miércoles, 27 de octubre de 2021

Excursión 585: Cerro del Caloco

FICHA TÉCNICA
Inicio: Ermita de San Antonio
Final: Navas de San Antonio
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 12,1 Km 
Desnivel [+]: 528 m 
Desnivel [--]: 626 m
Tipo: Sólo ida
Dificultad: Media
Pozas y agua: No
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 27

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta





























PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta













TRACK
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RESUMEN
En la excursión del día de hoy se trataba de ascender el Cerro del Caloco desde la Ermita de San Antonio del Cerro.

Al leer la convocatoria me invadió una gran alegría, ya que mi familia materna es gran devota de San Antonio y en particular está muy vinculada a esta Ermita, porque desde siempre han cumplido con la tradición de festejar a San Antonio en su romería.

Como curiosidad, en esta localidad además de celebrar San Antonio en su día, 13 de junio, también se hace en el segundo domingo de octubre; y a ésta es a la que mi familia ha acudido, como se suele decir, toda la vida. Mi madre y mis tíos rememoran cuando venían andando:
“San Antonio bendito
grande es tu fiesta
pero cuesta trabajo
subir la cuesta”
como así reza la canción popular. Y es que la Ermita corona el cerro que lleva su nombre y desde todas las poblaciones cercanas no había otra que llegar subiendo alguna cuesta.

Con esos buenos recuerdos por mi parte, iniciamos la ruta hacia el Cerro del Caloco, por un camino que discurre por un terreno de encinas, retamas, zarzas, queda todavía algo de cantueso y…. vallas, muchas vallas.

De hecho podríamos renombrar la ruta como “De San Antonio del Cerro al Caloco a salto de vallas”. José María Mascaraque, en el magnífico video que realiza siempre que viene a una excursión, se ha molestado en contarlas y fueron 9 vallas y una puerta. En fin, es parte del encanto de las excursiones del GMSMA.

Para llegar al Cerro del Caloco (1562m) se pasa primero por el Caloquillo o Tamillarón (1353m).

Durante su ascenso se iban abriendo miradores hacia la meseta castellana y los segovianos íbamos ayudando a identificar las diferentes poblaciones que desde esta altura privilegiada se iban divisando: Zarzuela del Monte, Vegas de Matute, Valdeprados, más a lo lejos Valverde del Majano, Abades el pueblo de nuestra amigo Begoña, incluso se podía intuir Armuña, el pueblo de nuestro amigo Marcos. 

Tras una ligera bajada iniciamos el ascenso al Calocomediano (1433m), lugar en el que paramos a realizar el “ángelus” y se empiezan a divisar más poblaciones, como Los Ángeles de San Rafael. Porque sí, aquí también tenemos Los Ángeles y las Vegas no todo lo tienen los americanos… (Aunque sean de San Rafael y de Matute).

Ya con las pilas cargadas, descendimos el Calocomediano en busca del próximo destino, que se presentaba en su verdadera magnitud con una subida que se intuía exigente. Así que, cada uno a su ritmo, iniciamos el ascenso tras pasar, cómo no, un par de vallas, el grupo inevitablemente se estira y no es hasta hacer cumbre cuando nos reagrupamos.

En el último tramo, una zona de piedras, ya es el colofón a la dureza de la subida, por lo que algún senderomago sugiere enviarle a Antonio 10 sicarias “de las malas”. No creo que la sangre llegue al río, en el fondo nos va la marcha.

En el Cerro del Caloco aprovechamos a realizar la foto de grupo, e individuales, ya que la vista de 360 grados que tenemos es inmejorable. Se van uniendo poblaciones a las ya citadas: El Espinar, San Rafael, La Estación del Espinar, a lo lejos, Villacastín. Y nuestra amada Sierra de Guadarrama: La Sierra del Quintanar, Montón de Trigo, La Mujer Muerta, el Alto del León…

La bajada resultó más suave y en un pequeño pinar, a los pies del Cerro y rodeados de vacas, alguna con aspecto poco amistoso, hicimos la parada para comer.

