miércoles, 25 de abril de 2018

Excursión 401: Brunete y Castillo de Villafranca

FICHA TÉCNICA
Inicio: Brunete
Final: 
Brunete

Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia:  19,2 Km
Desnivel [+]: 118 m
Desnivel [--]: 118 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí
Ciclable: En parte
Valoración: 5
Participantes: 47

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta

















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RUTA EN WIKILOC

RESUMEN
En esta ocasión el punto de encuentro de los 47 senderomagos participantes de esta excursión fue la Plaza Mayor de Brunete, de claro estilo herreriano, que fue declarada Bien de Interés Cultural por la Comunidad de Madrid en 2016. Es el epicentro del casco histórico, desde el que parten las principales calles del pueblo, y también el pulmón de la vida de sus vecinos.

La alta participación en la excursión siempre es un indicativo de la escasa dificultad de la ruta y de que su finalización estará acompañada por comida a “mesa puesta” en algún restaurante de la zona, como contrapunto al habitual “bocadillo montañero”. Ignoro si éstas fueron las causas, pero lo cierto es que contamos con la presencia por primera de un alemán, Horst Zaun, amigo de Sol y que congenió perfectamente, como no podía ser de otra manera por su origen, con sus perros Twiter y Vito.

Una vez se comprobó la presencia de todos iniciamos la marcha hacia el Parque de Nuestra Señora de la Asunción, coronado en su centro por el “Templete” (quiosco de música), espacio para la cultura y el encuentro de los vecinos. Continuamos hacia el sur en dirección a la carretera M-600 que cruzamos para caminar paralelos a ella durante 300 metros; en ese punto encontramos unos de los búnkeres presentes en la zona y que constituyen la huella de una de las más famosas batallas de nuestra  guerra civil, conocida como la batalla de Brunete. 

Si bien hay que precisar que no visitamos todos, en total son 14 fortines, que aún se conservan y que están incluidos en el Catálogo de Bienes Protegidos de la Comunidad de Madrid. Los búnkeres de esta zona del municipio tienen forma abombada, signo inequívoco de que fueron construidos por el bando republicano.

Retrocedimos un poco sobre nuestros pasos y cruzamos una carretera a la altura del supermercado Aldi, -¡ay, que no se puede hacer publicidad!-, para establecer nuestro primer contacto con el medio propio del senderista, el campo. Nuestras primeras pisadas nos llevaron a otro par de búnkeres con las mismas características del mencionado anteriormente.

Tras recorrer 1.300 metros en dirección norte llegamos a la Fuente del Caño Nuevo, una de las fuentes del municipio de Brunete llenas de magia e historia. Está situada en el margen derecho de la carretera M-513 dirección Boadilla del Monte y tiene un siglo de antigüedad, aunque se cree que el pozo que la alimenta pudiera remontarse a épocas anteriores. Fue construida con un solo caño y en grandes bloques de granito tallados.

Hecha la visita a la fuente cruzamos la carretera M-513 para atravesar la finca de Los Pilares y enlazar con un camino sin nombre, ahí dejo eso para los amantes de los bautizos, en la finca de las Hoyas. A lo largo del mismo pudimos disfrutar del contraste del amarillo de las flores con el verde de los prados, especialmente acentuado por las lluvias con las que en las últimas fechas hemos sido agraciados.

Nuestro rumbo nos llevó hasta el arroyo del Alamillo que cruzamos en la confluencia de nuestro innombrable camino, no por nada, sino porque como ya he dicho no tiene nombre, con el Camino de las Vacas. No abandonamos nuestro camino, al que ya tomamos cariño, para llegar a la Urbanización El Valle de Los Rosales dónde está ubicada la casa de Marcos Cid.

