miércoles, 26 de mayo de 2021

Excursión 562: El Yelmo de la Pedriza desde el Tranco

FICHA
 TÉCNICA
Inicio: El Tranco
Final: El Tranco
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 8.5 Km 
Desnivel [+]: 778 m 
Desnivel [--]: 778 m
Tipo: Ida y vuelta
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 14

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta































PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta















TRACK
Track de la ruta (archivo gpx) 

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH 
* Mapa 3D (archivo kmz)

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RESUMEN
Si hay algo emblemático en la Pedriza, eso es el Yelmo. Inmensa mole de granito rosa visible desde lejos, y que preside este incomparable espacio natural dentro del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama. El Yelmo es un domo granítico con una altitud de 1717 metros y, para darnos cuenta de su tamaño, han calculado que en él se podría tallar el Monasterio de San Lorenzo del Escorial a tamaño real.

Pues bien, nuestro objetivo de esta jornada es ascender a su cumbre, algo que para mi iba a ser la primera vez, por eso tenía muchas ganas de conseguirlo.

Comenzamos la marcha en El Tranco, que es la entrada natural a la Pedriza en ascenso por el curso del río Manzanares y a la salida de la población de Manzanares el Real. En nuestro caso iniciamos el ascenso por la Senda de las Carboneras, ruta casi obligada para la subida hacia el Yelmo.

La marcha de hoy era básicamente subir, subir y subir entre jaras en flor para alcanzar la inmensa mole, solo dando tregua en los tres collados que tendríamos que pasar para el ascenso: La Gran Cañada, El Collado del la Encina y La Pradera del Yelmo.

Durante la subida disfrutamos de varios miradores naturales desde donde divisamos el Tranco, el pico de la Camorza, Manzanares el Real, el embalse de Santillana, Moralzarzal, Soto del Real y como no… El Cerro de San Pedro, viejo conocido del GMSMA.

Una vez alcanzada la Pradera del Yelmo, había que decidir si queríamos subir a la cima o no, y algunos, como Ángel, hacían propuestas para ascender por la cara suroeste, donde solo hay pared de granito con una verticalidad importante.

Por prudencia decidimos ir todos hacia el ascenso por el Corredor del Miedo. Con ese nombre no teníamos claro si es la mejor elección, pero aceptamos la sabiduría de nuestro guía Pedricero que, como no podía ser de otra forma, es nuestro compañero Paco Cantos.

Una vez llegados a la entrada del corredor, de todos los integrantes del grupo, solo ocho decidimos subir a buscar la cumbre del Yelmo por ese paso infernal.

La verdad es que el Corredor del Miedo, no da nada de miedo. Lo que da es angustia porque te quedas atorado en la estrechez del paso y te sientes incapaz de moverte hacia ningún lado.

Como vamos varios, nos ayudamos los unos a los otros sirviéndonos de apoyo para poder salir airosos del atolladero. Una vez pasado el trance, llegamos a la parte alta del Yelmo y comprobamos que había merecido la pena todo el esfuerzo realizado. Un espectáculo de paisajes nos estaba esperando.

Por detrás, las mejores vistas de la Pedriza. Desde las Marmitas de los Pilillas hasta las Torres, con la incomparable presencia por detrás de toda la Cuerda Larga.

Por delante todo el Madrid Norte y, como siempre, el Cerro San Pedro en medio, como queriendo hacernos recordar que él marca el comienzo de la temporada de senderismo y siempre merece un lugar privilegiado.

Tras las innumerables fotos, iniciamos el camino de vuelta al Tranco. Marcos y Raquel que habían decidido no subir al Yelmo, cogieron antes el camino de vuelta y decidieron volver por Canto Cochino con la intención de luego seguir el curso del río hasta el Tranco.

El resto, que habíamos echado un rato en el Yelmo, emprendimos camino de vuelta por el mismo sitio de ida, pero con una pequeña variante para acercarnos a ver la Lagunilla del Yelmo, que aunque tenía poca agua, es uno de los más bellos y agradables rincones de la Pedriza.

