miércoles, 29 de julio de 2020

Excursión 519: Abedular de Canencia y Chorrera de Mojonavalle

FICHA TÉCNICA
Inicio: Puerto de Canencia
Final: Puerto de Canencia
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia:  12,4 Km
Desnivel [+]: 464 m
Desnivel [--]: 464 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: 
Ciclable: No
Valoración: 4,5
Participantes: 11

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RUTA EN WIKILOC

RESUMEN
“La vida de cada hombre es un camino hacía sí mismo, el ensayo de una ruta, el boceto de un sendero”. Hermann Hesse

Es curioso, ahora soy consciente del hecho de que nunca me había llamado la atención el recorrer senderos por el mero hecho de hacerlo, sin otra intención principal que la búsqueda de un destino fijado, o bien, el uso de la naturaleza como idílico decorado de algún tránsito vertiginoso a bordo de vehículos varios, en las que el objetivo era mas disfrutar de las sensaciones que la adrenalina genera que el disfrute pausado del entorno.

La casualidad me ha brindado la oportunidad de ralentizar mi veloz tránsito y poder ver y apreciar, desde su interior, catalizado a través de los ojos expertos de estos incomparables compañeros de viaje, esos senderos, valles, montañas y ríos que creía conocer como espectador, pero de los que no formaba parte hasta que he depositado en sus entrañas mi admiración, contemplación y sudor. Gracias de antemano a estos nuevos compañeros de camino, de este singular y variopinto grupo, por abrirme sus puertas y dejarme acompañarlos en este, para mi, nuevo boceto de un sendero.

Y tal como las normas no escritas de este grupo dictan, y como rito iniciático para que el novato se curta en estas lides montañeras, he sido amablemente “invitado” a realizar la crónica de nuestra última y bella excursión, esta vez por la parte sur de la sierra de Guadarrama… allá vamos:
        
Acudimos al puerto de Canencia atraídos por la puntual convocatoria de Paco Nieto, en la que prometía visitar uno de los abedulares más bonitos y antiguos de Madrid y la Chorrera de Mojonavalle, arropados por las tupidas sombras de los árboles y al fresco de los arroyos… ¿quien podía decir que no a tan tentativa oferta que nos abstraería durante unas horas de la cruel canícula estival que nos azotaba en nuestro mundo cotidiano?

En contra de lo que pensaba, y cumpliendo esa máxima senderista de que la línea recta no suele ser nunca la mejor opción para unir la ruta entre dos puntos, no fuimos primero a descubrir estas maravillas, si no que, en dirección contraria, dimos un rodeo para alargar así el disfrute de la excursión, lo que nos permitió conocer la pradera del Collado Cerrado, una de las más bonitas en primavera de la sierra y que conserva milagrosamente aún su fulgurante verdor, fruto del humedal en el que se encuentra. Un paseo agradable y sin pendiente en el que disfrutar del paseo y acondicionar cuerpos y mentes para las etapas mas escarpadas.

Esta vez tuvimos durante gran parte del camino a una guía de lujo, Teresa, que, iluminada por cierto dios egipcio del sol, nos guió con maestría y eficacia, dando su colorido toque personal y embelleciendo la ruta con los colores varios que nos iban anticipando el nivel de confort o dureza del siguiente tramo.

Entre amplios pinares, robledales e incluso algún que otro chopo a la orilla de los arroyos y acompañados de mariposas de colores, bajamos hasta el encuentro del arroyo del Sestíl del Maíllo, que tiene su cuna en la umbría del cerro Perdiguera, a medio camino entre los puertos de Canencia y la Morcuera.

Muy cerca de su cauce visitamos el abandonado puente del Vadillo, sobre el arroyo del Tercio de las Matas, al que el Sestil entrega sus revoltosas aguas.

Éste era el punto más bajo de la excursión así es que sabíamos que ya todo lo que quedaba era subir y subir. Lo hicimos a buen ritmo, hasta que una seductora sombra en una pronunciada curva de la pista, con las fuerzas menguadas por el desnivel acumulado, nos dimos un respiro para tomar el tentempié de las 12, al que llaman el ángelus, y al parecer, es rito obligado para cualquier “gemesmiano” que se precie.

En el transcurso del refrigerio surgió una pequeña trifulca dialéctica que enfrentó a los bandos extremeño-andaluces con los castellanos sobre el termino de “regañaos/ados… son las ciruelas por el norte?, son tortas por el sur?

En cuanto hubo la suficiente cobertura, una vez ascendímos, San Google dirimió la cuita, dejándola en tablas técnicas e iluminándonos a los legos sobre la riqueza léxica y gastronómica patria.

Proseguimos, con reanudadas fuerzas, hasta alcanzar a los pocos metros el Collado Cimero. Durante este tránsito tuvimos la suerte de disfrutar de uno de esos momentos mágicos que componen y motivan el espíritu y el nombre de este grupo montañero. Dos joviales y jóvenes corzos corretearon varias veces alrededor nuestro, ajenos a la presencia humana, y más atentos a sí mismos y a sus jugueteos que a los sorprendidos y maravillados observadores de excepción.