Tras el breve descanso, continuamos nuestro camino hacia Navas de San Antonio, ya por caminos más llanos y reconocibles, paralelos a la Nacional VI.

Aun así, todavía nos faltaban por realizar un par de saltos de vallas y la última cuesta antes de alcanzar el pueblo.

Los rezagados, casi todos segovianos, no sé por qué, nos pusimos a recodar (y cantar) canciones populares segovianas, en su mayoría jotas, pero también rememoramos la canción del Nuevo Mester de Juglaría “El milagro de San Antonio”, que venía muy a cuento en la excursión de hoy. En este enlace la podéis escuchar, dura solo 5 minutos y es realmente curiosa.

Una vez alcanzado el pueblo, la hora era más propicia de cervecitas que de subir la cuesta hasta la ermita. Así que un par de senderomagos que habíamos dejado los coches en el pueblo subimos a los conductores a por los coches y acortamos un poco la excursión prevista, ya que la subida no iba a aportar gran cosa a lo ya visto.

Para mí, un día precioso, por los recuerdos tan buenos que tengo del lugar, el tiempo tan estupendo y la compañía tan agradable, le otorgo a la excursión la puntuación de 5 sicarias.
Celia Marazuela Sanz

FOTO REPORTAJES

miércoles, 20 de octubre de 2021

Excursión 584: Puerto del Reventón y Pico del Cancho

FICHA
 TÉCNICA
Inicio: La Granja de San Ildefonso
Final: La Granja de San Ildefonso
Tiempo: 6 a 7 horas
Distancia: 17 Km 
Desnivel [+]: 919 m 
Desnivel [--]: 919 m
Tipo: Circular
Dificultad: Alta
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 29

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RESUMEN
Hace algo más de un año también subimos al Reventón (excursión 527), el punto más alto de los Montes Carpetanos. Al igual que en esa ocasión, se trataba de la excursión de despedida de Rosana, que como cada año por estas fechas cambia los aires castellanos por los más benévolos de su querida Mallorca, donde disfrutará de la temporada de invierno hasta su regreso en primavera, cuan ave migratoria.

No se trata de repetir excursión claro, tan solo la primera parte coincide con aquella, hasta llegar a la cumbre del Reventón. A partir de ahí, digamos que la de ahora ha sido ‘un tanto mas durilla’ que la del pasado año.

Hubo otros dos aspectos diferentes: Por un lado, el tiempo, muy nublado en la anterior, incluso con fuerte lluvia y viento, lo que la hizo muy incómoda y molesta. Por otro, el incendio que hubo por esta zona en agosto de 2019 supuso que el año pasado la subida al puerto fuese con un paisaje desolador y aun con olor a chamusquina.

En esta ocasión el tiempo es muy bueno, soleado, lo que seguramente animó a participar a muchos senderomagos: 29. Frente a los tan solo 13 del año pasado. Seguramente también influyó el que a priori no estuviera previsto el duro tramo que tendríamos en la parte final.

Iniciamos la jornada desde la urbanización ‘Caserío de Urgel’, en la Granja de San Ildefonso, en el lado izquierdo de la tapia de los jardines del Palacio Real, la denominada El Paredón. Va a ser un trayecto circular, en sentido levógiro (contrario a las agujas del reloj, vaya).

Tras salir de la urbanización ascendemos por la amplia pista que conduce el Puerto del Reventón. Conforme subimos por las zetas que contiene esta pista cada vez son mejores las vistas que disfrutamos de La Granja y su Palacio, hasta que llegamos al Mirador de Tere (1540 metros de altitud) desde donde las vistas alcanzan su esplendor, y que requiere de obligada parada y hacer fotos desde su banco.

Se trata de un banco que perfectamente podría ser uno de esos que se describen como ‘el banco más bonito del mundo’ por las vistas que desde ellos se disfrutan. Hemos subido unos 350 metros en 2,6 km por la cómoda pero empinada pista.

Cerquita del mirador, en unas formaciones rocosas que hay subiendo a la derecha, zona denominada Poyo Judío, se instaló el Belén de hierro fundido que había sido retirado de la cumbre de Peñalara. Donde en 1969 lo habían colocado un grupo de funcionarios del Ministerio de Agricultura en Segovia, y que por cierto, uno de ellos era mi padre. Desconozco si aún sigue en Poyo Judío. Habrá que averiguarlo en otra excursión.

