miércoles, 28 de enero de 2015

Excursión 218: La Cachiporrilla

FICHA TÉCNICA
Inicio: Pinilla del Valle
Final: Canencia
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia:  14,8 Km
Desnivel [+]: 717 m
Desnivel [--]: 679 m
Tipo: Sólo ida
Dificultad: Media
Pozas y agua: 

Ciclable: No
Valoración: 4,5
Participantes: 36

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta























PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta
















TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
 
RESUMEN
Empezamos esta vez junto a los galgos de Canencia, repasando la lista de los que íbamos a ser para proceder, con mando militar al trasvase automovilístico al verdadero comienzo de la marcha, en Pinilla del Valle.

Con un gran día de sol, encaramos la salida del pueblo, cuando nos adelanta por la izquierda un grupo, de unas 15 personas, a parte de nuestro grupo, que por lo visto sabían ya dónde íbamos. ¿Habrán leído nuestra convocatoria y se unen a nosotros al empezar?

Encima, ¡qué bonito perro tiene usted!, refiriéndose a Teo, que ya estaba buscando su parte de bocadillo, pues si es muy simpático, ¿no tendrá vd buen hombre un mendruguito para darle al pobre animal?, ¿y uds donde van?, nosotros a dar la vuelta al embalse, ah pues nosotros a la Cachiporrilla. Y ¿podríamos ir con vds en alguna excursión?

Y así empezamos a subir la fácil pista, que con algo de nieve, trepaba entre robles y magníficas vistas hacia nuestro objetivo.

Y para ayudar a Melchor en la búsqueda de escritor de esta crónica, me pongo a comentar el tema con alguno, oye, que tienes que escribir la crónica de esta excursión y de pronto me doy cuenta de que existe la crónica fobia o algo así, un virus, que provoca respuestas de lo más graciosas y esperpénticas en los excursionistas, para no practicar la redacción. Total que aquí uno de ciencias haciendo lo que puede.

A todo esto aparece Santi, muy alterado, quejándose amargamente de que en el reparto de los coches, le había puesto con tres del atleti, que encima estaban calentádose y afilándose las botas para el partido de por la tarde y le dieron el viaje.

En el ascenso, cada vez que parabas o mirabas para detrás había que hacer una foto, de lo bonito que era el paisaje, empezando en la Najarra y acabando en la peña de la Cabra, casi 80 km de cumbres nevadas alrededor.

Así que preparando rutas en verano por varios lugares, hablando de la mega excursión que haremos en mayo, y demás temas variados llegamos al collado del Portachuelo donde tocaba tomar el aperitivo, que nos endulzó Ana F. con unos caramelos de café y chocolate muy ricos, complementados por otros de Paco N.

Un último empujoncito y a la Cachiporrilla, donde alguien se dejó la puerta abierta y soplaba un viento helador, que nos hizo bajar de allí para llegar a un claro del robledal donde comer.

Como se estaba tan bien, algunos, que no pocos, cayeron en manos de Morfeo y disfrutamos de una deliciosa siestecita que nos supo a gloria, sin que ningún pesado metiera prisa, ya que el pueblo de Canecia se veía cerca.

Pero todavía nos quedaba lo mejor, y es que Paco N con su amiga Feli, del bar Violeta, habían preparado en Canencia un suculento fin de fiesta con un jamón a estrenar, para que Paco practicase el corte, tortilla de patatas, canapés de picadillo, chorizo, queso, etc. que acompañaron unas merecidas cervezas, que agradecimos a Pepe A., Joaquín, Leonor, Enrique C. y Ana F.

Por todo ello, a esta excursión la agencia Madi le otorga una calificación de 4.5 sicarias.
Antonio López

miércoles, 21 de enero de 2015

Excursión 217: El tren de Cercedilla

FICHA TÉCNICA
Inicio: Cercedilla
Final: Cercedilla
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia:  18,1 Km
Desnivel [+]: 654 m
Desnivel [--]: 657 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: 

Ciclable: No
Valoración: 4
Participantes: 29

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta










































PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta













TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
 
RESUMEN
“...subiremos desde Cercedilla al puerto de Navacerrada paralelos a su trazado, por buen camino”, decía con su peculiar estilo la convocatoria enviada por Antonio. Cielo despejado y con ganas de caminar. El día empezaba bien.

