miércoles, 29 de mayo de 2019

Excursión 466: Ruta de las Cabras y Cancho Mágico

FICHA TÉCNICA
Inicio: Ermita de San Isidro
Final: Ermita de San Isidro
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 12 Km
Desnivel [+]: 803 m
Desnivel [--]: 803 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 4,5
Participantes: 28

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta

















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta















TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
 
RESUMEN
En la jornada de hoy, un buen grupo de senderistas nos dispusimos a dar buena cuenta de la Senda de las Cabras que, comenzando en la ermita de San Isidro del Boalo, nos subiría a la Torreta de los Porrones pasando por las Clavijas, lo que le daba un plus de emoción a la subida.

Como los peludos que nos acompañaban no podían subir las mencionadas clavijas, un pequeño grupo encabezado por el mejor amigo del perro, que es Antonio (sube cargado con cinco litros de agua para los perros!!), ascendió directamente al Collado de Valdehalcones, donde está situada la famosa Cruz del Mierlo. El resto nos enfrentamos a la Senda de las Cabras.

Esta senda es básicamente pedricera, es decir, subidas muy acusadas por escalones de piedra y en poca distancia. No en vano estábamos en la ladera exterior de la Sierra de los Porrones, también llamada del Hilo, que cierra la Pedriza por el suroeste.

Como siempre que participo con el grupo en una salida en la que hay subidas tan fuertes como ésta, me las planteo a la canaria, es decir, llegando con cerca de una hora de retraso, en este caso, a las Clavijas.

En un momento de la subida en el que perdí de vista a los que me precedían, cerrando yo el grupo, acabé perdiendo la senda y enriscándome. Menos mal que mis compañeros preocupados al no verme, enviaron a Joaquín P. y a José Luís M. para localizarme y acompañarme el resto de la subida hasta las Clavijas.

Cuando llegamos, el grueso del grupo ya las había superado y solo quedaba el personal de seguridad que, apostado en los distintos escalones, iba dando las indicaciones necesarias para facilitar la subida. Mi agradecimiento para todos ellos y espero que los demás las disfrutasen como yo lo hice.

La llegada a la zona de la Torreta de los Porrones, donde hicimos la parada del Ángelus, nos proporcionó unas magníficas vistas de toda la Pedriza y de parte de la Cuerda Larga, después de haber subido 400 metros en un kilómetro y medio. Vistas que se mantuvieron hasta nuestra llegada al Cancho Mágico casi tres horas más tarde.

De vuelta al tajo, comenzamos un recorrido por la Cuerda de los Porrones con una primera parada en el Collado de Valdehalcones, donde nos reunimos con el grupo pequeño que había subido con los perros. Al parecer, tampoco fue una subida sencilla, pero ya estábamos todos juntos. Aunque fue por poco tiempo: las estrellas fugaces se bajarían desde aquí a los coches por esa senda.

La parada en el collado tuvo un nuevo aliciente, la cruz del Mierlo. Una cruz formada por piedras a modo de sepultura para dar visibilidad a la leyenda de este pastor. Leyenda que nos fue explicada por Joaquín P. para deleite de todos y que, en resumen, decía: 

“La Pedriza, en tiempos pasados fue refugio de bandoleros, en concreto de Paco el Sastre y su banda de los Peseteros. En una pelea para abusar de una joven de familia adinerada a la que habían secuestrado, Paco el Sastre y sus dos compinches acabaron despeñados en el hoy llamado Cancho de los Muertos, quedando la joven a salvo de la tropelía pero sola y desamparada en territorio desconocido. Vagando desorientada y hambrienta fue encontrada por el Mierlo, que era un pastor que tenía sus animales por los alrededores.

Agradecida, la familia de la joven intentó que cambiase de vida, quedándose a su servicio. Pero el Mierlo desechó la idea y, sin aceptar el dinero que le ofrecían, volvió a la Pedriza donde otro grupo de desaprensivos, pensando en la recompensa que creían que había recibido, le dio muerte al no poder sacarle el lugar donde la guardaba.

