miércoles, 25 de junio de 2014

Excursión 194: Valle de la Barranca - Pino de la Cadena

FICHA TÉCNICA
Inicio: La Barranca. Navacerrada

Final: Fonda Real. Navacerrada

Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 15,6 Km 
Desnivel [+]: 611 m 
Desnivel [--]: 632 m

Tipo: Sólo ida
Dificultad:
 Baja
Pozas y agua:

Ciclable: Sí
Valoración: 4
Participantes: 29


MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta






















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta












TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
RESUMEN
“La penúltima” del curso estaba ideada como un tranquilo paseo rematado con una comida veraniega en Las Postas. Como vice-guías, en ausencia de Antonio, éste había nombrado a los venerables José Mª y Antolín.
Comenzó José Mª ejerciendo su oficio muy decidido, a base de ordenar sin dar más explicaciones para evitar toda capacidad de reacción (la información es poder), y casi sin darnos cuenta ya estábamos caminando por la pista de La Barranca a buen ritmo y en animada camaradería. Yo aproveché para sonsacar a Miguel Ángel todos los pormenores de su hazaña en la Quebrantahuesos de los Pirineos.
El día era fresquito para ser verano y el cuerpo pedía marcha. Llegamos sin sentir a la fuente de La Campanilla, donde Manuel M., nuevo fichaje del GMSMA, dio su primera campanada con el grupo. Tras un breve paréntesis, de nuevo pista para arriba, con Teo revoloteando entre las piernas de los paseantes y encarándose con una inocente vaca que le perdonó la vida.
Casi todos conocíamos el mirador de Las Canchas, cuyas vistas, sin embargo, nunca dejan de sorprender. Quienes no habían estado nunca en él pudieron descubrirlo en un día especialmente luminoso y despejado. Allí nos asentamos un buen rato para tomar el aperitivo relajadamente. A continuación, en el mismo lugar, llegó el momento de la foto de grupo, donde al bastón de mando de José Mª le faltó estabilidad como trípode, quizá por estar aún en elaboración (recuérdese que uno anterior, muy trabajado, lo perdió en un túnel tenebroso).
Centrado como estaba en su misión de guiar al grupo, a José Mª no le importó que la labor fotográfica se llevara a cabo por un joven espontaneo muy bien acompañado. Hay que decir, sin embargo, que la concentración de Antolín como co-lider comenzó aquí a declinar, cosa que no es de extrañar si se fija uno en su colocación en la foto de grupo rodeado de lo más granado de la juventud. Cuando, ya más adelante, íbamos por el arroyo de Navalmedio, Antolín cerraba el pelotón totalmente disperso, atendiendo sólo al reclamo de un par de bañistas en bikini y al de otro par de amazonas con quienes nos cruzamos.
Desde Las Canchas ya todo era bajada por la misma pista hasta llegar a la explanada del antiguo hospital “de Walpurgis”. Nada más rodearlo, nos encaramamos a un privilegiado mirador, un balcón natural hacia el sur que abarca más de 180º.

Disfrutamos las vistas, pero Manuel M. tuvo la mala suerte de torcerse un tobillo al bajar; aunque continuó caminando, sobre todo por amor propio, iba renqueando.

Tuvo la suerte de que, una vez llegamos al Ventorrillo por la carretera de subida al puerto de Navacerrada, Antonio hubiera aparcado en las proximidades para saludarnos, así que se fueron juntos a tomar cañas mientras los demás proseguíamos hasta el Pino de la Cadena, que cuenta con una curiosa historia rayana en la leyenda.
El paseo por el valle sombreado de Navalmedio, con el agua del arroyo fluyendo cantarina, era un placer. Pero todo se acaba y al llegar al embalse se empezó a notar la solana. En el último tramo, hasta La Fonda Real, ya apareció el cansancio; menos mal que combinamos la carretera con una senda que lo hizo más soportable.
Hay que decir que la comida en Las Postas no es lo mismo sin cocido, aunque sea verano. Sin embargo, no tiene precio el ambiente que, una vez más, se creó en el lugar: No faltó, como no podía ser menos, “Er Niño Joaquín”, ni la declamación portentosa de José Mª, ni siquiera el acompañamiento al piano de Paco C. e incluso alguna pieza de exhibición. Pero esta vez, además, Rosa B. se arrancó por habaneras y eso después de entregar a Antonio una gran pintura de su creación, inspirada en una de las excursiones del GMSMA. ¡Cuidadito, Antonio, vuelve pronto a caminar, que en una de estas te obsequian con una ley de aforamiento!
Permítaseme tener un detalle personal de agradecimiento con Manuel M., a quien deseo una rápida recuperación, ya que me hizo una foto donde salgo tan joven y risueño que me doy envidia. Fernando S.: Lo tienes crudo para superarlo.
Madi dictamina que 4 merecidas sicarias son adecuadas para calificar esta marcha.
Melchor


