miércoles, 26 de marzo de 2014

Excursión 180: La Calzada Romana de El Escorial

FICHA TÉCNICA
Inicio: El Escorial
Final: 
El Escorial
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 17,7 Km 
Desnivel [+]: 566 m 
Desnivel [--]: 571 m 

Tipo: Circular
Dificultad:
 Media
Pozas y agua: No

Ciclable: En parte
Valoración: 4
Participantes: 35


MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta






PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta


TRACK 

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)

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RESUMEN
La quedada era esta vez en las puertas del campo de fútbol, que alguno al llegar pensó eran las tapias del cementerio. Tras un vistazo al interior, quedó claro que en los camposantos no suele haber porterías, así es que este debe ser el sitio. A las 10 todos puntuales, después de dudar si saltarse o no las señales de tráfico que restringe el acceso a la zona.

Saludos, abrazos, besos… y venga, que hay mucho que hacer. El día parece que será ventoso, cosa que se confirmaría dramáticamente en la cumbre de la Machota Baja. Cielos grises y amenazadores… pero buen ánimo… como siempre.

Empezamos a andar y enseguida cruzamos la carretera del puerto de la Cruz Verde y pasamos cerca de la ermita de la Virgen de Gracia y de la silla de Felipe II, que visitaríamos a la vuelta.

Giramos a la izquierda tomando una ancha pista que durante un buen rato discurre paralela a la vía férrea Collado Villalba-Ávila, hasta dar con la Calzada Romana que unía hace unos dos mil años Titulcia con Segovia: la Vía Antonina.

Se trata de la misma calzada que transitamos otras veces camino del Puerto de la Fuenfría en Cercedilla. Llaman la atención las muchas piedras miliares (los indicadores kilométricos de la época) que aún se mantienen en pie.

Seguimos caminando por entre fincas, al parecer en explotación, hasta llegar a la estación de Zarzalejo, donde en torno a una bonita fuente de piedra, llamada de los Pabellones, nos tomamos el tentempié de rigor. Aquí se despide parte del grupo, que volverá sobre sus pasos por tener obligaciones vespertinas en Madrid.

El resto seguimos atravesando una urbanización, hasta encontrar el camino al Collado de Entrecabezas que se presenta como una fuerte pendiente.

En el recorrido nos llama la atención un castaño aislado, parece ser que los castaños del Collado de Las Machotas están catalogados entre los árboles singulares de la Comunidad de Madrid.

Al cabo de una hora de dura subida llegamos al anhelado collado, donde corre un fuerte viento.

A un lado la vista de Zarzalejo y al otro El Escorial con la imponente mole del Monasterio. También el Abantos, la Machota Alta y, a nuestra derecha, la Machota Baja, a la que nos disponemos a subir.

Luchando contra el viento, que en más de un momento parece arrastrarnos, coronamos la Machota Baja. Buena vista de toda la sierra nublada y gris al noreste, el embalse de Valmayor al este, Madrid y sus omnipresentes torres al sureste, una pista que quizás es la antigua calzada de Toletum al sur y Gredos al oeste.

Comemos intentando protegernos del viento entre las piedras y enseguida volvemos al collado para seguir descendiendo de nuevo hacia El Escorial. Es un bonito camino entre robles, musgos y líquenes, que parecen salidos de las ilustraciones de un libro de cuentos.

Vemos la silla de Felipe II desde donde el rey prudente vigilaba las obras de su chalet. Pasamos junto a la ermita de la Virgen de Gracia y casi sin darnos cuenta estamos de nuevo junto a los coches.

Después la merecida cervecita en la estación de El Escorial, nos despedimos hasta dentro de siete días.

Teniendo en cuenta en el haber el entorno y la compañía y en el debe el viento, podemos calificar esta excursión con 4 sicarias.
Paloma.

miércoles, 19 de marzo de 2014

Excursión 179: Peña Cebollera y Chorrera de los Litueros

FICHA TÉCNICA 
Inicio: Puerto de Somosierra
Final: Puerto de Somosierra
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 15,5 Km
Desnivel [+]: 950 m
Desnivel [--]:  846 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas/Agua: Sí/Sí
Ciclable: No
Valoración: 4,5
Participantes: 25

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RESUMEN
Esta marcha iba a suponer una lucha titánica contra los elementos; amén de un desnivel considerable, íbamos a tener qu
e afrontar lluvia intempestiva, tormentas y un penoso ascenso por la nieve, donde los guetres iban a ser indispensables. Quizá por todo esto la afluencia de senderomagos fue  relativamente discreta y, como cuando en el trabajo es temporada de vacaciones, se echaba en falta a algún “figura”. No obstante, Enrique C. venía con nosotros por primera vez.

