miércoles, 27 de julio de 2022

Excursión 640: Arroyo del Chorro de Navafría

FICHA TÉCNICA
Inicio: Navafría
Final: Navafría
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 13,2 Km 
Desnivel [+]: 525 m 
Desnivel [--]: 525 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas/Agua: Sí/Sí
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 15

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta




























PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta













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RESUMEN
Hace ya varios veranos que tengo el placer de poder compartir alguna excursión con éste estupendo grupo, mi experiencia con la Sierra de Guadarrama se remonta a 2016 cuando por circunstancias que aún no me explico, ya que nunca me gustó correr, competí en la Gran Trail Peñalara.

No es que Mallorca no tenga una magnífica Sierra, pero desde que por invitación de Rosana conocí más a fondo estos hermosos parajes quedé enamorado.

Luego vino la primera excursión con vosotros: buen ambiente, risas, anécdotas y sobre todo muy buena gente.

Llegó la segunda, la tercera, una cuarta y con ésta del pasado miércoles 27 llegué a la quinta, he de decir que espero con ansía llegar a esa sexta y conseguir mi primera estrella. Y aunque por la distancia que me separa de vosotros vaya poco a poco, seguro que el próximo verano se dará el caso.

Comenzó el día en Navafría, convocados por Paco, donde 15 aguerridos montañeros y montañeras, además de un par de valientes canes, nos dimos cita para enfrentarnos a una jornada de caluroso verano.

Armados con energía, un humor magnífico y mucha energía, comenzamos a andar camino del Chorro de Navafría, lugar en el que nos esperaba un refrescante premio.

El arroyo del Chorro de Navafría se llama así por formar una cascada poco antes de unir sus aguas al río Cega. Está situado en un privilegiado entorno, en medio de un frondoso pinar que ofrece su sombra y frescor al caminante y realza su atractivo, convirtiéndolo en una excursión ideal para realizar en pleno verano.

De hecho, era ésta mi segunda ocasión, y aun siendo la misma excursión fue totalmente diferente. Mis recuerdos de aquella primera fueron aflorando a lo largo del día y, comparando, haciéndome ver las cosas que no había observado la vez anterior.

Nos pusimos en marcha buscando, hacia el sur, la calle Arroyo La Mata, que entre chalets de bella estampa nos acercó a las inmediaciones del Museo Etnológico El Martinete, que de momento solo abre los fines de semana, por lo que nos quedamos con las ganas de verlo por dentro.

Continuamos por la cómoda pista hasta cruzar por un puente el río Cega.

Nada más pasar el puente, giramos a la izquierda por el margen derecho del río. La senda, que por momentos quedaba cubierta por helechos y alguna nube de mosquitos, nos guiaba río arriba mientras el sonido del correr del agua acompañaba nuestros debates. El del calor extremos de las últimas semanas fue la estrella de ellos y, la sorpresa de la magnífica temperatura que estábamos disfrutando era el otro tema candente. Al llegar a las proximidades de las ruinas de un antiguo molino, la maleza nos obligó a cruzar el río, enlazando enseguida con la carretera del Chorro, por la que seguimos hasta alcanzar el área recreativa donde acaba la carretera.

Poco antes de la caseta de control, giramos a la izquierda para ascender por una ancha pista que sube hasta el Puerto de Navafría tras muchas revueltas. Nosotros dimos sólo un par de ellas, pasamos junto a la fuente Majalcarro y nos hicimos la foto de grupo antes de abandonar la pista por el sendero que va directo al Chorro, por donde cuatro de los aguerridos excursionistas decidieron seguir caminando para ahorrarse el resto de la subida, pasando a ser sólo bravos, aunque no aguerridos.

El resto del grupo atajamos subiendo campo a través, entre pinos, por una empinada ladera que me hizo notar el dolor en mis lesionadas rodillas. Ascendimos hasta dar de nuevo con la pista, y consiguiendo que nos ahorráramos una buena curva.