Allí hicimos un punto y seguido a nuestra ruta porque Marcos, con motivo de su cumpleaños, nos quiso agasajar con un impresionante aperitivo a base de los productos, que con su pericia busca en el campo: acederas, que he de confesar es la primera vez que comía, espárragos, boletus y otras setas. ¡Magnifico aperitivo en inmejorable compañía!, ¿qué más se puede pedir? Quiero aprovechar esta tribuna, con la que he sido agraciado en esta ocasión, para trasladar nuestro agradecimiento  a Marcos y eespecialmente a su mujer, Maite, por la hospitalidad con la que fuimos recibidos en su casa,  y prueba de que este sentimiento era compartido por todos, le obsequiamos con una caja de lápices para que continúe decorando nuestras excursiones con sus fantásticos dibujos. Grandes Maite y Marcos!  Os queremos!, que diría Fernando Sangüesa.

Todo lo bueno se acaba, así que retomamos nuestra marcha dirigiendo nuestros pasos al suroeste para buscar el Camino del Olivar del Veliso. El día era muy caluroso teniendo en cuenta la época del año en la que estábamos, así que pronto, cada cual a su manera, iniciamos nuestro particular calvario, pero entre los penitentes llamaba la atención uno de ellos: José María Mascaraque. Me explico, José María en un acto que le honra, cuando salimos de la casa de Marcos cogió una bolsa de botellines, vacíos eso sí, para tirarla en un  contenedor de basura. El caso es que el contenedor no aparecía y José María no pudo cumplir con su propósito hasta, según mis cálculos, 8,5 Km después. Posiblemente pueda tratarse de nuevo récord Guinness de transporte a pie de botellines!!!

Bueno que me enrollo; hecho este pequeño inciso, prosigamos la ruta. Una vez en el citado camino nuestro rumbo cambió a sureste y a unos 300 metros abandonamos el término municipal de Brunete para adentrarnos en el de Villanueva de la Cañada. Tras 400 metros más de andadura, con las vistas de los campos de colza en flor, parece que el olivar cambia de dueño adoptando nuestro camino el nombre de su propietario y pasar a llamarse camino del Olivar de Benito.

Finalmente, 200 metros más allá, nos adentramos en el Parque Regional del Curso Medio del Río Guadarrama. El paisaje cambió a partir de ese momento emergiendo de los prados un gran número de encinas, circunstancia que ayudaba a mitigar el calor creciente de la mañana. Dirigiéndonos ahora hacia el oeste dejábamos a nuestra derecha los cerros de Las Vacas y de La Mocha, para llegar después de 2 Km de marcha y con las vistas del Castillo de Villafranca como testigo, a las inmediaciones del río Aulencia; justo detrás se encuentra la estación de seguimiento de satélites de Villafranca del Castillo, el equivalente del centro de Robledo pero de la Agencia Espacial Europea (ESA).

Giramos a la derecha, para seguir nuestra marcha por la margen derecha del río plagada de fresnos de gran porte hasta llegar al punto donde el Aulencia desemboca en el Guadarrama. Unos metros más allá encontramos una tubería sobre el río, la intención era cruzarle, pero visto lo peligroso que podía ser, desestimamos hacerlo. 

Solo quedaba retomar nuestros pasos para llegar a las proximidades del castillo de Villafranca donde realizamos nuestra consabida “foto de grupo”.  El Catillo de Villafranca, también llamado de Aulencia, se erige sobre una loma denominada cerro Horcajo. Se trata de una construcción fortificada de tipo mudéjar castellano, en la cual se presume que pudo vivir el jefe árabe de la zona. Su construcción no está fechada. La primera referencia al castillo se encuentra en un testimonio de Don Alfonso, en Madrit (Madrid), en el año 1450, donde se le nombra como fortaleza; más información para los curiosos aquí

Un último vistazo al castillo para iniciar el camino de vuelta a Brunete. Tomamos dirección noroeste por una senda que discurría paralela al río Aulencia, pasando por el Barranco de los Muertos. A unos 600 metros, cuando la senda llegó a las inmediaciones del Barranco del Molinillo, la abandonamos para tomar otra menos marcada que discurría, dirección oeste, paralela a este último barranco, que constituye el curso del arroyo de su mismo nombre, seco en esta época del año como pudimos comprobar cuando tuvimos que cruzarlo. Un giro a la izquierda, para tomar rumbo sur, y una  ligera ascensión nos llevaría de nuevo a los caminos transitados horas antes, los caminos de los Olivares sean éstos de quien sean: Benito o Veliso que tanto monta!