Andaba yo con los saludos de rigor al personal cuando llegó el turno de Melchor quien, con su sonrisa acostumbrada, que sin embargo se me antojó un poco maléfica, me soltó lo que en principio creí que era una broma: “Como sabes, cada excursión va a tener un cronista diferente, y ésta te ha tocado a ti”. ¿Ya? ¡No lo esperaba tan pronto! Estaba tratando de librarme del encargo con unas pobres excusas precipitadamente hilvanadas, cuando apareció Antonio confirmando lo dicho. La decisión había sido tomada.

Sin argumentos y muy consciente de las reglas ya apuntadas hace un par de excursiones (léase el último párrafo de la crónica de Marcelo), no me quedó otra que mentir diciendo que sería un honor. Menudo lío. 

Siendo, como soy, más bien de ciencias, y tal como está el listón. Con mis limitados conocimientos del terreno y mi memoria de pez, ¡no seré capaz de recordar nada!

Tras los minutos de cortesía para los más tardones, partimos 29 del aparcamiento subterráneo de Cercedilla y, después de atravesar algunas urbanizaciones del pueblo, llegamos a la llamada estación de Camorritos, que sería la primera toma de contacto con la vía del tren que íbamos a recorrer, que conduce con una pendiente media del 5,5% hasta el puerto de Navacerrada.

Este tramo de vía se construyó entre 1918 y 1923. Posteriormente, hacia 1950, este ferrocarril de vía estrecha se prolongaría hasta Cotos.

Tomamos el “Camino de Siete Picos” que discurre por la margen izquierda de las vías y enseguida empezamos a caminar entre pinos. Casi de repente, apareció una gran nube gris que cubrió todo el cielo y empezaron a caer los primeros copos.

Resbalones y alguna que otra caída sin consecuencias, anunciada por sonoras carcajadas que con entrañable afecto proferían los testigos más cercanos, ponían en alerta al resto de senderomagos de la presencia de peligrosas placas de hielo. No paraba de nevar, y así seguiría, con mayor o menor intensidad, toda la jornada. Me alegré para mis adentros al pensar que estirando un poco este hecho, me daría por lo menos para medio párrafo de la crónica.

A medida que ascendíamos, iba aumentando la cubierta de nieve, haciendo esta vez el recorrido más cómodo y seguro por la ausencia de hielo. Entretanto, yo con lo mío: “Tengo una crónica que escribir y debo prestar atención a los detalles del camino, no me pase lo de otras veces, que hasta llegar a casa y ver las fotos no sé dónde he estado”.

Algo de esta inquietud debió de advertir Melchor, porque se acercó para darme algunos consejos al tiempo que me revelaba algunos trucos que sólo conocen los más curtidos en el, para mí difícil, arte narrativo. Yo se lo agradecí, como se le agradece a quien te pone mercromina en la puñalada que te acaba de dar.

Habríamos andado hora y media cuando, después de atravesar cómodamente el río Pradillo, llegamos a la altura de la estación de Siete Picos. Hora del tentempié. Había una vieja casa con un porche, que los primeros en llegar fueron ocupando en busca de cobijo contra la nieve que caía.

Rápidamente fueron ocupadas todas las plazas, de modo que el resto nos dirigimos hacia otra construcción que se veía un poco más allá, con la esperanza de caber todos y ponernos a resguardo. La construcción resultó ser una casa derruida sin tejado ni cubierta alguna, por lo que nuestros deseos se cumplieron parcialmente, ya que si bien no encontramos techo en el que cobijarnos, fuera sí que cupimos todos.

Reanudamos la marcha, no ya paralelos a la vía del tren (hecho éste que me hizo pensar erróneamente que llegaríamos hasta Navacerrada salvando un cómodo desnivel), sino que emprendimos un brusco ascenso ladera arriba y en estricta fila india hasta llegar a la cuerda de Collado Albo, abandonando de este modo el valle de Siete Picos, y desde allí, ya por la ladera opuesta fuimos en busca del siguiente encuentro con las vías que en este caso discurren por el valle del arroyo Navalmedio.

