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RESUMEN
Este domingo Antonio nos convocó a hacer una curiosa excursión de la mano de José María. El plan era salir de la estación de tren de Colmenar Viejo, ir bajando por el río Manzanares hasta llegar al puente de la Marmota para luego seguir avanzando hasta Tres Cantos y regresar desde esta localidad a Colmenar en tren.
A mí la verdad es que este plan no me convencía mucho. Lo mejor que puedo decir de las veces qué he caminado por Colmenar ha sido la conversación y la compañía durante la caminata, y con esa perspectiva me apunté a la ruta. !!! Pero que ignorante que soy!!!
Son las 10.30 de la mañana, allí estamos 12 senderomagos, somos muy pocos, por una parte se nota que alguno de nuestros compañeros están por Argentina, otros han venido hace poco de la Ribera Sacra, la ruta es de 20 km y además anuncian lluvias.
Empezamos a caminar con los protectores de las mochilas y los paraguas abiertos. Pasamos por un túnel para cruzar las vías, empezamos a caminar al bordes de las vías hasta que podemos cruzarlas por encima, no hay peligro porque en esta parte de la vía no hay servicio, aunque nos da bastante respeto.
Al poco rato el camino que va por las vías está muy embarrado así que algunos siguen por las vías y otros vamos por una pista lateral hasta llegar a la M-618 y cruzamos el puente. Los compañeros que van por la vía pasan por debajo del puente hasta que encuentran un camino para subir hacia la carretera y unirse a nosotros.
Continuamos por un camino paralelo a la carretera, a los pocos metros nos desviamos la izquierda y cogemos un camino que se denomina del Corral de Cantos Colorados, seguimos caminando y poco a poco nos vamos acercando hacia el cañón del río Manzanares, ¡!!!pero que bonito es esto!!!, parece mentira que estemos al lado de Madrid. Empezamos a ver buitres, muchos buitres, algunos planean bien bajo, podemos verlos perfectamente.
Seguimos avanzando lentamente, el sendero tampoco permite ir muy rápido, vamos disfrutando mucho del paisaje, en mitad del camino aparece una valla caída y un cartel que indica prohibido el paso finca privada, como suele ser habitual en nosotros lo leemos y no le hacemos caso.
A los pocos metros vemos otra valla qué es más difícil de pasar, algunos nos damos la vuelta y cogemos un sendero alternativo, otros pasan la valla por encima como pueden y los que tienen menor envergadura pasan por debajo.
La hora del Ángelus se va acercando. Carlos prefiere esperar a que pasemos antes el arroyo de la depuradora, no se fía mucho de que lo podamos pasar fácilmente, y efectivamente cuando llegamos al Arroyo de Navarrosillos lleva mucha agua y no lo podemos pasar, tenemos que quitarnos las botas subirnos los pantalones y vadearlo descalzos, el agua no está mal de temperatura pero Carlos no para de recordarnos que van todos los meados y desechos de la depuradora. Pasamos al arroyo sin que nadie se caiga y volvemos a calzarnos y a limpiarnos las manos con gel hidroalcohólico por si Carlos tenía razón.
Ahora si, paramos para el Ángelus, lo hacemos rápido, nos quedan muchos kilómetros por delante. Empezamos a subir una buena pendiente, a esta ruta no le falta de nada, y yo que pensaba que sería aburrida. Seguimos subiendo hasta llegar hasta el Alto de las Carrizosas, desde el que se tienen unas extraordinarias vistas del valle del Manzanares, del embalse del Pardo y de Madrid, con sus torres, al fondo.
Lo malo es que cuando llegas a arriba, lo que te espera es un fuerte descenso que hay que hacer con mucho cuidado para evitar caídas.
Seguimos bajando hasta llegar a las ruinas de un molino denominado Barrera Blanca, luego tuvimos otra subida, para finalmente iniciar el descenso hasta el puente de la Marmota, que era uno de nuestros principales objetivos de la jornada, y la verdad es que es un sitio que merece la pena ver, pararse un rato y disfrutar de su belleza, de su entorno y de las vistas que se ven desde el puente.
