miércoles, 29 de julio de 2020

Excursión 519: Abedular de Canencia y Chorrera de Mojonavalle

FICHA TÉCNICA
Inicio: Puerto de Canencia
Final: Puerto de Canencia
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia:  12,4 Km
Desnivel [+]: 464 m
Desnivel [--]: 464 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: 
Ciclable: No
Valoración: 4,5
Participantes: 11

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RUTA EN WIKILOC

RESUMEN
“La vida de cada hombre es un camino hacía sí mismo, el ensayo de una ruta, el boceto de un sendero”. Hermann Hesse

Es curioso, ahora soy consciente del hecho de que nunca me había llamado la atención el recorrer senderos por el mero hecho de hacerlo, sin otra intención principal que la búsqueda de un destino fijado, o bien, el uso de la naturaleza como idílico decorado de algún tránsito vertiginoso a bordo de vehículos varios, en las que el objetivo era mas disfrutar de las sensaciones que la adrenalina genera que el disfrute pausado del entorno.

La casualidad me ha brindado la oportunidad de ralentizar mi veloz tránsito y poder ver y apreciar, desde su interior, catalizado a través de los ojos expertos de estos incomparables compañeros de viaje, esos senderos, valles, montañas y ríos que creía conocer como espectador, pero de los que no formaba parte hasta que he depositado en sus entrañas mi admiración, contemplación y sudor. Gracias de antemano a estos nuevos compañeros de camino, de este singular y variopinto grupo, por abrirme sus puertas y dejarme acompañarlos en este, para mi, nuevo boceto de un sendero.

Y tal como las normas no escritas de este grupo dictan, y como rito iniciático para que el novato se curta en estas lides montañeras, he sido amablemente “invitado” a realizar la crónica de nuestra última y bella excursión, esta vez por la parte sur de la sierra de Guadarrama… allá vamos:
        
Acudimos al puerto de Canencia atraídos por la puntual convocatoria de Paco Nieto, en la que prometía visitar uno de los abedulares más bonitos y antiguos de Madrid y la Chorrera de Mojonavalle, arropados por las tupidas sombras de los árboles y al fresco de los arroyos… ¿quien podía decir que no a tan tentativa oferta que nos abstraería durante unas horas de la cruel canícula estival que nos azotaba en nuestro mundo cotidiano?

En contra de lo que pensaba, y cumpliendo esa máxima senderista de que la línea recta no suele ser nunca la mejor opción para unir la ruta entre dos puntos, no fuimos primero a descubrir estas maravillas, si no que, en dirección contraria, dimos un rodeo para alargar así el disfrute de la excursión, lo que nos permitió conocer la pradera del Collado Cerrado, una de las más bonitas en primavera de la sierra y que conserva milagrosamente aún su fulgurante verdor, fruto del humedal en el que se encuentra. Un paseo agradable y sin pendiente en el que disfrutar del paseo y acondicionar cuerpos y mentes para las etapas mas escarpadas.

Esta vez tuvimos durante gran parte del camino a una guía de lujo, Teresa, que, iluminada por cierto dios egipcio del sol, nos guió con maestría y eficacia, dando su colorido toque personal y embelleciendo la ruta con los colores varios que nos iban anticipando el nivel de confort o dureza del siguiente tramo.

Entre amplios pinares, robledales e incluso algún que otro chopo a la orilla de los arroyos y acompañados de mariposas de colores, bajamos hasta el encuentro del arroyo del Sestíl del Maíllo, que tiene su cuna en la umbría del cerro Perdiguera, a medio camino entre los puertos de Canencia y la Morcuera.

Muy cerca de su cauce visitamos el abandonado puente del Vadillo, sobre el arroyo del Tercio de las Matas, al que el Sestil entrega sus revoltosas aguas.

Éste era el punto más bajo de la excursión así es que sabíamos que ya todo lo que quedaba era subir y subir. Lo hicimos a buen ritmo, hasta que una seductora sombra en una pronunciada curva de la pista, con las fuerzas menguadas por el desnivel acumulado, nos dimos un respiro para tomar el tentempié de las 12, al que llaman el ángelus, y al parecer, es rito obligado para cualquier “gemesmiano” que se precie.

