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RESUMEN
Hace ya varios veranos que tengo el placer de poder compartir alguna excursión con éste estupendo grupo, mi experiencia con la Sierra de Guadarrama se remonta a 2016 cuando por circunstancias que aún no me explico, ya que nunca me gustó correr, competí en la Gran Trail Peñalara.
No es que Mallorca no tenga una magnífica Sierra, pero desde que por invitación de Rosana conocí más a fondo estos hermosos parajes quedé enamorado.
Luego vino la primera excursión con vosotros: buen ambiente, risas, anécdotas y sobre todo muy buena gente.
Llegó la segunda, la tercera, una cuarta y con ésta del pasado miércoles 27 llegué a la quinta, he de decir que espero con ansía llegar a esa sexta y conseguir mi primera estrella. Y aunque por la distancia que me separa de vosotros vaya poco a poco, seguro que el próximo verano se dará el caso.
Comenzó el día en Navafría, convocados por Paco, donde 15 aguerridos montañeros y montañeras, además de un par de valientes canes, nos dimos cita para enfrentarnos a una jornada de caluroso verano.
Armados con energía, un humor magnífico y mucha energía, comenzamos a andar camino del Chorro de Navafría, lugar en el que nos esperaba un refrescante premio.
El arroyo del Chorro de Navafría se llama así por formar una cascada poco antes de unir sus aguas al río Cega. Está situado en un privilegiado entorno, en medio de un frondoso pinar que ofrece su sombra y frescor al caminante y realza su atractivo, convirtiéndolo en una excursión ideal para realizar en pleno verano.
De hecho, era ésta mi segunda ocasión, y aun siendo la misma excursión fue totalmente diferente. Mis recuerdos de aquella primera fueron aflorando a lo largo del día y, comparando, haciéndome ver las cosas que no había observado la vez anterior.
Nos pusimos en marcha buscando, hacia el sur, la calle Arroyo La Mata, que entre chalets de bella estampa nos acercó a las inmediaciones del Museo Etnológico El Martinete, que de momento solo abre los fines de semana, por lo que nos quedamos con las ganas de verlo por dentro.
Continuamos por la cómoda pista hasta cruzar por un puente el río Cega.
Nada más pasar el puente, giramos a la izquierda por el margen derecho del río. La senda, que por momentos quedaba cubierta por helechos y alguna nube de mosquitos, nos guiaba río arriba mientras el sonido del correr del agua acompañaba nuestros debates. El del calor extremos de las últimas semanas fue la estrella de ellos y, la sorpresa de la magnífica temperatura que estábamos disfrutando era el otro tema candente. Al llegar a las proximidades de las ruinas de un antiguo molino, la maleza nos obligó a cruzar el río, enlazando enseguida con la carretera del Chorro, por la que seguimos hasta alcanzar el área recreativa donde acaba la carretera.
Poco antes de la caseta de control, giramos a la izquierda para ascender por una ancha pista que sube hasta el Puerto de Navafría tras muchas revueltas. Nosotros dimos sólo un par de ellas, pasamos junto a la fuente Majalcarro y nos hicimos la foto de grupo antes de abandonar la pista por el sendero que va directo al Chorro, por donde cuatro de los aguerridos excursionistas decidieron seguir caminando para ahorrarse el resto de la subida, pasando a ser sólo bravos, aunque no aguerridos.
El resto del grupo atajamos subiendo campo a través, entre pinos, por una empinada ladera que me hizo notar el dolor en mis lesionadas rodillas. Ascendimos hasta dar de nuevo con la pista, y consiguiendo que nos ahorráramos una buena curva.
Un poco más adelante, alcanzamos el mirador de las Cebadillas, con magníficas vistas del valle.
Tras un breve descanso y las fotos de rigor, continuamos ascendiendo por la pista hasta dar con un sendero que, por la derecha, bajaba al arroyo del Chorro, donde cercanos a su orilla, paramos a tomar el tentempié de media mañana.
No deja de fascinarme el murmullo de los arroyos y los ríos, ya que en Mallorca sólo lo tenemos cuando los torrentes van llenos por la lluvia, y el vaivén de las olas del mar tiene otra hipnótica melodía.
Mientras merendábamos (en Mallorca merendamos a media mañana y a media tarde, igual por estos lares llamáis a la merienda de la mañana almuerzo u otra palabra) Paco se fijó que por la margen contraria de la subida, descendía un amago de sendero y nos animó a seguirle porque la intuición le decía que nos llevaría a donde pretendíamos ir, pero con la gran ventaja de dejar de seguir subiendo por la pista.
