miércoles, 26 de septiembre de 2018

Excursión 424: La Bola del Mundo por la Senda del Cojo

FICHA TÉCNICA
Inicio: La Barranca
Final: 
La Barranca
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia:  15,2 Km
Desnivel [+]: 937 m
Desnivel [--]: 937 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 4
Participantes: 24

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta



















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta















TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)

RUTA EN WIKILOC
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RESUMEN
Quizás haya que llamarlo “mi bautismo”, iniciar rutas con un grupo nuevo para mí, las expectativas abren el espíritu, desarrolla la curiosidad y nos ilusionan por emprender nuevas excursiones.

En este caso, la número 424 de la mano de Antonio y dos guardianes de cuatro patas que me hicieron superar mis temores caninos.

Emprendemos en La Barranca una ruta clásica, y que yo todavía no había realizado, agrupados y con buena sintonía iniciamos el camino desde el aparcamiento, después de dejar atrás el Embalse del Pueblo de Navacerrada y del Ejército del Aire. Subimos por las Vueltas, dejando a nuestra derecha el Parque de Pino a Pino, pasamos el río Navacerrada, siguiendo la Senda Alakan para entre verdes helechos alcanzar la Puerta de la Maliciosa, cruzamos la pista y ascendemos por una senda a la fuente de la Campanilla, con guiños a ella que nos saluda en nuestro recorrido. Junto a ella nos hicimos la foto de grupo.

Un leve descanso rodeados del elemento arbóreo predominante el `pino silvestre, común en toda la sierra, que convive en su parte baja con el roble mediterráneo, rebollo o melojo. A nuestro paso, el matorral es muy tupido y de mediana altura; según atajamos en la subida, quedan en mi memoria los cambios de impresión con mis cuatro compañeras, Helen, Ana, Olga y Paz, minoritarias en el grupo, pero fuertes y alegres.

Nuestra senda discurre por el Regajo del Pez acompañados por el frescor del día y la llovizna. Mientras que la neblina se va anunciando en la subida, llegamos a un mirador natural, donde asomarse es ver espuma de nubes que nos impiden contemplar la panorámica de los valles. Momento idóneo para sacar algunas viandas, croissant, frutos secos, y cómo no, la ya clásica bota de vino, calentando las gargantas.

En la subida y a nuestra altura a la derecha vemos el perfil de la Maliciosa, destacando sus aristas y pequeñas crestas y el collado del Piornal y a nuestra izquierda, la Garganta del Infierno.

La zona, sobre todo en su altura, está compuesta por granito y rocas metamórficas (sobre todo gneis y cuarcitas), que tras sucesivos procesos erosivos y de asentamiento, dieron lugar a las mesetas y a la formación de los valles y gargantas actuales.

La retirada glaciar de los hielos durante la época periglaciar dio lugar a la ruptura de bloques graníticos y al relieve actual de arroyos y lagunas y a multitud de piedras sueltas, que dificultan el camino del paseante. Según ascendemos por la montaña podemos observar la escasa vegetación colonizadora que aprovecha el poco suelo existente entre las rocas. 

A pesar de la neblina que nos impide la visión, agradecemos que el Sol no haya demorado y vuelto más penoso el desnivel que hemos tenido que superar.

Después de la subida de las Peñas de la Barranca, nos sorprende la basura que permanece por éste recorrido próximo a Bola del Mundo, latas oxidadas, restos de zapatos, plásticos, y el sonido de una radial que nos anuncia la proximidad de las antenas de la Bola del Mundo, aunque medio ocultas por la niebla.

Para evitar el frío viento que soplaba en la cumbre, descendemos a las instalaciones del teleférico Dos Castillas, donde hacemos un descanso más largo para comer bien guarecidos del aire, además la niebla se ha levantado y podemos ver cielos azules y nubes blancas y caprichosas en sus formas.