¿Y porque este nombre? Es la pregunta que todos nos hacemos al contemplarlo, pues parece ser debido a la degeneración fonética del término «mamotar», nombre de uno de los cerros cercanos al viaducto por su forma de mama femenina.
La citada montaña aparece con el nombre de Cabeza de Mamotar en diferentes documentos y textos medievales, caso del célebre Libro de la Montería, escrito por el rey Alfonso XI de Castilla (1311-50). Dada la similitud fonética que poseen las voces ‘mamotar’ y ‘marmota’, es fácil entender el proceso de corrupción lingüística sufrido por el topónimo.
El puente fue construido entre 1756 y 1758, en el contexto de un proyecto de acotamiento y mejora de los accesos de El Pardo, llevado a cabo por mandato de Fernando VI (1713-59).
Además de esta infraestructura, se crearon otras muchas, como la cerca de 99 kilómetros que rodea al monte, la Puerta de Hierro, el Puente de San Fernando, la gavia de Fuencarral y una serie de pequeños puentes, que salvaban los arroyos de Valdeculebras, de las Viudas, de Tejada y de Trofa, todos ellos afluentes del Manzanares.
La complicada orografía del paraje explica su considerable altura. Su único ojo, formado por un arco de medio punto, con 46 dovelas, salva un desnivel de 11,5 metros, que, para hacernos una idea, equivale casi a un edificio de cinco plantas.
En cambio, la anchura del arco no es muy grande. Tiene 12 metros de luz, un poco menos que el arco central del Puente de Segovia, con 12,8 metros.
Pero tal vez lo que más llama la atención es el tablero. No tanto por sus dimensiones (45 metros de largo y 4,7 de ancho), como por su disposición, ya que se inclina de un extremo a otro, posibilitando un pronunciado cambio de rasante.
En Septiembre de 2012 se restauró con ayuda del Ejército de Tierra, que facilitó un helicóptero para introducir la excavadora y extraer 60 sacas de arena acumulada en su superficie.
Es uno de los mejores miradores, desde su tablero (o, mejor aún, desde el cercano Cerro de la Marmota), se divisan unas espectaculares vistas de todo el Monte de El Pardo, con la ciudad de Madrid como inmejorable telón de fondo.
El sitio era el idóneo para comer, pero aún nos quedaban unos 12 km , por lo que era mejor avanzar un poco más antes de hacer la parada. Y empezamos a ascender de nuevo, vigilados por numerosos buitre, hasta que nos cansamos de subir y paramos a dar cuentas de los bocadillos.
La comida la hicimos rápida y volvimos a ponernos en marcha, ahora el camino es fácil, no tiene perdida, tampoco tiene mucho aliciente, caminas todo el rato pegado a la valla del Monte del Pardo y lo más interesante es contemplar el río Manzanares rectando hacia el embalse donde se remansa.
Al cruzar el Barranco del Valdegoino, giramos a la izquierda, alejándonos del río, siguiendo el Cordel de Valdeloshielos, pasando junto al portillo de Valdeleganar y de San Jorge, únicas vías de acceso al Pardo, y que al poco cruza el Arroyo de la Tejada, que nace en las Laderas de Tejada de Colmenar Viejo y desemboca, a poco más de cuatro kilómetros de donde estamos, en el embalse del Pardo.
Seguimos avanzando por las pistas, deleitándonos con el paisaje, mirando los kilómetros que quedan para llegar a la estación de Tres Cantos, hasta que como pasa siempre, llegamos a nuestro destino con ganas de dejar de andar.
A esta ruta la asigno 4,5 sicarias, me ha sorprendido mucho esta ruta, y estaría bien que la repitiésemos cuando estemos todos.
Fernando Ramos
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