El camino nos condujo, después de 4 Km en los que el calor empezaba a hacer mella en nuestros cuerpos, hasta la glorieta Olímpica de Brunete. Ya sólo restaba lo más sencillo, llegar hasta el restaurante “El Rincón de Brunete” para dar buena cuenta, por este orden, de cervezas, entrantes y paella. Puesto que celebrábamos cumpleaños no podía faltar en el menú una tarta, pero no una tarta cualquiera, sino una muy especial elaborada por Ana Chini para la ocasión, y que nos permitió comprobar sus excelentes dotes de repostera.

Durante la entrañable comida, como todas las que se celebran en este grupo, recibimos la visita de los nietos de Enrique, que residen en el pueblo y no querían dejar pasar la ocasión de ver a su abuelo vestido de faena.

Calificación de la ruta: 6 sicarias. Sí, ya sé que la nota máxima es el 5, pero en esta ocasión y saltándome las normas establecidas por la organización, considero que no se pueden calificar con menos iniciativas como la de Marcos. Gracias y felicidades!!! 
José Luis Benavete 

miércoles, 18 de abril de 2018

Excursión 400: Pontón de la Oliva y Cueva del Reguerillo

FICHA TÉCNICA
Inicio: Pontón de la Oliva. Patones
Final: 
Pontón de la Oliva. Patones

Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia:  13,5 Km
Desnivel [+]: 418 m
Desnivel [--]: 418 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí
Ciclable: En parte
Valoración: 4
Participantes: 48

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta

















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RESUMEN
Después de la excursión anterior, con temperaturas bajo cero, viento, nieve…, esta excursión, la cuadringentésima nos trae la primavera; de los guantes y los gorros rusos a la manga corta en 7 días. Así pues, tenía todos los ingredientes de ser una de esas recordadas excursiones: Buen tiempo, pocos kilómetros, pocas cuestas, comilona y 400 velas. Además, a mí particularmente, tanto el Pontón de la Oliva como la cueva del Reguerillo me traen muchos recuerdos.

Empezamos nuestro recorrido en el aparcamiento que hay junto al Pontón de la Oliva, con camiseta y protector solar. Ascendimos por la gran curva de la carretera del Atazar como las ovejas, ocupándolo todo. Como venga un coche… ¡Coche, coche… la Guardia Civil! No se atrevieron a decirnos nada, éramos tantos que no habrían sabido por cual empezar; no pudieron identificar al jefe de la manada para echarle la bronca. Enseguida tomamos una pista ascendente y en poco tiempo nos encontrábamos en lo alto del Cerro de la Oliva donde pudimos ver los dos yacimientos prerrománicos. La verdad es que no hubo mucho que ver si no fuera por las panorámicas, por un lado hacia el valle del Jarama, y por el otro hacia la garganta del Lozoya con sus abruptos acantilados. 

Un giro de 180 grados hizo que pusiéramos rumbo al lado opuesto del cerro. Observamos que en lo alto del mismo existen dos edificios con entradas de unas inmensas tuberías; son las almenaras que jalonan los sifones del Canal del Jarama, que conduce las aguas del embalse del Vado. Al pasar por la segunda almenara pudimos asomarnos al interior y ver la circulación del agua entrando en el sifón de Valdentales. Las filtraciones de este canal son las que durante años han alimentado el lago interior de la cercana cueva del Reguerillo, cuya puerta alcanzaríamos tras descender unos pocos metros de ladera.