A pesar de lo despejado del trayecto en este punto, por lo que parecía ser un ancho cortafuegos, la visibilidad era escasa por culpa de la nieve que caía sin cesar, y con fuerza a veces, debido al viento. 

Qué lástima no tener vistas, pensé, aunque casi de inmediato mi mente volvió al asunto de la crónica y me consolé al pensar que así no tendría que describir que a lo lejos se veía el cerro nosequé a los pies del majestuoso pico nosecual.

Poco me duró el consuelo cuando hice un repaso mental del material que hasta entonces tenía para la redacción. Habíamos salido de Cercedilla y había nieve. Mucha…, y blanca… Fin del material.

Alcanzamos las vías del tren tras un breve e inesperado descenso, no sin antes bajar por la pronunciada pendiente de un terraplén que acarreó algunos resbalones y caídas, hiriendo tan solo el orgullo de las víctimas. Ascendimos ya paralelos a la vía del tren, esta vez no por camino ni senda, sino al lado de las vías, pisando sobre las piedras (el balasto) que, gracias a la nieve caída, no resultaba demasiado incómodo.

Habíamos recorrido un trecho cuando, por indicaciones de Paco C, nos apartamos en un tramo ancho y seguro, a la espera del paso del “tren de la una”, que bajaba con dirección Cercedilla, y lo sabía con tanta certeza porque se había preparado un cuadrante con los horarios de la excursión y los del paso del tren, además de una bocina de tren de fabricación casera que usó unas cuantas veces para amenizarnos la espera.

Reanudamos la marcha con ganas ya de llegar al puerto. Sólo fueron tres kilómetros, pero no sé si por los doscientos metros de desnivel o porque andar por el balasto, incluso con nieve, no era tan cómodo como parecía, el caso es que a mí se me hicieron eternos.

Por fin llegamos a la estación de Navacerrada y rápidamente nos instalamos en la cantina, donde pudimos descansar, comer el bocadillo y tomar algo caliente.

Para sorpresa de muchos, allí estaba nuestro compañero José María, que se tomó la molestia de llevarnos la esperada revista por él diseñada con el resumen del pasado año y que sólo pudieron disfrutar unos cuantos pecadores.

Pecadores, decía, porque no resistieron la tentación de una bajada cómoda en tren, ya que, si bien algunos contaban con una buena coartada, otros relataban las excusas más peregrinas que en la montaña se hayan oído jamás.

Una vez emprendido el regreso de los quince valientes que optaron por continuar con el itinerario previsto, no se hicieron esperar las críticas hacia los que se quedaron atrás. No las voy a repetir aquí por numerosas, ya que fueron tema de animada conversación en diferentes tramos del recorrido. Tan sólo referir que fueron, cuando menos, corrosivas, llegando a alcanzar en algunos momentos niveles de intensidad próximos al despelleje. Siempre desde el cariño, naturalmente.

Iniciamos el descenso por el Camino de la Vaqueriza. El paisaje era sencillamente espectacular. En las cotas más altas del recorrido, las finas hojas de los árboles estaban adornadas con ese fenómeno atmosférico que se llama cencellada (o cenceñada) y que consiste en que toda la superficie de las hojas está rodeada de escarcha y no sólo por arriba.

Estas bajas temperaturas también eran las responsables de que alguna cámara de fotos dejara de funcionar y de que el fotógrafo con móvil se pensara dos veces antes de quitarse el guante para hacer la foto.

Nevaba sin parar cuando llegamos al río Navalmedio, que a juzgar por su caudal, bien podía haber pasado por un arroyo.

No tardamos en alcanzar la presa del mismo nombre que se encuentra aguas abajo, en donde hicimos un pequeño alto para esperar a los rezagados. Momento que aprovechó Antonio V. para enseñarnos orgulloso su regalo de reyes, consistente en un bajo-guante, cuyos dedos índice y pulgar estaban provistos en su extremo final de una especie de almohadilla que tenía la propiedad de permitir al usuario el manejo una pantalla táctil. Y no sólo eso. 