En el transcurso del refrigerio surgió una pequeña trifulca dialéctica que enfrentó a los bandos extremeño-andaluces con los castellanos sobre el termino de “regañaos/ados… son las ciruelas por el norte?, son tortas por el sur?

En cuanto hubo la suficiente cobertura, una vez ascendímos, San Google dirimió la cuita, dejándola en tablas técnicas e iluminándonos a los legos sobre la riqueza léxica y gastronómica patria.

Proseguimos, con reanudadas fuerzas, hasta alcanzar a los pocos metros el Collado Cimero. Durante este tránsito tuvimos la suerte de disfrutar de uno de esos momentos mágicos que componen y motivan el espíritu y el nombre de este grupo montañero. Dos joviales y jóvenes corzos corretearon varias veces alrededor nuestro, ajenos a la presencia humana, y más atentos a sí mismos y a sus jugueteos que a los sorprendidos y maravillados observadores de excepción.

No hay testimonio gráfico ya que solo nos dio tiempo a abrir nuestra mandíbula y disfrutar de uno de esos momentos especiales y compartidos que quedan grabados en nuestra retina y en nuestro corazón.

En el collado, cambiamos de vertiente y enfilando hacia el encuentro de nuevo del arroyo del Sestil del Maíllo, en la zona en la que, a su vera, proliferan, formando un bosque de cuento, abedules, tejos, acebos y serbales, especies típicas de latitudes mucho más norteñas, que conforman un bosque singular, el llamado Abedular de Canencia.

Éste es uno de los rincones invernales más umbríos, húmedos y gélidos de la sierra de Guadarrama, recuerdo de los días de frío extremo de la última glaciación.

Y como no solo de pan vive el hombre, WikiPaco, inagotable fuente de sabiduría de la naturaleza, nos iluminó de conocimiento haciéndonos notar que las hojas los acebos solo tienen pinchos por su parte inferior para defenderse y ser menos apetecibles a los eventuales herbívoros depredadores. Lo que no nos explicó es cómo hacen las hojas del acebo para saber a qué altura están situadas y decidir si sacan los pinchos o no... gps? una app? Imagino que lo habrá dejado para la clase de segundo de acebos...

Sexta, para los romanos, era la hora central del día, la de más calor, que designan tanto la costumbre de dar una cabezada después de comer como la que tiene el ganado de recogerse en lugares fresquitos para más o menos lo mismo. De ahí viene 'sestil', que es el nombre que reciben tales lugares y este arroyo, uno de los más sombríos de Madrid.

Lo de Maíllo le viene, al parecer, en referencia a un manzano silvestre que seguramente debía existir junto a su cauce, pero del que no vimos ni rastro de él.

Descendimos junto a la orilla izquierda del arroyo hasta llegar a un puente que lo cruza. El abedular juguetea con las frías aguas del arroyo del Sestil del Maillo, que le da la humedad necesaria para su existencia.

Los robles aportan algo de contraste al verde de los pinos y matorral del camino, que junto con el llamativo musgo, colorean el paisaje de llamativa forma.

Junto al puentecillo crece un esbelto tejo, que, aunque parece joven, debe tener cientos de años. Tras las fotos de rigor, incluida la de grupo, y que algunos avezados intentasen ser inmortalizados marcándose un “Jorge”, remontamos el arroyo, en busca del segundo objetivo del día, la Chorrera de Mojonavalle.

Tras una parada para refrescar los pies en una bonita poza, con pequeña cascada incluida, y cruzar el arroyo en un par de ocasiones, llegamos a la base del pétreo tobogán de más de 30 metros de altura, el Chorro de Mojonavalle, que desgraciadamente, según me comentaron los veteranos, no lucía todo su habitual encanto invernal, al estar frugal en cauce, aunque la belleza intrínseca de su escarpado esqueleto es innegable.

En busca de su inicio trepamos unos cuantos, hasta la base de lo que es su escalón intermedio, siguiendo una senda que enseguida se complica, dada la verticalidad de esta imponente pared. Tras las fotos junto a la menguada cascada, descendimos al encuentro del resto del grupo, que nos esperaba al pie de la chorrera.

