miércoles, 6 de octubre de 2021

Excursión 582: Vuelta a las Machotas

FICHA
 TÉCNICA
Inicio: La Herrería. San Lorenzo de El Escorial
Final: La Herrería. San Lorenzo de El Escorial
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 11,6 Km 
Desnivel [+]: 463 m 
Desnivel [--]: 463 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: No
Ciclable: Sí
Valoración: 4
Participantes: 34

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta













TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RUTA EN RELIVE
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RESUMEN
En esta ocasión Antonio eligió una ruta por cotas más meridionales de la Sierra de Guadarrama, por los cerros que mejores vistas tienen del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial y algunos de los enclaves que gustaba visitar Felipe II.

El punto de encuentro era el aparcamiento que hay cerca del cruceiro que anuncia que la Ermita de la Virgen de Gracia en El Escorial está cerca.

En el fuste del cruceiro había una estatuilla de la Virgen con unos pastorcillos a los pies, obra del escultor gallego D. Fail de Gago. La talla fue robada y se ha sustituido por una estatua en piedra blanca de la Virgen con el Niño en brazos, cincelada por los canteros sanlorentinos D. Carlos y D. Daniel Esteban.

Sin apenas darnos cuenta cruzamos el arroyo del Carbonel y antes de llegar a la ermita, nos desviamos a la izquierda para internarnos en el bosque de la Herrería, que tiene actualmente un uso recreativo y ganadero.

Está incluido en el Catálogo de Espacios Protegidos de la Comunidad de Madrid ya que forma parte del declarado “Paraje Pintoresco Pinar de Abantos y zona de la Herrería” por Decreto del 16 de noviembre de 1961 y tiene 475 ha.

El paseo es muy agradable y especialmente hermoso en primavera y otoño. En la dehesa predominan los fresnos, robles y melojos. Varias especies y ejemplares presentes en el bosque se encuentran en el Catálogo Regional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre, con algún grado de protección.

Un poco más adelante se pasa junto a la fuente de la Prosperidad, donde se puede disfrutar de la belleza de los castaños de su alrededor, continuando la marcha por el camino de tierra que nos va brindando unas espectaculares vistas de fresnos, robles y pequeñas praderas.

En los mapas, que es de donde uno aprende, a este lugar le llaman Lancha de Zacarías.

Las rocas parecen estar protegidas por un manto de mullido musgo para que no se rompan. Al poco, de nuevo se coge un desvío hacia la izquierda, por un sendero más estrecho que la pista anterior, que se acerca a la Casa de los Ermitaños de Abajo. Rodeada igualmente de rocas cubiertas de musgo entre esbeltos robles.

El roble rebollo o melojo, es un término peyorativo que viene del latín «malum folium»: mala hoja, o rebollo, nombre vulgar que se usa también en algunos lugares para denominar al quejigo y otros árboles. Se le conoce asimismo como marojo, roble negro y tozo. En Galicia cerquiño o cerqueiro, en Asturias tociu, en el País Vasco tocorno y en Cataluña reboll.

La Herrería nos permite conocer como en ningún otro sitio cómo era el bosque de roble melojo, el mismo que durante milenios ribeteó las faldas de la sierra, antes de que sufriera los hachazos de los carboneros, agricultores, ganaderos y promotores inmobiliarios, eso por no hablar de los tipos que en su día repoblaron con pino a diestro y siniestro, como si les fuera en ello la reconstrucción de la Armada Invencible.

Abunda el ganado en la zona, como no podía ser de otra forma, dados los esplendidos pastizales que la pueblan. Por ello se conoce a estos prados como las Vaquerías.

Enseguida se llega a una portilla en la cerca de piedra, que da acceso a un sendero que transcurre paralelo a las vías del ferrocarril Madrid-Ávila, hay que seguirlo en dirección Zarzalejo. A partir de este punto, se enlaza con el GR-10, la ruta de gran recorrido que une Valencia con Lisboa. A la derecha más rebollos, en fincas cercadas por vallas de piedra, que nos siguen indicando el uso ganadero de las mismas.