Otros pastores que encontraron su cadáver, le dieron sepultura y marcaron con la cruz el lugar donde lo enterraron”.

Leyenda o no, la disertación la disfrutamos todos y la premiamos con una cerrada ovación. Las rutas del GMSMA tienen de todo.

Nuevamente en marcha, nos dispusimos a abordar los otros 400 metros de subida que faltaban para llegar al Cancho Mágico siguiendo la cuerda, aunque esta vez la distancia para alcanzarlo fue de unos cuatro kilómetros.

Primero nos dirigimos a la Peña Blanca, 200 metros de subida en poco más de un kilómetro, y después al Cancho de las Porras, otros 100 metros en otro kilómetro. En este punto, iniciamos un sube y baja más suave que nos llevó al Cancho Mágico.

El Cancho Mágico, lugar de culto para el GMSMA, es un roquedal a mitad de camino entre el Cancho de las Porras y Cancho Porrón, con unas magníficas vistas a la Maliciosa, que nos venía observando desde hacía un buen rato y a la que hace tiempo no subimos.

Un poco más adelante, a la altura del pluviómetro, alcanzamos la máxima cota de la ruta: el Cancho Porrón, con su característico chozo de piedra. A partir de aquí, todo sería bajada… pero qué bajada!!

Una larga, larguísima bajada por una senda bastante deteriorada, con propensión a los resbalones y con mucha piedra suelta. Perdimos altura con rapidez por la Majada de los Palanes, cruzando el Arroyo de las Callejas que bajaba con poco agua.

En la parte final de la bajada, llegamos al Descansadero de la Majada de las Cuevas que es una praderita con algún arroyuelo, en la que hicimos una parada de reagrupamiento y de descanso, sobretodo descanso.

De nuevo en marcha, pronto alcanzamos las primeras casas del pueblo de Mataelpino, donde resistimos la tentación de asaltar los bares del pueblo y continuamos por la pista por la que discurre el GR 10 hasta llegar a la ermita de San Isidro, donde recogimos los coches.

Llegados al pueblo del Boalo, esta vez sí, nos sentamos a disfrutar de unas merecidas cervezas y refrescos.

Por el esfuerzo que me supuso, sobretodo la primera ascensión hasta las Clavijas, yo le hubiese puesto un diez a la ruta pero, como la perfección no existe, le pondremos 4,5 sicarias.
Emilio Barrio


En el pueblo del Boalo,
finales del mes de mayo,
con un calor del carallo,
nos reunimos con euforia.
La ermita de San Isidro
fue el lugar de nuestro encuentro;
tal y como yo os lo cuento
aquí comienza la historia:

Por la Ruta de las Cabras
comenzó la acometida;
una escabrosa subida
de piedra y mucha pendiente,
que en el trecho de una milla,
por la vertiente sureña,
subes del coche a la peña
de una forma sorprendente.

Pero ¿cómo —me pregunto—
los perros escalarían?
¿cómo se las compondrían
sin un curso de escalada?
Para evitar el problema
los canes acompañados,
por senda sin escarpados,
subieron por la vaguada.

Llegó lo más esperado:
el paso de las clavijas,
barras en la roca, fijas,
que nos ayudan bastante
a superar la escalada
de paredes verticales,
como escalones normales,
sin sensación angustiante.

El Ángelus nos pilló,
allí mismo nos paramos,
y el tentempié degustamos
rápido y sin dilaciones,
y con firme pretensión
de hallar al grupo canino
nos llegamos al vecino
Collado de Valdehalcones

Unos minutos después,
en ese collado hallamos
a los perros con sus amos,
y apenas nada más verlo
una cruz nos sorprendió;
Joaquín contó la leyenda
brutal, perversa y tremenda
de un pastor llamado Mierlo.

E hicimos las despedidas;
los fugaces hacia abajo,
a los coches por atajo,
bajaron sin sofocones,
y los demás que quedamos
¿teníamos alternativa?
pues a seguir cuesta arriba
la Cuerda de los Porrones.

