lunes, 30 de octubre de 2023

Excursión 737: Presa del Gasco y Canal de Guadarrama

FICHA TÉCNICA
Inicio: Molino de la Hoz
Final: Molino de la Hoz
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 15,6 Km 
Desnivel [+]: 388 m 
Desnivel [--]: 388 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas/Agua: No/Sí
Ciclable: En parte
Valoración: 4
Participantes: 18

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta






























PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














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RESUMEN
Realizamos esta ruta para volver a contemplar la presa del Gasco, que junto a otras tantas sin uso parece que corren peligro de ser derruidas, lo que en este caso y otros como la del Pontón de la Oliva, sería de lamentar, dado el carácter histórico y cultural que poseen.

En septiembre del 2021 la presa del Gasco fue declarada Bien de Interés Cultural, junto con el Canal del Guadarrama, pero en mayo del 2023 el Tribunal Superior de Justicia de Madrid anuló dicha declaración por un defecto forma, ¡increíble!. Aquí se puede saber más de esta lamentable decisión que ha dejado a la presa y el canal de nuevo desprotegidos.

Iniciamos la ruta en la parte norte de la urbanización Molino de la Hoz, cerca del río Guadarrama, aguas abajo de la presa. Nos alegramos de volver a ver compañeros que hacía tiempo no venían.

Comenzamos a caminar afrontando una abrupta subida que dejó a más de uno sin aliento, tras la cual alcanzamos la vereda que bordea la loma del cerro donde se asientan las Casas de la Isabela donde el tiempo continúa su lenta pero infatigable tarea de convertir en ruinas lo que fue una gran casa con múltiples edificios.

Al alcanzar el hermoso pinar por el que pasa el Canal de Guadarrama giramos a la izquierda, en dirección noroeste, en busca de nuestro objetivo, paralelos a primer tramo del canal, Pronto comenzamos a ver el inmenso muro de la presa del Gasco, que fue diseñado, en su momento, como el más alta del mundo, con 93 metros y construido entre 1787 y 1799, en tiempos de Carlos III.

De este proyecto, sólo se conserva un lienzo de 53 m de altura y 251 de longitud, con una anchura que oscila entre los 72 m de la base y los cuatro de la parte superior.

El infortunio hizo que el 14 de mayo de 1799 se derrumbara parte del muro meridional, después de una terrible tormenta, dejando al descubierto sus juntas laterales y muros transversales, cuando se llevaban 53 metros construidos y 12 años invertidos.

Se cree que la mala calidad constructiva del muro de soporte, la acumulación de agua caída durante la tormenta y que aún no tenía las juntas fraguadas fue la causa de su derrumbe. Se retiró todo el material caído para no hacer tapón en el río. El resto de la presa se dejó abandonada para siempre y así sigue.

Descansamos un rato en el privilegiado mirador en el que se ha convertido la presa, que los siglos han coronado de encinas y enebros, mientras nos asomábamos a sus precipicios, no aptos para gente con vértigo, pensando en el triste final del ingeniero francés Carlos Lemaur, al que se debió la iniciativa de su construcción, y que se suicidó, antes de ver acabada su obra. Tampoco sus hijos, continuadores del proyecto, lograron verlo acabado, permaneciendo desde el día de la tormenta tal como lo contemplamos hoy.

La presa solo era la parte inicial del macroproyecto que pretendía realizar un canal navegable de 667 km, que, salvando un desnivel de 700 m, hubiese unido fluvialmente la ciudad de Madrid con el río Guadalquivir en Sevilla, para desde allí y aprovechando este río navegable, llegar hasta el océano Atlántico.

La ciclópea obra partiría de una presa que habría de construirse a la altura de Torrelodones sobre el río Guadarrama, cuyas aguas enlazaría las cuencas de este río con las del Manzanares, Jarama, Tajo, Riansares, Záncara, Jabalón, Guarrizas, Guadalén, Guadalimar y Guadalquivir.

Sólo pudieron ejecutarse los primeros 27 km del canal y la Presa de El Gasco, su embalse regulador. Aquí muchos más detalles del proyecto.

Tras hacernos la foto de grupo y contemplar desde su cima cómo el río Guadarrama, con mucha agua, lo atraviesa, retrocedimos sobre nuestros pasos, hasta llegar de nuevo al canal, que cruzamos para ascender por una empinada cuesta hasta dar, 140 metros más arriba, con un sendero que seguimos a la izquierda.

