miércoles, 11 de abril de 2018

Excursión 399: Cercedilla - Pino de la Cadena

FICHA TÉCNICA
Inicio: Cercedilla
Final: 
Cercedilla
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia:  11,5 Km
Desnivel [+]: 362 m
Desnivel [--]: 362 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí
Ciclable: Sí
Valoración: 3,5
Participantes: 23

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta


PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta













TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RESUMEN
Pintaba mal el día. Según nos aproximábamos a las cadenas montañosas íbamos viendo que las cumbres estaban cubiertas por la niebla. Previsión para las Cerradillas: cuatro bajo cero, rachas de 60 kilómetros por hora, niebla, medio metro de nieve nueva y además, ladera norte con una gran inclinación. 

- Hoy el día está para quedarse en Cercedilla -le dije al otro Paco, que conducía-, pero donde hay patrón… ¿llevas cadenas, no?

Empezamos a subir el puerto sin problemas. Aunque la carretera estaba despejada, a media subida vimos bajar una máquina quitanieves. Ya casi estábamos en el puerto cuando de repente el asfalto empezó a blanquear, la luz de tracción se encendía, patinaba el coche, paramos en el arcén y en ese mismo momento llamó Antonio: «Que os bajéis al aparcamiento de Cercedilla». Se abortaba -otra vez- la excursión a las Cerradillas. Están gafadas.

- ¡Ya te dije que hoy era día de Cercedilla!

La verdad es que el aparcamiento de Cercedilla es un refugio seguro: siempre hay sitio, está cubierto y no se paga. El único problema es que se hiele la rampa, como nos ocurrió en la excursión 217.

Nada tuvo que ver la ruta que había programada para el miércoles con la que al final hicimos. Yo ya me imaginaba una de las que hacen historia, como aquella de la Maliciosa Baja, con ventisca, cámaras y móviles inutilizados por el frío; cejas y barbas congeladas… Pero al final fue una excursión campestre, eso sí, con nieve y viento.

- ¿Por fin a dónde vamos, Antonio?

- Vamos a subir hasta el Ventorrillo y luego ya veremos.

- Entonces, ¿por el camino del Calvario?

- Bueno no exactamente, vamos primero a una ermita.

Arrancamos la subida por el ancestral camino del Calvario. El inicio de este camino es hoy una empinada calle denominada pomposamente Avenida de Manuel González Amezúa, en honor al introductor del esquí en España. 

Nada más abandonar las últimas casas del pueblo, cruzamos un puente sobre la confluencia del arroyo del Pradillo con el de Navalmedio. Abandonamos el camino del Calvario, que coincide en este tramo con el GR-10, para subir hacia la ermita.

Enseguida llegamos a ella; estaba cerrada; no había nada que ver y volvimos a bajar para seguir por el Calvario. ¿Por qué nos habría subido el jefe hasta allí? El cartel decía: «Ermita de San Antonio»; ahora lo entiendo, el jefe ofreció la subida a su patrón, a quien había pedido que dejara de nevar desde las 10:30 hasta que finalizáramos la excursión, cuya hora de término aún se desconocía. 

Subiendo, nos encontramos con la Casona de Navalmedio, que estaba cerrada: restaurante, cafetería, terraza de verano, Navalmedio Aventura; supongo que solo está abierto en verano.

Pronto llegamos a la carreterilla asfaltada que va desde la Fonda Real hasta el embalse de Navalmedio por la que nosotros seguimos, pero solo 400 metros, ya que a partir del embalse el camino asciende paralelo al arroyo, primero por la margen izquierda y después de cruzar el puente por la derecha.

Aunque todo el camino era cuesta arriba, lo cierto es que si no hubiera sido por la nieve, habría sido un paseo, ya que en esta zona, la pendiente no es muy empinada.

Era la hora del Ángelus; pues a parar. Aprovechamos un pequeño puente de madera para pasar otra vez a la margen izquierda, donde se encuentra la fuente de la Pradera de las Cortes, y aquí hicimos un alto en el camino, aunque apenas pudimos sentarnos por la nieve, para repostar y hacernos la foto de grupo. 

Seguimos nuestro camino ascendente; el pinar estaba espectacular por la nieve caída durante los dos últimos días. ¡Vaya temporada de nieve que llevamos este año! El camino continúa paralelo al arroyo, pero de repente, da un fuerte giro a la derecha para ascender hacia el Ventorrillo.