Como vimos, la puerta de la cueva está protegida por una reforzada reja y severas prohibiciones; actualmente la cueva se encuentra en un estado lamentable, pero no siempre fue así. A mis 15 años, mientras otros amigos empezaban a explorar un sitio lleno de piedras que llamaban la Pedriza, yo prefería meterme bajo tierra con el grupo de espeleología. Antiguamente, la cueva del Reguerillo solo tenía una entrada natural -la que nosotros visitamos-. Accediendo por ella, se hacía un primer recorrido de unos 300 metros por el Lago, el Hundimiento, el Paso del Tablón, y, finalmente el Tubo, un estrecho pozo bastante chungo que desciende al segundo nivel. 

El segundo piso se sitúa a 53 metros de profundidad y se extiende horizontalmente por más de un kilómetro. El tobogán, el Dormitorio, la Gran Vía, el Perro que Fuma, México, el Órgano, son algunos de las zonas por la que hay que pasar, pero esto no es el metro, una gran parte del recorrido se realiza a gatas o reptando. Al llegar a la Galería de los Huesos el camino se terminaba en un derrumbe, pero allí había huellas de osos, otros animales y hasta de humanos, por lo que se dedujo que en tiempos remotos en este sitio hubo una salida.

En 1971 el grupo GEIS desescombró este derrumbe abriendo una segunda entrada a la cueva que en adelante se llamaría La Entrada Artificial. La cueva tiene otro tercer nivel más bajo a 75 metros de profundidad, es el más tortuoso de los tres y está conectado con el segundo por tres accesos, entre ellos el Laberinto. Reguerillo suma en total más de 8.200 metros de galerías. 

Para unos chavales de entre 15 y 20 años, entrar por una boca, recorrer casi dos kilómetros de intrincados pasadizos llenos de barro y salir varias horas después por el valle del Lozoya constituía una aventura inigualable. Hace tiempo, en otra de nuestras excursiones del GMSMA por estas tierras íbamos hablando Esteban y yo, y al pasar por uno de los cerros de enfrente le dije:— Allí está la cueva del Reguerillo donde pasé grandes aventuras de joven. Esteban me respondió:- Es curioso, yo también. -Poco a poco fuimos hablando hasta darnos cuenta de que habíamos estado juntos en aquellas aventuras de juventud. ¡Y nosotros sin saberlo!

Siguiendo con nuestra excursión, desde la boca de la cueva fuimos a buscar el arroyo de Valdentales para lo cual cruzamos la carretera del Atazar y dimos un gran giro a la izquierda rodeando unas instalaciones del Canal de Isabel II. Dentro de esa bóveda está la cámara de rotura de presión del canal que viene directamente de la toma del Atazar. Aprovechando dicha presión, una mini central genera energía eléctrica. Los más observadores verían la torre de descompresión y la subestación eléctrica junto a nuestro camino. 

Nada más iniciar nuestro ascenso por el arroyo de Valdentales, hicimos un alto en el camino para tomar un tentempié, pues hasta la comida de Patones nos faltarían unas tres horas. Prosiguiendo nuestro ascenso por el arroyo no nos conformamos con seguirlo, sino que lo cruzamos en tres ocasiones más, una de ellas por un improvisado puente de troncos. Al llegar a los Laderones, de nuevo alcanzamos la carretera del Atazar, que cruzamos para descender por una larga pista hasta el mismo cauce del río Lozoya. Nos encontrábamos en la Hoya del Fresno, muy cerca de la Presa de la Parra que ya conocemos de otras excursiones. En este punto dimos un giro de 180 grados para descender paralelamente al río Lozoya por la pista de servicio del Canal de la Parra.