En una bifurcación, se continua por la izquierda, siguiendo el camino de la Casa del Chicharrón, que tenía un cartel de “Se Vende”, dejando el otro que nos llevaría a la Casa de los Ermitaños de Arriba. El Chicharrón es la finca adehesada que da nombre a esta zona y al camino que transita por la calzada romana. Pasamos junto a una cantera abandonada, en la que se apila gran cantidad de granitos perfectamente cortados. Al suroeste de divisan las peladas Machotas que desafían el horizonte y que, por efecto de la perspectiva parecen tener las alturas intercambiadas. Más a la derecha, muestra todo su esplendor el Monasterio de El Escorial.

No cabe duda de que antes había caminos, pero no fue hasta la conquista de Iberia por los romanos, cuando se trazó de manera sistemática una red de vías de comunicación. En el siglo III, el itinerario de Antonino, anónima recopilación de las principales vías del imperio, señala que en la península Ibérica había 10.300 kilómetros de estas antiguas carreteras nacionales. Fueron la base de los caminos que hubo en el país hasta la Edad Media y, a continuación, el origen de las vías de comunicación terrestre tal y como hoy las conocemos.

Esta larga historia se contempla como en pocos lugares en esta calzada romana, de unos 2 Km, entre El Escorial y Zarzalejo. Aún tiene algunos tramos bastante bien conservados, aunque suponemos que antaño el firme estaría más igualado, hoy día es un terreno irregular que presenta entre las piedras algunas zonas muy descarnadas. En la parte alta de la cuesta también se conservan algunos de los pequeños mojones con los que los romanos medían sus calzadas y otros para sujetar las carretas en las pendientes.

En otros trechos, el primitivo camino romano ha devenido en vía pecuaria, camino rural o incluso las piedras que lo formaban han sido fagocitada por las vecinas vallas que delimitan las fincas particulares. 

Confluía esta vía romana con la importante Vía Antonina, que se extendía entre Titulcia y Segovia y tiene su tramo mejor conservado en el valle de Fuenfría, en Cercedilla, la cual vendría a ser algo así como la N-VI de Hispania.
Existe otra hipótesis, según Gonzalo Arias (1987, 371-379), que explica que una segunda vía transcurriría por esta zona en época romana. Se trataría de la “Vía Del Esparto”, denominada así por el propio Arias, que iría desde Salamanca a la zona del Campus Spartarius de Estrabón (inmediaciones de Cartagena).

El empedrado desaparece en un polvo de milenios según se vuelve horizontal el camino, que continúa una larga tirada encajonado entre cercas de piedra que encierran fincas dedicadas al ganado. De vez en cuando aparecen algunos breves tramos que conservan las losas y en otros el camino se ensancha bastante.

Un par de curvas en cuesta llevan junto a una explotación agropecuaria, la Alberquilla. Al pie mismo de la Machota Baja, las vistas desde aquí son espléndidas, hacia el noreste, la Pedriza al fondo, y en primer término, la Sierra de Hoyo.

En ambos lados del pequeño cerro es donde se localiza la parte mejor conservada de la calzada, de unos 80 metros de larga. La calzada llena de emoción a los que les gusta andar, y más si es por caminos con certificado de antigüedad.

Al llegar a la Casa Velado del Monte, aprovechando el reagrupamiento, José María hizo la foto de grupo. Aquí la calzada romana desaparece, es el momento en que se deja el GR-10 para seguir una senda que al poco casi no se aprecia, a fin de no perder cota y acercarse a ver una gran cantera, a la que se bordea en dirección oeste, dejando Zarzalejo Estación a vista de pájaro.

Tras pasar junto a unas casas en ruinas, se alcanza un depósito de agua, enlazando a su lado con la senda de los Pajares a Entrecabezas, antiguo GR-10, que de forma casi rectilínea y con pendiente constante alcanza el collado existente entre la Machota Baja y la Alta, por eso se llama Collado de Entrecabezas (1273 m).

Antes de llegar al collado, se pasa por la fuente de Entrecabezas. Desde el collado se contempla el monte de La Almenara (1.259 m de altura), el más picudo y meridional de la Sierra de Guadarrama, a la derecha la Sierra de Gredos, formando un espectacular sin fin de montañas superpuestas. Por esto, nada nos cuesta, entender a aquellos ascetas que buscaron el bálsamo de la paz y del silencio en estas cumbres de los Tres Ermitaños, de aquí que sigamos sus pasos por estos agrios canchales donde florecen en primavera las peonías y los lirios, doblemente hermosos en su soledad.