En esa cuerda los nombres
aprenderse es un engorro
Porrón, Porras, todo «porro»,
que alguno se fumaría,
y uno que es bien diferente:
Cancho Mágico, que viene
del nombre que el grupo tiene,
Grupo Mágico —decía.



Llegados pues a este cancho
ninguna duda nos cupo,
toda la gente del grupo
hizo un alto y descansó,
mientras mil fotos tomamos
de todas las perspectivas
con poses muy atractivas
como si fuera un plató


Ya solo quedaba ¿solo?
bajar al aparcamiento,
que sería un sufrimiento,
de la manera siguiente:
bajadas, piedras, bajadas
cuádriceps agarrotados
en fin, todos agotados
y una pista finalmente.


Y como en la aldea de Asterix,
al terminar la aventura
los guerreros con bravura
se reúnen con su gente,
aunque no fuéramos galos
nos tomamos las cervezas
y cantamos las grandezas
pasadas recientemente.
Paco Cantos

FOTO REPORTAJES

miércoles, 22 de mayo de 2019

Excursión 465: Vuelta a la Najarra

FICHA TÉCNICA
Inicio: Puerto de la Morcuera
Final: Puerto de la Morcuera
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 10 Km
Desnivel [+]: 691 m
Desnivel [--]: 691 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas/Agua: No/No
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 19

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta

















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta
















TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
 
RESUMEN
Con una fantástica mañana que invitaba al paseo, 19 amigos senderomagos nos dimos cita en el puerto de La Morcuera para iniciar la ruta circular que partiendo del Mirador de Cossio, da la vuelta alrededor de La Najarra.

Nuestro boss nos había convocado a las 10:30 en el aparcamiento del puerto, donde al llegar y una vez abierto el portón del coche y permitir que Teo, como es su costumbre, fuese olisqueando y saludando a cada miembro del grupo, me encontré con la grata sorpresa de ver a un veterano radioaficionado sentado en una mesa portátil y operando su estación en Onda Corta, para tratar de conseguir un QSO (enlace) con algún radioaficionado en alguna otra parte del mundo.

Una vez efectuados los efusivos saludos de costumbre, aunque echando de menos a los ausentes, nos dispusimos a iniciar la exigente y preciosa ascensión que nos llevaría desde una cota de 1.755 metros hasta la cima de La Najarra, situada a 2.120 metros de altitud.

El animado bullicio de las conversaciones del principio, pronto se fue apagando por la falta de aliento y la necesidad de concentrarnos en mantener la respiración y el ritmo uniforme y pausado, que nos permitiera llegar con cierta dignidad a la primera etapa de la ruta, es decir, el alto de La Najarra.

A medida que íbamos ganando altura, la belleza del entorno y los predominantes colores verdes y amarillentos del piorno, que ya no nos abandonarían en toda la ruta, hacían que entre nosotros compartiésemos comentarios de asombro. !Qué suerte la mía, tener el privilegio de caminar cada miércoles por estos increíbles rincones de la sierra madrileña, acompañado de este maravilloso grupo de amigos!. !Realmente soy muy afortunado!.

Después de no pocos sudores, por fin llegamos a la cima y nos dispusimos a tomar el acostumbrado ángelus de las 12:00, donde tuvo un especial protagonismo mi bota, bien llena con el sabroso y fresco vino de Jumilla que tanto celebra la concurrencia. Para mi es un placer compartirlo y aliviar al mismo tiempo un poco de peso en mi mochila, en esta ocasión sobrecargada por tener que llevar un extra de agua para Teo.

Casi al final del refrigerio, cuando ya estábamos saboreando los deliciosos y calóricos postres, gentileza de nuestra querida Leonor, vislumbramos a lo lejos, con paso ágil y experto a nuestro esporádico compañero de andanzas, Antonio (de Manzanares el Real), buen amigo de nuestro querido Joaquín, que ya nos acompañaría hasta el final de la ruta.

Nada más comenzar la segunda parte del recorrido, nos encontramos con un "juvenil" y alegre grupo de colegas senderistas cerrudos de Navacerrada, seguidores de nuestras andanzas, que comparten afición y que estaban haciendo una marcha parecida a la nuestra, aunque en sentido inverso.