Al mirar a lo alto de La Cebollera desde el pueblo de Somosierra ya se veía que las condiciones no eran las previstas: Casi ni rastro de nieve, buena temperatura y el cielo despejado.

Enseguida llegamos a la Chorrera de Los Litueros, que bajaba cargadita y estaba preciosa desparramándose en brillantes hebras de agua en su último brinco sobre las rocas.

Su contemplación tenía algo de hipnótica, pero había que desandar parte de lo andado para pasar a la otra orilla del arroyo de la Peña del Chorro, que cien metros más abajo se une al arroyo de las Pedrizas para formar el río Duratón, y así comenzar a ascender por una pista. 

El cruce del arroyo lo hicimos la mayoría sorteando las ramas de un árbol atravesado sobre su cauce, que a la vez nos servía de apoyo.

Cada vez se veía más abajo la autovía, señal de que ganábamos altura. Continuamos por una senda y un cortafuegos a la derecha. Se iba notando el cansancio, así que se hizo una paradita para reagruparnos y algunos aprovecharon para comer algo. Aquí debió ser donde Marcelo Newman, azorado al recibir ciertos piropos, perdió el sentido de la orientación y al cabo de un rato, con tres más, se había perdido en la ladera al tomar una pista equivocada.

Los demás avanzamos hasta alcanzar la rasante de la montaña desde la que se otea un amplio panorama de la Meseta Norte. Descansamos para tomar el aperitivo y continuamos subiendo, teniendo siempre a nuestro frente la mole redondeada de la Cebollera marcada con una inmensa cruz de nieve, como en un capricho divino.

Antes de acometer el último tramo por un empinado cortafuegos, se nos unieron los perdidos, que nos divisaron en la lejanía y habían accedido siguiendo un arroyo. Lo que faltaba por subir era fatigoso y alguno ya se volvió.

Los demás nos animamos y culminamos trabajosamente la montaña. Desde allí el espectáculo era una maravilla, sobre todo hacía oriente, donde la cuerda del pico del Lobo, el Cerrón y nuestro recientemente conquistado Santuy, se recortaban sobre el cielo ensortijado de nubes,  tras una extensa mancha de nieve.

Comimos en la cumbre, disfrutando de la brisa y el sol, y tomamos el camino del sur, para lo que, ¡por fin!, hubo que pisar nieve; eso sí, apenas 200 metros. 

Mientras Carlos y Ángel se adelantaban como si fueran galgos para acceder a los riscos más alejados, el resto dejamos a nuestra izquierda una impresionante cornisa de nieve, que no nos atrevimos a hollar hasta el borde por precaución, y seguimos lo que habrá que bautizar como Camino de Los Duendes.

Varios hechos así lo testimonian: Un repentino torbellino que desestabilizó a dos senderistas y elevó sus gorras varias decenas de metros por encima de sus cabezas, la estrella dorada de sheriff de Antonio que brincó como un saltamontes desde su mochila (menos mal que Rosa la vio), la navaja de Javier B. que se escabulló de su custodia y quedó semienterrada a un lado del camino (menos mal que yo la vi).

En la lejanía, al oeste, se atisbaba una cortina de agua y Antonio temía tormentas, así que, prudente, decidió que había que bajar ya. ¡Vaya bajadita! Primero atrochando y luego por una senda pedregosa que nos dejo turulatos.

Así que en cuando acabó, al llegar a una pista, aprovechamos para descansar un poco y refrescarnos. Recuerdo como, mientras José María se mecía recostado en las ramas de un pino, Santiago se tumbaba en el suelo y cerraba los ojos arrullado por las prolijas explicaciones de Antonio V. sobre la naturaleza, esencia y ser de los árboles.

Camino del pueblo nos llevamos la grata sorpresa de poder contemplar de nuevo la Chorrera desde lo alto, comprobando cómo se abre paso entre los riscos.  Un rato más tarde estábamos llegando al pueblo de Somosierra, libres de la lluvia amenazante que aún se divisaba a lo lejos.