Iniciamos la bajada por la pista de cemento que desciende al puerto de Navacerrada, y tras un par de curvas, giramos a la izquierda hacia el Ventisquero de la Estrada y Cuerda de las Cabrillas, por una senda de cierta pendiente, que a veces se desdibuja hasta llegar a la Senda de la Tubería, senda cómoda, amenizada por el hilo conductor de la misma.

Dejamos a un lado la fuente de la Caña y, una vez pasado el Collado de los Emburriaderos, llegamos al Mirador de las Canchas, desde donde se aprecian unas buenas vistas, neblina en el valle y en sus profundidades alcanzamos a ver los embalses de la Barranca.

Continuamos por la pista que desciende hacia el valle, y que dejamos poco más adelante por una senda que baja a la fuente de Mingo, haciendo junto a ella un último alto en el camino para tomarnos un respiro y beeber de su fresquita agua.

Continuamos por la pista que nos llevó del nuevo a la zona recreativa y al punto de inicio del recorrido circular, el aparcamiento de la Barranca.

Las cervezas nos esperan en el bar de las Postas, como premio final de esta bonita y exigente ruta que califico con un 4 y no le pongo más por la niebla que nos dejó sin vistas en gran parte del recorrido.
Raquel Domínguez

FOTO REPORTAJES

miércoles, 19 de septiembre de 2018

Excursión 423: Cerro de San Pedro desde Pedrezuela

FICHA TÉCNICA
Inicio: Montenebro. Pedrezuela
Final: 
Montenebro. Pedrezuela
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia:  15,8 Km
Desnivel [+]: 596 m
Desnivel [--]: 596 m
Tipo: Ida y vuelta
Dificultad: Media
Pozas y agua: No
Ciclable: No
Valoración: 4
Participantes: 31

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta













TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)

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RESUMEN
Como es habitual, y van ya muchos años, celebramos el inicio de temporada ascendiendo al Cerro de San Pedro, y aunque a estas alturas parezca imposible, desde un lugar que nunca habíamos utilizado, la urbanización Montenebro de Pedrezuela.

Iba a ser ésta una excursión muy especial para mi, la 300 con este magnífico grupo al que me acercó José Luis R. al que le estaré eternamente agradecido, desde aquella mi primera excursión, en la que me estrenaba en este maravilloso mundo del senderismo. Y también era una excursión especial para Cristina, que nos acompañaba por primera vez.

Tras un primer intento de salir desde la parte más oriental de la urbanización Montenebro, Antonio consideró más apropiado hacerlo desde el otro extremo, acortando así la ruta en unos cuantos kilómetros, porque teníamos cita en San Agustín del Guadalix para comer, y el tiempo apremiaba.

Con el Cerro de San Pedro en nuestro horizonte comenzamos a andar en dirección oeste, por un camino que al poco cruzaba unas fincas en la llamada Boca del Valle.

La pista se fue estrechando al llegar al arroyo de Matahonda, del que no había ni rastro de agua, y por el sendero del mismo nombre nos fuimos acercando a la ladera del Cerro del Cancho, que nos quedaba a nuestra derecha.

Ora bajo sombras, ora al calor del sol que apretaba de lo lindo, nos fuimos internando en el encinar existente en la cara sur del Cancho, único lugar fresquito de la ruta.

Pero al alcanzar La Camorcha, la densidad arbórea disminuyó, volviendo a sentir el calor que se podía esperar de la que era la última excursión del verano.

Tras saltar un par de muros de piedras, de los muchos que tuvimos que pasar, giramos hacia el noroeste en busca de la Vereda de las Tapias, que hacia honor a su nombre.

Con rumbo oeste acometimos el primer tramo de fuerte subida, siguiendo una desdibujada senda que cada cual siguió por donde su intuición le aconsejaba, ya que la separación existente de unos y otros no permitió hacerlo con un criterio único.

Reunidos todos en la cresta de El Escolar, unos riscos de inmejorables vistas del Cerro de San Pedro y su entorno, hubo que decidir si subir al que parecía inalcanzable objetivo, o parar a tomar el tentempié de media mañana y regresar al punto de partida.