miércoles, 18 de junio de 2014

Excursión 193: Puerto de Navacerrada - Canto Cochino

FICHA TÉCNICA
Inicio: Puerto de Navacerrada

Final: 
Canto Cochino. La Pedriza
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 15,3 Km 
Desnivel [+]: 494 m 
Desnivel [--]: 1254 m

Tipo: Sólo Ida
Dificultad:
 Alta
Pozas y agua:

Ciclable: No
Valoración: 4,5
Participantes: 18


MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta




















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta
















TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
RESUMEN
Es ésta una de esas excursiones de las que has oído y leído mucho, de las que están en la carpeta de pendientes, y en fin, de las que hay que hacer al menos una vez en la vida.

Por eso desde que el grupo ya estuvo por aquí en la excursión 39, sólo siete participantes disfrutaron de ella, y es que asistir al casi milagroso nacimiento del río Manzanares y seguir su recorrido a lo largo de sus primeros kilómetros es una maravilla indescriptible y que merece la pena experimentar.

Aunque a decir verdad, acompañar al Manzanares desde su cuna en la Bola del Mundo, a 2.268 metros de altura, hasta Canto Cochino, 1.254 metros más abajo, es toda una prueba de amor por este "aprendiz de río", como algunos le llaman, porque el descenso no es precisamente un paseo.

Para hacer cumplir este sueño de muchos, nos acercamos a Canto Cochino, para desde allí agruparnos en el menor número de coches posibles e iniciar la ruta en el puerto de Navacerrada, desde el que algunos ya habían comenzado la subida a la Bola del Mundo o Alto de Guarramillas.

A falta de Antonio, contamos con Joaquín como guía, y la grata presencia de Juan, que siempre transmite tranquilidad, además de conocimiento.

Para alcanzar el vistoso repetidor seguimos la senda que primero nos lleva a la cuerda de las Cabrillas, para girar a continuación a la izquierda y encaramarnos por la pista de hormigón a Dos Castillas y de allí, todo recto hasta los aledaños de las antenas, tramo éste que, quizás por conocido, hicimos casi sin pausas y a tan fuerte ritmo que un grupo quedó bastante rezagado.

A la sombra de las antenas nos esperaba el primer grupo, que salió un poco antes, y tras los saludos y fotos de rigor iniciamos la búsqueda del nacimiento del Manzanares, un poco llevados por la intuición y las directrices de Juan, porque Joaquín había desaparecido en busca de posibles rezagados.

Justo detrás de la Bola del Mundo, se abre la verde hondonada que conforma el ventisquero de la Condesa, reconocible por el aún presente muro de contención con que antaño se favorecía la acumulación de nieve, origen del hielo que se consumía en los cafés y botillerías del Madrid decimonónico, y que se vendía a tres reales la arroba (11,5 kilos) a primeros del siglo XX, y también por la caseta que cobija y protege la primera fuente del Manzanares.

Así es que, cada uno como pudo, salvamos el nevero, que aún presentaba mucha nieve, para acercarnos a la mencionada caseta y contemplar, sorprendidos y emocionados, cómo de debajo de ella brotaba un chorro continuo de agua, al que, algunos metros más abajo, se unían otros más, de mucho menor caudal, recién surgidos de las entrañas de la musgosa loma. Desde aquí, le esperan unos 92 km antes de que entregue sus aguas al Jarama, tras hacer creer a Madrid que tiene un gran río.

