miércoles, 29 de julio de 2015

Excursión 247: Navafría - El Chorro

FICHA TÉCNICA 
Inicio: Navafría
Final:. Navafría
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 17 Km
Desnivel [+]: 471 m
Desnivel [--]: 475 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí

Ciclable: En parte
Valoración: 4
Participantes: 11

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta























PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
Mapa 3D (archivo kmz)

RUTA EN WIKILOC
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RESUMEN

Esta excursión tenía como fin el alcanzar las cascadas de El Chorro en una ruta circular que partía de Navafría y que tras alcanzar el Raso de la Atalayuela, descendía al encuentro del río Cega y El Chorro. Pero una conversación a tiempo en el bar de la plaza con uno del pueblo, nos hizo reconfigurar nuestros planes, porque según nos contó, recientemente los propietarios de la finca de El Bosque habían vallado todo su perímetro, haciendo imposible transitar por las pistas que pretendíamos seguir. La afición de ponerle puertas al campo está cada vez más extendida.

Abandonado el proyecto original, pusimos nuestro empeño en llegar al Chorro sin tener que acudir a la carretera que lleva hasta allí, así es que cruzando el río Cega a la salida del pueblo, por donde las piscinas naturales de Las Charcas, acometimos una pista, que pronto se tornó en senda, que según el mismo informador “era un poco estrecha y poco transitada, junto a la valla de la finca”, y efectivamente, no nos engañó en nada, si acaso se le olvidó mencionar que mejor llevásemos machete, para quitar las zarzas y matorral que hicieron toda una aventura llegar hasta las ruinas de un antiguo molino, junto al río, donde enlazaríamos con la carretera del Chorro.

Superada la parte dificultosa de la nueva ruta, ya sólo quedaba remontar el río Cega, en sentido contrario al previsto, hasta llegar al área recreativa, donde hicimos una breve parada para reponer fuerzas y contemplar las piscinas naturales que hay en el complejo.

Pero dejamos el baño en ellas, para cambiarlo por otro mucho más refrescante en la charca conocida como El Pozo Verde, lugar de leyenda, donde según cuentan, sellaron su amor eterno Rosa y Leonardo, dos jóvenes del pueblo cuyas familias, una pobre y otra rica, no veían con buenos ojos su relación. Ante la prohibición de verse, “una noche escaparon de casa y se esperaron en la calle del Puerto. Y después de un largo beso, abrazados y en silencio, del Pozo Verde el camino recorrieron. Una vez allí llegados los muchachos desaparecieron... Al día siguiente en sus casas los echaron de menos y corrió la voz de alarma. Y les buscó todo el pueblo. A la caída de la tarde, al Pozo Verde subieron y la Luna dejó ver al fondo del agujero, desnudos y abrazados de los muchachos los cuerpos”.

En su memoria, nos bañamos en sus profundas aguas, continuando más frescos el recorrido por la pista que pasa por el refugio del Peñón, decorado su interior con dibujos de Epi y Blas, y al poco, el de la Fragua, mucho más sobrio, hasta alcanzar el puente que cruza el río Cega, donde tomamos el aperitivo, antes de regresar de nuevo al refugio de la Fragua para continuar el ascenso que por la pista que surge a su izquierda.

Con moderada pendiente, ascendimos por la pista que cruza el arroyo de las Vueltas, para al poco abandonarla para seguir por una placentera senda, muy umbría, en dirección a las cascadas, que alcanzamos tras unas cuantas revueltas y tras haber disfrutado de un mirador del arroyo del Chorro de excelentes vistas.

En la cascada, casi todos nos animamos a probar su refrescante y gélida ducha, que se precipita desde unos 20 metros como si se tratase de un divertido tobogán.  Es un remanso de agua con puente y apeadero; una escala para el ascenso al cielo,  que eleva el ánimo, cambia de perspectiva, despega sobre el suelo e invita a abrir las alas y  volar. Alcanzado el jubileo, descendimos por su rivera a tierra firme.