A su vera hicimos la parada para comer y recuperar las fuerzas perdidas en ese infernal Corredor del Miedo.

Una vez llenado el estómago y después de una fugaz siesta, emprendimos camino de vuelta. Ahora solo nos quedaba bajar saltando por las piedras como las cabras que nos habían acompañado a lo largo de todo el camino. Ya sabemos que en las bajadas es donde más sufren las rodillas y donde siempre hay más riesgo de tener un percance.

Y por fin, llegamos al Tranco dando por finalizada la caminata. Al llegar tomamos cuenta de que el coche de Marcos y el coche de Raquel estaban en el aparcamiento. ¿Eso es que aún no habían llegado? Ellos iban por delante y con mas tiempo que nosotros, así que deberían haber terminado antes. ¿Se habrán perdido? Saltan todas las alarmas y empezamos a llamarles por teléfono, pero dan sin cobertura.

¿Qué hacemos? ¿vamos a buscarlos? ¿Esperamos?... Y de repente Esteban viene gritando de un bar cercano: ¡Están aquí tomándose una cervecita!

¡Menudo susto! Menos mal que está bien lo que bien acaba, así que todos a tomarnos un gratificante refrigerio y aquí no ha pasado nada.

Como ruta emblemática de los senderistas Guadarrameños y Gemesmanianos, esta se merece la máxima puntuación posible: 5 sicarias.
Jorge Isidro Sánchez

«Se convoca una excursión
al Yelmo de la Pedriza,
quien suscribe garantiza
aventura y diversión».
¿Quién pudiera resistirse
ante tal convocatoria?,
si esto llegara a cumplirse,
sería muy meritoria.

En el Tranco comenzamos
con aforo suficiente,
esta vez no nos juntamos
ni poca ni mucha gente.
La mañana era estupenda
y empezamos las primeras
subidas por una senda,
Senda de las Carboneras.

A mitad de la ascensión
nos paramos un momento
para hacer reagrupamiento
en un inmenso balcón
que al pasar la Gran Cañada,
para admirar Manzanares,
su castillo y sus lugares,
siempre es parada obligada.

Proseguimos la subida
donde el camino se inclina
hasta llegar enseguida
al Collado de la Encina,
una pequeña meseta,
donde ya la perspectiva
nos anunciaba la meta,
y ya un poco más arriba

llegamos a la pradera
del Yelmo, ¡qué impresionante,
a cualquiera pareciera
estar ante un gran gigante!
Ante ese gran paredón
tan grande como un castillo
antes de hacer la ascensión
tomamos un bocadillo.

Dos compañeros dijeron:
«Paco, no nos amenaces»
y hacia el Tranco se volvieron
cual dos estrellas fugaces.
Y ahora viene lo mejor
y lo más impresionante
aunque sea lo peor
para todo principiante;

ante tal incertidumbre
es costumbre necesaria
al ascender a la cumbre
elevar esta plegaria:
«Encomiéndome a San Telmo
porque si no, retrocedo,
para coronar el Yelmo
por el Corredor del Miedo»

Cualquier montañero sueña
con contemplar la Pedriza
en lo alto de esta peña
que más la caracteriza.
Yo recomiendo una dieta
para subir esta vez:
más frutas, menos panceta
y un poco de delgadez,

porque si alguno se agobia
es mejor poca cintura
que padecer claustrofobia
en esta estrecha hendidura,
pero mereció la pena
pasar por esta angostura.
Si subiste, ¡enhorabuena!,
si no, ¡qué gran amargura!

Y después de la bajada
fue una sorpresa muy grata
dónde hicimos la parada
para comer el bocata,
porque no hay mejor placer
que el de sentarse a la orilla
de la hermosa Lagunilla
a la hora de comer.