Aunque mi cabeza me pedía regresar, mi amor propio y el querer celebrar con éxito mi 300 excursión, me animó a seguir con otros 12 insensatos hacia el cerro, que en mi cuarta excursión con el grupo, me dejó sin fuerzas y acalambrado tras su conquista. Quería que fuese mi revancha siete años después.

Si aquella excursión me pareció dura, por mi inexperiencia y el calor, este tramo no lo iba a ser menos, y casi sin aliento alcanzamos la cumbre del Cerro de San Pedro, tras sortear vallas, su amarillenta vegetación seca y resbaladiza y tramos de zarzas entre riscos.

Desde los 1.425 metros de su cumbre, coronada por un vértice geodésico sobre elevado, poco tiempo nos dimos para disfrutar de las vistas que esta singularidad geológica ofrece, al ser uno de los pocos "montes isla" de la Sierra de Guadarrama, esto es, una formación montañosa que se ubican aislada con respecto a la alineación principal.

De prisa tomamos algo, mientras contemplábamos hacia el norte y oeste la sierra de Guadarrama, dentro de ella, la Cuerda Larga atravesada por el puerto de la Morcuera. Hacía el noreste el embalse de Pedrezuela y la zona por la habíamos ascendido y hacia el sur, el skyline de la capital.

Con la ayuda de una pareja que acababa de llegar a la cima, nos hicimos la foto de los 13 supervivientes, antes de firmar en el libro de recuerdos y disponernos para el regreso, antes de que se nos hiciera demasiado tarde para estar a la hora convenida en el restaurante.

Si fatigosa fue la subida, peor fue el descenso por la cara sur del cerro, las pajas secas resbalaban y hacían duplicar el esfuerzo de rodillas.

Pasada una valla de piedras, giramos a la izquierda en dirección este, para seguir, más o menos el recorrido realizado a la ida.

A bastante velocidad descendimos entre más vallas, alcanzamos la sombría senda que nos ayudó a refrescarnos un poco y sin parar, jadeados por los ladridos de unos perros, alcanzamos los coches, donde nos esperaba Leonor, con un poco de agua milagrosamente fría, que a mi me supo a gloria.

El festín en casa Araceli y el reencuentro con el resto del grupo y los compañeros que habían venido ex profeso a la comida, recompensó las penurias y el calor que habíamos pasado en esta nueva subida al Cerro de San Pedro, nuestro cerro talismán.

Por todo ello, esta excursión bien se merece ser calificada con un 4.
Paco Nieto

FOTO REPORTAJES
Foto reportaje de José María Pérez

VÍDEOS
Vídeo de José María Mascaraque

FOTOS

miércoles, 12 de septiembre de 2018

Excursión 422: La Peñota desde el Alto del León

FICHA TÉCNICA
Inicio: Alto del León
Final: 
Alto del León
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia:  13,4 Km
Desnivel [+]: 773 m
Desnivel [--]: 773 m
Tipo: Ida y vuelta
Dificultad: Media
Pozas y agua: No
Ciclable: No
Valoración: 4,5
Participantes: 20

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta

















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)

RUTA EN WIKILOC
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RESUMEN
Antes de realizar nuestra clásica subida al Cerro de San Pedro que marca el inicio de la temporada otoñal, quería Antonio que fuéramos desengrasando un poco los excesos veraniegos.

Con esa intención nos reunimos en el Alto del León los 20 participantes que estábamos dispuestos a intentarlo. Un día no especialmente caluroso y nubes blancas, invitaba a ello.

Cruzando con cuidado la carretera, siguiendo en todo momento el GR-10, enseguida nos acercamos al Cerro de la Sevillana, la primera de las cinco cumbres que primero a la ida, y después de vuelta, nos esperaban como "desengrasante". 