Desde allí, siguiendo una senda botánica, ascendimos hasta el Centro de Interpretación Ambiental del Hornillo, que aunque está en un aparente estado de abandono, conserva en buen estado una pérgola con varias mesas en las que nos comimos plácidamente los bocadillos, algunos hasta con cervecita fresca.

Desde este estupendo mirador divisamos en primer término, el valle de Canencia, más allá, la cuenca media del Lozoya y las tierras de Buitrago y, amurallando el horizonte, Peñalara, las cumbres de los montes Carpetanos, Somosierra y Ayllón.

Estábamos tan a gusto, a la sombra, con un agradable y refrescante vientecillo, que nos costó reanudar la marcha y regresar al puerto, lo que hicimos siguiendo el GR-10.1 y posterior desvío para ver un chozo de pastores que quedaba a nuestra izquierda.

A las cervezas y cafés de celebración de fin de ruta nos invitó Belén en Miraflores de la Sierra, que celebraba no sé muy bien el qué, pero brindamos con ahínco por ello. Gracias Belén!

En mi opinión, la de hoy ha sido una excursión muy bien escogida y diseñada. Con el día de calor extremo que teníamos encima, una más dura y más al raso hubiera sido mortal de necesidad, y, sin embargo, la umbría del tupido bosque y el frescor de los arroyos nos ha hecho disfrutar mucho del día y de la caminada. Gracias Paco!

Espero que esta crónica sirva para que los eventuales futuros viajeros puedan ser guiados a conocer y descubrir estos incomparables paisajes desde nuestras propias experiencias compartidas y como recuerdo indeleble de los que ya hemos tenido el placer de disfrutarlos.

Por todo esto, le otorgo un 4,5 sobre 5 a esta fresca y estupenda excursión.
Nacho Castellanos

FOTO REPORTAJES
* Foto reportaje de José María Pérez

FOTOS
* Fotos de José Luis Molero
* Fotos de Paco Nieto

miércoles, 22 de julio de 2020

Excursión 518: El Chorro Grande y las calderas del río Cambrones

FICHA TÉCNICA
Inicio: San Ildefonso
Final: San Ildefonso
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia:  14,3 Km
Desnivel [+]: 610 m
Desnivel [--]: 610 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: 
Ciclable: No
Valoración: 4,5
Participantes: 12

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta

















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

Mapa 3D (archivo kmz)

RUTA EN WIKILOC
Ver esta ruta en Wikiloc

RESUMEN
Son muchos los atractivos que ofrecen a los senderistas los alrededores de la Granja de San Ildefonso, pero hay dos que destacan, el Chorro Grande y las calderas (pozas) del río Cambrones. Unir en una sola ruta ambas maravillas, no es fácil, porque entre ambos lugares hay una gran diferencia de altura y ningún camino que lo facilite.

Ya hace unos años, en la excursión 153, lo intenté, resultando una larga travesía con una azarosa búsqueda del río Cambrones, campo a través en empinada pendiente de descenso, entre ramas amontonadas, terreno inestable, yerbas engañosas, piedras escondidas y alguna que otra zarza.

Por eso el año pasado, en una de mis exploraciones en solitario, busqué un mejor modo de dar con el río Cambrones tras visitar el Chorro Grande, y de ahí surgió esta ruta.

Nos reunimos menos de los esperados, pues unas tremendas tormentas la noche anterior desalentó a más de uno, pensando que continuarían por la mañana, y por el contrario, tuvimos un día estupendo, más fresco que los anteriores, por efecto de la cuantiosa agua caída en la noche.

Partimos de la explana del Palacio de la Granja, dirigiéndonos hacia la plaza de toros. Cruzamos la plaza de los Dolores que, como cada miércoles, estaba ocupada por los puestos del mercadillo, a los que acudían aún con cierta pereza el personal.

Al llegar al recinto taurino, donde celebran encierros en las fiestas del pueblo, seguimos el sombreado paseo del Molinillo para, cruzando un puente, dirigirnos a la urbanización Seo de Urgel donde, tras pasar un portón, se inicia el camino del Chorro, al que se llega, en suave pendiente, por un frondoso robledal por el que arroyos y acequias se entrecruzan duplicando aún más su belleza.