La pista hace un giro a la izquierda en su ascenso, dejamos de ver La Granja y pronto pasamos por la Fuente de Ruper.

Un nuevo giro a la izquierda, ya sin zetas y entramos en un tramo bastante recto que nos lleva hasta La Puerta del Reventón, como queda reflejado en la inscripción en una señal de piedra, muy similar a otras que hay en diferentes puntos de la Sierra de Guadarrama.

Muy cerquita de aquí, hacemos una parada para reponer fuerzas, en El Chozo del Infante, una pequeña cabaña circular, con paredes y techo de piedra, sobre el que alguno aprovechamos para hacer nuestra pirueta favorita. A unos metros del chozo esta la Fuente del Infante, cuyo nombre posiblemente se deba a que aquí también reponía fuerzas cuando cazaba por esta zona el Infante Don Luis, uno de los hijos de Felipe V e Isabel de Farnesio.

Seguimos hacia el puerto, cruzamos el arroyo del Chorro Grande, cerca de su nacimiento, en cuya gran cascada viví un trágico suceso hace más de 40 años, pero eso es otra historia.

Aproximadamente un kilómetro más y alcanzamos el Puerto del Reventón, con unos 2050 metros de altitud. Aquí giramos de nuevo a la izquierda, abandonando la pista que lleva a Rascafría, y muy cerquita alcanzamos la cumbre del Reventón (2079 metros), hemos recorrido algo más de 7 kilómetros y un desnivel de casi 900 metros.

Continuamos sobre la frontera entre Segovia y Madrid otros 2 kilómetros largos, hasta llegar al Pico El Cancho, por encima de los 2000 metros, pero algo más bajito que el Reventón.

A partir de ahora, y mediante un nuevo giro brusco a la izquierda, iniciamos el camino de vuelta, ya claramente en descenso. Atravesamos una zona ancha y despejada, siguiendo en arroyo del Chorro Chico durante casi otros tres kilómetros. En esta zona el otoño nos deja un campo de espléndido color dorado.

Llegamos a la zona rocosa que es la entrada de lo que será la fase más compleja de la jornada: El casi vertical descenso por las llamadas Peñas Buitreras, que inicialmente no estaban previstas en la ruta, dada su complejidad, pero que tal vez de forma un tanto temeraria nos decidimos a afrontar. Hemos recorrido ya 12 kilómetros y estamos a 1850 metros de altitud.

De manera lenta y segura, mirando muy bien donde pisamos, nos aventuramos al descenso por las citadas Peñas Buitreras. Como dice su nombre, es entre peñas, supongo que frecuentadas por buitres.

La bondad del tiempo, seco y soleado, nos permite bajar sin excesiva dificultad, pero insisto, con mucha prudencia. Con peores condiciones: Lluvia, nieve, helada, niebla, este descenso se hubiera complicado muchísimo, por lo que aconsejo que nadie lo realice si el tiempo no acompaña.

Las rocas húmedas o heladas provocarían con bastante probabilidad algún serio disgusto. Es un descenso de algo más de un kilómetro de longitud y un desnivel de casi 400 metros, que finaliza junto a la cascada del Arroyo Chico, que anteriormente habíamos seguido en su recorrido por la parte alta.

Entramos ahora en la zona de bosque, ya de sencillo recorrido, y 1,5 km más adelante pasamos muy cerquita de la base de la gran Cascada del Chorro Grande, que he mencionado anteriormente.

Ya solo nos quedaba el último tramo de un par de kilómetros, que nos devuelve a la urbanización ‘Caserío de Urgel’ en que habíamos comenzado, finalizando por tanto la ruta de esta jornada.

Nos tomamos una cervecita en el restaurante El Segoviano, a cuenta de Rosana que de esta forma nos decía adiós hasta la próxima primavera.