Llegados de nuevo a las mesas del área recreativa, comimos en la mesa que habíamos dejado “reservada” por la mañana, junto a las cantarinas aguas del  río Cega. La sobremesa se alargó, no había prisa, ya sólo restaba volver al pueblo, eso sí, siguiendo la carretera, que aunque con poca sombra, era preferible a internarse de nuevo en las zarzas junto a la interminable valla.

En las Charcas nos quitamos todo el calor acumulado en el regreso, bañándonos en sus cristalinas y refrescantes aguas. Para redondear la excursión nos tomamos las siempre esperadas cervezas a la sombra de la terraza del kiosco del recinto, esta vez a la salud de Mauel C. que hacía su excursión 100 con el grupo, lo que nos agradeció con una original camiseta.

Por todo ello, esta excursión se mereció 4 sicarias.
Paco Nieto

miércoles, 22 de julio de 2015

Excursión 246: Río Cambrones

FICHA TÉCNICA 
Inicio: San Ildefonso
Final:. San Ildefonso
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 11,2 Km
Desnivel [+]: 195 m
Desnivel [--]: 181 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí

Ciclable: En parte
Valoración: 4
Participantes: 16

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta





















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta













TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
Mapa 3D (archivo kmz)

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RESUMEN

Otro miércoles caluroso, como el martes anterior y como posiblemente el jueves que le seguiría, así es que ¿qué mejor plan que ir a las Calderas del Río Cambrones?

Así, con ese nombre, suena a algo calentito, pero no, las Calderas es como le llaman a las pozas de este río que, al parecer, debe su nombre a una planta que, si bien abunda por esta zona, no es fácil de encontrar en el resto de la Sierra de Guadarrama.

Con esta perspectiva nos reunimos, esta vez 16 participantes, en La Granja.  La hora del encuentro era a las 9,30 (en verano madrugamos más) y, después de saludos y presentaciones (Pepa viene por primera vez), comenzamos a andar.

La ruta, a priori, no es larga ni con desnivel excesivo. Vamos a la sombrita de los árboles por una senda muy agradable hasta llegar a nuestro río, cuyo curso seguiremos hasta encontrar las primera de las calderas. Los más animosos con Paco N. a la cabeza, que no se por qué pero siempre es el primero en catar el agua, se dan el primer baño y casi todos le dan el primer tiento a la bota de José Luis que, siempre también, alegra nuestras excursiones.

Pero hay que seguir porque hay más pozas y más chapuzones pendientes. Subiendo un poco llegamos a la Caldera Negra con su cascada… probablemente la más bonita. El agua, más que negra, tiene un precioso color esmeralda que anima al baño… después, de regreso de ver la Caldera del Barbas, seguiríamos con la Caldera del Guindo, que aquí hay que probarlas todas, o casi todas. En ella nos hicimos la foto de grupo.

Regresamos sobre nuestros pasos siguiendo el curso del río hasta reencontrar la senda que nos llevó de vuelta a La Granja, donde nos espera una estupenda comida en el Bar Segovia donde, a pesar del calor, triunfaron los judiones.

Como anécdota, hay que decir que a poco salimos en los periódicos locales, más que por empeño de Ángel Vallés, que se acercó a saludar y envió la foto del evento al Adelantado, porque una rama de un enorme árbol tuvo a bien desgajarse y caer con bastante estruendo sobre unas mesas cercanas a la nuestra… por fortuna sin más problema que el susto.

Confrontados todos los datos y consultada la correspondiente agencia de calificación, otorgamos a esta excursión 4 sicarias.
Paloma Sabio

miércoles, 15 de julio de 2015

Excursión 245: Las pozas del Valle de la Angostura

FICHA TÉCNICA 
Inicio: Puerto de Cotos
Final:. Rascafría
Tiempo: 6 a 7 horas
Distancia: 18,7 Km
Desnivel [+]: 96 m
Desnivel [--]: 767 m
Tipo: Sólo ida
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí

Ciclable: En parte
Valoración: 4,5
Participantes: 20

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta























PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)


PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
Mapa 3D (archivo kmz)

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RESUMEN
Pocos rincones van quedando en la Sierra de Guadarrama por donde nuestras botas no hayan pasado ya, si además hay que buscar en verano zonas umbrías, con agua y pozas aptas para el baño, el número de posibles destinos se reduce, pero hay una solución sencilla a la exigente ecuación planteada y que la resuelve de inmediato: Valle de la Angostura.