Seguimos el sendero descendiendo junto al arroyo y unos metros más abajo, alcanzamos una bella cascada acabada en una poza circular que a Kiro le dejó embelesado, no le quitaba ojo.
Continuamos descendiendo hasta alcanzar un puente de madera en el que procedimos a tomar otra foto de grupo, esta vez de los que habíamos seguido subiendo.
Por sendero ya conocido por Paco, subimos por una pista bastante llena de malezas al mirador de Castrillejos, un estupendo balcón en el que desde su banco se tienen unas magníficas vistas del cañón que el arroyo del Chorro ha labrado entre las grandes moles rocosas por el que se abre paso salto a salto, poza a poza.
Al otro lado de dicho cañón podíamos divisar el mirador de las Cebadillas, por el que habíamos pasado durante la subida.
Después de disfrutar de tan bello rincón, y beber en la oculta fuente que hay tras unas rocas, continuamos el descenso, con el pueblo de Navafría de frente, siguiendo una estrecha y bella senda, que serpentea entre helechos y pinos, realizando varias zetas hasta alcanzar la fuente que hay a pocos metros de la cascada de El Chorro.
En este punto, el agua del arroyo se precipita desde unos 20 metros como si se tratase de un divertido tobogán. Hace unos años, cuando realizamos esta excursión, pudimos descender por el resbaladizo y angosto sendero que baja junto al arroyo y que actualmente permanece cerrado para evitar accidentes por el mal estado en que se encuentra.
Bajo ese bonito salto de agua hay una bella poza donde las aguas del arroyo descansan para después seguir descendiendo hasta llegar al río Cega. Es un amplio remanso de agua con un bonito puente de madera, por el que había accedido la parte del grupo que marchó por la ruta directa al Chorro, que le da un toque romántico a este pequeño paraíso.
Algunos no pudimos contener las ganas de refrescarnos, y nos dimos una ducha, en sus gélidas aguas, unas de las más fresquitas de la sierra.
Servidor que se ha bañado en algún glaciar en Groenlandia, en algún lago de Islandia, el mar Báltico o en la playa de Conney Island en pleno diciembre, pondría el frio del agua del chorro en mi top 10. No hay nada más revitalizador que un buen baño en agua fresca, siempre que el sol caliente cuando sales.
Después de tan refrescante experiencia descendimos, todos juntos, por la senda que baja paralela a la orilla izquierda del arroyo, hasta alcanzar el puente que lo cruza.
Junto a él se encuentra el refugio del Chorro, el único cerrado de los muchos de la zona, con una fuente a su derecha y un divertido laberinto de palos de madera por el que buscamos la salida antes de llegar al área recreativa, en cuyo bar paramos a tomarnos los bocadillos, con cerveza y refrescos, bien fresquitos y cómodamente sentados en las mesas de madera que hay en su recinto.
Tras cafés y refrigerios varios, nos acercamos a las piscinas del área recreativa dónde Paco, Pepa y servidor procedimos a pegarnos el enésimo chapuzón, el cual ya se habían dado las chicas previo al bocadillo. El resto del grupo buscó una buena sombra para hacer una pequeña siesta.
El área recreativa se encontraba menos concurrida que de costumbre, dado que, al estar cerradas las parrillas por la ola de calor, había acudido poca gente.
Tras el baño y la mini siesta, regresamos deshaciendo el camino seguido por la mañana, mucho más sombreado que el de la carretera, pero ahora por la margen derecha del río Cega todo el tiempo.
Pasamos junto a unos corrales donde crían burritos y un poco más adelante, de nuevo por el Martinete.
Al internarnos en el pueblo, nos desviamos a la izquierda para descender por una senda a las mismas puertas de las Charcas.
Son éstas unas estupendas piscinas naturales en las que algunos nos dimos el último baño de la jornada, el resto se fueron directamente al pueblo porque tenían prisa por regresar a Madrid.
Sin muchas ganas de movernos de allí, porque la temperatura y el día habían acompañado, regresamos a la plaza del pueblo donde habíamos dejado los coches, para tomarnos algo fresco antes de proceder a regresar a nuestros puntos de origen.
Finalizamos así esta estupenda excursión, a la que le otorgo 5 sicarias, no sólo por la ruta y el estupendo frescor de las aguas que la bañan, sino también por la excelente compañía.
José Antonio Sierra