Tras este descanso extenso
solo nos faltó la siesta
e iniciamos el descenso
sin que mediara protesta.
Bajando unas veredillas
por esta zona montana
recordé las serranillas
del Marqués de Santillana,

que andando por estos lares
dedicó con mucha gana
a Menga de Mançanares,
una rolliza serrana:
«Desçendiendo'l yelmo á yusso
contra'l Bóvalo tirando
en esse valle de susso
ví serrana estar cantando»

Para evocar al marqués
en busca de la mozuela,
aunque seis siglos después
seguimos su cantinela:
Yelmo abajo descendimos
hacia El Boalo tirando,
pero serranas no vimos
ni cantando ni bailando,


que hoy serranas no se ven
por la Pedriza cantando
sino que se ven, más bien,
montañeras caminando.
Me imagino yo al marqués
por estas sendas tan duras
como una cabra montés
en búsqueda de aventuras;

¡vaya colosal paliza,
disponiendo de un castillo
subir hasta la Pedriza
con tal de echar un polvillo!
Dos kilómetros abajo
arribamos al destino,
y aun siendo el mismo camino
bajar dio menos trabajo,

pero nos dio mucha sed,
ganas de beber muy fuerte;
¿habría algún bar?, pues sabed
que sí, que tuvimos suerte,
y en el bar nos esperaban
las dos estrellas fugaces,
donde tomamos, voraces,
las cervezas que aguardaban.

Jorge ofició de cronista
y como le entusiasmó
la estrechura masoquista,
cinco sicarias le dio
a esta excursión pedricera,
a la cual yo digo adiós,
y cuya serie numera
quinientos sesenta y dos.
Paco Cantos

FOTOS
* Fotos de Jorge Isidro Sánchez
* Fotos de Jorge Montero
* Fotos de Paco Nieto

miércoles, 19 de mayo de 2021

Excursión 561: Pico de la Centenera

FICHA
 TÉCNICA
Inicio: Puebla de la Sierra
Final: Puebla de la Sierra
Tiempo: 6 a 7 horas
Distancia: 19.1 Km 
Desnivel [+]: 930 m 
Desnivel [--]: 930 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 17

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta

















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx) 

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH 
* Mapa 3D (archivo kmz)

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RESUMEN
En esta ocasión, Antonio nos convocó en Puebla de la Sierra, donde iniciamos, la ruta prevista. Accedimos a este municipio aislado de la Sierra del Rincón, por una estrecha calzada, que serpentea sinuosa entre pronunciados barrancos y que en algunos puntos supera los 1.600 metros de altitud y donde podemos observar unos paisajes de gran belleza.

En lo más profundo del cañón, discurre el rio de la Puebla. A lo largo de 18 km. Solo encontramos bosque de pino, salpicado de robledales autóctonos y monte bajo: jara, mucha jara, brezo y cantueso. Finalmente surge Puebla de la Sierra.

Un pueblo nacido de la repoblación, como todos los de la zona, que luce edificios de piedra oscura, rematados con detalles de madera.

Puebla de la Sierra, es uno de los municipios que aportan territorio a la Reserva de la Biosfera Sierra del Rincón y a la Red Natura. Úbeda Liébana.

Los orígenes de Puebla de la Sierra datan del siglo XII cuando, por motivos defensivos, se construyeron varios asentamientos en la zona de Buitrago. Ya a finales del siglo XIII, la aldea (para entonces Puebla de la Mujer Muerta) pertenecía a un arcediano madrileño, que la recibió de Sancho IV, hijo de Alfonso X el Sabio y esposo de María de Molina. Esta última nota, la añado, aunque no viene a cuento, como complemento a la conversación mantenida en la caminata con Sol y Ángel.

Después de la Reconquista se repobló y a finales del siglo XV, se convirtió en villa, gracias al Marqués de Santillana, para compensar su aislamiento.

La población se llamó Puebla de la Mujer Muerta, hasta los años cuarenta, en que cambió a su nombre actual. El nombre original hacía referencia a los Cerros a cuyo pie se asienta la villa y cuya silueta recuerda la de una mujer yacente.