No hay testimonio gráfico ya que solo nos dio tiempo a abrir nuestra mandíbula y disfrutar de uno de esos momentos especiales y compartidos que quedan grabados en nuestra retina y en nuestro corazón.

En el collado, cambiamos de vertiente y enfilando hacia el encuentro de nuevo del arroyo del Sestil del Maíllo, en la zona en la que, a su vera, proliferan, formando un bosque de cuento, abedules, tejos, acebos y serbales, especies típicas de latitudes mucho más norteñas, que conforman un bosque singular, el llamado Abedular de Canencia.

Éste es uno de los rincones invernales más umbríos, húmedos y gélidos de la sierra de Guadarrama, recuerdo de los días de frío extremo de la última glaciación.

Y como no solo de pan vive el hombre, WikiPaco, inagotable fuente de sabiduría de la naturaleza, nos iluminó de conocimiento haciéndonos notar que las hojas los acebos solo tienen pinchos por su parte inferior para defenderse y ser menos apetecibles a los eventuales herbívoros depredadores. Lo que no nos explicó es cómo hacen las hojas del acebo para saber a qué altura están situadas y decidir si sacan los pinchos o no... gps? una app? Imagino que lo habrá dejado para la clase de segundo de acebos...

Sexta, para los romanos, era la hora central del día, la de más calor, que designan tanto la costumbre de dar una cabezada después de comer como la que tiene el ganado de recogerse en lugares fresquitos para más o menos lo mismo. De ahí viene 'sestil', que es el nombre que reciben tales lugares y este arroyo, uno de los más sombríos de Madrid.

Lo de Maíllo le viene, al parecer, en referencia a un manzano silvestre que seguramente debía existir junto a su cauce, pero del que no vimos ni rastro de él.

Descendimos junto a la orilla izquierda del arroyo hasta llegar a un puente que lo cruza. El abedular juguetea con las frías aguas del arroyo del Sestil del Maillo, que le da la humedad necesaria para su existencia.

Los robles aportan algo de contraste al verde de los pinos y matorral del camino, que junto con el llamativo musgo, colorean el paisaje de llamativa forma.

Junto al puentecillo crece un esbelto tejo, que, aunque parece joven, debe tener cientos de años. Tras las fotos de rigor, incluida la de grupo, y que algunos avezados intentasen ser inmortalizados marcándose un “Jorge”, remontamos el arroyo, en busca del segundo objetivo del día, la Chorrera de Mojonavalle.

Tras una parada para refrescar los pies en una bonita poza, con pequeña cascada incluida, y cruzar el arroyo en un par de ocasiones, llegamos a la base del pétreo tobogán de más de 30 metros de altura, el Chorro de Mojonavalle, que desgraciadamente, según me comentaron los veteranos, no lucía todo su habitual encanto invernal, al estar frugal en cauce, aunque la belleza intrínseca de su escarpado esqueleto es innegable.

En busca de su inicio trepamos unos cuantos, hasta la base de lo que es su escalón intermedio, siguiendo una senda que enseguida se complica, dada la verticalidad de esta imponente pared. Tras las fotos junto a la menguada cascada, descendimos al encuentro del resto del grupo, que nos esperaba al pie de la chorrera.

Desde allí, siguiendo una senda botánica, ascendimos hasta el Centro de Interpretación Ambiental del Hornillo, que aunque está en un aparente estado de abandono, conserva en buen estado una pérgola con varias mesas en las que nos comimos plácidamente los bocadillos, algunos hasta con cervecita fresca.

Desde este estupendo mirador divisamos en primer término, el valle de Canencia, más allá, la cuenca media del Lozoya y las tierras de Buitrago y, amurallando el horizonte, Peñalara, las cumbres de los montes Carpetanos, Somosierra y Ayllón.

Estábamos tan a gusto, a la sombra, con un agradable y refrescante vientecillo, que nos costó reanudar la marcha y regresar al puerto, lo que hicimos siguiendo el GR-10.1 y posterior desvío para ver un chozo de pastores que quedaba a nuestra izquierda.

A las cervezas y cafés de celebración de fin de ruta nos invitó Belén en Miraflores de la Sierra, que celebraba no sé muy bien el qué, pero brindamos con ahínco por ello. Gracias Belén!

En mi opinión, la de hoy ha sido una excursión muy bien escogida y diseñada. Con el día de calor extremo que teníamos encima, una más dura y más al raso hubiera sido mortal de necesidad, y, sin embargo, la umbría del tupido bosque y el frescor de los arroyos nos ha hecho disfrutar mucho del día y de la caminada. Gracias Paco!

Espero que esta crónica sirva para que los eventuales futuros viajeros puedan ser guiados a conocer y descubrir estos incomparables paisajes desde nuestras propias experiencias compartidas y como recuerdo indeleble de los que ya hemos tenido el placer de disfrutarlos.

Por todo esto, le otorgo un 4,5 sobre 5 a esta fresca y estupenda excursión.
Nacho Castellanos

FOTO REPORTAJES
* Foto reportaje de José María Pérez

FOTOS
* Fotos de José Luis Molero
* Fotos de Paco Nieto

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