Ha sido una ruta variada, aventurada e incluso arriesgada, que iniciamos de forma monótona por la pista de ascenso al Reventón con fantásticas vistas. Luego se hizo más animada y con la guinda de las peligrosas y no programadas Peñas Buitreras. En fin, que la calificaré con 5 sicarias.
Jorge Montero

FOTOS

miércoles, 13 de octubre de 2021

Excursión 583: Cueva de las Brujas y la Muralla China de la Pedriza

FICHA
 TÉCNICA
Inicio: El Tranco
Final: El Tranco
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 8,1 Km 
Desnivel [+]: 639 m 
Desnivel [--]: 639 m
Tipo: Circular
Dificultad: Alta
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 31

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Nos hablaron de un lugar olvidado de la Pedriza no domesticada: “La Cueva de las Brujas”; de los sitios que en tiempo fueron frecuentados por sendas ya desaparecidas entre vericuetos escondidos.

Una ocasión estupenda para realizar una ruta pedricera, clásica en parte de su recorrido, pero incluyendo buenos ratos de exploración y algunos arañazos.

Por fortuna, Antonio y Paco C. se habían adelantado, días antes, con información vaga, para descifrar con rústicos hitos toda esta maraña.

Y así nos plantamos en el Tranco, con sus aromas de río, de tierra mojada, con su aire limpio y brisas templadas.

Subimos bordeando Casa Julián y seguimos por la senda de las Carboneras, y en una distancia corta, antes del mirador de las Camorzas, el sol ya calienta como una hoguera.

Verdea la Gran Cañada y ya no cruje el pasto en nuestra pisada. Esta será nuestro único remanso campestre, ahora salpicado de azafrán silvestre.

Cruzamos estas praderas hacia el este, y ascendemos hasta el Elefantito. Es aquí donde eres consciente que has entrado en una inmensa selva de rocas, que sin duda una bruja la esculpió con belleza para crear su propia fortaleza.

Empiezan las trampas de la hechicera: unas veces gateas por angostos pasadizos, otras trepas por el arisco granito. No busques sendas ni huellas, porque la bruja no anda sino vuela.

Sin perder el Norte, continúas reptando la última quebrada para, por fin, llegar a esta preciosa cueva. Primero un serval con sus bayas rojas, después una gran bóveda donde puedes imaginar un altar de brebajes o el hogar donde reposar tu equipaje.

Si sales por su puerta trasera, puedes llegar al vivac del Bizcocho y poco más arriba, encontrarás la Muralla China, miles de veces escalada pero nunca atravesada. Es así como la astuta hechicera cerró su angosta fortaleza.

Y a pesar del denso sol, decidimos seguir subiendo hasta llegar al Diezmo (Yelmo). No nos sentimos que hayamos conquistado la montaña, pero estamos muy orgullosos de haberla disfrutado.

Y a pesar de que las piernas ya no son lo que eran, todavía quedaba cielo para llegar a la Lagunilla del Yelmo. Fuimos con la confianza de que las ya lejanas tormentas, hubieran alimentado esta legendaria charca. Y allí la encontramos, en su discreto rincón, con suficientes aguas mansas para reflejar en ellas nuestra mirada.

Para el regreso, pagamos la cuenta pedricera, que no es vano descender por estas descarnadas sendas tan montañeras.

Le otorgo la máxima nota un 5, a esta ruta de pasos angostos y sendas cerradas.
Fran Ríos


miércoles, 6 de octubre de 2021

Excursión 582: Vuelta a las Machotas

FICHA
 TÉCNICA
Inicio: La Herrería. San Lorenzo de El Escorial
Final: La Herrería. San Lorenzo de El Escorial
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 11,6 Km 
Desnivel [+]: 463 m 
Desnivel [--]: 463 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: No
Ciclable: Sí
Valoración: 4
Participantes: 34

MAPAS 
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RESUMEN
En esta ocasión Antonio eligió una ruta por cotas más meridionales de la Sierra de Guadarrama, por los cerros que mejores vistas tienen del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial y algunos de los enclaves que gustaba visitar Felipe II.

El punto de encuentro era el aparcamiento que hay cerca del cruceiro que anuncia que la Ermita de la Virgen de Gracia en El Escorial está cerca.