Una de las grandes curiosidades que guarda Puebla de la Sierra es su hermanamiento con la ciudad nipona de Osaka. Fruto de esta relación, la localidad dispone de un museo al aire libre con una colección de unas cien obras de artistas japoneses.

Empezamos la ruta en Puebla de la Sierra y pasando por el cementerio, las casillas de las Chiquiruela, para continuar por el GR-88, hasta atravesar el arroyo del Portillo con su bonito embalse de aguas trasparentes.

Desde allí subimos a la pradera de la Horcajada, dónde encontramos un rebaño de cabras guardado por tres mastines imponentes, pero como estábamos avisados por el pastor que las cuida, con quien entablamos conversación en la subida y nos aviso de su localización, no nos pillo desprevenidos.

Un poco más arriba, paramos para descansar y disfrutar de las hermosas vistas y tomar un refrigerio, pues, a pesar de que los senderistas más avezados comentaban que la subida aún no había empezado, esta senderista y algún otro, estábamos agotados por el desnivel de 300 metros que acabábamos de ascender.

Y desde allí, por una subida vertical de bastante pendiente y sin parar, llegamos a la Loma de la Concha, con enormes piedras afiladas como cuchillos y, de allí, ascendimos al cerro de la Concha y subiendo un poco más, llegamos a nuestro objetivo, el pico Centenera, 1809 metros de altura, donde pudimos hacernos fotos en el vértice geodésico, que se encuentra en el mismo. 

Desde el arroyo del Portillo a Peña Centenera, habíamos ascendido unos 700 metros, en algo más de cinco kilómetros.

Aprovechamos para comer y descansar, disfrutando de las hermosas vistas que desde allí se ven, el valle, y a lo lejos el Ocejón, el monte del Viso de Alcalá de Henares, Monte de San Pedro, las aguas azules del embalse del Atazar, entre otros accidentes geológicos. El esfuerzo de la subida había merecido la pena.

Después de descansar, iniciamos el descenso hacia el collado de las Portillas, por un rio de piedras en el que había que poner los cinco sentidos para no resbalar, que nos llevo a una cómoda pista forestal.

Por ella caminamos, de vuelta al camino, para llegar a las praderas donde volvimos a ver el rebaño de cabras y sus protectores mastines. Un poco más abajo nos encontramos de nuevo con el pastor y otros dos de sus perros, quien nos hablo de sus animales y nos informó de la existencia de la quesería que se encuentra en el pueblo.

Continuamos nuestro camino hasta llegar al pueblo, disfrutando del paisaje, pasando el arroyo de agua cristalina por su pequeño puente, bebiendo agua en la fuente que se encuentra en el camino y en definitiva disfrutando de la ruta y la compañía.

Al final de la excursión y ya cansados, pudimos conocer la existencia de la cooperativa agroforestal que desarrolla en Puebla de la Sierra, un proyecto agroecológico. Cuentan con un rebaño de ovejas y cabras, una quesería donde elaboran quesos de cabra y yogures, y una huerta. Sus miembros, al parecer, mantienen el compromiso con el territorio, las personas y la cultura rural, así como la relación del proyecto de la cooperativa con el objetivo de las reservas de la biosfera: el mantenimiento de economías sostenibles compatibles con el cuidado de la naturaleza.

El día soleado, nos permitió quedarnos en la terraza del bar existente en la Plaza del Ayuntamiento, donde pasamos un buen rato, descansando, comentando las vicisitudes del la excursión y rememorando nuestro paso por la cumbre de la Centenera y así dimos por terminada la jornada

Para mí esta excursión merece cinco sicarías, por su complejidad, paisajes y compañía, a la que agradezco me hayan acogido en su grupo.
Sagrario Martín

FOTOS
* Fotos de Julián Suela
* Fotos de Paloma Mariscal

miércoles, 12 de mayo de 2021

Excursión 560: El Berrocal de Ortigosa del Monte

FICHA
 TÉCNICA
Inicio: Ortigosa del Monte
Final: Ortigosa del Monte
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 14 Km 
Desnivel [+]: 201 m 
Desnivel [--]: 201 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí
Ciclable: Sí
Valoración: 4,5
Participantes: 33

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta



















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx) 

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH 
* Mapa 3D (archivo kmz)

RUTA EN WIKILOC
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RUTA EN RELIVE
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RESUMEN
Habíamos quedado a las 10,30 junto a la plaza de toros de Ortigos del Monte, para recorrer uno de los parajes más especiales de la provincia de Segovia.