Rematamos el día con las consabidas cervecitas y una visita, por parte de algunos, al interior de la peculiar ermita que corona el puerto.
Madi cree justo otorgar 4’5 sicarias a esta marcha.
Melchor.  

miércoles, 12 de marzo de 2014

Excursión 178: Palazuelos del Eresma - El Rancho de la Aldegüela - Destilerías DYC

FICHA TÉCNICA 
Inicio: Palazuelos del Eresma
Finalización: 
Palazuelos del Eresma
Tiempo: 3 a 4 horas
Distancia: 12,9 Km
Desnivel [+]: 188 m
Desnivel [--]: 196 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua:
Ciclable: Sí
Valoración: 5
Participantes: 30

MAPAS 
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Track de la ruta (archivo gpx)

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RESUMEN

Bueno pues ya es miércoles de nuevo y el día ha amanecido espectacular, por lo que nos dirigimos al punto de encuentro en la Plaza de Palazuelos de Eresma. Eso sí con prisa para ser puntuales, ya que la marcha empieza a su hora… como tiene que ser. Nada más llegar los saludos de rigor y venga, trotando detrás de Antonio que impone un buen ritmo: es que el recorrido, aunque no tiene muchos desniveles, es largo y la comida está prevista para las 13,30.

Vamos durante un buen trecho paralelos al rio Eresma. Se trata de un sendero muy bien acondicionado: hay zonas de descanso, restos de un refugio y unas curiosas barras colgantes sobre el rio, que parece ser que son para practicar piragüismo de obstáculos (suponemos que en verano). El rio lleva un caudal abundante y los fotógrafos se explayan… es que las cascaditas siempre han sido muy fotogénicas.

Llegamos a la presa del Pontón Alto, desde donde podemos ver una fantástica vista de la cara norte de la Sierra de Guadarrama (un poco a contraluz para gusto de los fotógrafos). La caída de agua es impresionante… es que este año parece que el fantasma de la sequía tiene otras cosas que hacer.
Seguimos por una ancha cañada donde vemos bastantes caballos mas o menos sueltos (tienen las patas delanteras trabadas para que no vayan muy lejos sin permiso de los dueños). Cruzamos la carretera que va de La Granja a Torrecaballeros y, poco después, paramos en un altozano a almorzar: se ve Segovia y también los pueblos de alrededor (Tres Casas, Torrecaballeros,…).

Seguimos: Antonio ha puesto el turbo y nos lleva un poco con la lengua fuera porque hay que cumplir con el horario. Pasamos por Tres Casas y seguimos hacia Palazuelos desde donde, ahora en coche, nos dirigimos a Torrecaballeros.

En El Rancho de la Aldehuela nos espera  una magnifica comida en el comedor de La Chata (que era una señora muy castiza a la que le gustaban mucho los toros y que además era hija de Isabel II).

Fernando ha seleccionado el menú, según él, con las cosas que a él le gustan. Y en este punto todo el mundo está de acuerdo con la elección: la cebolla frita, las migas, el bacalao, los pimientos asados… y por fin el cochinillo y el ponche segoviano de postre. Todo exquisito y preparado con cariño por Casilda (no hay más que ver el menú impreso). Es el momento ideal para imponer la estrella que acredita a Ana como senderomaga de pleno derecho.

Bueno pues sin descansar (nada de siestas), nos vamos a las destilerías DYC, donde Elena (suponemos que la relaciones públicas de la empresa), nos cuenta en detalle la aventura emprendedora de don Nicómedes García que, a finales de los 50, puso en marcha la descabellada idea de hacer whisky escocés (más o menos) en plena meseta castellana. Nos explican el proceso con todo detalle y después lo probamos… no está mal, porque algunos aprovechan para hacerse con alguna botella, que también hay venta al público.

Sin duda la suma de todo lo antedicho es suficiente para asignarle a esta excursión la calificación de 5 sicarias.

Una vez cumplida tan apretada e interesante agenda, nos despedimos hasta el próximo miércoles.
Paloma

miércoles, 5 de marzo de 2014

Excursión 177: Chorreras de Rovellanos y Mojonavalle

FICHA TÉCNICA 
Inicio: Canencia
Final: Puerto de Canencia
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 14,2 Km
Desnivel [+]: 739 m
Desnivel [--]: 342 m
Tipo: Sólo Ida
Dificultad: Media
Pozas y agua:
Ciclable: No
Valoración: 4,5
Participantes: 43

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta























PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta













TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
Mapa 3D (archivo kmz)

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RESUMEN
Día de mucho trabajo para Antonio: Record de participación pulverizado (43 asistentes más nuestros 3 canes titulares), labores de movilidad de vehículos al más alto nivel con adjudicación de plazas en función del volumen corporal, sincronización de la marcha en función de las diferentes necesidades de cada cual, organización de la comida multitudinaria en Canencia, imposición de insignias, etc. Y, encima, para rematar, los mismos de siempre, entre los que tengo que incluirme, dando la lata por no estar a lo que hay que estar.