Comenzamos un vertiginoso descenso por la cara sur de La Najarra, disfrutando de la nueva panorámica que se abría ante nuestros ojos y que nos permitía disfrutar, rodeados de exuberantes piornos en flor, de las impresionantes vistas del embalse de Santillana, La Pedriza, la Hoya de San Blas, nuestro emblemático Cerro San Pedro y, cerca del mismo, la últimamente muy famosa cárcel de Soto del Real, a cuenta de políticos, banqueros y otros presos que han cambiado a ella su residencia.

Desplazándonos a media altura por la ladera sur de la Cuerda Larga, en dirección a Los Bailanderos y sin apenas desnivel, iban apareciendo rebaños de cabras montesas que hacían las delicias de nuestras mascotas Vito, Twiter y Teo, que corrían tras de ellas tratando de alcanzarlas.

Después de efectuar la segunda parada de avituallamiento y dejar mi bota completamente en los huesos, nos dispusimos a efectuar el último y muy duro tramo de ascenso a la cima de la cuerda. Con el hándicap añadido de nuestros estómagos llenos, tuvimos que aprovechar todos nuestros recursos y poder de mentalización, para afrontar los durísimos últimos 100 metros de la exigente subida.

Poco antes de coronar, nos hicimos la habitual foto de grupo, para inmortalizar el momento y una vez tomado resuello, comenzamos el largo, aunque llevadero descenso siguiendo el PR-11, que nos conduciría de vuelta a los coches, para desde allí continuar hacia Miraflores de la Sierra y darnos el merecido homenaje del final de ruta.

Acompañados de unas heladas cervezas y reforzando nuestros lazos de amistad, dimos por finalizado otro miércoles mágico.

Por el encanto y colorido de la ruta y por el buen tiempo acompañante, la marcha de hoy merece una calificación de 5 sicarias.
José Luís Fernández Gutiérrez.

FOTO REPORTAJES

miércoles, 15 de mayo de 2019

Excursión 464: El pinar de los Belgas y valle de la Angostura

FICHA TÉCNICA
Inicio: La Isla
Final: La Isla
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 16,1 Km
Desnivel [+]: 602 m
Desnivel [--]: 602 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí
Ciclable: Sí
Valoración: 5
Participantes: 21

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta

















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta















TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
 
RESUMEN
Hoy, día de San Isidro, fiesta para los madrileños y para mí, claro, qué mejor que emplearlo en pasar el día con el Gmsma.

Como siempre que voy con ellos, le pregunté a Paco ¿cómo va ser la excursión?. Un paseo sin piedras, me contestó, lo de sin piedras tenía razón, lo del paseo, en fin, un poco exagerado, como buen andaluz, jejeje.

Nos reunimos en la Isla, cerca de Rascafría, inicio de ruta, veintiún participantes, me pareció poco comparando con otras excursiones, claro que en ésta se comía de bocadillo, y cuando es de restaurante, se apunta hasta el Tato.

El tiempo estupendo, calor pero con un poco de viento, ideal para andar, y para empezar a subir los primeros cinco kilómetros, después bajar uno y medio y a continuación subir un poco y ya todo bajada, hasta llegar a dieciséis. Unas cinco horas andando.

La zona más bonita fue para mí la que recorrimos junto a los arroyos, muy agradable ir paseando, escuchando el sonido del agua y sintiendo su frescor. Aunque realmente ha sido preciosa toda la ruta, porque la primera parte, transcurrió por el pinar de los Belgas, con estupendas vistas hacia el valle y el macizo de Peñalara, después de pasar por un mirador con obelisco y una preciosa laguna.

El bocadillo lo tomamos a la sombrita, junto al agua del arroyo de la Angostura, sin prisas, se agradeció lo de la tranquilidad, porque me dio tiempo hasta de tomarme la fruta, otras veces cuando estoy pelando la manzana, han dicho vámonos, y ni manzana ni nada.