En el fuste del cruceiro había una estatuilla de la Virgen con unos pastorcillos a los pies, obra del escultor gallego D. Fail de Gago. La talla fue robada y se ha sustituido por una estatua en piedra blanca de la Virgen con el Niño en brazos, cincelada por los canteros sanlorentinos D. Carlos y D. Daniel Esteban.

Sin apenas darnos cuenta cruzamos el arroyo del Carbonel y antes de llegar a la ermita, nos desviamos a la izquierda para internarnos en el bosque de la Herrería, que tiene actualmente un uso recreativo y ganadero.

Está incluido en el Catálogo de Espacios Protegidos de la Comunidad de Madrid ya que forma parte del declarado “Paraje Pintoresco Pinar de Abantos y zona de la Herrería” por Decreto del 16 de noviembre de 1961 y tiene 475 ha.

El paseo es muy agradable y especialmente hermoso en primavera y otoño. En la dehesa predominan los fresnos, robles y melojos. Varias especies y ejemplares presentes en el bosque se encuentran en el Catálogo Regional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre, con algún grado de protección.

Un poco más adelante se pasa junto a la fuente de la Prosperidad, donde se puede disfrutar de la belleza de los castaños de su alrededor, continuando la marcha por el camino de tierra que nos va brindando unas espectaculares vistas de fresnos, robles y pequeñas praderas.

En los mapas, que es de donde uno aprende, a este lugar le llaman Lancha de Zacarías.

Las rocas parecen estar protegidas por un manto de mullido musgo para que no se rompan. Al poco, de nuevo se coge un desvío hacia la izquierda, por un sendero más estrecho que la pista anterior, que se acerca a la Casa de los Ermitaños de Abajo. Rodeada igualmente de rocas cubiertas de musgo entre esbeltos robles.

El roble rebollo o melojo, es un término peyorativo que viene del latín «malum folium»: mala hoja, o rebollo, nombre vulgar que se usa también en algunos lugares para denominar al quejigo y otros árboles. Se le conoce asimismo como marojo, roble negro y tozo. En Galicia cerquiño o cerqueiro, en Asturias tociu, en el País Vasco tocorno y en Cataluña reboll.

La Herrería nos permite conocer como en ningún otro sitio cómo era el bosque de roble melojo, el mismo que durante milenios ribeteó las faldas de la sierra, antes de que sufriera los hachazos de los carboneros, agricultores, ganaderos y promotores inmobiliarios, eso por no hablar de los tipos que en su día repoblaron con pino a diestro y siniestro, como si les fuera en ello la reconstrucción de la Armada Invencible.

Abunda el ganado en la zona, como no podía ser de otra forma, dados los esplendidos pastizales que la pueblan. Por ello se conoce a estos prados como las Vaquerías.

Enseguida se llega a una portilla en la cerca de piedra, que da acceso a un sendero que transcurre paralelo a las vías del ferrocarril Madrid-Ávila, hay que seguirlo en dirección Zarzalejo. A partir de este punto, se enlaza con el GR-10, la ruta de gran recorrido que une Valencia con Lisboa. A la derecha más rebollos, en fincas cercadas por vallas de piedra, que nos siguen indicando el uso ganadero de las mismas.

En una bifurcación, se continua por la izquierda, siguiendo el camino de la Casa del Chicharrón, que tenía un cartel de “Se Vende”, dejando el otro que nos llevaría a la Casa de los Ermitaños de Arriba. El Chicharrón es la finca adehesada que da nombre a esta zona y al camino que transita por la calzada romana. Pasamos junto a una cantera abandonada, en la que se apila gran cantidad de granitos perfectamente cortados. Al suroeste de divisan las peladas Machotas que desafían el horizonte y que, por efecto de la perspectiva parecen tener las alturas intercambiadas. Más a la derecha, muestra todo su esplendor el Monasterio de El Escorial.

