Inicio: El Tranco
Final: El Tranco
Final: El Tranco
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 8.5 Km
Desnivel [+]: 778 m
Desnivel [--]: 778 m
Desnivel [+]: 778 m
Desnivel [--]: 778 m
Tipo: Ida y vuelta
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 14
Valoración: 5
Participantes: 14
PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta
TRACK
* Track de la ruta (archivo gpx)
PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)
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RESUMEN
Si hay algo emblemático en la Pedriza, eso es el Yelmo. Inmensa mole de granito rosa visible desde lejos, y que preside este incomparable espacio natural dentro del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama. El Yelmo es un domo granítico con una altitud de 1717 metros y, para darnos cuenta de su tamaño, han calculado que en él se podría tallar el Monasterio de San Lorenzo del Escorial a tamaño real.
Pues bien, nuestro objetivo de esta jornada es ascender a su cumbre, algo que para mi iba a ser la primera vez, por eso tenía muchas ganas de conseguirlo.
Comenzamos la marcha en El Tranco, que es la entrada natural a la Pedriza en ascenso por el curso del río Manzanares y a la salida de la población de Manzanares el Real. En nuestro caso iniciamos el ascenso por la Senda de las Carboneras, ruta casi obligada para la subida hacia el Yelmo.
La marcha de hoy era básicamente subir, subir y subir entre jaras en flor para alcanzar la inmensa mole, solo dando tregua en los tres collados que tendríamos que pasar para el ascenso: La Gran Cañada, El Collado del la Encina y La Pradera del Yelmo.
Durante la subida disfrutamos de varios miradores naturales desde donde divisamos el Tranco, el pico de la Camorza, Manzanares el Real, el embalse de Santillana, Moralzarzal, Soto del Real y como no… El Cerro de San Pedro, viejo conocido del GMSMA.
Una vez alcanzada la Pradera del Yelmo, había que decidir si queríamos subir a la cima o no, y algunos, como Ángel, hacían propuestas para ascender por la cara suroeste, donde solo hay pared de granito con una verticalidad importante.
Por prudencia decidimos ir todos hacia el ascenso por el Corredor del Miedo. Con ese nombre no teníamos claro si es la mejor elección, pero aceptamos la sabiduría de nuestro guía Pedricero que, como no podía ser de otra forma, es nuestro compañero Paco Cantos.
Una vez llegados a la entrada del corredor, de todos los integrantes del grupo, solo ocho decidimos subir a buscar la cumbre del Yelmo por ese paso infernal.
La verdad es que el Corredor del Miedo, no da nada de miedo. Lo que da es angustia porque te quedas atorado en la estrechez del paso y te sientes incapaz de moverte hacia ningún lado.
Como vamos varios, nos ayudamos los unos a los otros sirviéndonos de apoyo para poder salir airosos del atolladero. Una vez pasado el trance, llegamos a la parte alta del Yelmo y comprobamos que había merecido la pena todo el esfuerzo realizado. Un espectáculo de paisajes nos estaba esperando.
Por detrás, las mejores vistas de la Pedriza. Desde las Marmitas de los Pilillas hasta las Torres, con la incomparable presencia por detrás de toda la Cuerda Larga.
Por delante todo el Madrid Norte y, como siempre, el Cerro San Pedro en medio, como queriendo hacernos recordar que él marca el comienzo de la temporada de senderismo y siempre merece un lugar privilegiado.
Tras las innumerables fotos, iniciamos el camino de vuelta al Tranco. Marcos y Raquel que habían decidido no subir al Yelmo, cogieron antes el camino de vuelta y decidieron volver por Canto Cochino con la intención de luego seguir el curso del río hasta el Tranco.
El resto, que habíamos echado un rato en el Yelmo, emprendimos camino de vuelta por el mismo sitio de ida, pero con una pequeña variante para acercarnos a ver la Lagunilla del Yelmo, que aunque tenía poca agua, es uno de los más bellos y agradables rincones de la Pedriza.
A su vera hicimos la parada para comer y recuperar las fuerzas perdidas en ese infernal Corredor del Miedo.
Una vez llenado el estómago y después de una fugaz siesta, emprendimos camino de vuelta. Ahora solo nos quedaba bajar saltando por las piedras como las cabras que nos habían acompañado a lo largo de todo el camino. Ya sabemos que en las bajadas es donde más sufren las rodillas y donde siempre hay más riesgo de tener un percance.