Después de decidir el sitio queda resolver otra cuestión no menos importante, el recorrido de la ruta, y éste sí que tiene variables: que no sea muy largo ni muy corto, que no tenga mucha pendiente ni poca, que tenga buenas sendas, pero que no sean carreteras, que no sea muy complicada, pero tampoco sosa, que pueda acortarse para los que tienen prisa…

Todo ello debidamente sopesado y ponderado hace que el algoritmo mental de buscar por dónde ir se ponga en marcha, y ofrezca varias alternativas, que más por intuición que por lógica, acabó en este caso definiendo la ruta anhelada: desde el Puerto de Cotos a Rascafría, todo de bajada.

Así es que tras quedar en Rascafría para subir al puerto en el menor número de coches posibles, iniciamos la ruta los 20 participantes de hoy, con dos nuevos invitados, Marcos y David.

Comenzamos ascendiendo por el cerro que hay frete a la Venta Marcelino, en dirección a Valdesquí, evitando así el tramo de carretera que aunque más plano, no cumplía con una de las premisas exigidas, y además no tiene sombras, lo que no me eximió de comentarios tipo “pero, ¿no era todo de bajada?”, lo que demuestra que en esto del diseño de rutas, como con la lluvia, es imposible contentar a todos, ¡Antonio, cómo te comprendo!

Tras la breve cuesta, la senda desciende suavemente hacia el refugio del Pingarrón, cruzando la aludida carretera de Valdesquí, pasando por un collado de obligada parada para contemplar, a la derecha, la desafiante cresta telúrica de Cabezas de Hierro y resto de la Cuerda Larga, y a nuestra izquierda el imponente macizo de Peñalara, al que aún le quedaba uno de sus habituales neveros. 
Y de frente, cuan parque jurásico, el valle de la Angostura desdibujándose en el horizonte por efecto de una fina niebla, ¡todo un espectáculo!

Con tan impresionantes vistas, y ya tranquilizado el personal al comprobar que todo lo que quedaba sí era de bajada, bordeamos el refugio, que cuelga sobre una despejada ladera,
para descender bruscamente al arroyo de las Guarramillas, continuando por su orilla izquierda hasta alcanzar enseguida la recoleta y recóndita poza de Sócrates, donde algunos nos dimos el primer baño de la ruta en su gélida ducha.

Continuamos descendiendo el arroyo por la misma orilla, siguiendo una senda no muy marcada, con vistas a todo un rosario de pequeñas y cantarinas pozas que forma el agua en su alocada huida hacia el fondo del valle.

Para nuestra sorpresa, la senda se iba desvaneciendo conforme nos acercábamos al arroyo de Cotos, punto por el que vadeamos el arroyo de las Guarramillas y por un puente de madera cruzamos el de Cerradillas, seguido del Toril, tras el cual nos acercamos de nuevo al arroyo para remojarnos y tomarnos el aperitivo junto a su lecho.

Continuamos cruzando por otro puente el arroyo de la Laguna Grande de Peñalara, que nace en dicho humedal, punto donde el Guarramillas cambia de nombre, pasando a llamarse arroyo de la Angostura, nombre que no le dura mucho, porque algunos kilómetros más abajo, tras recibir las aguas del arroyo del Aguilón, sin previo aviso y sin que haya un punto concreto que lo indique, pasa a llamarse río Lozoya.

Entretenidos con tanto cambio de nombre y tanto cambio de orilla, descendimos sosegadamente por el Camino de las Vueltas comentando la situación de la Bolsa, de Grecia, de Casillas, del Tour y del Mundo, hasta que, para darle algo de más emoción a la ruta, atajamos campo a través hacia el arroyo y, tras vadearlo, bañarnos en la gran e idílica poza que hay poco antes de llegar al puente de la Angostura. Y aquí sí, el regocijo en el agua fue general, con saltos desde las rocas, largos de punta a punta e incluso fotos bajo el agua.