En esta ocasión no nos acercamos a su vértice geodésico, por lo que enseguida alcanzamos el búnker que hay en sus inmediaciones, una de las huellas, junto a otras muchas edificaciones de la zona, de lo que fue la Guerra Civil. Su bóveda de medio punto y su interior se prestaron como fondo de las fotos que nos hicimos junto a él. En sus inmediaciones nos encontramos con una pequeña serpiente que huyó tras fotografiarla, nos quedó la duda de si era en realidad una víbora.

Descendimos unos 50 metros hasta alcanzar el collado del Arcipreste de Hita, antes, a nuestra derecha habíamos observado el monumento pétreo que lleva su nombre y que a mi siempre me ha recordado la silueta de un camello desbocado. En ella estuvimos contemplando en la excursión 266 el rincón escogido por la Real Academia de la Lengua para rememorar, el 23 de noviembre de 1930, los 600 años de una de las obras cumbre de la poesía medieval hispánica: El libro de buen amor.

Es fácil imaginar al Arcipreste recorriendo estos parajes en los que fue a dar con la posadera de La Tablada y es que Juan Ruiz, arcipreste de la alcarreña Hita, debe considerarse el antecesor de los miles de excursionistas madrileños que, acaso sin saber cuales son sus orígenes, recorren los senderos y vericuetos guadarrameños por los que hoy caminamos.

Desde el collado ascendimos al Cerro de Matalafuente, a más de 150 metros de diferencia, caminando entre matorral seco y cañizos, que casi nos cubrían por completo, con unas vistas a nuestra derecha de la llanura de Madrid cada vez más infinitas. A nuestras espaldas, las cumbres recortadas de Cabeza Líjar y Cueva Valiente, a nuestra izquierda la inconfundible silueta de la Mujer Muerta. Y de frente, nuestro objetivo, la tres veces picuda Peñota. 

Alcanzada la cumbre, paramos a reagruparnos, mientras algunos nos subíamos a los riscos colindantes para tener mejores panorámicas. Sin apenas darnos cuenta habíamos descendido al Collado de Matalafuente siguiendo una alambrada de postes de madera, que unas veces nos quedaba a la siniestra y otras a la diestra, justo en el límite de separación de Madrid con Segovia.

Desde el collado tocaba de nuevo subir, en este caso al tercer cerro del recorrido, Peña del Cuervo, al que llegamos tras pasar cerca de restos de fortines de la Guerra Civil y un curioso risco en forma de perro regordete, o al menos es lo que a mi me parecía.

En suave descenso, con un largo muro de piedras a nuestra derecha, delimitando las fronteras entre Segovia -donde nos encontramos- y Madrid, alcanzamos el collado del Mostajo. En él paramos a tomar el tentempié de media mañana, a cobijo del sol gracias a la sombra de los pinos de sus inmediaciones. Dos botas de vino corrieron de mano en mano para hacer aún más agradable el descanso.

Repuestas las fuerzas, comenzamos a emplearlas en subir los pocos más de 60 metros que nos separaban del Cerro Mostajo, siguiendo una pista ancha y sin apenas vegetación que aliviara el esfuerzo. Alcanzada su mocha cima, el amasijo de rocas que forma la Peñota lo contemplamos desde aquí como un reto imposible de alcanzar, tal era su imponente figura.

Descendimos en suave pendiente al collado de Gibraltar, desde el que nos separaban 225 metros de altura para alcanzar el objetivo. Un apilamiento de rocas verticales, que parecían querer hacerse una foto de grupo y una roca que asemejaba tener un pico de pájaro, nos entretuvieron el complicado ascenso, esquivando pasos de rocas, con alguna que otra trepada.

El salto del murete de piedras nos hizo pasar al lado madrileño de la cresta, por la que continuamos con espectaculares vistas y algún que otro paso aéreo hasta cambiar a la vertiente segoviana y alcanzar por fin el callejón que separa las dos puntas gemelas de la cima principal y el vértice geodésico del pico más alto de la Peñota, situado a 1.994 metros de altura y al que también se le conoce como Pico Carpentier, en honor a Alejandro Carpentier, naturalista español que vivió a finales del siglo XIX.