Y por fin, llegamos al Tranco dando por finalizada la caminata. Al llegar tomamos cuenta de que el coche de Marcos y el coche de Raquel estaban en el aparcamiento. ¿Eso es que aún no habían llegado? Ellos iban por delante y con mas tiempo que nosotros, así que deberían haber terminado antes. ¿Se habrán perdido? Saltan todas las alarmas y empezamos a llamarles por teléfono, pero dan sin cobertura.
¿Qué hacemos? ¿vamos a buscarlos? ¿Esperamos?... Y de repente Esteban viene gritando de un bar cercano: ¡Están aquí tomándose una cervecita!
¡Menudo susto! Menos mal que está bien lo que bien acaba, así que todos a tomarnos un gratificante refrigerio y aquí no ha pasado nada.
Como ruta emblemática de los senderistas Guadarrameños y Gemesmanianos, esta se merece la máxima puntuación posible: 5 sicarias.
Jorge Isidro Sánchez
«Se convoca una excursión
al Yelmo de la Pedriza,
quien suscribe garantiza
aventura y diversión».
¿Quién pudiera resistirse
ante tal convocatoria?,
si esto llegara a cumplirse,
sería muy meritoria.
«Se convoca una excursión
al Yelmo de la Pedriza,
quien suscribe garantiza
aventura y diversión».
¿Quién pudiera resistirse
ante tal convocatoria?,
si esto llegara a cumplirse,
sería muy meritoria.
En el Tranco comenzamos
con aforo suficiente,
esta vez no nos juntamos
ni poca ni mucha gente.
La mañana era estupenda
y empezamos las primeras
subidas por una senda,
Senda de las Carboneras.
A mitad de la ascensión
nos paramos un momento
para hacer reagrupamiento
en un inmenso balcón
que al pasar la Gran Cañada,
para admirar Manzanares,
su castillo y sus lugares,
siempre es parada obligada.
Proseguimos la subida
donde el camino se inclina
hasta llegar enseguida
al Collado de la Encina,
una pequeña meseta,
donde ya la perspectiva
nos anunciaba la meta,
y ya un poco más arriballegamos a la pradera
del Yelmo, ¡qué impresionante,
a cualquiera pareciera
estar ante un gran gigante!
Ante ese gran paredón
tan grande como un castillo
antes de hacer la ascensión
tomamos un bocadillo.
Dos compañeros dijeron:
«Paco, no nos amenaces»
y hacia el Tranco se volvieron
cual dos estrellas fugaces.
Y ahora viene lo mejor
y lo más impresionante
aunque sea lo peor
para todo principiante;
ante tal incertidumbre
es costumbre necesaria
al ascender a la cumbre
elevar esta plegaria:
«Encomiéndome a San Telmo
porque si no, retrocedo,
para coronar el Yelmo
por el Corredor del Miedo»
Cualquier montañero sueña
con contemplar la Pedriza
en lo alto de esta peña
que más la caracteriza.
Yo recomiendo una dieta
para subir esta vez:
más frutas, menos panceta
y un poco de delgadez,
porque si alguno se agobia
es mejor poca cintura
que padecer claustrofobia
en esta estrecha hendidura,
pero mereció la pena
pasar por esta angostura.
Si subiste, ¡enhorabuena!,
si no, ¡qué gran amargura!
Y después de la bajada
fue una sorpresa muy grata
dónde hicimos la parada
para comer el bocata,
porque no hay mejor placer
que el de sentarse a la orilla
de la hermosa Lagunilla
a la hora de comer.
Tras este descanso extenso
solo nos faltó la siesta
e iniciamos el descenso
sin que mediara protesta.
Bajando unas veredillas
por esta zona montana
recordé las serranillas
del Marqués de Santillana,que andando por estos lares
dedicó con mucha gana
a Menga de Mançanares,
una rolliza serrana:
«Desçendiendo'l yelmo á yusso
contra'l Bóvalo tirando
en esse valle de susso
ví serrana estar cantando»
Para evocar al marqués
en busca de la mozuela,
aunque seis siglos después
seguimos su cantinela:
Yelmo abajo descendimos
hacia El Boalo tirando,
pero serranas no vimos
ni cantando ni bailando,
que hoy serranas no se ven
por la Pedriza cantando
sino que se ven, más bien,
montañeras caminando.
Me imagino yo al marqués
por estas sendas tan duras
como una cabra montés
en búsqueda de aventuras;
¡vaya colosal paliza,
disponiendo de un castillo
subir hasta la Pedriza
con tal de echar un polvillo!