Un poco más adelante, alcanzamos el mirador de las Cebadillas, con magníficas vistas del valle.

Tras un breve descanso y las fotos de rigor, continuamos ascendiendo por la pista hasta dar con un sendero que, por la derecha, bajaba al arroyo del Chorro, donde cercanos a su orilla, paramos a tomar el tentempié de media mañana.

No deja de fascinarme el murmullo de los arroyos y los ríos, ya que en Mallorca sólo lo tenemos cuando los torrentes van llenos por la lluvia, y el vaivén de las olas del mar tiene otra hipnótica melodía.

Mientras merendábamos (en Mallorca merendamos a media mañana y a media tarde, igual por estos lares llamáis a la merienda de la mañana almuerzo u otra palabra) Paco se fijó que por la margen contraria de la subida, descendía un amago de sendero y nos animó a seguirle porque la intuición le decía que nos llevaría a donde pretendíamos ir, pero con la gran ventaja de dejar de seguir subiendo por la pista.

Seguimos el sendero descendiendo junto al arroyo y unos metros más abajo, alcanzamos una bella cascada acabada en una poza circular que a Kiro le dejó embelesado, no le quitaba ojo.

Continuamos descendiendo hasta alcanzar un puente de madera en el que procedimos a tomar otra foto de grupo, esta vez de los que habíamos seguido subiendo.

Por sendero ya conocido por Paco, subimos por una pista bastante llena de malezas al mirador de Castrillejos, un estupendo balcón en el que desde su banco se tienen unas magníficas vistas del cañón que el arroyo del Chorro ha labrado entre las grandes moles rocosas por el que se abre paso salto a salto, poza a poza.

Al otro lado de dicho cañón podíamos divisar el mirador de las Cebadillas, por el que habíamos pasado durante la subida.

Después de disfrutar de tan bello rincón, y beber en la oculta fuente que hay tras unas rocas, continuamos el descenso, con el pueblo de Navafría de frente, siguiendo una estrecha y bella senda, que serpentea entre helechos y pinos, realizando varias zetas hasta alcanzar la fuente que hay a pocos metros de la cascada de El Chorro.

En este punto, el agua del arroyo se precipita desde unos 20 metros como si se tratase de un divertido tobogán. Hace unos años, cuando realizamos esta excursión, pudimos descender por el resbaladizo y angosto sendero que baja junto al arroyo y que actualmente permanece cerrado para evitar accidentes por el mal estado en que se encuentra.

Bajo ese bonito salto de agua hay una bella poza donde las aguas del arroyo descansan para después seguir descendiendo hasta llegar al río Cega. Es un amplio remanso de agua con un bonito puente de madera, por el que había accedido la parte del grupo que marchó por la ruta directa al Chorro, que le da un toque romántico a este pequeño paraíso.

Algunos no pudimos contener las ganas de refrescarnos, y nos dimos una ducha, en sus gélidas aguas, unas de las más fresquitas de la sierra.

Servidor que se ha bañado en algún glaciar en Groenlandia, en algún lago de Islandia, el mar Báltico o en la playa de Conney Island en pleno diciembre, pondría el frio del agua del chorro en mi top 10. No hay nada más revitalizador que un buen baño en agua fresca, siempre que el sol caliente cuando sales.

Después de tan refrescante experiencia descendimos, todos juntos, por la senda que baja paralela a la orilla izquierda del arroyo, hasta alcanzar el puente que lo cruza.

Junto a él se encuentra el refugio del Chorro, el único cerrado de los muchos de la zona, con una fuente a su derecha y un divertido laberinto de palos de madera por el que buscamos la salida antes de llegar al área recreativa, en cuyo bar paramos a tomarnos los bocadillos, con cerveza y refrescos, bien fresquitos y cómodamente sentados en las mesas de madera que hay en su recinto. 