Casi sin darnos cuenta, al poco de internarnos en un sombrío pinar, alcanzamos la base del Chorro, desde la que se tiene una singular perspectiva de esta cascada, la más alta de toda la sierra de Guadarrama. El salto está dividido en tres tramos, interrumpidos por pequeñas pozas, y juntos suman 80 metros de caída casi vertical.

Algunos tenían ganas de más y, como íbamos bien de hora, nos animamos a remontar el escarpado paredón que da acceso al inicio de la cascada, siguiendo una marcada senda que gana altura a cada paso.

Es una trepada dura, pero que compensa, con extraordinarias vistas de la Granja y toda la meseta castellana, el esfuerzo realizado. En la preciosa cascada con poza incluida, paramos un rato a recuperar el aliento y contemplar tan romántico rincón, por pocos conocido, dada la dificultad de su acceso.

Sin alejarnos de la senda, dada la peligrosidad que entraña pisar las resbaladizas rocas por las que se precipita el agua y que, hace tiempo, a una amiga de Jorge M. le costó la vida, nos reconfortamos con las bellas vistas que se tienen desde aquí.

Deshicimos el trayecto seguido en la subida, ahora mucho más liviano en la bajada, hasta alcanzar de nuevo el camino, lo seguimos a buen ritmo hasta cruzarnos con el arroyo el Chorro Chico.

Pequeña cascada que hace honor a su nombre y que pudimos escudriñar entre riscos a lo lejos, distancia y trepada que desanima a ir a su encuentro, por lo que desistimos de hacerlo.

Tras una breve parada para tomar el tentempié, seguimos por la misma pista disfrutando del paisaje que nos ofrecía hacia el oeste hasta que, al llegar a una bifurcación, dejamos el cómodo camino para iniciar un vertiginoso descenso siguiendo un cortafuegos que bordea un enorme pinar, al que nos acercábamos cada vez que podíamos buscando algo de sombra, porque el sol había dejado de ocultarse entre las nubes y quería hacerse notar.

Al final de empinada pendiente, dimos con otra pista, justo en el punto en que cruza el Arroyo del Hueco, y que seguimos hacia la izquierda para poco después, tras cruzar un portón, buscar un rústico puentecillo de piedra que cruza este arroyo y que la vegetación circundante mantiene casi oculto.

Al otro lado del arroyo, seguirnos una desdibujada senda paralela a él, que entre esbeltos pinos descendía al encuentro con el río Cambrones, con el arroyo del Hueco siempre a nuestra izquierda. Llegados al río, lo vedamos con la ayuda de unas piedras en un punto intermedio entre la Cacera Madre y la Caldera Primera.

Seguimos durante un corto trama el río, disfrutando del murmullo del agua y la refrigerante sombra de su arbolado, con la idea de visitar las tres primeras calderas, las más escondidas, buscando para ello los senderos más próximo a la ribera.

Sin embargo, en dos ocasiones hay que alejarse momentáneamente del agua para salvar grandes riscos que impiden seguir la ribera. Una vez entre la Caldera Primera y Segunda y otra entre ésta y la Tercera.

Cada poza es distinta, la Primera es muy bonita, con un pequeño salto de agua en su inicio, la Segunda es la más oculta y salvaje y, por ello, también la más atractiva para los que van buscando intimidad. En ella hay unas enormes marmitas gigantes labradas a base de paciencia y el roce de piedras arrastradas por el agua. La Tercera es alargada y profunda, alcanzando los tres metros, con una cascada que forma una especie de jacuzzi en su inicio, invisible desde el otro extremo de la poza, a ella José María la llama Caldera Mágica, por no sé que leyenda de algún senderemago caminado por sus aguas.

Aquí se quedó Ángel Vallés, que tenía que regresar a la Granja, el resto continuamos el recorrido, en busca de las tres siguientes calderas, es necesario remontar la ladera, en dirección perpendicular al río, hasta dar con la senda principal que, siguiéndola hacia la derecha, va descendiendo hasta dar otra vez con el río.

