miércoles, 13 de marzo de 2019

Excursión 451: Las cuatro lagunas de Peñalara

FICHA TÉCNICA
Inicio: Puerto de Cotos
Final: Puerto de Cotos
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 13,1 Km
Desnivel [+]: 670 m
Desnivel [--]: 670 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 32

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta

















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta















TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
Mapa 3D (archivo kmz)

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RESUMEN
La excursión de hoy tenía como meta visitar las cuatro lagunas glaciares del Parque Natural de Peñalara, situado en el término municipal de Rascafría en la vertiente sureste del Pico de Peñalara (integrado a partir de 2013 en el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama) y aprovechar de la última nieve que aún salpica las laderas de sus cerros.

La cita era a las 10:30 en el aparcamiento del Puerto de Cotos (1.830m), entrada principal del Parque, donde el parte meteorológico pronosticaba tiempo más bien soleado con ráfagas de viento y una temperatura entre 5-8 ºC. Lo primero que notamos al salir del coche fue, efectivamente, el viento helado que, a pesar del sol resplandeciente, nos obligó a ponernos enseguida la chaqueta cortavientos. 

Acudimos a la cita 32 participantes y 4 mascotas. Siguiendo las directrices del Parque, nos dividimos en grupos más pequeños para entrar y mantuvimos los perros atados con la correa.

Accedimos al Parque pasando junto al chozo de entrada y empezamos el ascenso por la pista del PR-3. Casi al principio de la senda nos encontramos a mano izquierda con la Fuente Cubeiro, donde los senderistas suelen llenar la cantimplora antes del ascenso, pero que en esta ocasión estaba seca. Al final de este primer tramo de subida llegamos al Mirador de la Gitana, cuyo indicador de montañas señalaba los picos aún nevados de Cabezas de Hierro. En el mismo mirador se encuentra también, en el suelo, un reloj de sol horizontal (analemático) hecho de piedra de granito.

Después de una curva a la izquierda llegamos al Cobertizo del Depósito, donde paramos para ponernos crampones y guetres (pinchos y polainas en castizo) porque la pista empezaba a estar cubierta de nieve dura.

Dejamos atrás el Cobertizo para continuar subiendo por la pista del PR-3 que en este punto discurre por un hermoso pinar. En el horizonte se podía divisar claramente la silueta nevada de la Cuerda Larga.

A medida que ascendíamos, los pinos se iban volviendo más achaparrados y escasos. Llegamos a una bifurcación donde abandonamos el PR-3 para seguir el camino que lleva a la Laguna de Peñalara. Este camino — inédito hasta ahora para el GMSMA — bordea a media ladera la peña los Quesos (2.032m), una de las cimas del parque, reconocible por su pico de relieve redondeado, que está situada a mitad de camino entre el Puerto de los Cotos y el circo glaciar de Peñalara. 

La pista va ascendiendo hasta llegar al Cerro del Cuco, que parece delimitar la frontera natural del bosque. Delante de nosotros aún se divisaba algún ejemplar de pino, cubierto de cencellada, antes de dar paso al matorral de alta montaña constituido mayoritariamente por piornos y enebros rastreros.

Desde el Cerro del Cuco comenzamos el descenso en dirección al circo glaciar de Peñalara, que, con sus 140 hectáreas es el más extenso de la Sierra de Guadarrama. Se calcula que se formó en el período Cuaternario, hace 1.8 millones de años.

A unos 600 metros al sureste del circo glaciar nos encontramos con la primera de sus lagunas: la Laguna Chica de Peñalara (1.970m). Se trata de un cuerpo de agua de origen glaciar, como todas las lagunas del Parque. De forma circular y escasa profundidad (max. 1,5m), está situada en una depresión de la morrena frontal que cierra el circo. Es una de las lagunas más pequeñas del parque y de carácter temporal, llegando a secarse completamente a finales del verano.

Tras la Laguna Chica tomamos el rumbo hacia la Laguna Grande. Delante de nosotros la imponente cornisa de las cumbres del Parque, por una de cuyas laderas nevadas se podía observar el lento ascenso de una larga fila de senderistas, convertidos en diminutas hormigas por la distancia.

El viento barría caprichosamente las nubes ora hacia el cielo ora hacia el suelo, ocultando por momentos a Peñalara y sus cimas hermanas. El paisaje presentaba las características típicas de una zona glaciar, con gran cantidad de rocas (de granito en este caso) diseminadas por el terreno, resultado de la fuerza de arrastre del hielo. A nuestra izquierda se podía observar en la distancia el Refugio Zabala (2.075m), situado sobre un resalte rocoso que separa las dos cubetas glaciares que conforman el circo de Peñalara. La luz nítida hacía resaltar el color verdoso de las peñas y rocas debido a un diminuto liquen que las recubre.

El agua que desciende de la montaña a causa del deshielo se acumula en esta zona, convirtiéndola en un humedal surcado por numerosos arroyuelos que derriten la nieve por debajo, aflorando a la superficie en numerosos lugares. Esto nos obligó a prestar especial atención adonde poníamos el pie para evitar meterlo en una charca escondida.

El ascenso hacia la Laguna Grande, que ocupa la zona central de la cubeta glaciar situada en el nordeste del circo, está señalizada con hitos de madera y acondicionada en algunos de sus tramos. Un sistema de cables tendidos delimita la zona de protección del entorno natural.

La Laguna Grande (2.017m) es un cuerpo de agua permanente de forma ovoidal, cuya longitud máxima alcanza los 127 metros, por una anchura máxima de 73 metros. En ella no viven peces (como en ninguna de las lagunas del Parque), pero sí anfibios, y en sus riberas nidifican varias especies de pájaros. Hicimos la parada de las doce (o ángelus) sentados en las grandes rocas que salpican una de las laderas de la Laguna, entre las cuales ya había empezado a florecer el crocus amarillo.