Dos kilómetros abajo
arribamos al destino,
y aun siendo el mismo camino
bajar dio menos trabajo,
pero nos dio mucha sed,
ganas de beber muy fuerte;
¿habría algún bar?, pues sabed
que sí, que tuvimos suerte,
y en el bar nos esperaban
las dos estrellas fugaces,
donde tomamos, voraces,
las cervezas que aguardaban.
Jorge ofició de cronista
y como le entusiasmó
la estrechura masoquista,
cinco sicarias le dio
a esta excursión pedricera,
a la cual yo digo adiós,
y cuya serie numera
quinientos sesenta y dos.
Paco Cantos
con aforo suficiente,
esta vez no nos juntamos
ni poca ni mucha gente.
La mañana era estupenda
y empezamos las primeras
subidas por una senda,
Senda de las Carboneras.
A mitad de la ascensión
nos paramos un momento
para hacer reagrupamiento
en un inmenso balcón
que al pasar la Gran Cañada,
para admirar Manzanares,
su castillo y sus lugares,
siempre es parada obligada.
Proseguimos la subida
donde el camino se inclina
hasta llegar enseguida
al Collado de la Encina,
una pequeña meseta,
donde ya la perspectiva
nos anunciaba la meta,
y ya un poco más arriballegamos a la pradera
del Yelmo, ¡qué impresionante,
a cualquiera pareciera
estar ante un gran gigante!
Ante ese gran paredón
tan grande como un castillo
antes de hacer la ascensión
tomamos un bocadillo.
Dos compañeros dijeron:
«Paco, no nos amenaces»
y hacia el Tranco se volvieron
cual dos estrellas fugaces.
Y ahora viene lo mejor
y lo más impresionante
aunque sea lo peor
para todo principiante;
ante tal incertidumbre
es costumbre necesaria
al ascender a la cumbre
elevar esta plegaria:
«Encomiéndome a San Telmo
porque si no, retrocedo,
para coronar el Yelmo
por el Corredor del Miedo»
Cualquier montañero sueña
con contemplar la Pedriza
en lo alto de esta peña
que más la caracteriza.
Yo recomiendo una dieta
para subir esta vez:
más frutas, menos panceta
y un poco de delgadez,
porque si alguno se agobia
es mejor poca cintura
que padecer claustrofobia
en esta estrecha hendidura,
pero mereció la pena
pasar por esta angostura.
Si subiste, ¡enhorabuena!,
si no, ¡qué gran amargura!
Y después de la bajada
fue una sorpresa muy grata
dónde hicimos la parada
para comer el bocata,
porque no hay mejor placer
que el de sentarse a la orilla
de la hermosa Lagunilla
a la hora de comer.
Tras este descanso extenso
solo nos faltó la siesta
e iniciamos el descenso
sin que mediara protesta.
Bajando unas veredillas
por esta zona montana
recordé las serranillas
del Marqués de Santillana,que andando por estos lares
dedicó con mucha gana
a Menga de Mançanares,
una rolliza serrana:
«Desçendiendo'l yelmo á yusso
contra'l Bóvalo tirando
en esse valle de susso
ví serrana estar cantando»
Para evocar al marqués
en busca de la mozuela,
aunque seis siglos después
seguimos su cantinela:
Yelmo abajo descendimos
hacia El Boalo tirando,
pero serranas no vimos
ni cantando ni bailando,
que hoy serranas no se ven
por la Pedriza cantando
sino que se ven, más bien,
montañeras caminando.
Me imagino yo al marqués
por estas sendas tan duras
como una cabra montés
en búsqueda de aventuras;
¡vaya colosal paliza,
disponiendo de un castillo
subir hasta la Pedriza
con tal de echar un polvillo!
Dos kilómetros abajo
arribamos al destino,
y aun siendo el mismo camino
bajar dio menos trabajo,
pero nos dio mucha sed,
ganas de beber muy fuerte;
¿habría algún bar?, pues sabed
que sí, que tuvimos suerte,
y en el bar nos esperaban
las dos estrellas fugaces,
donde tomamos, voraces,
las cervezas que aguardaban.
Jorge ofició de cronista
y como le entusiasmó
la estrechura masoquista,
cinco sicarias le dio
a esta excursión pedricera,
a la cual yo digo adiós,
y cuya serie numera
quinientos sesenta y dos.
Paco Cantos
FOTOS
* Fotos de Jorge Isidro Sánchez* Fotos de Jorge Montero
* Fotos de Paco Nieto
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