No cabe duda de que antes había caminos, pero no fue hasta la conquista de Iberia por los romanos, cuando se trazó de manera sistemática una red de vías de comunicación. En el siglo III, el itinerario de Antonino, anónima recopilación de las principales vías del imperio, señala que en la península Ibérica había 10.300 kilómetros de estas antiguas carreteras nacionales. Fueron la base de los caminos que hubo en el país hasta la Edad Media y, a continuación, el origen de las vías de comunicación terrestre tal y como hoy las conocemos.

Esta larga historia se contempla como en pocos lugares en esta calzada romana, de unos 2 Km, entre El Escorial y Zarzalejo. Aún tiene algunos tramos bastante bien conservados, aunque suponemos que antaño el firme estaría más igualado, hoy día es un terreno irregular que presenta entre las piedras algunas zonas muy descarnadas. En la parte alta de la cuesta también se conservan algunos de los pequeños mojones con los que los romanos medían sus calzadas y otros para sujetar las carretas en las pendientes.

En otros trechos, el primitivo camino romano ha devenido en vía pecuaria, camino rural o incluso las piedras que lo formaban han sido fagocitada por las vecinas vallas que delimitan las fincas particulares. 

Confluía esta vía romana con la importante Vía Antonina, que se extendía entre Titulcia y Segovia y tiene su tramo mejor conservado en el valle de Fuenfría, en Cercedilla, la cual vendría a ser algo así como la N-VI de Hispania.
Existe otra hipótesis, según Gonzalo Arias (1987, 371-379), que explica que una segunda vía transcurriría por esta zona en época romana. Se trataría de la “Vía Del Esparto”, denominada así por el propio Arias, que iría desde Salamanca a la zona del Campus Spartarius de Estrabón (inmediaciones de Cartagena).

El empedrado desaparece en un polvo de milenios según se vuelve horizontal el camino, que continúa una larga tirada encajonado entre cercas de piedra que encierran fincas dedicadas al ganado. De vez en cuando aparecen algunos breves tramos que conservan las losas y en otros el camino se ensancha bastante.

Un par de curvas en cuesta llevan junto a una explotación agropecuaria, la Alberquilla. Al pie mismo de la Machota Baja, las vistas desde aquí son espléndidas, hacia el noreste, la Pedriza al fondo, y en primer término, la Sierra de Hoyo.

En ambos lados del pequeño cerro es donde se localiza la parte mejor conservada de la calzada, de unos 80 metros de larga. La calzada llena de emoción a los que les gusta andar, y más si es por caminos con certificado de antigüedad.

Al llegar a la Casa Velado del Monte, aprovechando el reagrupamiento, José María hizo la foto de grupo. Aquí la calzada romana desaparece, es el momento en que se deja el GR-10 para seguir una senda que al poco casi no se aprecia, a fin de no perder cota y acercarse a ver una gran cantera, a la que se bordea en dirección oeste, dejando Zarzalejo Estación a vista de pájaro.

Tras pasar junto a unas casas en ruinas, se alcanza un depósito de agua, enlazando a su lado con la senda de los Pajares a Entrecabezas, antiguo GR-10, que de forma casi rectilínea y con pendiente constante alcanza el collado existente entre la Machota Baja y la Alta, por eso se llama Collado de Entrecabezas (1273 m).

Antes de llegar al collado, se pasa por la fuente de Entrecabezas. Desde el collado se contempla el monte de La Almenara (1.259 m de altura), el más picudo y meridional de la Sierra de Guadarrama, a la derecha la Sierra de Gredos, formando un espectacular sin fin de montañas superpuestas. Por esto, nada nos cuesta, entender a aquellos ascetas que buscaron el bálsamo de la paz y del silencio en estas cumbres de los Tres Ermitaños, de aquí que sigamos sus pasos por estos agrios canchales donde florecen en primavera las peonías y los lirios, doblemente hermosos en su soledad.

Esta vez no se subió ni a la Machota Baja, a nuestra derecha, ni a la Alta, a nuestra izquierda, sino que continuamos de frente, en descenso hacia la Herrería.

En pleno collado se encuentra una gran roca con leyenda cincelada "Senda de los 3 ermitaños", en referencia a los tres montículos que conforman la Machota Baja.