Unos pocos se fueron por la cercana pista que evita tener subir un cerro, al que el resto fuimos a contemplar las excelentes vistas que desde su cima se tiene: El Monte Abantos y las Machotas al oeste, al este la planicie de Madrid, al sur unas bonitas vistas del embalse de Molino de la Hoz y toda la urbanización que ha nacido a su vera, y al norte el Monte Gurugú, donde se asienta Casa Panarrás.

Descendimos el cerro para reunirnos con los que habían subido por la pista y como era la hora del ángelus, paramos a tomarnos el tentempié de media mañana.

Repuestas las fuerzas, continuamos el ascenso por el Camino de la Isabela, para enseguida pasar junto a Casa Panarrás, un caserón de estilo vasco construido por un marqués a principio del siglo XX, que se convirtió en puesto de mando republicano en la batalla de Brunete, con unas vistas estratégicas al flanco norte de esta ofensiva que tenía por objetivo frenar el avance de las tropas franquistas a Madrid y ayudar a las provincias del Norte de España, y que acabó con multitud de muertos de ambos bandos en veinte días de crueles enfrentamientos.

Remontamos la cuesta que va a dar con la entrada a la Casa del Enebrillo, que perteneció al duque de Sotomayor hasta el siglo XIX.

Obligado a venderla por deudas tras la pérdida de las colonias, la compró el torero cordobés Lagartijo, que durante un tiempo la utilizó para su uso personal como tentadero en el que entrenarse y ponerse en forma.

Continuamos por el también llamado Camino del Pardillo, que unió durante siglos Torrelodones con Villanueva del Pardillo a través del Molino de la Hoz.

La primera constancia de su existencia se remonta al siglo XII, como paso vinculado a la aldea de Santa María del Retamar, fundada por madrileños en la primera mitad del siglo XII y habitada, por lo menos, hasta finales del siglo XIV.

En el siglo XVI adquirió un importante auge al iniciarse las obras del monasterio de El Escorial que hicieron de Torrelodones parada y fonda. Durante este periodo, el Camino sirvió para el transporte de mercancías desde Villanueva del Pardillo para sus numerosos mesones y posadas.

La construcción de los puertos de Galapagar y del León, y el nuevo camino hasta Segovia por Las Rozas, Galapagar y Guadarrama, supusieron la decadencia progresiva del Camino del Pardillo.

Tras dejar atrás la fortificada Casa del Enebrillo, descendimos hasta cruzar por arriba el túnel por el pasa la línea de ferrocarril, girando a la derecha para seguir la senda que bordea las urbanizaciones de Las Marías, ahora en fase de expansión.

Entre pinos y jaras nos dirigimos al Mirador de Las Marías desde el que se tienen unas preciosas vistas de la planicie de Madrid, mientras abajo no paran de cruzar trenes por las vías que, poco más arriba llegan a la estación de Torrelodones.

Proseguimos por el sendero que en dirección noreste alcanza un pequeño y bello pinar, que da paso, a la a la torre de los Lodones, emblemática atalaya musulmana que dio origen al pueblo, allá por los siglos IX a XI del período omeya de Al-Ándalus.

Mide cerca de 11 metros de altura y tiene un diámetro exterior de 3,8 metros.

Tenía como misión vigilar uno de los caminos que se dirigía hacia los pasos de la Sierra de Guadarrama, el que en 711 utilizó Tariq para su avance por la parte norte de la península ibérica, formando parte del muy jerarquizado sistema defensivo omeya de la Marca Media, que tenía su centro en Toledo, con la que la población musulmana intentaba frenar el avance de los reinos cristianos.

A los pies de la torre se contempla buena parte de la Sierra de Guadarrama y medio Madrid a lo lejos asentando en su planicie, así como el pueblo a vista de pájaro y el abandonado a su suerte Palacio del Canto del Pico, otro de los iconos de Torrelodones.

La atalaya toma su nombre del almez, árbol que también es conocido como lodón o lotonero y que era abundante en su enclave y por extensión, el caserío surgido a sus pies acabó llamándose Torrelodones.

Curioso es también el nombre de Las Marías, zona en la que se asienta la torre, que toma su nombre, y esto pocos lo saben, precisamente de la atalaya, ya que proviene del árabe Al-mariya, el mismo étimo que, por ejemplo, ha dado nombre a la ciudad de Almería.