La panorámica desde la cumbre es excelente, su cima constituye uno de los mejores miradores de la sierra, desde la que se ve gran parte de la llanura madrileña y segoviana, abarcando casi la totalidad de la sierra de Guadarrama: desde los Montes del Escorial, al Oeste, hasta el lejano Peñalara, pasando por la muralla que conforman la Sierra de Hontanares y la Mujer Muerta; al otro lado del verde valle del río Moros, Montón de Trigo, Siete Picos y La Maliciosa, al Este. . El cielo a nuestro alcance.

Bajo las paredes verticales del primer pico nos resguardamos del sol para tomarnos los bocadillos, menos Antonio, que se adueño de un corral de piedras para que los peludos no nos molestaran pidiendo algo que llevarse a la boca.

Tras multitud de fotos en lo más alto de los lanchares, iniciamos el camino de regreso al puerto del Alto de León, siguiendo el mismo trayecto que utilizamos para llegar hasta aquí.

Al alcanzar el collado del Mostajo, hicimos una pausa para reagruparnos y buscar la fuente que hay unos pocos metros más abajo para dar de beber a las mascotas. Poco después, al llegar a la Peña del Cuervo contemplamos sorprendidos cómo por la zona de Torrelodones caía una gran tromba de agua y aunque el viento soplaba a nuestro favor, fue motivo suficiente para que la mayoría aligerasra el paso.

Llegados al puerto cruzamos la antigua Nacional VI, pudiendo contemplar la inscripción que puede leerse en el pedestal del monumento, tal como mandó esculpir Fernando VI quien “hizo el camino para ambas castillas por encima de los montes, el año de nuestra salvación 1749”, mejorando así enormemente el tránsito por la sierra. Las dos bolas que sujeta el León simbolizan España y las Indias.

En la terrada del restaurante Alto del León celebramos la finalización de la ruta, el haber disfrutado de un tiempo excepcional y unas vistas magníficas, por lo que a esta excursión la califico con un 4,5.
Paco Nieto

miércoles, 5 de septiembre de 2018

Excursión 421: Valle de la Angostura desde El Paular

FICHA TÉCNICA
Inicio: El Paular
Final: 
El Paular
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia:  15,7 Km
Desnivel [+]: 731 m
Desnivel [--]: 68 m
Tipo: Sólo de ida
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí
Ciclable: En parte
Valoración: 4,5
Participantes: 17

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta















TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RESUMEN
Tras agrupar coches en el puerto de Cotos, nos dirigimos al inicio de la excursión, el aparcamiento del Monasterio de Santa María de El Paular, donde nos reunimos los 17 participantes de hoy dispuestos a remontar el río Lozoya hasta casi su nacimiento.



Nos ponemos en marcha cruzando enseguida el puente del Perdón, lugar cargado historia y leyendas. Alcanzamos la zona recreativa de las Presillas, que a esta hora estaba completamente vacía, lo que no suele ser muy habitual. Cruzamos al otro lado de las gigantescas piscinas naturales que forma aquí el río Lozoya, recreándonos con el nado de una bandada de patos. Recorremos la margen izquierda hasta alcanzar el puente de madera de su cabecera, que cruzamos para continuar el ascenso del río por la margen contraria.

En agradable y sombreado paseo remontamos el río, deleitándonos con los reflejos que forman las numerosas charcas que se forman en su lecho, muchas de ellas facilitadas por las piedras que colocan los bañistas para hacerlas así más profundas.

Pasamos junto a la desembocadura del arroyo Aguilón, punto en el que el río Lozoya pasa a denominarse arroyo de la Angostura. Por él seguimos, alcanzando pronto la poza que hay bajo un puente de madera y en la que algunos nos hemos dado unos buenos baños, hoy la hora, excesivamente temprana, no lo aconsejaba.