En este punto, el arroyo de Navalmedio cambia su nombre por el de Regajo del Puerto, ya que trae las aguas que se forman en el mismo Puerto de Navacerrada. Unos 200 metros más arriba, nos encontramos con un viejo conocido: El Pino de la Cadena, árbol que a modo de pulsera tobillera, tiene una cadena en su base con letras en rojo. No es este el momento de contar su historia, pero si diré lo que pone en la cadena: «A su querida memoria, 1840-1924». Este pino está catalogado como árbol singular de la Comunidad de Madrid con el número 142. 

Seguimos subiendo por el camino y llegamos a una bifurcación. El camino principal, el del Calvario, continúa subiendo por la pradera de las Vaquerizas, lugar donde en su día hubo un campamento de la OJE, para llegar hasta la misma estación de ferrocarril de Navacerrada. En esta encrucijada, nosotros optaríamos por el camino que asciende a la derecha hacia el Ventorrillo, a donde enseguida llegaríamos.

El Ventorrillo hoy es solo esa gran curva con límite a 40 Km/h que nos encontramos en nuestro ascenso —o descenso— por la carretera del puerto de Navacerrada, donde se almacenan las máquinas quitanieves y la sal para la viabilidad invernal de dicha carretera.

Pero no siempre fue así; a principios del siglo XX, Manuel González Amezúa, movido por lo que había visto en los Alpes, introdujo un nuevo deporte que consistía en «patinar» sobre la nieve sobre unas tablas de madera que se fijaban en los pies.

El lugar donde se ejercía tan extravagante actividad era aquí en el Ventorrillo, y para llegar hasta él se utilizaba el camino del Calvario, por el que algunos vecinos de Cercedilla subían a visitantes a lomos de sus mulas.

El Ventorrillo se convirtió en un lugar de residencia donde Manuel González Amezúa fundó el Twenty Club —porque eran 20 socios— que más adelante se convertiría en el Club Alpino Español. También el Banco Hispanoamericano estableció aquí una residencia para sus empleados. Con el paso de los años, todo aquello fue decayendo.

Bien, ya estábamos en el Ventorrillo, ¿y ahora qué? Se empezaron a oír voces de no sé qué cocido en no sé qué restaurante de Cercedilla. Decir restaurante y olvidar el cutre bocadillo montañero siempre gana por mayoría absoluta. Así pues, debíamos intentar bajar al pueblo lo antes posible para que no se enfriaran los garbanzos. Hay quien dijo: ¡No hay cocido para todos! A mí no me preocupaba, porque el día anterior me había comido un cocido de los que «no se salta un gitano». 

Descendimos por la trialera del Escorpión y al pasar junto a un vértice geodésico hicimos una parada discrecional para hacerse fotos. Seguimos descendiendo en dirección al embalse de Navalmedio, pero en sus cercanías nos desviamos a la derecha para cruzar por el mismo puente que cruzamos en nuestra subida.

En nuestro recorrido, estábamos haciendo una especie de ocho y este puente sería el punto donde se unía el tramo de subida con el de bajada.

Una vez cruzado el arroyo de Navalmedio seguimos en dirección a Cercedilla hasta alcanzar el cerro del Corral de Simón, cerro que forma parte de los contrafuertes que separan las aguas que bajan de Siete Picos de las del Puerto de Navacerrada. 

Algunas rachas de viento eran muy fuertes y levantaban nieve, pero a esas alturas no asustaban a nadie; en las Cerradillas la cosa habría sido muy distinta. 

Nos aproximábamos al pueblo; la nieve dejaba paso al barro y el monte a las dehesas con caballos y vacas. En las Retuertas, un estrechamiento nos hizo pasar entre ambas especies; ¡cuidado! los de la izquierda dan coces; las de la derecha cornadas. No quedaba ya más que pasar las aguas del Pradillo para entrar de nuevo en Cercedilla. Llegamos al aparcamiento y dejamos las mochilas en los coches; los bocadillos ya nos los comeríamos en casa; ahora al restaurante, ¡que hay prisa! 

La dueña del Asador de Ángel nos recibió con los brazos abiertos: «Como está el día así, hoy han venido pocos clientes». Cuando la llamamos diciendo que íbamos a venir 23 debió pensar: «¡Salvada!, ya sé quién se va a comer mi cocido de hoy». Al final hubo cocido para todo el que lo quiso, y el que no, comió otra cosa. Y mientras comíamos empezó a nevar, por lo que San Antonio cumplió su promesa.

Mi calificación para la excursión es la siguiente: 
Por el recorrido otorgo 2,5 sicarias, pero sumo 0,5 por la nieve recién caída, 0,5 por el restaurante y 0,5 por la intercesión de San Antonio en la meteorología. Solamente resto 0,5 por tener que dejar el bocadillo para el día siguiente, que estaba incomestible. En total 3,5 sicarias.
Paco Cantos

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