Esta vez no se subió ni a la Machota Baja, a nuestra derecha, ni a la Alta, a nuestra izquierda, sino que continuamos de frente, en descenso hacia la Herrería.

En pleno collado se encuentra una gran roca con leyenda cincelada "Senda de los 3 ermitaños", en referencia a los tres montículos que conforman la Machota Baja.

Desde el collado podemos contemplar unas espectaculares vistas del monte Abantos (1753 m) cobijando en su ladera al majestuoso Monasterio, que fue considerado, desde finales del siglo XVI, la Octava Maravilla del Mundo, tanto por su tamaño y complejidad funcional como por su enorme valor simbólico. De frente se alzan majestuosos Siete Picos y la Cuerda Larga y, entre nubes, emergen los imponentes 2428 metros de Peñalara.

También desde el collado se divisa la inconfundible silueta del Fraile, risco que asemeja un religioso encapuchado que se afana en escribir sobre su escritorio quién sabe qué textos, y al que, como otros lugares del entorno de El Escorial, se le atribuye características especiales, mágicas y telúricas.

Además desde este punto, se tienen gratificantes vistas a nuestros pies del embalse del Batán y San Lorenzo, el bosque de la Herrería, Abantos, la sierra de Malagón, el Valle de Guadarrama, y a lo lejos Cuerda Larga y La Pedriza.

El contraste de colores de los pinos de Abantos y el robledal y castañar de la Herrería es tremendo. Los castañares de Las Machotas están incluidos en el Catálogo de Árboles Monumentales Madrileños. Algunos ejemplares alcanzan los 20 m de altura y los 25 m de diámetro de copa.

El embalse del Batán constituye la última gran obra de interés construida en el entorno del río Aulencia, antaño propiedad de los monjes, albergó el ingenio hidráulico que golpeaba, desengrasaba y enfurtía los paños para sus hábitos. A principios del siglo XX se habilitó como vivero piscícola, y ahora es puro silencio, con lo que ha recuperado cierto aire monacal.

Desde el collado se inicia el descenso, siguiendo las marcas rojas y blancas del sendero GR-10. Las vistas a nuestra izquierda no pueden ser más espectaculares, plagadas de todo tipo de tonalidades, con el siempre presente Monasterio y todo el valle a la derecha, pasando por una zona con algunos enebros, y fuerte pendiente.

Poco a poco, la senda se va acercando en dirección noreste al muro de piedras que delimita Zarzalejo de El Escorial, acabando junto a un cartel indicador en el que se informa que se está en una finca de propiedad privada y las normas para poder transitar por ella. Se cruza el muro por una angosta portilla giratoria.

A partir de aquí, el sendero transcurre con suave desnivel por monte bajo hasta alcanzar, a la izquierda nuevamente otra cerca de piedra, para continuar perdiendo altura. A las espaldas, las Machotas, a nuestro alrededor bellos melojos y arces de Montpellier.

Entre grandes rocas enmohecidas y robles se desciende admirando tanta belleza. Al poco, sin dejar el GR-10, se pasa junto a las ruinas de La Casa Del Sordo, antigua casa del guarda, al que apodaban así.

Al costado este de la casa tenemos otro excelente mirador natural, con mejores vistas que el de la Silla, al estar a mayor altura.

Desde aquí se contempla el embalse de Valmayor y la Sierra de Hoyo, al fondo, se pueden admirar en toda su amplitud. El Escorial, Siete Picos, la Cuerda Larga, a lo lejos nos regalan sus bellas siluetas.

Al llegar a la Silla de Felipe II, a la izquierda del observatorio real, una barrera impide el paso de vehículos por la carretera que se adentra en las profundidades del melojar, declarado Paraje Pintoresco en 1961 y gestionado por el Patrimonio Nacional, el cual ha señalizado una senda ecológica a lo largo de esta carretera. De seguir por ella, pasaríamos por la fuente de los Dos Hermanos, la Cueva del Oso y a poco más de un kilómetro, la fuente de la Reina. Pero este paseo lo dejamos para otro día.

De frente, las escaleras que permiten subir a la Silla de Felipe II, labrada sobre una roca de granito que, según la leyenda, era utilizada por el monarca para vigilar el avance de las obras del Monasterio de El Escorial.

