Inicio: Navafría
Final:. Navafría
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 17 Km
Desnivel [+]: 471 m
Desnivel [--]: 475 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí
Ciclable: En parte
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: Sí
Ciclable: En parte
Valoración: 4
Participantes: 11
MAPAS
MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta
TRACK
* Track de la ruta (archivo gpx)
PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)
RUTA EN WIKILOC
* Ver esta ruta en Wikiloc
RESUMEN
PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)
RUTA EN WIKILOC
* Ver esta ruta en Wikiloc
RESUMEN
Esta excursión tenía como fin el
alcanzar las cascadas de El Chorro en una ruta circular que partía de Navafría
y que tras alcanzar el Raso de la Atalayuela, descendía al encuentro del río
Cega y El Chorro. Pero una conversación a tiempo en el bar de la plaza con uno
del pueblo, nos hizo reconfigurar nuestros planes, porque según nos contó,
recientemente los propietarios de la finca de El Bosque habían vallado todo su
perímetro, haciendo imposible transitar por las pistas que pretendíamos seguir.
La afición de ponerle puertas al campo está cada vez más extendida.
Abandonado el proyecto original,
pusimos nuestro empeño en llegar al Chorro sin tener que acudir a la carretera
que lleva hasta allí, así es que cruzando el río Cega a la salida del pueblo,
por donde las piscinas naturales de Las Charcas, acometimos una pista, que
pronto se tornó en senda, que según el mismo informador “era un poco estrecha y
poco transitada, junto a la valla de la finca”, y efectivamente, no nos engañó
en nada, si acaso se le olvidó mencionar que mejor llevásemos machete, para quitar
las zarzas y matorral que hicieron toda una aventura llegar hasta las ruinas de
un antiguo molino, junto al río, donde enlazaríamos con la carretera del
Chorro.
Superada la parte dificultosa de
la nueva ruta, ya sólo quedaba remontar el río Cega, en sentido contrario al
previsto, hasta llegar al área recreativa, donde hicimos una breve parada para
reponer fuerzas y contemplar las piscinas naturales que hay en el complejo.
Pero dejamos el baño en ellas,
para cambiarlo por otro mucho más refrescante en la charca conocida como El
Pozo Verde, lugar de leyenda, donde según cuentan, sellaron su amor eterno Rosa
y Leonardo, dos jóvenes del pueblo cuyas familias, una pobre y otra rica, no
veían con buenos ojos su relación. Ante la prohibición de verse, “una noche
escaparon de casa y se esperaron en la calle del Puerto. Y después de un largo
beso, abrazados y en silencio, del Pozo Verde el camino recorrieron. Una vez
allí llegados los muchachos desaparecieron... Al día siguiente en sus casas los
echaron de menos y corrió la voz de alarma. Y les buscó todo el pueblo. A la
caída de la tarde, al Pozo Verde subieron y la Luna dejó ver al fondo del
agujero, desnudos y abrazados de los muchachos los cuerpos”.
En su memoria, nos bañamos en sus
profundas aguas, continuando más frescos el recorrido por la pista que pasa por
el refugio del Peñón, decorado su interior con dibujos de Epi y Blas, y al
poco, el de la Fragua, mucho más sobrio, hasta alcanzar el puente que cruza el
río Cega, donde tomamos el aperitivo, antes de regresar de nuevo al refugio de
la Fragua para continuar el ascenso que por la pista que surge a su izquierda.
Con moderada pendiente,
ascendimos por la pista que cruza el arroyo de las Vueltas, para al poco
abandonarla para seguir por una placentera senda, muy umbría, en dirección a
las cascadas, que alcanzamos tras unas cuantas revueltas y tras haber
disfrutado de un mirador del arroyo del Chorro de excelentes vistas.
En la cascada, casi todos nos
animamos a probar su refrescante y gélida ducha, que se precipita desde unos 20
metros como si se tratase de un divertido tobogán. Es un remanso de agua con puente y apeadero;
una escala para el ascenso al cielo, que
eleva el ánimo, cambia de perspectiva, despega sobre el suelo e invita a abrir
las alas y volar. Alcanzado el jubileo,
descendimos por su rivera a tierra firme.
Llegados de nuevo a las mesas del
área recreativa, comimos en la mesa que habíamos dejado “reservada” por la
mañana, junto a las cantarinas aguas del
río Cega. La sobremesa se alargó, no había prisa, ya sólo restaba volver
al pueblo, eso sí, siguiendo la carretera, que aunque con poca sombra, era
preferible a internarse de nuevo en las zarzas junto a la interminable valla.
En las Charcas nos quitamos todo
el calor acumulado en el regreso, bañándonos en sus cristalinas y refrescantes
aguas. Para redondear la excursión nos tomamos las siempre esperadas cervezas a
la sombra de la terraza del kiosco del recinto, esta vez a la salud de Mauel C.
que hacía su excursión 100 con el grupo, lo que nos agradeció con una original
camiseta.
Por todo ello, esta excursión se
mereció 4 sicarias.
Paco Nieto
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