Tras cafés y refrigerios varios, nos acercamos a las piscinas del área recreativa dónde Paco, Pepa y servidor procedimos a pegarnos el enésimo chapuzón, el cual ya se habían dado las chicas previo al bocadillo. El resto del grupo buscó una buena sombra para hacer una pequeña siesta.

El área recreativa se encontraba menos concurrida que de costumbre, dado que, al estar cerradas las parrillas por la ola de calor, había acudido poca gente.

Tras el baño y la mini siesta, regresamos deshaciendo el camino seguido por la mañana, mucho más sombreado que el de la carretera, pero ahora por la margen derecha del río Cega todo el tiempo. 

Pasamos junto a unos corrales donde crían burritos y un poco más adelante, de nuevo por el Martinete.

Al internarnos en el pueblo, nos desviamos a la izquierda para descender por una senda a las mismas puertas de las Charcas.

Son éstas unas estupendas piscinas naturales en las que algunos nos dimos el último baño de la jornada, el resto se fueron directamente al pueblo porque tenían prisa por regresar a Madrid.

Sin muchas ganas de movernos de allí, porque la temperatura y el día habían acompañado, regresamos a la plaza del pueblo donde habíamos dejado los coches, para tomarnos algo fresco antes de proceder a regresar a nuestros puntos de origen.

Finalizamos así esta estupenda excursión, a la que le otorgo 5 sicarias, no sólo por la ruta y el estupendo frescor de las aguas que la bañan, sino también por la excelente compañía.
José Antonio Sierra

 FOTO REPORTAJES


miércoles, 20 de julio de 2022

Excursión 639: Las siete calderas del río Cambrones

FICHA TÉCNICA
Inicio: Granja de San Ildefonso
Final: Granja de San Ildefonso
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 11,6 Km 
Desnivel [+]: 233 m 
Desnivel [--]: 233 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas/Agua: Sí/Sí
Ciclable: No
Valoración: 4,5
Participantes: 16

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta



















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

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RESUMEN
En la dilatada historia del GMSMA, desde el 28 de febrero de 2008, (fecha de la primera excursión), hemos realizado esta refrescante ruta en 5 o 6 ocasiones (con algunas variaciones pero siempre en verano), siendo la última, la excursión nº 475, el 31 de Julio de 2019.

Esta ruta me trae muy buenos recuerdos, no solo por sus baños en sus heladas aguas, sino, porque a la citada marcha, se apuntó mi nieto Nicolás, con muy poquitos años, y quería llegar el primero (su sentido de competitividad), incluso antes que el guía. ¡Además casi siempre se come de restaurante!

El rio Cambrones, nace en el puerto de Malagosto, a casi 2000 metros de altitud, y desemboca en el río Eresma, cerca del embalse del Pontón Alto, junto a la Granja, a 1100 m. de altitud, recorriendo unos 14 kms hasta su desembocadura.

Se abre paso a través de una garganta de granito, que durante miles de años, se ha ido erosionando, para construir un paisaje espectacular, con recodos, saltos de agua, toboganes y pozas, a las que llaman calderas. Las Calderas del río Cambrones, son unas piscinas naturales de aguas limpias y oscuras, remansadas entre las paredes rocosas, que se abren en el descenso del río a las llanuras segovianas.

Habíamos quedado en la explanada del Palacio de la Granja, después de atravesar la Puerta forjada llamada de Segovia, que da acceso a la Plaza de España. Es una puerta barroca, proyectada y diseñada por Juan Estaban en 1767, y el trabajo de forja fue encomendado al maestro herrero Silvestre Poderós. La vista que se ofrece desde esta puerta es un ejemplo de urbanismo barroco, con la Colegiata al fondo, franqueada por las dos secuoyas gigantes del Medio Punto. En este lugar, todos reunidos, nos hicimos la foto de grupo.