Dadas las propiedades absorbentes  de tan prodigioso material, el usuario podía retirar cómodamente el líquido acuoso que, ya por frío intenso, ya por simple constipado, se forma en la base de las fosas nasales. Fue esta última característica del producto la que contó más ovaciones por parte de los presentes, al tiempo que se exaltaban las virtudes de los adelantos de la ciencia.

Descendimos el último tramo a buen ritmo, quizá pensando en la recompensa de las cervezas. Cervezas y consumiciones que fueron sufragadas en su totalidad por el recién estrenado abuelo José Luis R. con motivo del nacimiento de su nieto Adrián, por cuya salud brindamos.

Mencionar, por último, el delicado camino de vuelta en coche, y la hora y pico que tardamos en atravesar el kilómetro que tiene la calle principal del pueblo de Guadarrama. Después supimos que muchos otros corrieron igual suerte en sus respectivas vueltas a casa.

Quizá por la espantá, Madi no otorga más de cuatro sicarias a esta bonita excursión.

Ya van llegando fotos, así que voy a ver si me pongo con la dichosa crónica.
Fernando DíazH

miércoles, 14 de enero de 2015

Excursión 216: Las fuentes del Acueducto

FICHA TÉCNICA
Inicio: Valsaín
Final: Valsaín
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia:  16,4 Km
Desnivel [+]: 512 m
Desnivel [--]: 536 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: 

Ciclable: Sí
Valoración: 4
Participantes: 49

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta























PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta
















TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
 
RESUMEN
Multitudinaria marcha, ¡nada menos que 49!, para emular a los más legendarios exploradores de la historia, pero, eso sí, finalizando con un buen cochinillo o bacalao (a elegir) en el emblemático “Rancho de la Aldegüela”.

Al partir de Valsaín la niebla ya había levantado y el día se mostraba diáfano y soleado. Mientras calentamos el cuerpo en la subidita hasta La Cruz de La Gallega, el panorama se iba abriendo y departíamos en pequeños grupos sobre lo divino y lo humano. Daba gusto, en particular, contar con la presencia de Ángel Vallés, conocedor de cada palmo de terreno, así como de la historia y antropología de la zona, además de orgulloso admirador de su nieto de 2 añitos. Venían también con nosotros, por primera vez, Agustín y Ricardo.

Casi sin sentir, llegamos a la cañada de Santillana, dejamos a la derecha Cabeza Gatos y tomamos un bonito camino que baja hacia la presa de Puente Alta, aunque tuvimos que abandonarlo enseguida para avanzar monte a través; debía ser porque hacía mucho que no sorteábamos una valla. El premio fue el ascenso a Cabeza Grande, repleta de trincheras y otros restos de la Guerra Civil, y que constituye una auténtica atalaya desde la que gozar con las vistas de Segovia y su entorno al norte, así como todas las cumbres de la sierra hacia el sur.

En Cabeza Grande tomamos un relajado tentempié, mientras descubríamos en el paisaje cada vez más detalles para rememorar. Destacaré, entre ellos, la inusual visión de Siete Picos enmarcado entre la blancura del Alto de Guarramillas y el Montón de Trigo, o el bloque monolítico del palacio de Riofrío. Nicolás, para celebrar su porra de fin de 2014, repartió, con la colaboración de Leonor, unos dulces navideños regados con pacharán, que entraron muy bien. Tras el relax nos hicimos la foto de grupo.

Descendimos hasta la Cañada Soriana Occidental, donde ya se marcaba, con algún hito de madera nuevecito, la conducción subterránea de agua hacia el acueducto de Segovia. Siguiéndola llegamos a la cola del embalse y desde ahí remontamos el río Frío. El paisaje era precioso y el nombre del río muy a propósito, pues se notaba que ya no daba el solecito e íbamos por umbría; incluso había bloques de hielo en algunas ramas y piedras, salpicadas por la corriente.

Así llegamos al azud donde se toma el agua del acueducto y junto al que se puede ver el sistema de decantación, aunque yo creo que sufrimos cierta decepción, ya que la obra original ha debido remodelarse tantas veces que apenas queda la estructura; quizá se evoca únicamente, en la represa, por unos bloque de granito unidos por grandes grapas de hierro. Para colmo, la entrada de agua estaba cerrada y el decantador sólo contenía agua estancada llena de broza.