A los pies de tan histórica atalaya nos hicimos otra foto de grupo, en la que parecemos enanitos al lado de la torre.

Por la escalinata, recientemente restaurada, descendimos a la explanada del arroyo de la Torre, en las inmediaciones del punto limpio, continuando por el camino de tierra que bordea la zona sur de los Bomberos, deteniéndonos en el mirador que contempla el paso de los trenes vigilados por la torre, es un camino plano y muy agradable, que al final desciende hacia las vías.

Por un sendero continuamos paralelos a la valla que protege las vías del tren de las urbanizaciones del Área Homogénea Sur, hasta dar con una puerta metálica que da acceso a la otra parte del muro que protege las vías y que hay que dejar cerrada para evitar que se cuelen los jabalíes.

Con extremo cuidado cruzamos las vías, cerciorándonos de que no venía ningún tren de un lado y el otro, algo peligroso teniendo en cuenta el alto tráfico de esta línea, tanto de cercanías como de trenes que une Madrid con el noroeste de España, por lo que hay que extremar las precauciones, aún más si se va con niños o mascotas, a las que se debería atar en esta zona para evitar accidentes.

Continuamos por Los Viales bordeando la valla metálica de la finca llamada Casa García, girando a la derecha para seguirla en dirección suroeste, sin senda marcada, procurando tener siempre la valla cerca, descendimos hasta un arroyo seco, para continuar ascendiendo siguiendo la cerca hasta alcanzar un sendero más evidente que nos llevó al Cerro de la Mesilla, situado a 782 metros de altura, coronado por una pequeña casa medio en ruinas, que presenta un lamentable estado de conservación.

En sus inmediaciones paramos a dar cuenta de los bocadillos. Tras el largo descanso, continuamos por el camino que pronto va a dar a otra casa abandonada, ésta más grande y medio derruida.

Desde ella se tienen unas estupendas vistas del Canal de Guadarrama y todo su privilegiado entorno. Rebasamos la casa por la izquierda y descendimos hasta cruzar el Canal, afortunadamente en este tramo completamente seco.

Giramos a la derecha y continuamos por el sendero que zigzaguea siguiendo los meandros del Canal, En otras ocasiones más estivales, hemos podido caminar por su lecho sin problemas, pero hoy enseguida se hizo imposible por el agua acumulada entre sus aludes.

Pasamos la zona conocida como Los Barrancos, completamente inundados de agua, lo que le daba un plus de belleza a ya de por sí bello recorrido.

También llevaban mucha agua los arroyos de Varela y el de la Torre que va a dar al Canal, nunca los habíamos visto así de crecidos, formando incluso una vistosa chorrera al desbordarse hacia la pendiente.

Continuamos por el frondoso bosque de encinas y enebros que hay junto al Canal, asomándonos de vez en cuando a sus aguas y al que seguimos en su serpenteante recorrido hacia, siempre a nuestra derecha, con bonitas vistas de las urbanizaciones y todos los pueblos que desde aquí se divisan.

A llegar al precioso bosque de pinos que hay frente a las Casas de la Isabela es donde el Canal se hace más presente, manteniendo agua todo el año. Estaba precioso, además comenzó a caer una ligera llovizna, que lo hizo aún más romántico e íntimo.

Por la misma senda que habíamos utilizado en la subida descendimos hasta llegar de nuevo a la zona donde habíamos dejado los coches.

En el bar La Tortilla de Mamá que hay a la entrada de la urbanización celebramos el final de esta bonita e histórica ruta además del cercano cumpleaños de Ara, que nos invitó.

Por todo lo visto y disfrutado, esta excursión se ha ganado 4 estrellas.
Paco Nieto

miércoles, 18 de octubre de 2023

Excursión 736: De Colmenar Viejo a Tres Cantos

FICHA TÉCNICA
Inicio: Estación de Colmenar Viejo 
Final: Estación de Tres Cantos
Tiempo: 6 a 7 horas
Distancia: 19,8 Km 
Desnivel [+]: 417 m 
Desnivel [--]: 502 m
Tipo: Sólo ida
Dificultad: Media
Pozas/Agua: No/Sí
Ciclable: No
Valoración: 4,5
Participantes: 12

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta

















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta













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RESUMEN
Este domingo Antonio nos convocó a hacer una curiosa excursión de la mano de José María. El plan era salir de la estación de tren de Colmenar Viejo, ir bajando por el río Manzanares hasta llegar al puente de la Marmota para luego seguir avanzando hasta Tres Cantos y regresar desde esta localidad a Colmenar en tren.