Empezamos a andar por el camino de Fuentemilanos, dejando a nuestra derecha la plaza de toros con sus encerraderos de ganado y sus muros de piedra. Esta finca, según cuentan en el pueblo, fue donada por una viuda de El Espinar, para que los ganaderos la usaran como dehesa comunal.

Según bajamos por el camino encontramos el abrevadero para el ganado, y el suelo empieza a verse sembrado de las peonías en flor, muy comunes de este espacio. También empiezan a aparecer los primeros “bolos” típicos de los berrocales.

Seguimos descendiendo en dirección a los grandes bolos que se divisan a lo lejos y lo primero que nos encontramos, es una antigua cantera. ¿Cuánto de antigua?. Los últimos estudios arqueológicos nos dicen que puede ser romana según los análisis realizados de la parte central del Acueducto, que parece ser la zona con menos reconstrucciones y que muestra la fábrica original romana.

En estas investigaciones, los expertos sobre la historia del acueducto, han indagado para saber de dónde salieron los sillares con los que se construyó, y piensan que una parte importante de ellos fueron extraídos de esta cantera y el resto de Valsaín.

Moviéndonos por sus alrededores encontramos las trazas o marcas de los trabajos que allí se realizaron y que quedaron pendientes de finalizar cuando se abandonó.

Continuamos andando por los alrededores y nos encontramos las dos piedras o bolos más representativos de este paraje; Peña Campanario y “la piedra que se mueve”, nombres que ya indican por sí solos a qué se deben.

Seguimos descendiendo por el camino, siempre en dirección a Fuentemilanos, buscando la salida de la finca, rodeados de fresnos, robles, espinos y más peonias, que estaban exuberantes.

Cruzamos la talanquera y seguimos cuesta abajo buscando el cauce del río Herreros. Éste es un río que en verano se vadea bien, pero en invierno lleva bastante agua. Lo cruzamos y buscamos la senda que nos llevaría al camino que une Otero de Herreros con Fuentemilanos y Madrona.

Cuando llegamos al camino, era la hora del “Ángelus”. Buscamos una zona abrigada del viento, para poder disfrutar de un tentempié, rodeados del paisaje cerealista de media montaña; trigo, cebada, avena, vezas, etc.

Tras el descanso, emprendemos la marcha en dirección al pueblo de Otero de Herreros, con la vista al frente de la Mujer Muerta, al lado derecho la sierra del Caloco y a la izquierda Segovia.

Poco antes de llegar a Otero, a nuestra izquierda y en una hondonada, encontramos la bonita ermita de la Virgen de La Adrada, lugar donde los de Otero celebran en primavera su “día de aguas”.

A nuestra izquierda, en la ladera, se hallan tres grandes cruces. Son el final de un “viacrucis” que viene desde el pueblo y acaba en la ladera.

En la campa de la ermita, comemos, y nos refrescamos con unas buenas cerveza que alguien ha tenido la buena idea de traer.

Una vez recogidos los bártulos, emprendemos la vuelta a Ortigosa, tomando camino por los cordeles utilizados por los ganaderos para trasladar su ganado de una finca a otra.

Cruzamos la carretera que une los dos pueblos, y seguimos por un camino paralelo a la N-VI que nos conduce, no sin dificultades, al inicio de nuestra marcha en la plaza de toros de Ortigosa, terminando así la ruta, a la que le otorgo una puntuación de 4,5 sobre 5.
Lucio Hebrero

FOTO REPORTAJES