Tras la parada en la Laguna Grande seguimos la pista que, bordeando la loma, sube al mirador de Javier, situado a unos 300 metros de distancia de la laguna. Desde aquí se podía contemplar una espectacular vista de la Cuerda Larga.

En el mirador enlazamos con el PR-15, donde tres estrellas fugaces y un compañero algo despistado nos abandonaron para volver a la ciudad. El resto proseguimos por el PR-15, que se internaba por la ladera de la montaña en leve ascenso, entre piornos y pinos moldeados por el viento y vistosamente blancos por la cencellada.

Gradualmente la pendiente se volvió más empinada hasta que alcanzamos un mirador natural señalizado por un enorme hito de piedras desde el cual se goza de las mejores vistas del macizo de Peñalara y las Cinco Lagunillas, que en esta ocasión, sin embargo, estaban prácticamente invisibles bajo el manto de nieve. Esta zona también es relativamente pantanosa, por lo que el sendero que desciende hacia las Lagunillas está protegido por pasarelas de madera, que tampoco se divisaban bajo la cubierta de nieve.

A continuación ascendimos por el canal que conduce a los llanos de Peñalara, planicie situada a los pies de la cornisa y que hoy se encontraba completamente cubierta de nieve, en dirección a la Laguna de los Claveles, donde tuvo lugar el evento más emocionante del día: el rescate del móvil de Julián de la superficie helada de la laguna.

Julián se había encaramado en una de las laderas nevadas de la laguna con el fin de sacar fotos del espléndido paisaje. Los dedos ateridos por el frío hicieron que se le resbalara el móvil entre las manos, el cual, por una de esas conjunciones fortuitas entre la ley de la gravedad y la de Murphy, al caer sobre la dura capa de nieve se deslizó ladera abajo en dirección a la laguna, y no paró hasta haberse adentrado unos cinco metros sobre su frágil superficie helada. Y allí se quedó.

Tras varios intentos infructuosos de enganchar y arrastrar el móvil con una combinación de bastones y correas de perros, Esteban decidió arriesgar el camino por el hielo adentrándose en la laguna desde otro punto de la orilla. Su intención era seguir una banda de hielo más blanca, y por tanto más espesa, que cruzando la parte central de la laguna le permitiría acercarse al móvil por el otro lado.

No fue empresa fácil, pues había que avanzar lentamente y con mucho tiento, pero finalmente consiguió alcanzar y recuperar el móvil y, manteniendo la sangre fría, deshacer el camino andado con el mismo tiento y cuidado que a la ida hasta pisar de nuevo — ¡a pie enjuto! — la seguridad de la orilla, bajo los vítores de todos los presentes, entusiasmados con su hazaña a la vez que aliviados por su feliz resultado.

Tras abandonar la Laguna de los Claveles (2.119 m) continuamos la travesía de la gran planicie nevada en dirección a nuestra cuarta laguna, la de los Pájaros, a unos 900 metros de distancia. En este tramo el viento volvió a soplar con fuerza, esta vez echándonos las nubes encima, por lo que la temperatura bajó notablemente y hubo que protegerse de nuevo con las chaquetas cortavientos.

La Laguna de los Pájaros (2.170 m) es la más alta de todas las lagunas del Parque y una de las más grandes. De forma similar a la suela de un zapato, se trata de una laguna permanente, al igual que la Laguna Grande, a pesar de su escasa profundidad (max. 0,5 m). Esto se debe a la presencia de un sustrato limoso que impide que el agua se suma en el terreno. En la Laguna de los Pájaros nos encontramos con un amigo de Begoña — pasaba por allí… — que nos sacó la foto de grupo a los 28 que estábamos presentes.

Tras un breve descanso iniciamos el camino de regreso volviendo sobre nuestros pasos, siguiendo el trazado de la PR-15 y disfrutando de la incomparable majestuosidad de la Cuerda Larga en el horizonte.

A las 2:00 hicimos un alto en la llanura para comer el bocadillo, aunque debido al viento la parada fue más breve de lo habitual, a pesar de las espléndidas vistas.

Volvimos a descender por el caño grande hacia la zona de las Cinco Lagunillas siguiendo el curso del arroyo de Peñalara. El camino de regreso transcurrió sin mayores incidencias y siempre con la espectacular vista de la Cuerda Larga delante de nosotros.

A la altura del mirador de las Lagunillas el PR-15 reapareció de debajo de la nieve y pudimos quitarnos los crampones. En el mirador de Javier nos reagrupamos todos y empezamos el descenso final hacia el Puerto de Cotos. Al final de esta primera cuesta nos encontramos con el puente de madera que cruza el arroyo que desagua de la Laguna Grande, cuyas aguas, montaña abajo, se incorporan al caudal del río Lozoya.

Tras cruzar el puente giramos a la izquierda, siempre siguiendo el PR-15, que desciende bordeando la ladera hasta el pinar, particularmente hermoso en este tramo. Pasamos por la fuente del Cedrón con su agua fresca y cristalina; y tras pasar por un portón para el ganado llegamos de nuevo al Cobertizo del Depósito por el que habíamos pasado esta mañana. Aquí hicimos una breve pausa para tomar un respiro antes de descender el último tramo hasta el Puerto de Cotos donde nos esperaba la última parada (dulcis in fundo) en el bar.

Por las vistas espectaculares, la belleza imponente del paisaje glaciar aún cubierto de su blanco manto invernal pero ya con la primavera en ciernes; por las correrías del viento, que nos depararon un día de sol y nubes cambiante; y por la valentía de Esteban, esta excursión se merece la máxima nota, un 5. Fue un día redondo.
María Willstedt

FOTO REPORTAJES

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