Refrescados, nos fuimos para dejar sitio a un nutrido grupo de chavales que con gran algarabía nos demostraron que nuestros saltos al agua no estaban a la altura de los de ellos, faltaría más.

Paramos a contemplar el puente de la Angostura, de piedra, salva el corto estrecho que da nombre al valle y es uno de los más hermosos de toda la Sierra. Sin cruzarlo, continuamos por el camino que llevaba desde el monasterio de El Paular a Valsaín a través del puerto de los Cotos, hoy llamado PR-25, mucho menos poético, eran otros tiempos.

Poco a poco, el bosque se fue transformando. Los pinos fueron dejando sitio a otras masas forestales como abedules, acebos y robles, llamando mucho nuestra atención los helechos que cubrían amplias zonas de la ladera del arroyo de Valhondillo, en ellos nos hicimos la foto de grupo. 

Al poco, llegamos al remanso de agua del embalse de la Presa del Pradillo, donde algunos nos volvimos a bañar, sin tantos seguidores esta vez como en la poza. Continuamos y enseguida alcanzamos la Isla, donde paramos a tomar los bocadillos, que se hicieron más agradables con las cervezas de uno de sus bares, cuyo nombre no queremos recordar, por lo poco agradables que fueron.

Tras el descanso, proseguimos el descenso, sin la compañía de los Cantos, que hacían la ruta corta.

Siguiendo la orilla derecha del arroyo de la Angostura, pasamos junto al edificio de la antigua y hoy ruinosa fábrica de luz, que utilizaba el agua de la presa para suministrar electricidad a las poblaciones del valle del Lozoya.

Continuamos descendiendo por el robledal de la ribera derecha del arroyo hasta llegar a otra espléndida poza, y ya hemos perdido la cuenta, situada junto a un puente de madera, donde vimos, con cierta envidia, cómo unos jóvenes se lo estaban pasando en grande tirándose desde las rocas.

Abandonada la senda principal, proseguimos por la ribera hasta alcanzar el arroyo del Aguilón, que no hizo falta vadearlo porque estaba prácticamente seco, síntoma de que seguramente las cascadas del Purgatorio, que se forman en su lecho 4 km más arriba, llevarían también poca agua.

Contemplando a los desperdigados bañistas que orgullosos habían ido conquistando cada una de las pozas del río como si de un tesoro se tratase, llegamos a las piscinas naturales de Las Presillas, donde nos volvimos a bañar en tropel, disfrutando después de su extensa pradera, muy verde.

Repuestos y refrescados por fuera y por dentro en el  hay instalado en un lateral, continuamos en dirección al Monasterio de El Paular, desviándonos a la derecha, antes de llegar a él, por el albergue de los Batanes para hacer una parada en el cercano lago del bosque 
finlandés, mágico lugar donde curiosamente nunca hemos visto que se bañe nadie, a pesar de tener muelle y sauna, eso sí cerrada a cal y canto.

Ya sólo quedaba cruzar el río Lozoya por el puente cercano al Molino de Briscas, para enseguida llegar a Rascafría, aunque varios carteles en el camino se empeñaban insistentemente en indicar que siempre estaba a 1 km.

La celebración del final de este precioso paseo ribereño sombreado por pinos, serbales, sauces, abedules, acebos, avellanos y robles, jalonado por pozas cristalinas, chorreras, piscinas naturales, y hasta un embalse, lo hicimos en la Venta Marcelino, invitados por Esteban que celebraba su reciente cumpleaños.