Iniciamos la marcha por la plaza Canónigos, y la calle Calvario, descendiendo ligeramente hasta llegar a la calle del Paseo del Pocillo y la fábrica de vidrio Varescence, donde arranca el camino que nos llevó al río Cambrones, previo rodeo del rancho Berrueta.

Dejamos la pista llegando a unos portillos metálicos abiertos, donde seguimos por el sendero que se inicia a nuestra derecha. Unos 500 metros más adelante alcanzamos el río Cambrones, que vadeamos por un puente de madera, cada año en peor estado.

Desde el otro lado del río, se pasa una puerta giratoria, que inicia una senda ribereña, que sigue el cauce río arriba hasta alcanzar el nacimiento de la Cacera Madre, una acequia que se lleva parte del caudal del río a las tierras de cultivo y poblaciones cercanas.

Desde aquí, el camino tradicional se separa para correr a media ladera, en paralelo al cauce, pero esta vez el guía quería permanecer lo máximo posible junto al río, mucho más fresco, y siguiendo su orilla derecha fuimos remontándolo entre robles, sauces y demás vegetación de ribera.

Pronto alcanzamos la Caldera Primera, de gran belleza, donde otros años nos habíamos bañado, pero esta vez nos reservamos para la Tercera, mucho más profunda.

A ella llegamos sorteando alguna que otra roca por la que se accede a la Caldera Segunda, de dificil acceso, que le otorga cierta intimidad aprovechada por los que les gusta el baño con poca ropa. Otro paso entre rocas no dio acceso a la Tercera, de 3 metros de profundidad, medidos en años anteriores con precisión por nuestro compañero, ahora en fase de recuperación, Ángel Vallés.

Allí coincidimos con un grupo de jóvenes que hicieron alarde de su habilidad para saltar al agua de todas las formas posibles, desde las rocas que rodean esta espectacular poza, que tiene hasta un jacuzzi en su inicio.

Tras el baño de la mitad del grupo, continuamos por la orilla del río hasta salir a la senda principal, que al poco alcanza la fuente del Malpaso, de la que apenas brotaba un hilillo de agua. Al poco, cambiamos de orilla, cruzando el río de forma fácil gracias a las grandes piedras que lo jalonan.

Por el costado izquierdo, ascendimos a cierta distancia del río y llegamos a la primera de las pozas con nombre propio, la Caldera del Guindo, un remanso de agua clara. Un poco mas arriba alcanzamos la Caldera de Enmedio y encajada entre los peñascos tras una pequeña cascada, la Caldera Negra.

A poca distancia de ella se encuentra la Caldera de las Barbas, llamada así porque el agua desciende a ella por una especie de tobogán, semejando unas barbas.

De regreso a la Caldera Negra, en sus profundas aguas, que no dejan ver el fondo, de ahí su nombre, nos bañamos para refrescarnos.

Volvimos a la Granja siguiendo ahora la senda principal, mucho más corta, tras pasar de nuevo el puente de madera y, al final de la pista, el de la Princesa donde enfilamos el Paseo del Pocillo que nos devolvió a la explanada del Palacio, donde comenzamos, para comer en muy agradable compañía.

La estupenda y fresca marcha de hoy, ha sido organizada y guiada por Paco Nieto. En el GMSMA, Paco Nieto es un miembro muy importante para su funcionamiento diario. Además de la creación, y mantenimiento de la página web con 639 excursiones (crónicas, tracks, mapas, perfiles, fotos, etc) realiza los reportajes fotográficos de cada excursión, y actúa como guía en los momentos que se le necesita. Muchas gracias Paco, de parte de todo el grupo. Ahhh y también realiza el casting de las personas que se quieren unir al grupo, con resultados extraordinarios, viendo la calidad humana de las nuevas incorporaciones.