Ya sólo quedaba volver a Valsaín y lo hicimos encaramándonos por la ladera del río para coger el camino hacia Cabeza Gatos y La Cruz de La Gallega. Daba gusto caminar bajo el sol tibio de enero con el relieve de la mole de Peñalara al frente, remarcado por las sombras de las gargantas.

La mayoría, 37, acudimos en los vehículos al fin de fiesta gastronómico  en El Rancho de la Aldegüela, en Torrecaballeros. Las viandas, como siempre, estuvieron de vicio. Al final del ágape se hizo la imposición de estrellas pendientes, pero, como faltaba el “observador estadístico del GMSMA”, hubo que confiar en la supuesta honestidad de los agraciados, que voluntariamente fuimos desfilando para recibir el homenaje. No me atrevo desde aquí a dudar de la buena fe de nadie, pero: ¿Es normal que desfilaran todas (o casi todas) las damas para recibir el beso de tornillo de Fernando S.?

Y una vez más, por petición abrumadora, el GMSMA explotó, casi hasta la extenuación, las cualidades artísticas de Joaquín, que contribuyó con sus dos piezas más emblemáticas: “Er niño las monjas” y Carretera Asturiana.

En la sobremesa también se produjo un comunicado que aquí quiero plasmar por escrito para que no haya dudas: Por poderes recibidos de Antonio, este cronista, ya en decadencia, tendrá el privilegio de señalar al inicio de cada marcha al participante encargado de escribir la crónica correspondiente. Con esta iniciativa se pretenden desvelar las indudables cualidades literarias que muchos atesoran, como fue el reciente caso de Marcelo. O, ¡quién sabe!, puede ser una estrategia ideada por Antonio para reducir el grupo a base de provocar el miedo escénico cada miércoles.

La calificación de Madi para este evento ha sido de 4 sicarias, sin posibilidad de recurso.
Melchor

miércoles, 7 de enero de 2015

Excursión 215: Integral Sierra de Hoyo

FICHA TÉCNICA
Inicio: Hoyo de Manzanares
Final: Hoyo de Manzanares
Tiempo: 6 a 7 horas
Distancia:  17,2 Km
Desnivel [+]: 753 m
Desnivel [--]: 767 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: 

Ciclable: No
Valoración: 4,4
Participantes: 21

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta























PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta
















TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
 
RESUMEN
Vaya papelón que me han pasado ciertos ma……….nes, digo elementos, para realizar la crónica de la pasada marcha senderista –ya lo pagaréis, piratas--. Quienes, aprovechando una inocente expresión, totalmente caballerosa, de “machistas”, me colocaron el trabajo. Mi intención era trasladar el “pastel” a la única “dama/fémina” valiente, María Angeles,  que se había atrevido a disfrutar de esta primera propuesta del año,  primero por la etapa rompepiernas que diseñaron los artistas Paco N y Cristobal L, en los alrededores de Hoyo de Manzanares, y, segundo, por aguantar a todos los “machos” que acudimos a la convocatoria.

Vayamos, pues, a iniciar  el relato: Comenzamos el día con la tradicional convocatoria, a la hora de los toreros, usease, a las 10 horas, en la “plaza” del Ayuntamiento de la villa de Hoyo de Manzanares, y allí acudimos en un día soleado y luminoso y, de momento, con un frío del “carajo”, que se fue mitigando a medida que avanzaba el día y las cuestas…..

Ascendimos, los 21 senderistas ya desde el momento de la salida y sin calentamiento previo, el denominada pico del Picazo, a 1293 metros, de dura subida entre comentarios de unos y otros de a T.P.C. (cómo me educaron en un colegio de pago y soy muy educado, que cada uno se imagine su significado), los polvorones, el turrón, el cordero y todos los excesos cometidos en las fiestas navideñas, que fueron muchos, más de los deseados. Llegamos exhaustos a la cima, hay que tener en cuenta que 20 días de inactividad física se paga, y en ello estábamos. Así que aprovechando el pequeño descanso algunos sacamos el botijo, parte de las viandas y recuperamos el resuello, pero sólo por un instante porque, inmediatamente, Cristóbal, boss ocasional del momento, se puso de nuevo en movimiento diciendo que la “hora del ángelus” no había llegado. 