La asociación entre la “Silla” y el rey Felipe II se consolidó para siempre a raíz de un muy premiado cuadro de 1889, del pintor madrileño Luis Álvarez Catalá, cuando en 1925 se imprimió en los billetes de 100 pesetas, con un aspecto de la silla algo distinto del actual, aunque ya estaba retocada hacía poco, en 1867. Precisamente esta fecha de 1867 está grabada en la peña de la derecha, conforme se sube por la escalera central.

Recientes investigaciones apuntan a que se trata de un altar de ofrendas de un pueblo prerromano, la curiosa forma de barca que tiene tanto la piedra de enfrente y la Silla, indica que podría haber sido tallado por los Vetones, un pueblo de cultura celta, como altar dedicado a algún dios. De hecho, hay otro llamado "El Umbo" en La Nava del Barco en la provincia de Ávila que se asemeja completamente al de aquí cuyo nombre es el "Canto Gordo" Incluso a unos pocos kilómetros en una finca privada, hay otra piedra parecidísima.

Las escaleras excavadas en el granito son muy antiguas, pero han sufrido en los siglos XIX y XX fuertes trabajos de repicado y adiciones de escalones para facilitar el acceso.

Desde aquí se puede ver sólo una panorámica general del Monasterio, muy bella, pero lejana, por lo que es dudoso que realmente le sirviera al rey para realizar el seguimiento de las obras. Se sabe que lo hacía mejor desde el pico San Juan o desde Abantos, más cercanos y con mejor perspectiva, no tan rasante como desde la Silla.

Una placa de bronce que Patrimonio Nacional sujetó al granito recoge el escrito que en 1582 Felipe II dirigió al presidente del Consejo de Castilla.

Dice Felipe II: "Una cosa deseo ver acabada de tratar. Y es la que toca la conservación de los montes y el aumento de ellos. Que es mucho menester y creo que andan muy al cabo. Temo que los que vinieren después de nosotros han de tener mucha queja de que se los dejemos consumidos, y plegue a Dios que no lo veamos en nuestros días".

Su preocupación por el aumento de los montes (léase cazaderos) nos ha deparado a los madrileños algunos de los bosques mejor conservados de España, entre ellos este robledal de la Herrería.

Desde la Silla de Felipe II, nos recreamos con las excelentes vistas de este mirador real, Las Machotas, Abantos, San Lorenzo de El Escorial y su majestuoso monasterio, el valle, y al fondo en la lontananza Siete Picos y Cuerda Larga.

La silla es de una de las atracciones turísticas más visitadas del Real Sitio de San Lorenzo de El Escorial, dada su condición de mirador del monasterio escurialense y de la práctica totalidad del Circo de El Escorial, además de las connotaciones de antiguo altar vetón que ahora se le atribuye.

La arquitectura del Monasterio marcó el paso del plateresco renacentista al clasicismo desornamentado. Obra ingente, de gran monumentalidad, es también un receptáculo de las demás artes. Sus pinturas, esculturas, cantorales, pergaminos, ornamentos litúrgicos y demás objetos suntuarios, sacros y áulicos hacen que El Escorial sea también un museo y una de las más singulares arquitecturas renacentistas de España y de Europa.

Tras las fotos de rigor, el grupo descendió las escaleras y continuó por el GR-10. Solo quedaban apenas 800 metros de descenso para finalizar.

Este último tramo de la ruta se adentra en un  frondoso y sombrío bosque, en el que de nuevo abundaban los líquenes, también los musgos, que recubren las rocas y cortezas de los árboles, favorecido por lo umbrío de la zona y la abundancia de precipitaciones.

Al poco, se pasa junto a la Ermita de Nuestra Señora Virgen de Gracia. En este lugar del bosque de la Herrería, a primeros de septiembre, se celebra la Romería de Nuestra Señora la Virgen de Gracia, una de las tradiciones más importante de San Lorenzo de El Escorial, declarada de interés turístico por la Comunidad de Madrid y que cuenta con una amplia participación de los vecinos del pueblo.

Solo quedaba bajar hasta el aparcamiento, finalizando así esta bonita y otoñal excursión, llena de matices y colorido que hizo conocer algunos de los misteriosos secretos que guarda El Escorial.

La jornada finalizó con una barbacoa en casa de Sol. Por todo ello, esta excursión se merece una nota de 4 sobre 5.
Paco Nieto

FOTO REPORTAJES


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