A mí la verdad es que este plan no me convencía mucho. Lo mejor que puedo decir de las veces qué he caminado por Colmenar ha sido la conversación y la compañía durante la caminata, y con esa perspectiva me apunté a la ruta. !!! Pero que ignorante que soy!!!

Son las 10.30 de la mañana, allí estamos 12 senderomagos, somos muy pocos, por una parte se nota que alguno de nuestros compañeros están por Argentina, otros han venido hace poco de la Ribera Sacra, la ruta es de 20 km y además anuncian lluvias.

Empezamos a caminar con los protectores de las mochilas y los paraguas abiertos. Pasamos por un túnel para cruzar las vías, empezamos a caminar al bordes de las vías hasta que podemos cruzarlas por encima, no hay peligro porque en esta parte de la vía no hay servicio, aunque nos da bastante respeto. 

Al poco rato el camino que va por las vías está muy embarrado así que algunos siguen por las vías y otros vamos por una pista lateral hasta llegar a la M-618 y cruzamos el puente. Los compañeros que van por la vía pasan por debajo del puente hasta que encuentran un camino para subir hacia la carretera y unirse a nosotros.

Continuamos por un camino paralelo a la carretera, a los pocos metros nos desviamos la izquierda y cogemos un camino que se denomina del Corral de Cantos Colorados, seguimos caminando y poco a poco nos vamos acercando hacia el cañón del río Manzanares, ¡!!!pero que bonito es esto!!!, parece mentira que estemos al lado de Madrid. Empezamos a ver buitres, muchos buitres, algunos planean bien bajo, podemos verlos perfectamente.

Seguimos avanzando lentamente, el sendero tampoco permite ir muy rápido, vamos disfrutando mucho del paisaje, en mitad del camino aparece una valla caída y un cartel que indica prohibido el paso finca privada, como suele ser habitual en nosotros lo leemos y no le hacemos caso.

A los pocos metros vemos otra valla qué es más difícil de pasar, algunos nos damos la vuelta y cogemos un sendero alternativo, otros pasan la valla por encima como pueden y los que tienen menor envergadura pasan por debajo.

La hora del Ángelus se va acercando. Carlos prefiere esperar a que pasemos antes el arroyo de la depuradora, no se fía mucho de que lo podamos pasar fácilmente, y efectivamente cuando llegamos al Arroyo de Navarrosillos lleva mucha agua y no lo podemos pasar, tenemos que quitarnos las botas subirnos los pantalones y vadearlo descalzos, el agua no está mal de temperatura pero Carlos no para de recordarnos que van todos los meados y desechos de la depuradora. Pasamos al arroyo sin que nadie se caiga y volvemos a calzarnos y a limpiarnos las manos con gel hidroalcohólico por si Carlos tenía razón.

Ahora si, paramos para el Ángelus, lo hacemos rápido, nos quedan muchos kilómetros por delante. Empezamos a subir una buena pendiente, a esta ruta no le falta de nada, y yo que pensaba que sería aburrida. Seguimos subiendo hasta llegar hasta el Alto de las Carrizosas, desde el que se tienen unas extraordinarias vistas del valle del Manzanares, del embalse del Pardo  y de Madrid, con sus torres, al fondo.

Lo malo es que cuando llegas a arriba, lo que te espera es un fuerte descenso que hay que hacer con mucho cuidado para evitar caídas. 

Seguimos bajando hasta llegar a las ruinas de un molino denominado Barrera Blanca, luego tuvimos otra subida, para finalmente iniciar el descenso hasta el puente de la Marmota, que era uno de nuestros principales objetivos de la jornada, y la verdad es que es un sitio que merece la pena ver, pararse un rato y disfrutar de su belleza, de su entorno y de las vistas que se ven desde el puente.

¿Y porque este nombre? Es la pregunta que todos nos hacemos al contemplarlo, pues parece ser debido a la degeneración fonética del término «mamotar», nombre de uno de los cerros cercanos al viaducto por su forma de mama femenina.

La citada montaña aparece con el nombre de Cabeza de Mamotar en diferentes documentos y textos medievales, caso del célebre Libro de la Montería, escrito por el rey Alfonso XI de Castilla (1311-50). Dada la similitud fonética que poseen las voces ‘mamotar’ y ‘marmota’, es fácil entender el proceso de corrupción lingüística sufrido por el topónimo.