Dejamos la fuentecilla del Malpaso a nuestra izquierda y remontando el río, paramos a tomar el tentempié a la vera de una agradable poza que entre rocas se surte de dos bonitos chorros. Allí nos esperaba José María, que por quedarse dormido, había venido un poco más tarde, siguiendo el camino corto.

Tras el descanso, unos pocos cruzamos de nuevo el río, con la ayuda de unas piedras estratégicamente situadas. Al otro lado, la senda obliga a remontar el repecho de la margen izquierda del río, alcanzando al poco la Caldera del Guindo, a continuación la de Enmedio y la Caldera Negra, objetivo final de la excursión, donde disfrutamos viendo los arriesgados saltos desde las rocas de un grupo de chavales, empeñados en comprobar una y otra vez la gran profundidad a la que debe su nombre.

El regreso lo hicimos volviendo sobre nuestros pasos hasta llegar de nuevo al río, que volvimos a vadear, y ya todos juntos continuamos por la senda principal. Al pasar junto a la fuentecilla de Malpaso, rellenamos agua, conocedores de lo duro que se hacen los últimos kilómetros, sin apenas sombra.

Al llegar a una gran roca, que algunos se empeñaban infructuosamente en mover, continuamos por la senda viendo desde lejos las calderas en las que habíamos estado, hasta alcanzar una caseta y acequia de captación de agua, llamada Cazera Madre.

Detrás de la caseta sale una senda, que nada más pasar un portón de hierro se interna en un placentero bosque de robles. con el río a nuestra izquierda, hasta otro portón de hierro y un romántico puente de madera que cruza el río Cambrones.

En este punto, nos despedimos del río, que continua su camino hacia el embalse de Portón Alto, donde entrega sus aguas, mermadas, eso sí por la que le roban en la Cazera Madre.

Continuando hasta la pasarela que accede a la pista que baja hacia San Ildefonso, cruzamos el Arroyo del Chorro Grande por el Puente de la Princesa, y seguimos por la calle del Pocillo, Puerta de la Reina y el Parador, regresando así al punto de inicio, la explanada del Palacio de la Granja, donde nos esperaban las cervezas del bar Segovia, con la sorpresa de que al poco se acercó Ángel Vallés para hacernos una foto para El Adelantado.

Por el hermoso día, al principio hasta fresquito, las magníficas vistas desde el Chorro Grande, lo refrescante del paseo junto a las calderas, la estupenda compañía, y la frase que me dijo al acabar alguien que la hacía por primera vez "la excursión me encantó", esta ruta se merece una puntuación de 4,5 sobre 5.
Paco Nieto

FOTO REPORTAJES
* Foto reportaje de José María Pérez

VÍDEOS
* Vídeo de Lourdes Clabo

FOTOS
* Fotos de César Rodríguez
* Fotos de José Luis Molero
* Fotos de Paco Nieto

miércoles, 15 de julio de 2020

Excursión 517: Los tejos milenarios del Barondillo

FICHA TÉCNICA
Inicio: La Isla. Rascafría
Final: La Isla. Rascafría
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia:  12,5 Km
Desnivel [+]: 497 m
Desnivel [--]: 497 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: 
Ciclable: No
Valoración: 4,5
Participantes: 29

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
RESUMEN
Tras muchos meses de ausencia, hoy vuelvo a reunirme con el GMSMA, y si cada encuentro con el grupo siempre es deseado, en esta ocasión mucho más.

Hoy somos un número mayor de participantes para lo acostumbrado en verano, los senderistas más cuatro perritos vamos llegando al aparcamiento, junto al restaurante los Claveles, muy cercano al de la Isla, ya que éste estaba cerrado. A algunos no les conozco, quizás porque nunca hayamos coincidido.

A las 10:00 de la mañana nos pusimos en marcha, cruzando el arroyo de la Angostura por el puente de madera, para remontar el arroyo por su margen derecho.

La vegetación, muy crecida, casi tapa el estrecho sendero junto al agua. Pronto alcanzamos el embalse del Pradillo donde paramos a contemplar la bonita cascada que se genera en la presa del mismo y la estupenda panorámica del agua reflejando el valle, mientras unos patos nadan tranquilamente por medio del gigantesco estanque.

