Inicio: Pontón de la Oliva. Patones
Final: Pontón de la Oliva. Patones
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 13,5 Km
Desnivel [+]: 418 m
Desnivel [--]: 418 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas/Agua: No/Sí
Dificultad: Baja
Pozas/Agua: No/Sí
Ciclable: En parte
Valoración: 4
Participantes: 48
MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta
* Mapas de localización y 3D de la ruta
PERFIL
TRACK
PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)
RUTA EN WIKILOC
* Ver esta ruta en Wikiloc
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RESUMEN
Después de la excursión anterior, con temperaturas bajo cero, viento, nieve…, esta excursión, la cuadringentésima nos trae la primavera; de los guantes y los gorros rusos a la manga corta en 7 días. Así pues, tenía todos los ingredientes de ser una de esas recordadas excursiones: Buen tiempo, pocos kilómetros, pocas cuestas, comilona y 400 velas. Además, a mí particularmente, tanto el Pontón de la Oliva como la cueva del Reguerillo me traen muchos recuerdos.
Empezamos nuestro recorrido en el aparcamiento que hay junto al Pontón de la Oliva, con camiseta y protector solar. Ascendimos por la gran curva de la carretera del Atazar como las ovejas, ocupándolo todo. Como venga un coche… ¡Coche, coche… la Guardia Civil!
No se atrevieron a decirnos nada, éramos tantos que no habrían sabido por cuál empezar; no pudieron identificar al jefe de la manada para echarle la bronca. Enseguida tomamos una pista ascendente y en poco tiempo nos encontrábamos en lo alto del Cerro de la Oliva donde pudimos ver los dos yacimientos prerrománicos.
La verdad es que no hubo mucho que ver si no fuera por las panorámicas, por un lado hacia el valle del Jarama, y por el otro hacia la garganta del Lozoya con sus abruptos acantilados.
Un giro de 180 grados hizo que pusiéramos rumbo al lado opuesto del cerro. Observamos que en lo alto del mismo existen dos edificios con entradas de unas inmensas tuberías; son las almenaras que jalonan los sifones del Canal del Jarama, que conduce las aguas del embalse del Vado.
Al pasar por la segunda almenara pudimos asomarnos al interior y ver la circulación del agua entrando en el sifón de Valdentales. Las filtraciones de este canal son las que durante años han alimentado el lago interior de la cercana cueva del Reguerillo, cuya puerta alcanzaríamos tras descender unos pocos metros de ladera.
Como vimos, la puerta de la cueva está protegida por una reforzada reja y severas prohibiciones; actualmente la cueva se encuentra en un estado lamentable, pero no siempre fue así.
A mis 15 años, mientras otros amigos empezaban a explorar un sitio lleno de piedras que llamaban la Pedriza, yo prefería meterme bajo tierra con el grupo de espeleología.
Antiguamente, la cueva del Reguerillo solo tenía una entrada natural -la que nosotros visitamos-. Accediendo por ella, se hacía un primer recorrido de unos 300 metros por el Lago, el Hundimiento, el Paso del Tablón, y, finalmente el Tubo, un estrecho pozo bastante chungo que desciende al segundo nivel.
El segundo piso se sitúa a 53 metros de profundidad y se extiende horizontalmente por más de un kilómetro. El tobogán, el Dormitorio, la Gran Vía, el Perro que Fuma, México, el Órgano, son algunos de las zonas por la que hay que pasar, pero esto no es el metro, una gran parte del recorrido se realiza a gatas o reptando.
Al llegar a la Galería de los Huesos el camino se terminaba en un derrumbe, pero allí había huellas de osos, otros animales y hasta de humanos, por lo que se dedujo que en tiempos remotos en este sitio hubo una salida.
En 1971 el grupo GEIS desescombró este derrumbe abriendo una segunda entrada a la cueva que en adelante se llamaría La Entrada Artificial. La cueva tiene otro tercer nivel más bajo a 75 metros de profundidad, es el más tortuoso de los tres y está conectado con el segundo por tres accesos, entre ellos el Laberinto. Reguerillo suma en total más de 8.200 metros de galerías.
Para unos chavales de entre 15 y 20 años, entrar por una boca, recorrer casi dos kilómetros de intrincados pasadizos llenos de barro y salir varias horas después por el valle del Lozoya constituía una aventura inigualable.