Después del bocadillo paramos junto a una espectacular poza, por supuesto, en cuanto llegamos, Paco ya estaba dentro del agua y eso que estaba fría como el hielo, lo sé de buena tinta, porque hubo que cruzar dos veces un arroyo y, como siempre, lo pasé descalza y ya con mojarme los pies tuve bastante.

En definitiva el único que se bañó fue Paco, y lo más gracioso es que había una mujer, como veréis en las fotos, que estaba plácidamente en una roca en medio del agua, en plan contemplativo y su chico en la orilla y llegamos los veintiuno y se acabó para ellos la tranquilidad.

Paco diciendo, hacerme fotos, y estaba al lado de la chica, que llevaba un bikini color carne, parecía que estaba desnuda, y yo le decía que no se podía hacer fotos que salía ella, pero se hicieron porque ahí están, lo que nos reímos. Menos mal que a ella no pareció importarle.

De allí, acompañamos al arroyo hasta la presa del Pradillo y la Isla. Las cañas, o lo que pidiese cada uno, las tomamos en el chiringuito de la Isla, la verdad es que es un rato muy agradable el estar unos minutos sentados charlando, después de la caminata.

Aquí fue cuando comentó Marcos H, ¿os apuntáis a ir a la fábrica de chocolate de Rascafria, que es de un amigo mío? Palabra mágica "chocolate". Al poco, allí estaba todo el grupo, probando todos los chocolates, incluidas unas trufas que nos regalaron para repartir que te chupabas los dedos. Se portó genial el dueño, y todos compramos. 

No podía acabar mejor el día, lo que hizo que esta excursión pasase de tener un 4 a un 5, la máxima nota. Como es mi primera crónica, espero no haberos aburrido mucho.
Vicky


San Isidro Labrador
nos proporcionó su ayuda;
fue debido a él, sin duda,‏
que hubiera tanto esplendor.

Dio comienzo la excursión
en el lugar de La Isla
y el protocolo legisla
empezar sin madrugón.

Primero nos dirigimos
a un mirador sin hayedos:
Mirador de los Robledos,
donde buenas vistas vimos.
Seguimos hacia el oeste,

¿Hoy cuándo se desayuna?
¡Después de ver la laguna!


Subimos por zona agreste
hasta Cabeza Mediana,
esa loma dominante,
redonda y exuberante
que es del valle capitana.

Seguimos hacia la Silla
de Malabarba, un collado,
que no es silla de sentado,
sino paso, o bien portilla.

Y en la cuerda, lo siguiente
era de lo más curioso:
nuestro Cerrito Sarnoso
tras remontar la pendiente.
Sarna con gusto no pica
y tras un descenso ancho,
Sillada de Garcisancho,

¡La cosa se clarifica!



Era el punto de retorno,
donde subir se acababa;
ya solo bajar quedaba
para cerrar el contorno;
y tomamos, con ventaja
sin enredos, sin atollo
una margen del arroyo
que de Peñalara baja,
cruzándolo varias veces
entre piedras resbalosas
¡podrían poner baldosas,
tropiezan hasta los peces!




En esta zona vaquera
la amplitud es estrechura:
el Valle de la Angostura,
su nombre así lo asevera.

¿Cuándo se come otra vez?,
¡Qué pesado es este tío!
Y comimos junto al río
con bastante placidez.

Mas, para la digestión
es muy malo zambullirse,
que podría producirse
un paro de corazón;
y aún se necesitaría
por lo menos un valiente
¿hay alguno entre la gente?

Paco nos respondería:
«Yo me ofrezco voluntario»
y se tiró de cabeza
a las aguas, sin tibieza,
¡ni que fuera un balneario!
porque el agua estaba helada,
siete grados sobre cero,
un motivo verdadero
de destacar la machada.

Llegados a este momento
nos restaba del trayecto
por camino bien directo
volver al aparcamiento
para acudir sin tardar
a la Pradera del Santo,
que esperaba, mientras tanto,
la verbena popular.

Paco Cantos

FOTO REPORTAJES