El puente fue construido entre 1756 y 1758, en el contexto de un proyecto de acotamiento y mejora de los accesos de El Pardo, llevado a cabo por mandato de Fernando VI (1713-59).

Además de esta infraestructura, se crearon otras muchas, como la cerca de 99 kilómetros que rodea al monte, la Puerta de Hierro, el Puente de San Fernando, la gavia de Fuencarral y una serie de pequeños puentes, que salvaban los arroyos de Valdeculebras, de las Viudas, de Tejada y de Trofa, todos ellos afluentes del Manzanares.

La complicada orografía del paraje explica su considerable altura. Su único ojo, formado por un arco de medio punto, con 46 dovelas, salva un desnivel de 11,5 metros, que, para hacernos una idea, equivale casi a un edificio de cinco plantas.

En cambio, la anchura del arco no es muy grande. Tiene 12 metros de luz, un poco menos que el arco central del Puente de Segovia, con 12,8 metros.

Pero tal vez lo que más llama la atención es el tablero. No tanto por sus dimensiones (45 metros de largo y 4,7 de ancho), como por su disposición, ya que se inclina de un extremo a otro, posibilitando un pronunciado cambio de rasante.

En Septiembre de 2012 se restauró con ayuda del Ejército de Tierra, que facilitó un helicóptero para introducir la excavadora y extraer 60 sacas de arena acumulada en su superficie.

Es uno de los mejores miradores, desde su tablero (o, mejor aún, desde el cercano Cerro de la Marmota), se divisan unas espectaculares vistas de todo el Monte de El Pardo, con la ciudad de Madrid como inmejorable telón de fondo.

El sitio era el idóneo para comer, pero aún nos quedaban unos 12 km , por lo que era mejor avanzar un poco más antes de hacer la parada. Y empezamos a ascender de nuevo, vigilados por numerosos buitre, hasta que nos cansamos de subir y paramos a dar cuentas de los bocadillos.

La comida la hicimos rápida y volvimos a ponernos en marcha, ahora el camino es fácil, no tiene perdida, tampoco tiene mucho aliciente, caminas todo el rato pegado a la valla del Monte del Pardo y lo más interesante es contemplar el río Manzanares rectando hacia el embalse donde se remansa.

Al cruzar el Barranco del Valdegoino, giramos a la izquierda, alejándonos del río, siguiendo el Cordel de Valdeloshielos, pasando junto al portillo de Valdeleganar y de San Jorge, únicas vías de acceso al Pardo, y que al poco cruza el Arroyo de la Tejada, que nace en las Laderas de Tejada de Colmenar Viejo y desemboca, a poco más de cuatro kilómetros de donde estamos, en el embalse del Pardo.

Seguimos avanzando por las pistas, deleitándonos con el paisaje, mirando los kilómetros que quedan para llegar a la estación de Tres Cantos, hasta que como pasa siempre, llegamos a nuestro destino con ganas de dejar de andar.

A esta ruta la asigno 4,5 sicarias, me ha sorprendido mucho esta ruta, y estaría bien que la repitiésemos cuando estemos todos.
Fernando Ramos

domingo, 15 de octubre de 2023

Excursión 735: Ribeira Sacra. Miradores de Doade

FICHA TÉCNICA
Inicio: Ribeira Sacra. Doade 
Final: 
Ribeira Sacra. Doade
Tiempo: 3 a 4 horas
Distancia: 9,7 Km 
Desnivel [+]: 399 m 
Desnivel [--]: 399 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas/Agua: No/No
Ciclable: No
Valoración: 4
Participantes: 21

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta

















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* Perfil, alturas y distancias de la ruta













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RESUMEN
Tercera y última ruta por esta increíble tierra, planificada nuevamente por nuestro anfitrión y guía, Ángel R.O.

En esta ocasión, la ruta circular de hoy empieza en la aldea de Doade, a unos 14 km de nuestra base de operaciones en Monforte de Lemos y a 10.563 km de Hiroshima, según reza el poste ubicado en esta aldea y que indica distancia y dirección de unas cuantas ciudades del mundo. El objetivo era visitar tres miradores situados en las inmediaciones y, finalizada la ruta, visitar la cercana bodega Regina Viarum.