Hace tiempo, en otra de nuestras excursiones del GMSMA por estas tierras íbamos hablando Esteban y yo, y al pasar por uno de los cerros de enfrente le dije:
- Allí está la cueva del Reguerillo donde pasé grandes aventuras de joven. Esteban me respondió:
- Es curioso, yo también.
-Poco a poco fuimos hablando hasta darnos cuenta de que habíamos estado juntos en aquellas aventuras de juventud. ¡Y nosotros sin saberlo!
Siguiendo con nuestra excursión, desde la boca de la cueva fuimos a buscar el arroyo de Valdentales para lo cual cruzamos la carretera del Atazar y dimos un gran giro a la izquierda rodeando unas instalaciones del Canal de Isabel II. Dentro de esa bóveda está la cámara de rotura de presión del canal que viene directamente de la toma del Atazar. Aprovechando dicha presión, una mini central genera energía eléctrica. Los más observadores verían la torre de descompresión y la subestación eléctrica junto a nuestro camino.
Nada más iniciar nuestro subida por el arroyo de Valdentales, hicimos un alto en el camino para tomar un tentempié, pues hasta la comida de Patones nos faltarían unas tres horas.
Prosiguiendo nuestro ascenso por el arroyo no nos conformamos con seguirlo, sino que lo cruzamos en tres ocasiones más, una de ellas por un improvisado puente de troncos.
Al llegar a los Laderones, de nuevo alcanzamos la carretera del Atazar, que cruzamos para descender por una larga pista hasta el mismo cauce del río Lozoya. Nos encontrábamos en la Hoya del Fresno, muy cerca de la Presa de la Parra que ya conocemos de otras excursiones. En este punto dimos un giro de 180 grados para descender paralelamente al río Lozoya por la pista de servicio del Canal de la Parra.
Los más observadores pudieron apreciar las oquedades que periódicamente se abrían en la ladera rocosa a nuestra derecha, son las minas de acceso al Canal de la Parra, que discurre casi en su totalidad por un túnel excavado a pico y barreno desde la citada presa hasta el Pontón de la Oliva.
A unos 2,5 km más adelante, la pista deja de ser paralela al río y asciende hacia la carretera.
En este punto, donde encontramos un edificio en ruinas, aprovechamos para hacernos la foto de grupo. Desde aquí, abandonamos la pista para seguir una senda paralela al río que forma parte del GR-88. En estos últimos kilómetros de recorrido pudimos apreciar la primavera en todo su esplendor con las bucólicas vistas de las verdes praderas que forman el fondo del, hoy vacío, embalse del Pontón del la Oliva.
Llegados al último recodo del camino nos encontramos con las pasarelas que salvan las paredes verticales para acceder al muro del embalse. Justo encima pude ver la higuera que señala la boca de la cueva de la Escarihuela. Un poco más arriba se encuentra la entrada artificial al segundo piso de Reguerillo, pero ni una ni otra las veríamos esta vez, había prisa; las gallinas de Patones ya estaban poniendo los 86 huevos para el GMSMA.
No voy a contar aquí la historia del Pontón de la Oliva, el primer embalse construido para abastecer de agua a Madrid en tiempos de Isabel II. Solo diré que cuando yo lo conocí no había nada ni nadie en sus alrededores. Para volver a casa, desde Reguerillo nos tocaba desandar los 11 kilómetros de carretera hasta Torrelaguna para coger el autobús de la Continental que nos llevaba a Madrid. Y en dos ocasiones he podido contemplar algo inusitado: El agua rebosando por encima del muro como una catarata ¡Espectacular!
Para terminar, solo nos quedaba acercarnos al aparcamiento para ir al bar Manolo, pero antes una última observación: A la derecha del camino, justo enfrente del aparcamiento se encuentra lo que queda de la ermita de la Virgen de la Oliva; obnubilados por los huevos fritos, no sé si alguno más la vio.
Nuestra aventura terminó, como en las historias de Asterix, en comilona. En el bar Manolo, aunque María no estaba, Brenda nos atendió de maravilla, y allí al aire libre dimos cuenta de huevos, chorizos, morcillas y de todo lo que nos pusieron de comer en homenaje a esta 400 excursión, que se dice pronto.
Mi puntuación para esta excursión: 4 sicarias.
Paco Cantos
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