Unos pocos de metros más arriba, otro conjunto de pozas incrustadas entre unos riscos ofrecen unos bonitos saltos de agua que se ganaron una buena cantidad de fotos.

Entre robles, helechos, vegetación de ribera y alguna que otra vaca aprovechándose de ella, llegamos a lo que fue la antigua fábrica de la luz, en situación bastante ruinosa, donde cruzamos a la orilla izquierda y llegamos a la casa de madera conocida como casa de la Horca, donde acababan los reos que no conseguían el perdón en el puente del Monasterio y que por eso se llama así.

Pasamos junto al Restaurante los Claveles, y al alcanzar el aparcamiento del área recreativa de la Isla, cruzamos por el puente para cambiar de nuevo de margen. y así llegar por ella a la presa del Pradillo. Junto a su muro, del que se precipita el agua acumulada por los arroyos del valle de la Angostura, paramos a tomarnos el tentempié de media mañana.

Repuestas las fuerzas, continuamos con espléndidas vistas del embalse, que reflejaba en sus quietas aguas las nubes blancas del cielo. Entre lomas plagadas de helechos, que este año no han perdido su color verde, llegamos a uno de los puentes más bonitos de la sierra, el de la Angostura, que no cruzamos, solo lo fotografiamos.

En la gran poza que hay metros más arriba, nos dimos un refrescante baño en su gélida agua, que a mi me pareció más fría que nunca. Tras el baño, continuamos remontando el arroyo, entre altos pinos albares por el Camino de las Vueltas.

El puente de los Hoyos nos cambia a la margen izquierda del arroyo, cruzamos el arroyo de la Laguna, para al poco volver a cruzar el arroyo de la Angostura por un puente hecho a base de bloques de cemento por entre los cuales discurre el agua. En el agua, un toro negro como el azabache no nos quitaba ojo.

A partir de aquí el arroyo de la Angostura pasa a llamarse de las Guarramillas. Con el sonido del agua a nuestra derecha, subimos un repechón que nos llevó al puente que cruza el arroyo de las Cerradillas. Junto a él nos tomamos los bocadillos. En su orilla nos hicimos la foto de grupo, previo susto porque a José María se le resbaló la cámara, que cayó al agua, afortunadamente sin consecuencias.

Estamos en el epicentro de las fuentes del río Lozoya, formado por los tres arroyos, el de la Laguna Grande de Peñalara, que nace en la charca glaciar del mismo nombre; el de las Guarramillas, que aflora en la ladera septentrional de la Bola del Mundo; y el de las Cerradillas, que rebosa de las laderas de Cabezas de Hierro. Reunidos los tres al pie del puerto, forman el arroyo de la Angostura, que poco después, al unirse con el arroyo Aguilón, pasa a llamarse definitivamente río Lozoya, como hemos comentado.

Con algo de prisa porque amenazaba lluvia, que no tardó en aparecer mientras nos acercábamos a los tejos milenarios que hay junto a una cascada de gran altura, que no pudimos disfrutar con el tiempo que se merecía.

La lluvia no cesaba y bajo ella cruzamos el arroyo, y pasamos junto a la poza de Sócrates, la recoleta y apartada cascada en la que nos hemos bañado en otras ocasiones, en su gélida agua a modo de refrescante ducha. Al poco dejó de llover, y con más tranquilidad alcanzamos la pradera donde se ubica el refugio del Pingarrón. Ya solo quedaba continuar por la carretera que une Valdesquí con el puerto de Cotos.

En Venta Marcelino, nos tomamos las cervezas para celebrar esta excursión, por este trío refrescante, recorriendo su cauce, donde nos hemos deleitado con los múltiples rápidos, cascadas y las pozas profundas, más que muchas piscinas, a la sombra de los pinos albares, los robles y los abedules y que califico con un 4,5.
Paco Nieto

FOTO REPORTAJES
Foto reportaje de José María Pérez

FOTOS