Empezamos a andar con algo de lluvia que cesó al poco tiempo para dar paso a una densa niebla cerca del primer mirador conocido como A Pena do Castelo, al que llegamos por una pista bastante cómoda. Aquí se encuentra una gran roca conocida como O Castelo que presenta un desnivel de unos 400 metros casi en vertical, desde donde hubiéramos podido disfrutar de unas magníficas vistas a los cañones de Sil de no haber sido por la densa niebla que nos envolvía. Sin embargo, la pequeña ermita dedicada a San Mauro y el paisaje desdibujado por la bruma, que se va cerrando y desapareciendo con la distancia, le daba al entorno un aire de quietud y tranquilidad que era por sí mismo motivo suficiente para justificar la visita.

Tras la foto de grupo, abandonamos la placentera pista para tomar el sendero en un tramo que avanza en un escabroso zigzag que discurre por la ladera de la montaña, conocido como As Fontes de San Xermunde

Los líquenes y el húmedo matorral que invade la senda provocaban una marcha complicada y lenta, hasta que alcanzamos un mirador natural.

Hubo unas cuantas estrellas semifugaces que, para evitar este incómodo tramo de la ruta, optaron por seguir otro camino que se juntó con el nuestro un poco antes de llegar al siguiente mirador.

Los demás, continuamos por la complicada ruta PR-G 157, mientras el día se iba despejando para nuestro deleite con las impresionantes vistas de los bancales de viñedos y con el cañón del Sil al fondo, apenas empañado por algunos bancos de niebla.

Después de una repentina subida, volvimos a tomar una cómoda pista que atraviesa los montes de Ceceda, que es la zona más elevada donde se alza el pico Bidual de 816 metros.

A partir de ahí, comenzamos el descenso hasta llegar al mirador do Duque, donde pudimos contemplar el profundo cañón originado por el río Sil, que hace frontera entre las provincias de Lugo y Orense. Después de algunos cientos de fotografías, incluyendo otra más de grupo, dimos cuenta del tentempié aprovechando un providencial merendero allí ubicado.

Seguimos descendiendo por una ancha y cómoda pista en zigzag hasta el tercer mirador situado en la ladera sur, plagada de bancales y viñedos, que contrasta con el bosque de la ladera opuesta, donde es inviable el cultivo de la vid por falta de sol.

Estos bosques reciben el nombre de “fragas”, porque conviven árboles de distintas especies. Estábamos contemplando las fragas del Sil.

Tocaba subir todo lo bajado, así que por la empinada pista que atraviesa los viñedos y con algo de lluvia, alcanzamos de nuevo la senda que inicialmente nos llevó al primer mirador y que nos conduciría al punto de partida en Doade.

Allí mismo intentamos convencer al resto del grupo de la inesperada aparición de un par de gamos (o quizá corzos) que saltaron justo delante de MJ y de mí, que íbamos solos y bastante separados. No hay foto ni prueba alguna que lo demuestre, así que el intento fue en vano, no obstante, verlos, los vimos, y haberlos, haylos.

Eran las cuatro de la tarde cuando nos presentamos en la bodega Regina Viarum para hacer una visita guiada. Nada más llegar, sorprende por su cuidado y moderno diseño. Por su volumen de procesado, se trata de la tercera bodega más importante de la Ribera Sacra.

La visita consta de un recorrido por las instalaciones, con proyección audiovisual incluida. 

El guía nos explicó las distintas técnicas utilizadas para elaborar sus vinos, así como la forma correcta, según los expertos, de consumirlo. Habló también de la “viticultura heroica”, que define las duras condiciones del terreno que complican todo tipo de trabajo en estos viñedos.

A continuación, pasamos a una luminosa sala donde tendría lugar la esperada “degustación comentada”. 

Allí estaban cuidadosamente dispuestas cuatro copas por persona para cada uno de los cuatro tipos de vino que allí elaboran. El guía nos dio unos cuantos consejos básicos de cómo conocer y degustar las distintas variedades de vino y que, no siendo yo muy entendido en esto, me parecieron muy curiosos e instructivos.

Por último, finalizamos la visita cuando pasamos a lo que podría haber sido el cuarto mirador de la jornada. Se trata de una amplia terraza donde pudimos disfrutar, una vez más, de la hermosa panorámica de los cañones del Sil, aunque esta vez, copa de vino en mano, risas y fotos, muchas fotos.

Cuatro sicarias le doy a esta completísima ruta.
Fernando DíazH