Los más observadores pudieron apreciar las oquedades que periódicamente se abrían en la ladera rocosa a nuestra derecha, son las minas de acceso al Canal de la Parra, que discurre casi en su totalidad por un túnel excavado a pico y barreno desde la citada presa hasta el Pontón de la Oliva. A unos 2,5 km más adelante, la pista deja de ser paralela al río y asciende hacia la carretera. En este punto, donde encontramos un edificio en ruinas, aprovechamos para hacernos la foto de grupo. Desde aquí, abandonamos la pista para seguir una senda paralela al río que forma parte del GR-88. En estos últimos kilómetros de recorrido pudimos apreciar la primavera en todo su esplendor con las bucólicas vistas de las verdes praderas que forman el fondo del, hoy vacío, embalse del Pontón del la Oliva.

Llegados al último recodo del camino nos encontramos con las pasarelas que salvan las paredes verticales para acceder al muro del embalse. Justo encima pude ver la higuera que señala la boca de la cueva de la Escarihuela. Un poco más arriba se encuentra la entrada artificial al segundo piso de Reguerillo, pero ni una ni otra las veríamos esta vez, había prisa; las gallinas de Patones ya estaban poniendo los 86 huevos para el GMSMA. 

No voy a contar aquí la historia del Pontón de la Oliva, el primer embalse construido para abastecer de agua a Madrid en tiempos de Isabel II. Solo diré que cuando yo lo conocí no había nada ni nadie en sus alrededores. Para volver a casa, desde Reguerillo nos tocaba desandar los 11 kilómetros de carretera hasta Torrelaguna para coger el autobús de la Continental que nos llevaba a Madrid. Y en dos ocasiones he podido contemplar algo inusitado: El agua rebosando por encima del muro como una catarata ¡Espectacular! 

Para terminar, solo nos quedaba acercarnos al aparcamiento para ir al bar Manolo, pero antes una última observación: A la derecha del camino, justo enfrente del aparcamiento se encuentra lo que queda de la ermita de la Virgen de la Oliva; obnubilados por los huevos fritos, no sé si alguno más la vio.

Nuestra aventura terminó, como en las historias de Asterix, en comilona. En el bar Manolo, aunque María no estaba, Brenda nos atendió de maravilla, y allí al aire libre dimos cuenta de huevos, chorizos, morcillas y de todo lo que nos pusieron de comer en homenaje a esta 400 excursión, que se dice pronto.

Mi puntuación para esta excursión: 4 sicarias.
Paco Cantos

miércoles, 11 de abril de 2018

Excursión 399: Cercedilla - Pino de la Cadena

FICHA TÉCNICA
Inicio: Cercedilla
Final: 
Cercedilla
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia:  11,5 Km
Desnivel [+]: 362 m
Desnivel [--]: 362 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí
Ciclable: Sí
Valoración: 3,5
Participantes: 23

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta


PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta













TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RESUMEN
Pintaba mal el día. Según nos aproximábamos a las cadenas montañosas íbamos viendo que las cumbres estaban cubiertas por la niebla. Previsión para las Cerradillas: cuatro bajo cero, rachas de 60 kilómetros por hora, niebla, medio metro de nieve nueva y además, ladera norte con una gran inclinación. 

- Hoy el día está para quedarse en Cercedilla -le dije al otro Paco, que conducía-, pero donde hay patrón… ¿llevas cadenas, no?

Empezamos a subir el puerto sin problemas. Aunque la carretera estaba despejada, a media subida vimos bajar una máquina quitanieves. Ya casi estábamos en el puerto cuando de repente el asfalto empezó a blanquear, la luz de tracción se encendía, patinaba el coche, paramos en el arcén y en ese mismo momento llamó Antonio: «Que os bajéis al aparcamiento de Cercedilla». Se abortaba -otra vez- la excursión a las Cerradillas. Están gafadas.

- ¡Ya te dije que hoy era día de Cercedilla!

La verdad es que el aparcamiento de Cercedilla es un refugio seguro: siempre hay sitio, está cubierto y no se paga. El único problema es que se hiele la rampa, como nos ocurrió en la excursión 217.