Continuamos por la senda que rodea el embalse, entre pinares en los que abundaban troncos caídos entre los helechos, que este año están exuberantes.

En un punto del camino tras cruzar varios arroyos, Paco Nieto, que es nuestro guía hoy, nos dice que estamos exactamente encima de las vías del AVE de Madrid-Segovia, ¡nadie lo hubiera imaginado!

A pocos metros de cruzar el arroyo Valhondillo o del Barondillo, dejamos la senda que discurre junto al arroyo de la Angostura para seguir otra paralela a este otro arroyo, junto al cual unos kilómetros más arriba, como luego pudimos comprobar se hallan los famosos tejos milenarios.

Conforme avanzamos, la pendiente crecía, y al cruzar una pista, se hizo mayor, lo que hizo que el grupo se estirase en función de la velocidad de cada cual. 

La bonita senda por la que ahora caminábamos, se acerca al arroyo Valhondillo en varias ocasiones, lo que hizo que este trayecto fuese especialmente refrescante, contemplando y sintiendo el agua en todo momento.

La senda alcanzó la pista que cruzamos anteriormente, conocida como Camino de las Vueltas, junto a un puente, donde hicimos una parada de agrupamiento mientras nos refrescábamos escuchando el murmullo del agua.

Tras el descanso, continuamos la marcha y enseguida vadeamos el arroyo de los Pinganillos, que en este punto, se une al arroyo del Valhondillo, aguas arriba, y poco después cruzamos el de las Zorras que se une pocos metros más abajo al del Valhondillo.

La senda se va acercando, a media ladera, poco a poco al arroyo del Valhondillo entre grandes pinos, algunos caídos en medio del camino. Poco antes de llegar al objetivo, comenzamos a ver hermosos ejemplares de tejos que aparecen a ambos lados de la senda, algunos tras unas vallas de alambrada que intentan protegerlos.

El conocido como el abuelo (aunque es hembra), tiene entre 1500 y 1800 años según un cartel informativo que está junto al mismo, y está rodeado por un murete de piedras y una cerca de hierro. Junto a él paramos a tomar el tentempié de media mañana.

De nuevo en marcha, cruzamos el arroyo un poco más arriba, frente a otros tejos de gran porte, aunque con apariencia de ser más “jóvenes”. En este punto termina una pista por la que descendimos y al dar con el Camino de las Vueltas, en el Raso del Baile, la seguimos hacia la izquierda.

Al poco, nos desviamos a la derecha para descender a ver la laguna del Raso del Baile, que para nuestra sorpresa estaba cubierta de una capa verde, suponemos que de polen, que le daba un aspecto irreal e inquietante.

Recuperado el camino, ascendimos hasta cruzar el arroyo de la Majada del Espino, desde el que iniciamos el regreso, descendiendo con fuerte pendiente y sin senda distinguible paralelos al arroyo. A mitad de la formidable bajada, nos topamos con un tejo enorme, de gran porte y con un grandioso tronco, quizás el más bello de los contemplados en la ruta.

Un poco más abajo, justo antes de cruzar el arroyo, vimos otra laguna, ésta sin la capa de verdina que tenía la anterior, y en la que los perros se apresuraron a refrescarse, nadando a sus anchas.

Paralelos al arroyo, continuamos el descenso hasta dar con el Camino de las Vueltas y, poco antes de alcanzar el puente de la Angostura, paramos en una magnífica poza en la que otras veces nos hemos bañado, pero que esta vez solo contemplamos, algunos con nostalgia, mientras nos tomábamos los bocadillos.

Fue el momento en el que Jorge H, hizo volar el drom que pacientemente había transportado en la mochila. Las impresionantes imágenes que grabó las podéis ver más abajo. Tras el descanso, cruzamos el precioso puente de la Angostura y, muy cercanos siempre al arroyo, descendimos hasta alcanzar la impresionante cascada de la presa del Pradillo, ahora desde la orilla opuesta a la de la ida, y llegar así de nuevo a la Isla.

Por lo bien que lo pasé, los lugares recorridos, los tejos contemplados y la buena temperatura, todo un regalo, califico esta ruta con un 4,5.