Tenemos que decir los 4 implicados que lo sentimos mucho (¡de verdad!), pero el que más lo sintió, con diferencia, fue Enrique, quien, tras mantener durante 4 años una intachable hoja de servicios, ha sufrido la vergüenza de ver mancillaba su reputación por arrimarse a malas compañías.

No obstante, la venganza perfectamente orquestada por la tribu contra los 4 malditos fue cruel, haciéndonos descender durante un buen rato para volver a subir al mismo sitio por una empinada senda, todo ello a un ritmo matador que nos dejo marcados para el resto del día. Por lo menos Feli nos libró de la multa adicional para pagar los chupitos al final de la jornada.

En estas, ya estábamos enfrentando la chorrera de Rovellanos, que se divisaba al fondo según avanzábamos por una traza de senda entre las piedras. Íbamos disfrutando del sol,  del agua rumorosa, del verde brillante del musgo humedecido... En resumen: Había llegado la primavera y teníamos el privilegio de disfrutarla en el primer día en que se manifestaba.

La chorrera de Rovellanos estaba imponente y a su vera descansamos, unos muy próximos a su base y otros recostados en la ladera. Tras el reposo, subimos bordeando las rocas y las zarzas, recuperando la senda que traíamos, distanciándonos de la chorrera y divisándola cada vez desde más altura, hasta que el roquedo la ocultó.

Seguimos ascendiendo por la loma de la montaña, casi despoblada de arbolado y saturada de agua. El valle del Lozoya se iba abriendo al este, enmarcado por los Montes Carpetanos y la sierra de Ayllón en el horizonte. El día era espléndido y, según se ganaba altura, las cumbres del oeste de los Carpetanos se iban mostrando  relucientes de nieve.


Todo muy bucólico, pero había que subir hasta casi los 1600 metros de altitud y a Leonor le dio la pájara. Sea por el cariño con que la tratamos o por la masiva ingesta de todo tipo de remedios que le proporcionamos, el hecho es que se recuperó en un ratito y continuamos hasta internarnos en el pinar por el que seguimos hasta el puerto de  Canencia.

Nuevo descansito en el puerto, foto multitudinaria, tentempié, adelgazamiento del grupo por la despedida de quienes tienen obligaciones vespertinas, renuncia de los más cansados a continuar y marcha del resto hacia el siguiente objetivo del día: La chorrera de Mojonavalle y el abedular de Canencia.

Llegamos a esta segunda chorrera con buena disposición, pero no nos podíamos imaginar que íbamos a encontrar un torrente de agua tan abundante y espectacular. Muchos no pudimos resistirnos a subir desde el mirador por los senderos que la circundan y a internarnos entre sus aguas más exteriores hasta contemplar sin obstáculos cómo el caudal se despeñaba y brincaba entre las rocas.

De los abedules sólo diré que vimos algunos de buen porte al tomar la senda que baja a la chorrera y también en el arroyo del Sestil del Maíllo, pues no había tiempo para bajar al abedular.


Aún así, quedaba otra buena subidita por el pinar para volver al puerto, algo llevadera por el ocasional encuentro con acebos dispersos y alguna formación rocosa de formas caprichosas, aunque no sé yo si Fernando L. estaba para tantas contemplaciones, según subía resoplando el último de la fila.

En el bar Violeta, en Canencia, nos esperaba Feli para reconfortarnos con su sonrisa ilusionada y con una buena comida, sin aparentes pretensiones pero muy sabrosa y además barata, cocinada en la intimidad de los fogones por un Arguiñano serrano.


Se aprovechó la sobremesa para imponer varias insignias: La más emblemática a Paco, el soltero deseado, por haber llegado a 50 marchas sin apenas proponérselo; a Paloma, José Ramón y José Carlos, la que les reconoce como auténticos senderomagos.

Madi ha sentenciado que 4’5 sicarias es una muy buena calificación para esta excursión, aunque Antonio siempre prefiera que nos otorguen 5.
Melchor