A pocos metros del nacimiento y de la fuente de la Teja, tomamos el aperitivo, bajo la atenta mirada de unas cabras enriscadas en unas rocas cercanas, con el caos granítico de la Pedriza y la calma plateada del embalse de Santillana impactando en nuestros ojos, y el murmullo del agua endulzando nuestros oídos.

Repuestas las fuerzas, y echa la foto de grupo, emprendimos el descenso siguiendo un sendero, conocido como vereda de los Mesones, que apenas se insinúa en la empinada pradera, por la izquierda del río, aún bebé, que va creciendo cada pocos metros, conforme se le unen otros regatos que bajan del collado del Piornal, la Maliciosa, Valdemartín y Cabezas de Hierro.

Entre floridos piornos de oro y retama continuamos el descenso, cambiando en una ocasión de orilla, pero volviendo rápidamente a la de la izquierda. Así hasta alcanzar la deseada sombra de los primeros pinos y, tras ellos el puente de los Manchegos (1.700 metros), por el que una pista forestal procedente de Canto Cochino cruza el incipiente Manzanares.

Proseguimos esta pista hacia la izquierda para, a cien metros, desviarnos a la derecha por una senda que desciende a través del espeso brezal de blanca y delicada flor por la izquierda del río. Y es a partir de aquí cuando el Manzanares, como el niño que aún es, se vuelve revoltoso, a la vera del Cerro de las Barreras (1.772 m), saltando de poza en poza con apoteosis final al despeñase en la gran cascada de los Chorros, que contemplamos desde bastante altura.

Entre pinos zigzaguea la estrecha senda, perdiendo rápidamente altura, tanta, que más de uno comenzó a proponer formas de partirle las piernas al guía, pensamientos que perduraron hasta cruzar el Manzanares por el puente del Retén, una elemental pasarela de troncos en cuya orilla paramos a comer, y que algunos aprovecharon para bañase, mientras otros sesteaban a la sombra de sus altos pinos.

Confortados por el descanso, proseguimos la senda, que por la orilla derecha del río, enseguida alcanza nuevamente a la pista forestal junto al puente del Francés, que no cruzamos.

Poco nos duró la alegría de poder caminar por terreno plano cinco a la vez, porque a poco más de 300 metros Juan nos desvió por la senda que sale a la izquierda de la idílica pista, para evitar así las amplias curvas que ésta da un poco más adelante.

Nuevamente en fila india, sorteamos troncos caídos, pedruscos y retamas, eso sí, ganando en vistas del río, que en este tramo forma vistosas pozas, la más famosa, la Charca Verde, en cuyas transparentes aguas se agolpaban unos cuantos bañistas y "bañistos" ligeros de ropa, como suele ser común en ellas.

A 200 metros de la Charca Verde, y esto es lo que la hace tan accesible y populosa en verano, alcanzamos de nuevo la pista, que nos llevó rectos y sin más sobresaltos al aparcamiento de Canto Cochino, donde, en uno de sus bares, nos tomamos las ansiadas cervezas para celebrar la culminación de nuestro sueño de acompañar en sus 11 primeros kilómetros al río que tanto aprecian los madrileños, pero que pocos han visto nacer.

Por eso, los afortunados que ya podemos decir que hemos asistido a su alumbramiento coincidimos en otorgar 4,5 sicarias de las 5 posibles, a esta mítica excursión.
Paco Nieto

FOTO REPORTAJES

FOTOS

miércoles, 11 de junio de 2014

Excursión 192: Montón de Trigo y Ojos del Río Moros

FICHA TÉCNICA
Inicio: Las Dehesas. Cercedilla

Final: 
Las Dehesas. Cercedilla
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 13,5 Km 
Desnivel [+]: 853 m 
Desnivel [--]: 846 m

Tipo: Circular
Dificultad:
 Alta
Pozas y agua:

Ciclable: No
Valoración: 4
Participantes: 26


MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta
























PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
RESUMEN
Esta excursión la podíamos titular como "La excursión en la que a punto estuvieron de linchar al guía". Todo empezó a las 10:30 en el aparcamiento de enfrente del restaurante Casa Cirilo. El día parecía prometedor. Había una buena temperatura. En esta ocasión éramos 26 participantes más Teo, Lucas y Mecha. 