También quiero agradecer, a José María Pérez, su labor extraordinaria, exacta y eficaz, en el control estadístico de nuestra actividad, con la creación de la revista anual, con resumen en color, de todas las excursiones realizadas por cada miembro del grupo. También organiza y controla el vestuario conmemorativo de las efemérides de nuestro grupo y el detallado estudio fotográfico de cada excursión con la descripción de los lugares por los que pasamos. Muchas gracias José María de parte de todo el grupo.

En resumen: excursión veraniega, con refrescantes baños en aguas heladas, y comida en hermandad de todo el grupo en las cercanías del Palacio de la Granja. Califico la marcha con 4,5 sicarias.
Nicolás Pizarro

miércoles, 13 de julio de 2022

Excursión 638: Baños de Venus de Valsaín

FICHA TÉCNICA
Inicio:
 Valsaín
Final: Valsaín
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 14,7 Km 
Desnivel [+]: 327 m 
Desnivel [--]: 327 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas/Agua: Sí/Sí
Ciclable: Sí
Valoración: 4,5
Participantes: 25
MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta

























PERFIL
* Perfil,
alturas y distancias de la ruta













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PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

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RESUMEN
Me pareció que aceptar la propuesta de Antonio de ir a la poza del Baño de Venus era lo mejor que podía hacer ese miércoles porque en Madrid llevábamos un mes de julio infernal. Parecía que el mismísimo Hades había desplegado todo su poder y el calor era casi inédito incluso para julio.

Además, y como es notorio, los segovianos montes de Valsaín albergan los mejores pinos de toda la península y hay que resaltar también que es una ruta marcada por la historia porque discurre por las Pesquerías Reales y había que añadir el encanto de toparnos con los restos de un bello acueducto y varios puentes evocadores, para terminar en una estupenda poza. Así que era una “oferta que no pude rechazar”.

Quedamos en el aparcamiento del CENEAM veinticinco aguerridos excursionistas, dispuestos a huir de unos calores que eran a todas luces desmesurados. Empezamos la excursión siguiendo el camino de las Pesquerías Reales, aguas arriba, es decir dejando el Eresma a nuestra izquierda, bajo la sombra de los robledos y los pinares, que nos alivió bastante del calor que ya hacía a esa hora tan temprana.

El rey Carlos III, al que le encantaba la pesca, para poder subir cómodamente desde La Granja hasta la cabecera del río Eresma, mandó construir este camino a lo largo de su orilla izquierda, bajo la sombra de los robledos y los pinares de Valsaín. Una obra por aquel entonces asombrosa, que remató con puentes, represas, saltos y todo cuanto daba de sí la ingeniería hidráulica del siglo XVIII.

Cientos de canteros se emplearon a fondo, entre 1767 y 1769, para lograr alicatar unos nueve kilómetros que partían del embalse del Pontón Alto –antes Puente de Segovia– y llegaban al nacimiento fluvial, allí donde confluyen los arroyos de Minguete y del Telégrafo. 

Nacía así, para disfrute del rey, la Senda de las Pesquerías Reales enmarcada por un impresionante escenario natural.

Además del camino, el monarca dotó a este tramo del río de escaleras, represas y saltos de agua, encaminados a oxigenar el agua.

Nosotros iniciamos el camino desde el Ceneam, primero al lado del arroyo de la Cueva del Monje para después cruzar la carretera CL-601 del Puerto de Navacerrada a la Granja de San Ildefonso y llegar al arroyo y puente de Peñalara.

Enseguida tomamos la vertiente izquierda del río Eresma y seguir avanzando hasta el Arroyo del Guindo y los Asientos, acompañados todo el tiempo por el rumoroso sonido del agua. En este punto ya habíamos olvidado los calores de Madrid y nos dejábamos “mecer” por la dulzura del paisaje y la sombra de los árboles.