Desde el collado podemos contemplar unas espectaculares vistas del monte Abantos (1753 m) cobijando en su ladera al majestuoso Monasterio, que fue considerado, desde finales del siglo XVI, la Octava Maravilla del Mundo, tanto por su tamaño y complejidad funcional como por su enorme valor simbólico. De frente se alzan majestuosos Siete Picos y la Cuerda Larga y, entre nubes, emergen los imponentes 2428 metros de Peñalara.

También desde el collado se divisa la inconfundible silueta del Fraile, risco que asemeja un religioso encapuchado que se afana en escribir sobre su escritorio quién sabe qué textos, y al que, como otros lugares del entorno de El Escorial, se le atribuye características especiales, mágicas y telúricas.

Además desde este punto, se tienen gratificantes vistas a nuestros pies del embalse del Batán y San Lorenzo, el bosque de la Herrería, Abantos, la sierra de Malagón, el Valle de Guadarrama, y a lo lejos Cuerda Larga y La Pedriza.

El contraste de colores de los pinos de Abantos y el robledal y castañar de la Herrería es tremendo. Los castañares de Las Machotas están incluidos en el Catálogo de Árboles Monumentales Madrileños. Algunos ejemplares alcanzan los 20 m de altura y los 25 m de diámetro de copa.

El embalse del Batán constituye la última gran obra de interés construida en el entorno del río Aulencia, antaño propiedad de los monjes, albergó el ingenio hidráulico que golpeaba, desengrasaba y enfurtía los paños para sus hábitos. A principios del siglo XX se habilitó como vivero piscícola, y ahora es puro silencio, con lo que ha recuperado cierto aire monacal.

Desde el collado se inicia el descenso, siguiendo las marcas rojas y blancas del sendero GR-10. Las vistas a nuestra izquierda no pueden ser más espectaculares, plagadas de todo tipo de tonalidades, con el siempre presente Monasterio y todo el valle a la derecha, pasando por una zona con algunos enebros, y fuerte pendiente.

Poco a poco, la senda se va acercando en dirección noreste al muro de piedras que delimita Zarzalejo de El Escorial, acabando junto a un cartel indicador en el que se informa que se está en una finca de propiedad privada y las normas para poder transitar por ella. Se cruza el muro por una angosta portilla giratoria.

A partir de aquí, el sendero transcurre con suave desnivel por monte bajo hasta alcanzar, a la izquierda nuevamente otra cerca de piedra, para continuar perdiendo altura. A las espaldas, las Machotas, a nuestro alrededor bellos melojos y arces de Montpellier.

Entre grandes rocas enmohecidas y robles se desciende admirando tanta belleza. Al poco, sin dejar el GR-10, se pasa junto a las ruinas de La Casa Del Sordo, antigua casa del guarda, al que apodaban así.

Al costado este de la casa tenemos otro excelente mirador natural, con mejores vistas que el de la Silla, al estar a mayor altura.

Desde aquí se contempla el embalse de Valmayor y la Sierra de Hoyo, al fondo, se pueden admirar en toda su amplitud. El Escorial, Siete Picos, la Cuerda Larga, a lo lejos nos regalan sus bellas siluetas.

Al llegar a la Silla de Felipe II, a la izquierda del observatorio real, una barrera impide el paso de vehículos por la carretera que se adentra en las profundidades del melojar, declarado Paraje Pintoresco en 1961 y gestionado por el Patrimonio Nacional, el cual ha señalizado una senda ecológica a lo largo de esta carretera. De seguir por ella, pasaríamos por la fuente de los Dos Hermanos, la Cueva del Oso y a poco más de un kilómetro, la fuente de la Reina. Pero este paseo lo dejamos para otro día.

De frente, las escaleras que permiten subir a la Silla de Felipe II, labrada sobre una roca de granito que, según la leyenda, era utilizada por el monarca para vigilar el avance de las obras del Monasterio de El Escorial.

La asociación entre la “Silla” y el rey Felipe II se consolidó para siempre a raíz de un muy premiado cuadro de 1889, del pintor madrileño Luis Álvarez Catalá, cuando en 1925 se imprimió en los billetes de 100 pesetas, con un aspecto de la silla algo distinto del actual, aunque ya estaba retocada hacía poco, en 1867. Precisamente esta fecha de 1867 está grabada en la peña de la derecha, conforme se sube por la escalera central.