Nos encaminamos por la calzada romana hasta el Puerto de la Fuenfría, que alcanzamos después de una hora de intensa subida. Tomamos allí un tentempié y subimos a continuación al Cerro Minguete. Aquí nos dejaron por obligaciones varias: Rosa, José Luis H y José Luis F.G. que se volvieron por el mismo camino.

Los demás comenzamos la subida  al Montón de Trigo, cerro rodeado de leyendas que explicarían su peculiar forma, y a cuya cima (2.152 metros) llegamos en poco tiempo.


Después de estar un rato contemplando las hermosas vistas que nos rodeaban, el grupo se fragmentó otra vez; por motivos de tiempo, algunos componentes del grupo tuvieron que volver por donde habíamos venido. El resto bajamos por una pedrera en dirección oeste hacia el Collado de Tirobarra. 

Todo iba como la seda hasta que se nos ocurrió decir: "En lugar de ir al Collado de Tirobarra y coger el sendero que nos lleva a los Ojos del Río Moros, ¿por qué no atajamos a la izquierda? Dicho y hecho, nos pusimos a trochar por una fuerte bajada, entre piedras, piornos, pinos y qué se yo. 

En esos momentos como guía que era, comprendí lo que debió de sentir Cristobal Colón en su primer viaje a América, cuando su tripulación, al impacientarse por tan larga travesía, estuvieron a punto de amotinarse.

Yo oía a mis espaldas comentarios como: "Hay que partirle las piernas". "Hay que colgarle de los ...pulgares". "Con Antonio (nuestro guía oficial) no habría pasado ésto",  etc... Jajaja. 

Menos mal, que al final nos topamos con el sendero, que siguiéndolo por nuestra izquierda, nos llevo a encontramos rápidamente con Los Ojos del Río Moros (dos manantiales donde nace el río del mismo nombre).

Sacamos los bocadillos y comimos allí. Por supuesto durante la comida hubo un sinfín de chanzas y bromas hacia  mi persona. Jajaja. Cogimos agua del manantial y continuamos la marcha por un bonito sendero que rodeando a media ladera el Cerro Minguete y Peña Bercial nos llevó al Collado de Marichiva. Allí cruzando la Ladera del Infante tomamos el sendero que sale de frente y en pronunciada bajada nos llevó de vuelta al aparcamiento donde teníamos los coches. 

Dejamos las mochilas y nos tomamos -como no podía ser de otra manera- unas jarritas de cerveza en Casa Cirilo. En definitiva, una excursión de aprox. 14 km y 6 horas de duración  (con comida), en la que lo pasamos fenomenal.

Por todo ello, la Agencia Madi a considerado otorgar 4 sicarias a esta guapa excursión.
Joaquín

FOTO REPORTAJES

miércoles, 4 de junio de 2014

Excursión 191: Vuelta a Segovia

FICHA TÉCNICA
Inicio: Segovia

Final: Segovia
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 14,1 Km 
Desnivel [+]: 279 m 
Desnivel [--]: 239 m 

Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua:
Ciclable: En parte
Valoración: 4,5
Participantes: 28


MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta




















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta













TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RESUMEN
Hoy el GMSMA ha tenido la gran idea de acercarse  a Segovia,  la ciudad que todo el mundo conoce por el Acueducto romano, el Alcázar de cuento de hadas y el cochinillo asado. Me ha tocado a mí, segoviano de nacimiento, demostrar que Segovia es muuuucho más.

La ciudad tiene una gran riqueza monumental,  como la catedral gótica, las iglesias románicas,  el color de sus piedras, las callejuelas, los palacios, los jardines, pero  además tiene un cinturón verde inigualable alrededor de los dos ríos que delimitan Segovia: El Eresma y el Clamores.

Segovia nos recibió con una temperatura ideal y con los campos floridos, llenos de amapolas. Había tantas, que Antonio D. ha bautizado esta excursión como la de las amapolas.

Son muchas cosas las que hemos visto, pero hay tres que son las que más han gustado al grupo, y de las que apenas nadie había oído hablar.


La primera fue el Mirador del Monasterio del Parral, desde donde se divisa, a lo lejos, el Alcázar, la Catedral, la iglesia de San Esteban, y toda la ciudad amurallada;  de cerca, el cinturón verde que rodea la muralla y el rio Eresma; y abajo la casa de la Moneda y el Monasterio del Parral. José Luis H dice que ese mirador es el Albaicín segoviano.