Y allá nos vamos, de nuevo, a llegar al siguiente pico previsto, el Pico del Estepar, a 1403 metros, pensando que con Antonio “EL BOSS” esto no pasaba, y que estos nuevos “boss” con tal de hacer méritos nos llevan como “pu. por rastrojo”. Pero como lamentarse no sirve de nada, mascullando entre dientes o en voz alta, el derecho o no a cierto descanso, entre otras cosas porque el dirigente va el primero, de guía, y no se entera de nada o no se quiere enterar, y ni siquiera mira hacia atrás,  pues como hormiguitas, en fila india, por el sendero, llegamos a la cima. Y allí sí, dieron las doce,  la una, las dos y las tres, y pudimos rezar el ángelus y sacar oficialmente las primeras viandas y tomar un tentempié que nos supo a gloría.

Después de recuperarnos, brevemente, del esfuerzo realizado hasta ese momento, descendimos un poquito para llegar al llamado Canto Hastial, a 1374 metros,  disfrutando durante el trayecto de unos miradores que nos depararon unas buenas vistas, que hubieran sido magníficas de no ser por la polución que nos impedía ver Madrid, así como de cierta calima producto del anticiclón que estamos padeciendo en los últimos días que nos impedía ver con claridad los pueblos que rodean a la gran urbe. Aún así, como de costumbre, se pudo disfrutar de la visión de toda la sierra madrileña en todo su esplendor.

Ya iba llegando la hora de la comida y se decidió tomarla en la Cascada del Covacho, así que descendiendo llegamos a ella y, curiosamente, llevaba agua porque con la ausencia de precipitaciones era, al menos, extraño. Así que, en un lugar idílico, tranquilo y con el  arrullo del agua, sacamos el “bocata” y nos dispusimos a hacer los honores correspondientes y alguno, no podía ser otro, Marcelo, que acordándose de su amigo Marcos, hasta se permitió el lujo de darse una cabezadita, al sol, como las lagartijas, que le sentó de maravilla, doy fe que le permitió recuperarse de los excesos de la marcha,  que ya eran muchos los kilómetros recorridos.

En eso estábamos,  cuando ya se empezaba a rumorear, un no sé qué, de cortadura de piernas a los organizadores, ya que aún quedaba ascender el Pico de Peñaliendre, a 1204 metros, Estos, con buen criterio, y atendiendo a las “veladas amenazas” que se cernía sobre sus “piernas” decidieron suspender esta última subida e ir directamente al pueblo a degustar el jarrón de cerveza que habíamos encargado esa misma mañana, que nos estaba esperando y que el abuelo, Paco N, tuvo a bien invitarnos en honor del nacimiento de su nieto Ángel, no sin antes recorrer los 4,5 kilómetros  de distancia que nos separaba del pueblo.

Hablando de sicarias, se propone, y se dispone, 4,4 sicarias, por las dificultades orográficas superadas, la fecha tan exigente de la marcha, después de las fiestas navideñas, que más bien parecen un bacanal de comidas y bebidas, en lugar de fiestas puramente religiosas.
Y AMÉN.,
Marcelo

P.D.- Por cierto, aviso a navegantes, para aquellos que se permitan el lujo de cuestionar decisiones de la organización, en la próxima marcha, serán  penados con unos colgajos colgando de los co……, digo contingentes, como sanción por su atrevimiento y para aplacar su “brío”. JAJAJAJAJA

P.D.- Después de realizar esta excursión hemos sido informados de que supuestamente una parte mínima de la ruta, la que transcurre por El Picazo, es por una finca particular. Lo cierto es que en ningún momento tuvimos conciencia de ello, pues no tuvimos que rebasar ninguna valla, ni existe señal o cartel alguno que así lo indicase. Dejamos el aviso para que cada cual obre en consecuencia. 

FOTO REPORTAJES

Foto reportaje de José María Pérez

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