Recientes investigaciones apuntan a que se trata de un altar de ofrendas de un pueblo prerromano, la curiosa forma de barca que tiene tanto la piedra de enfrente y la Silla, indica que podría haber sido tallado por los Vetones, un pueblo de cultura celta, como altar dedicado a algún dios. De hecho, hay otro llamado "El Umbo" en La Nava del Barco en la provincia de Ávila que se asemeja completamente al de aquí cuyo nombre es el "Canto Gordo" Incluso a unos pocos kilómetros en una finca privada, hay otra piedra parecidísima.

Las escaleras excavadas en el granito son muy antiguas, pero han sufrido en los siglos XIX y XX fuertes trabajos de repicado y adiciones de escalones para facilitar el acceso.

Desde aquí se puede ver sólo una panorámica general del Monasterio, muy bella, pero lejana, por lo que es dudoso que realmente le sirviera al rey para realizar el seguimiento de las obras. Se sabe que lo hacía mejor desde el pico San Juan o desde Abantos, más cercanos y con mejor perspectiva, no tan rasante como desde la Silla.

Una placa de bronce que Patrimonio Nacional sujetó al granito recoge el escrito que en 1582 Felipe II dirigió al presidente del Consejo de Castilla.

Dice Felipe II: "Una cosa deseo ver acabada de tratar. Y es la que toca la conservación de los montes y el aumento de ellos. Que es mucho menester y creo que andan muy al cabo. Temo que los que vinieren después de nosotros han de tener mucha queja de que se los dejemos consumidos, y plegue a Dios que no lo veamos en nuestros días".

Su preocupación por el aumento de los montes (léase cazaderos) nos ha deparado a los madrileños algunos de los bosques mejor conservados de España, entre ellos este robledal de la Herrería.

Desde la Silla de Felipe II, nos recreamos con las excelentes vistas de este mirador real, Las Machotas, Abantos, San Lorenzo de El Escorial y su majestuoso monasterio, el valle, y al fondo en la lontananza Siete Picos y Cuerda Larga.

La silla es de una de las atracciones turísticas más visitadas del Real Sitio de San Lorenzo de El Escorial, dada su condición de mirador del monasterio escurialense y de la práctica totalidad del Circo de El Escorial, además de las connotaciones de antiguo altar vetón que ahora se le atribuye.

La arquitectura del Monasterio marcó el paso del plateresco renacentista al clasicismo desornamentado. Obra ingente, de gran monumentalidad, es también un receptáculo de las demás artes. Sus pinturas, esculturas, cantorales, pergaminos, ornamentos litúrgicos y demás objetos suntuarios, sacros y áulicos hacen que El Escorial sea también un museo y una de las más singulares arquitecturas renacentistas de España y de Europa.

Tras las fotos de rigor, el grupo descendió las escaleras y continuó por el GR-10. Solo quedaban apenas 800 metros de descenso para finalizar.

Este último tramo de la ruta se adentra en un  frondoso y sombrío bosque, en el que de nuevo abundaban los líquenes, también los musgos, que recubren las rocas y cortezas de los árboles, favorecido por lo umbrío de la zona y la abundancia de precipitaciones.

Al poco, se pasa junto a la Ermita de Nuestra Señora Virgen de Gracia. En este lugar del bosque de la Herrería, a primeros de septiembre, se celebra la Romería de Nuestra Señora la Virgen de Gracia, una de las tradiciones más importante de San Lorenzo de El Escorial, declarada de interés turístico por la Comunidad de Madrid y que cuenta con una amplia participación de los vecinos del pueblo.

Solo quedaba bajar hasta el aparcamiento, finalizando así esta bonita y otoñal excursión, llena de matices y colorido que hizo conocer algunos de los misteriosos secretos que guarda El Escorial.

La jornada finalizó con una barbacoa en casa de Sol. Por todo ello, esta excursión se merece una nota de 4 sobre 5.
Paco Nieto

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