia. Nos sorprende la anchura de los muros de piedra y el entramado de trincheras que unen unos puestos con otros, en el que incluso utilizaron escaleras de piedra, los largos años de la contienda y lo estable que fue este frente dieron para tales adornos.

Vistos los fortines y las impresionantes vistas que del valle se tienen desde el roquedal, buscamos una pista, que antiguamente era la carretera que unía el Alto del León con Pereguinos pasando por Cueva Valiente.

Medio oculta por la cada vez más numerosa nieve, por ella ascendemos unos 300 metros, desviándonos a la derecha para subir a otro roquedal donde se encuentra otra de las posiciones, también fuertemente amurallada y con varios nidos circulares para las ametralladoras.

Hechas las pertinentes fotos de las bonitas vistas que se tienen desde los parapetos, retomamos la pista, por la que continuamos el ascenso hasta alcanzar el collado que hay antes de la subida a Cueva Valiente, a la que la mayoría ascendimos para visitar su refugio y el vértice geodésico que domina la cumbre, situada a una cota de 1903 metros, la máxima de la ruta. La pena fue que estaba medio cubierta por la niebla, lo que nos impendió disfrutar de unas vistas que desde aquí son casi infinitas.

Llegados de nuevo al collado, tras varios conatos de guerra de bolas de nieve (estas son las únicas guerras que me gustan), nos reagrupamos antes de iniciar el descenso, en medio de un paisaje totalmente invernal y navideño. Giramos hacia el suroeste, en busca de las Navas del Toril, al encuentro de la senda por la que habíamos ascendido.

El trayecto estuvo entretenido, sorteando regatos de agua, nieve y roquedos. Una vez conectamos con la senda, descendimos repitiendo los cruces de arroyos hasta llegar de nuevo a los coches.

Nos esperaba el remate de fiesta, la comida de fin de temporada y celebración de llevar 500 excursiones, la mitad del objetivo que se ha fijado Antonio de hacer con este maravilloso grupo. Fue en el restaurante "Las Buenas Costumbres", donde, ironías del nombre, todo estuvo excelente, pero eche en falta la buena costumbre de acabar la fiesta con el Niño de las Monjas de Joaquín y el relato del Ovejero de José María.

Por la ruta, la nieve, el buen tiempo, la compañía y lo bien que lo pasamos le pongo un 5 a esta excursión tan emotiva.
María  Ángeles Peña

Quinientos días juntos


Se me antoja que fue ayer

cuando el GMSMA empezó,
pero una suma arrojó
que el grupo tiene en su haber
ya quinientas excursiones;
cuatro mil trescientos días
no son fanfarronerías,
¡doy mis felicitaciones!
Mas pensando que no hay quien
todas pudiera contar,
bien se podría intentar
contarlas de cien en cien:

La cien tuvo la prudencia
de explorar el río Aulencia,
fue una animada excursión
sin dolores ni agujetas,
y se hicieron camisetas
como conmemoración.

La doscientos, sin encantos,
se realizó entre dos santos:
San Pedro a San Agustín;
recorrido interminable,
y un calor inenarrable,
aunque terminó en festín.

La trescientos fue rareza,
una difícil proeza;
una excursión mochilera
de ocho valientes cofrades,
allá por las Merindades:
subir el Castro Valnera.

La cuatrocientos, festiva,
desde el Pontón de la Oliva
a Cueva del Reguerillo,
que no nos dejó perplejos
como los Enebralejos,
porque entrar no era sencillo.

Por fin llegó la quinientos
que entre buenos sentimientos
y rodeados de pinos,
la preceptiva excursión,
la comida y el fiestón
se celebró en Peguerinos.

Hubo, además, muchas otras excursiones
de las cuales solo algunas citaré
tantas hazañas y tantas emociones
son un recuerdo que nunca olvidaré:

Nos causó bastante pena
esa historia del Pino de la Cadena.

Sin duda lo más morboso
fue visitar el Azud del Tenebroso.

No se oyeron muchas quejas
al subir el Callejón de las Abejas.

Por poco de aquel recinto
nos quedamos sin salir, del Laberinto.

Algo muy impresionante,
fue cruzar el Cuchillar del Asomante.

Habría sido una imprudencia
torear en el redondel de Canencia.

Singular y bien notorio,
descender las Cascadas del Purgatorio.

Estuvimos muy atentos
al ver la Piedra Escrita de Cenicientos.

La escalera chapucera
que permite el paso de la Cagalera.

Repetiría la proeza
de visitar la fábrica de cerveza.

Del Diablo tan listillo
vi su puente, carro, ventana y colmillo.

Aquella lluvia mezquina
que nos cayó en las hoces de Pelegrina.

El rayo que causó estrago
y susto del Picazuelo de Buitrago.

Roca bastante curiosa
la del Dinosaurio de la Maliciosa.

No tenía cognición
de que el tal Pacheco tuviera un Cojón.

¡Cuidado! Te descalabras
al escalar por la Ruta de las Cabras.

Con tres mil euros te apañas
si a los Baños de Venus vas y te bañas.

Un lugar espiritual,
Jarama y Monasterio de Bonaval.

Ni bares ni botellón,
que es para andar la Ruta del Boquerón.

Toda de nieve cubierta
la silueta yerta de la Mujer Muerta.

Cárcavas de Burujón,
que me gustaron más que las del Pontón.

Nocturnas con luna llena,
con más invitados que en una verbena.

A la Maliciosa Baja
en frío, ninguna excursión aventaja.

Las chorreras del Hornillo,
los Litueros, San Mamés, ¡vaya fresquillo!

Al Valle de los Caídos
nos colamos, pero fuimos sorprendidos.

Que alguien me lo recuerde:
¡No parar en el Puerto de la Cruz verde!


La aventura temerosa
de explorar el búnker de la Marañosa.

Les pareció el más allá
pasearse por los cerros de Alcalá.

Llegar al Balcón Prohibido,
la mayor transgresión que hemos cometido.

Remar nos gustó un montón
en Buitrago, Picadas y el Duratón.

Y hasta aquí resumiría
unas cuantas excursiones
que aunque las hay a montones
contar todas, no podría.

¿Cómo expresar la quinientos
hablando con precisión?
quingentésima excursión,
y así todos tan contentos,
pero más nos gustaría
con aire bien juvenil
llegar a cumplir las mil
y milésima sería.
Paco Cantos 4/12/2019

FOTO REPORTAJES

Foto reportaje de José María Pérez

VÍDEOS
Vídeo de José María Mascaraque

FOTOS
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Fotos de Antolín