En paralelo al río Eresma, seguimos avanzando y tras cruzar el arroyo de los Acebos y pasar junto al puente de Navalacarreta, llegamos a la famosa Boca del Asno. No me extraña nada que don Antonio Machado estuviera enamorado de la sierra de Guadarrama y escribiera algunos preciosos poemas relacionados con ella: (“Oh, sí, llevad, amigos, su cuerpo a la montaña, a los azules montes del ancho Guadarrama. Allí hay barrancos hondos de pinos verdes donde el viento canta. Su corazón repose bajo una encina casta, en tierra de tomillos, donde juegan mariposas doradas . –Dedicado a Giner de los Ríos-).

Este es uno de los paisajes más bonitos de la sierra y, aunque lo hayamos hollado decenas e incluso cientos de veces, sigue siendo sorprendente porque es hermosísimo en cualquier época de año, a pesar del área recreativa donde se celebran variopintos encuentros y los fines de semana en verano recuerdan aquellas aglomeraciones del Parque Sindical de Madrid.

Dicen algunos que el nombre tan curioso de “Boca del Asno” proviene de un discurso de un alcalde recién elegido, que cuando fue a dar su primer discurso en este mismo sitio, abrió la boca y en ese instante un burro comenzó a rebuznar dejando al alcalde en ridículo. Aunque la versión más plausible es que hay una formación rocosa que parece la quijada de un burrito.

Allí nos esperaba Marcos H. con su hijo Jorge, su yerno Jesús y su nieto Hernán, que con sus cinco años y tres meses, ha resultado ser el senderomago más joven del Gmsma y apunta maneras de que llegará a ser un consumado montañero.

En este punto van desapareciendo los robles y ganando terreno los pinos. Nosotros seguimos avanzando aguas arriba encontrando algunas escondidas pozas excavadas en el granito, llegando al punto donde confluyen el arroyo del Telégrafo y el Eresma.

Por fin llegamos a la poza de Los Baños de Venus. Identificamos bien la poza ya que vuelve a haber losas de granito en el camino y dos grandes moles de piedra atraviesan el río creando un pequeño paso de agua que se acumula por un dique de piedras.

No me extraña que la diosa de la belleza y el amor eligiera este lugar para solazarse porque el sitio rezuma belleza por los cuatro costados e invita a sumergirse en sus frías y cristalinas aguas. Algunos, pocos, nos atrevimos a imitar a la diosa disfrutando del frescor de las aguas, pero, indudablemente quienes más se solazaron en sus aguas fueron Carolina, que cada vez me recuerda más a una bella sirena, y Hernán, el nieto de Marcos H. que disfrutó de lo lindo en el agua. Incluso cuando ya nos íbamos, el niño seguía dentro sin ningunas ganas de salir; no sé el tiempo que estuvieron porque ya no volvimos a encontrarnos con esa familia.

Muy contentos y refrescados emprendimos el camino de vuelta, volvemos a pasar junto al puente de Los Vadillos, un puente de madera sobre pilastras de piedra que fue diseñado por Pedro de Brizuela en el siglo XVII, época de Los Austrias, aunque ahora está totalmente reconstruido. En el camino Carolina se volvió a meter en otra pozita. Parece que el agua es su elemento natural.

Llegamos de nuevo a la Boca del Asno donde hicimos el refrigerio de rigor, animado por unas fresquísimas cervezas que pusieron la guinda a una estupenda y reconfortante excursión, aunque aún nos quedaban unos kilómetros para volver al punto de partida.

Emprendiendo el último tramo, pasamos por el puente de los Canales, un pequeño acueducto que se construyó en época de Carlos I (en la cara norte del puente hay una inscripción con el águila bicéfala). 

Este acueducto llevaba el agua al tristemente destruido palacio de Valsaín. Se reconstruyó en 1998 por iniciativa popular, mediante del vaciado de troncos de pino.

Atravesamos la pradera de Navalhorno para llegar al punto de partida, donde nos despedimos con pena unos de otros porque verdaderamente habíamos pasado un día estupendo, por lo que califico esta excursión con 4,5 sicarias.
Paz Rincón