Nada tuvo que ver la ruta que había programada para el miércoles con la que al final hicimos. Yo ya me imaginaba una de las que hacen historia, como aquella de la Maliciosa Baja, con ventisca, cámaras y móviles inutilizados por el frío; cejas y barbas congeladas… Pero al final fue una excursión campestre, eso sí, con nieve y viento.

- ¿Por fin a dónde vamos, Antonio?

- Vamos a subir hasta el Ventorrillo y luego ya veremos.

- Entonces, ¿por el camino del Calvario?

- Bueno no exactamente, vamos primero a una ermita.

Arrancamos la subida por el ancestral camino del Calvario. El inicio de este camino es hoy una empinada calle denominada pomposamente Avenida de Manuel González Amezúa, en honor al introductor del esquí en España. 

Nada más abandonar las últimas casas del pueblo, cruzamos un puente sobre la confluencia del arroyo del Pradillo con el de Navalmedio. Abandonamos el camino del Calvario, que coincide en este tramo con el GR-10, para subir hacia la ermita.

Enseguida llegamos a ella; estaba cerrada; no había nada que ver y volvimos a bajar para seguir por el Calvario. ¿Por qué nos habría subido el jefe hasta allí? El cartel decía: «Ermita de San Antonio»; ahora lo entiendo, el jefe ofreció la subida a su patrón, a quien había pedido que dejara de nevar desde las 10:30 hasta que finalizáramos la excursión, cuya hora de término aún se desconocía. 

Subiendo, nos encontramos con la Casona de Navalmedio, que estaba cerrada: restaurante, cafetería, terraza de verano, Navalmedio Aventura; supongo que solo está abierto en verano.

Pronto llegamos a la carreterilla asfaltada que va desde la Fonda Real hasta el embalse de Navalmedio por la que nosotros seguimos, pero solo 400 metros, ya que a partir del embalse el camino asciende paralelo al arroyo, primero por la margen izquierda y después de cruzar el puente por la derecha.

Aunque todo el camino era cuesta arriba, lo cierto es que si no hubiera sido por la nieve, habría sido un paseo, ya que en esta zona, la pendiente no es muy empinada.

Era la hora del Ángelus; pues a parar. Aprovechamos un pequeño puente de madera para pasar otra vez a la margen izquierda, donde se encuentra la fuente de la Pradera de las Cortes, y aquí hicimos un alto en el camino, aunque apenas pudimos sentarnos por la nieve, para repostar y hacernos la foto de grupo. 

Seguimos nuestro camino ascendente; el pinar estaba espectacular por la nieve caída durante los dos últimos días. ¡Vaya temporada de nieve que llevamos este año! El camino continúa paralelo al arroyo, pero de repente, da un fuerte giro a la derecha para ascender hacia el Ventorrillo.

En este punto, el arroyo de Navalmedio cambia su nombre por el de Regajo del Puerto, ya que trae las aguas que se forman en el mismo Puerto de Navacerrada. Unos 200 metros más arriba, nos encontramos con un viejo conocido: El Pino de la Cadena, árbol que a modo de pulsera tobillera, tiene una cadena en su base con letras en rojo. No es este el momento de contar su historia, pero si diré lo que pone en la cadena: «A su querida memoria, 1840-1924». Este pino está catalogado como árbol singular de la Comunidad de Madrid con el número 142. 

Seguimos subiendo por el camino y llegamos a una bifurcación. El camino principal, el del Calvario, continúa subiendo por la pradera de las Vaquerizas, lugar donde en su día hubo un campamento de la OJE, para llegar hasta la misma estación de ferrocarril de Navacerrada. En esta encrucijada, nosotros optaríamos por el camino que asciende a la derecha hacia el Ventorrillo, a donde enseguida llegaríamos.