Por todo ello, esta excursión se ha ganado de sobra las 4,5 sicarias.
Paco Nieto


FOTOS

miércoles, 8 de julio de 2015

Excursión 244: Las charcas de la Pedriza

FICHA TÉCNICA
Inicio: Canto Cochino

Final: Canto Cochino
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 12,3 Km 
Desnivel [+]: 489 m 
Desnivel [--]: 487 m 
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí

Ciclable: No
Valoración: 4,5
Participantes: 24

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta























PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta













TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)

RUTA EN WIKILOC
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RESUMEN

Primera excursión veraniega, con el agua de las pozas como motivación para caminar bajo los rigores de los calores del estío.  Fuimos 24 los que queríamos zambullirnos en las charcas de la Pedriza, en una ruta que prometía además otros alicientes.  Mario nos acompaña por primera vez.

Ilusionados por los primeros baños del año, salimos de Canto Cochino, acercándonos enseguida al río Manzanares, al que vadeamos, saltando entre grandes rocas, para cambiar de orilla.

Remontamos el río embelesados por las múltiples charcas, que cada pocos metros formaba el agua, de momento solitarias y tranquilas, aunque seguro que duraría poco su paz, porque a pesar de no ser fin de semana, su proximidad al aparcamiento las hace estar siempre muy concurridas en esta época del año.

Dejamos a un lado el puente de las Ranas y de Cola Caballo, pero el tercero, el del Vivero, lo cruzamos para continuar remontando el río, ahora por su margen derecha, hasta alcanzar la famosa Charca Verde, no sin antes vadearlo con algún que otro traspiés de nuestro experto en caerse al agua, afortunadamente sin mayores consecuencias.

En la Charca Verde, la más grande de la Pedriza, nos bañamos a placer en su agua esmeralda, aprovechando que aún no se había plagado de gente. La charca enamoró tanto a tres de los participantes, que se quedaron junto a ella, renunciando al resto de la excursión. Entre ellos, Melchor, que llevaba el track del recorrido, diseñado por Paco C. siguiendo mis sugerencias.

Antonio cogió los mandos, y siguiendo el trazado previsto continuamos por una empinada senda que tras unas cuantas grandes curvas, nos llevó al Collado Cabrón, donde hicimos una breve parada de reagrupamiento. Al poco, llegamos al Mirador de los Pinganillos, donde disfrutamos de sus excelentes vistas: de frete, el Pájaro y las formaciones rocosas vecinas, a las que antes llamaban los Pinganillos, de ahí su nombre, y a nuestra derecha, el valle que forma el arroyo de la Dehesilla, con Peña Sirio y la entrada a la Cueva de la Mora.

Continuamos por una senda, que enseguida nos llevó al Collado de Malbis, mientras comíamos, con vistas de pájaro del Tolmo y los Fantasmas. El camino siguiente fue complicado, al discurrir por una senda, que aunque venía en los mapas, debe hacer años que no pasa nadie. Como pudimos sorteamos el  arroyo de los Poyos y grandes rocas, buscando la charca de nuestro siguiente objetivo. Tras un penoso rodeo a una gran roca, enlazamos con la senda de la Majadilla, que baja del Callejón de las Abejas, encontrando al poco, por fin, la ansiada charca del arroyo de la Ventana, donde el refrescante baño nos hizo olvidar la aventura pasada hasta llegar allí.

Proseguimos el descenso, con la vista del Pájaro siempre presente, hasta cruzar el arroyo de los Poyos por segunda vez, para dirigirnos, con fuerte pendiente, a conocer una curiosa roca en forma de calavera, que nos costó encontrar.

El regreso lo hicimos pasando bajo la gigantesca roca de El Tolmo y el refugio de Giner de los Ríos, para proseguir, ya cansados y sedientos, por el cordel del Ortigal, plagado de altas jaras que dificultaban el descenso, hasta encontrar la primera charca que vimos, en la que los más sofocados se saciaron de refrescante agua, los demás seguimos un poco más en busca de la Charca Kindelán, pero como se hacia de rogar, nos zambullimos en una previa con muy buena pinta.

Refrescados por fuera, quedaba sólo refrescarse por dentro, lo que hicimos en el bar del aparcamiento de Canto Cochino, invitados por Raquel, que celebraba su cumpleaños, y Luis, mi primo, por haber superado la que le resultó una dura prueba.

Por todo ello, esta excursión se merece 4,5 sicarias.
Paco Nieto