Yo creo que tiene mucha razón, pero claro, es más bonito éste, aunque el de Granada no está mal.

El segundo enclave, que más admiraciones ha conseguido, es el Mirador de El Alcázar, situado en el Pinarillo.

Parecía que teníamos el Alcázar al alcance de la mano, tan solo separado por la fosa natural del rio Clamores.

Algunos nos hubiésemos quedado allí un buen rato, pero nos esperaba el cochinillo en el Ventorro, así que habrá que volver otro día.

El tercer enclave, que más ha sorprendido, es la Plaza de San Lorenzo, ya que íbamos andando por un barrio humilde, y de pronto nos encontramos con “Hervas”, como muy bien dijo Vicente A. La plaza con su Iglesia románica y la arquitectura popular castellana que la rodea, incluida la forma de poner las tejas, nos gustó mucho a todos.

A petición de varias personas del grupo, paso a describir el paseo. Espero que os sirva, para esa segunda excursión que todos habéis prometido hacer con vuestra familia y amigos.

Comenzamos la excursión en el Ventorro de San Pedro Abanto, en el Antiguo Camino de Castilla (hoy carretera de Arévalo), siguiendo la senda que trascurre paralela al río Eresma, entrando en Segovia por el Arco de la Fuencisla, también conocido como el de María del Salto, por el milagro que ocurrió a principios del siglo XV.

Tras dejar a la izquierda el Santuario de la Fuencisla, patrona de Segovia, y el convento de los Carmelitas, donde está enterrado San Juan de la Cruz, enseguida alcanzamos  la pradera de San Marcos,  donde confluyen El Eresma y el Clamores, y donde se nos presenta imponente, como un barco a punto de partir, el Alcázar.

Entramos a la ciudad amurallada, por la Puerta de Santiago, a través  del Paseo de San Juan de la Cruz, para llegar a la torre más bonita de Segovia, la de la iglesia de San Esteban y a continuación muy rápidamente pasamos por los sitios más emblemáticos de Segovia: casa de Antonio Machado, Catedral, Plaza Mayor, Iglesia de San Miguel (donde fue coronada Isabel la Católica), plaza de Juan Bravo y el Acueducto.

Desde aquí nos dirigimos al Barrio de San Lorenzo, donde todos quedamos impresionados por la plaza, tanto por la iglesia, como la arquitectura de las viviendas que la circundan.

Por la Senda de los Molinos nos dirigimos de nuevo a buscar al Eresma, y tras encontrarle, hicimos un descanso para tomar el aperitivo y reponer fuerzas, a continuación recorrimos la Alameda que Antonio Machado hacia todas las tardes, durante los años que estuvo en Segovia.

Al final de la alameda descubrimos la Casa de la Moneda y el monasterio del Parral, desde el que iniciamos una pequeña subida donde divisamos las mejores vistas de Segovia. Lo que vimos desde allí se puede resumir en dos palabras ¡¡im-presionante!!

Continuamos hasta la Iglesia de la Vera Cruz, fundada por los Caballeros del Santo Sepulcro hace más de 800 años, para después volver a la pradera de La Fuencisla.


Esta vez cogimos la senda del Clamores, y  durante el paseo fuimos disfrutando del frescor del agua y de la sombra de los sauces y chopos. Antes de llegar al final del paseo, frente al puente de la Estrella, salimos para ir al cementerio medieval judío, que está en el paraje conocido como El Pinarillo.

En el Pinarillo disfrutamos de dos miradores, desde los que se divisa la Catedral y el Alcázar, tan solo separados  de nosotros por la fosa natural que el Clamores ha ido labrando.

Después de disfrutar de los campos de amapolas, que le daban un encanto especial a la catedral, desembocamos, de nuevo en la puerta de la Fuencisla, donde nos encaminados e nuevo al Ventorro de San Pedro de Abanto, donde nos esperaban los cochinillos, las migas, los judiones,…..Todos salimos satisfechos.  ¡Volveremos!

Por todo ello, la agencia Madi ha considerado otorgar 4,5 sicarias a esta bonita excursión.
Marcos


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