El Ventorrillo hoy es solo esa gran curva con límite a 40 Km/h que nos encontramos en nuestro ascenso —o descenso— por la carretera del puerto de Navacerrada, donde se almacenan las máquinas quitanieves y la sal para la viabilidad invernal de dicha carretera.

Pero no siempre fue así; a principios del siglo XX, Manuel González Amezúa, movido por lo que había visto en los Alpes, introdujo un nuevo deporte que consistía en «patinar» sobre la nieve sobre unas tablas de madera que se fijaban en los pies.

El lugar donde se ejercía tan extravagante actividad era aquí en el Ventorrillo, y para llegar hasta él se utilizaba el camino del Calvario, por el que algunos vecinos de Cercedilla subían a visitantes a lomos de sus mulas.

El Ventorrillo se convirtió en un lugar de residencia donde Manuel González Amezúa fundó el Twenty Club —porque eran 20 socios— que más adelante se convertiría en el Club Alpino Español. También el Banco Hispanoamericano estableció aquí una residencia para sus empleados. Con el paso de los años, todo aquello fue decayendo.

Bien, ya estábamos en el Ventorrillo, ¿y ahora qué? Se empezaron a oír voces de no sé qué cocido en no sé qué restaurante de Cercedilla. Decir restaurante y olvidar el cutre bocadillo montañero siempre gana por mayoría absoluta. Así pues, debíamos intentar bajar al pueblo lo antes posible para que no se enfriaran los garbanzos. Hay quien dijo: ¡No hay cocido para todos! A mí no me preocupaba, porque el día anterior me había comido un cocido de los que «no se salta un gitano». 

Descendimos por la trialera del Escorpión y al pasar junto a un vértice geodésico hicimos una parada discrecional para hacerse fotos. Seguimos descendiendo en dirección al embalse de Navalmedio, pero en sus cercanías nos desviamos a la derecha para cruzar por el mismo puente que cruzamos en nuestra subida.

En nuestro recorrido, estábamos haciendo una especie de ocho y este puente sería el punto donde se unía el tramo de subida con el de bajada.

Una vez cruzado el arroyo de Navalmedio seguimos en dirección a Cercedilla hasta alcanzar el cerro del Corral de Simón, cerro que forma parte de los contrafuertes que separan las aguas que bajan de Siete Picos de las del Puerto de Navacerrada. 

Algunas rachas de viento eran muy fuertes y levantaban nieve, pero a esas alturas no asustaban a nadie; en las Cerradillas la cosa habría sido muy distinta. 

Nos aproximábamos al pueblo; la nieve dejaba paso al barro y el monte a las dehesas con caballos y vacas. En las Retuertas, un estrechamiento nos hizo pasar entre ambas especies; ¡cuidado! los de la izquierda dan coces; las de la derecha cornadas. No quedaba ya más que pasar las aguas del Pradillo para entrar de nuevo en Cercedilla. Llegamos al aparcamiento y dejamos las mochilas en los coches; los bocadillos ya nos los comeríamos en casa; ahora al restaurante, ¡que hay prisa! 

La dueña del Asador de Ángel nos recibió con los brazos abiertos: «Como está el día así, hoy han venido pocos clientes». Cuando la llamamos diciendo que íbamos a venir 23 debió pensar: «¡Salvada!, ya sé quién se va a comer mi cocido de hoy». Al final hubo cocido para todo el que lo quiso, y el que no, comió otra cosa. Y mientras comíamos empezó a nevar, por lo que San Antonio cumplió su promesa.

Mi calificación para la excursión es la siguiente: 
Por el recorrido otorgo 2,5 sicarias, pero sumo 0,5 por la nieve recién caída, 0,5 por el restaurante y 0,5 por la intercesión de San Antonio en la meteorología. Solamente resto 0,5 por tener que dejar el bocadillo para el día siguiente, que estaba incomestible. En total 3,5 sicarias.
Paco Cantos