Quiero daros las gracias por el interés que habéis tenido en el seguimiento de mi enfermedad Covi-19. Como ya sabéis estuve ingresada 15 días bastante fastidiada (aunque no me entubaron), después por un problema de alergia de algún medicamento me ingresaron otros 7 días, pero ya estoy recuperada y con muchas ganas y fuerza para seguir caminando con vosotros el GMSMA, sois fantásticos y queda pendiente el viaje a Mallorca que espero sea pronto.
Rosana Curto

¿Cuál es el árbol más viejo
de Madrid, comunidad?
Si no sabéis, preguntad,
pues la respuesta es un tejo
de siglos de antigüedad.

Partiendo de la Angostura,
la excursión no es nada dura;
por un camino sencillo,
pronto veréis la figura
del tejo del Barondillo.

La Comunidad legisla
que este es árbol singular;
lo fuimos, pues, a observar
partiendo desde la Isla
para luego progresar
por la margen del Lozoya,
o, más bien, de la Angostura,
que en esta hermosa natura
es donde se desarrolla
nuestra gloriosa aventura.

Entre pinos y rebollos
tomamos sendas que atajan
por empinados arroyos
que de Asómate de Hoyos,
allá en Cuerda Larga, bajan;
y tras unos resoplidos
en apenas una hora,
para nada agotadora,
nos quedamos sorprendidos
al ver la deslumbradora
y sorprendente estructura
d'este árbol tan añejo
que en medio de la espesura
mostró por fin su figura:
un impresionante tejo.

Junto al tejo más anciano
otros están a su lado;
han crecido de la mano
junto a su primer hermano;
juntos han avejentado,
y es algo muy usual
nombrar al grupo global:
si con pinos es pinar
y con robles, robledal,
cuando hay tejos es tejar.

Asombra que sean tan viejos
y nos deja muy perplejos,
que en unos tiempos lejanos
los legionarios romanos
vieran estos mismos tejos;
y aquellos que construyeran
en Segovia el acueducto
puede que se sorprendieran
al ver en este reducto
cómo los tejos nacieran.

Las doce en punto sonaron
y a la sombra de los tejos
los tentempiés se tomaron
acatando los consejos:
unos de otros separados.

Cuando bien se desayuna
se hace mejor el camino;
lo siguiente, una laguna
de color verde aceituna;
la superficie —imagino—,
que el fondo no se veía;
según la cartografía,
este bello fotograma
Raso del Baile, se llama,
aunque raso… poco había.

Para evitar mucho andar,
bajamos por un atajo
todo el tiempo cuesta abajo.
Dice un refrán popular:
«no hay atajo sin trabajo»,
y este caso ejemplo es,
que un kilómetro después,
te duelen las pantorrillas,
los cuádriceps, las rodillas
y las plantas de los pies.

La poza de la Angostura
es un lugar apacible;
cuando el baño era posible
te bañabas con frescura;
pero hoy es inconcebible,
pues la reglamentación
nos prohíbe el chapuzón
en cualquier alberca o charca
de lo que la sierra abarca,
pero nada hace mención
a comerse un bocadillo
a la orilla de la poza,
aunque siempre algún listillo
mete los pies y algo goza
refrescando el «pinrelillo».

Allí, por tanto, comimos
en paz, sosiego y sin prisa;
luego, todos nos reunimos
en una zona más lisa
donde juntos nos hicimos
nuestra foto colectiva,
mientras, esta vez, un dron
nos filmaba desde arriba,
dándonos una visión
y una nueva perspectiva.

Nos quedaba retornar
volviendo al punto inicial
y los refrescos tomar;
y os dejo para acabar
un serventesio final:

«No podréis encontrar árbol más viejo,
que no haya sufrido innumerables daños,
salvo este colosal y regio tejo
que ya ha cumplido casi dos mil años».
Paco Cantos

FOTO REPORTAJES
* Foto reportaje de José María Pérez

VÍDEOS
* Vídeos de Jorge Herrero

FOTOS
* Fotos de Enrique Cid
* Fotos de José Luis Molero
* Fotos de Paco Nieto