miércoles, 31 de enero de 2024

Excursión 750: Atalayas de Venturada y El Vellón

FICHA TÉCNICA
Inicio: El Vellón 
Final: El Vellón
Tiempo: 6 a 7 horas
Distancia: 18,2 Km 
Desnivel [+]: 346 m 
Desnivel [--]: 346 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas/Agua: No/Sí
Ciclable: No
Valoración: 4,5
Participantes: 37

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta

















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta













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RESUMEN
Fuimos citados en el campo de futbol de El Vellón, donde acudimos 37 senderomagos. Ya nos estaba esperando José María para repartirnos el estupendo y anhelado álbum del GMSMA 2023.

Bajo un día de niebla y más fresco de lo esperado comenzamos la ruta por el embarrado camino de Guadalix y camino Chiscón hasta la Vereda del Romero. Antes de llegar a la asfaltada avenida de Monterrey, ya pudimos divisar a nuestra derecha la silueta de la atalaya de Venturada y atrochando a campo través alcanzamos la susodicha atalaya. Allí nos hicimos la foto de grupo y nuestra docta senderomaga Paz, (que por cierto cumplía con su ruta número quincuagésima), nos dio una magistral lección histórica (como en ella es habitual) de estas cadenas de atalayas que cubrían estas zonas.

Gracias a Julián por sus amables palabras, fruto sin duda de la amistad que nos une ya desde hace tiempo, y por su gentileza al ayudarme a hacer la crónica de la excursión número 750 del Gmesma, dado que estoy poco avezada en estas lides.

Me hacía especial ilusión hacer esta crónica porque con ella he alcanzado el número 50 de mis excursiones con el Gmsma, algo que se me antojaba imposible cuando hice la primera por los caminos de Córdoba de la mano de Paco Nieto.

Es emocionante encontrar estos vestigios medievales en tierras fronterizas, seguramente construidos alrededor del siglo X en lo que se llamaba entonces la Marca Media de Al-Andalus. Estas atalayas (palabra que viene del árabe “al talaya”) se utilizaban para controlar el territorio, vigilar movimientos de enemigos y también para controlar poblaciones sospechosas de desafección al régimen político vigente.

Las atalayas de la Marca Media de la sierra de Madrid constituyeron la frontera entre cristianos y musulmanes, y fueron levantadas entre finales del siglo IX, durante el emirato de Muhamad I y el reinado del primer califa cordobés, Abd-al-Rahman III, en el siglo X. Se encontraban en la margen izquierda del río Jarama. Se controlaban desde la villa de Talamanca del Jarama, que en el siglo X fue centro neurálgico del sistema defensivo de atalayas.

Las atalayas de la Marca Media controlaban los puertos de Guadarrama y de Somosierra y suponía el sistema de comunicación que avisaba de que había problemas, referidos, sobre todo, de la aproximación de tropas cristianas a través de los puertos del Sistema Central.

Son torres emplazadas en lugares de destacado valor estratégico, generalmente en líneas de frontera más o menos estabilizadas. No tienen una función defensiva sino de vigilancia. No aparecen aisladas, sino que funcionan como si fueran eslabones de una cadena. A su cargo estaban generalmente uno o dos hombres y tenían como misión encender hogueras y transmitir mensajes desde lo alto. En caso de alarma se encendía un fuego en lo alto de la atalaya –con mucho humo si era de día y con mucha llama si ya había caído la noche- para que la población se protegiera. La información se transmitía de una torre a otra.

El conjunto de las atalayas del Jarama es muy homogéneo. Todas se asientan sobre algún afloramiento rocoso. En el grupo de las atalayas del Jarama no todas se divisan entre sí, pero si existían las conexiones adecuadas para que la alarma pudiera llegar al valle. Las torres no seguían una disposición lineal que sería la plasmación de un concepto de «frontera», sino que ocupan un espacio relacionado con el concepto de «marca.» 

Sus diferentes posiciones y sus múltiples perspectivas forman un entramado multidireccional, de manera que el control territorial es más completo. Su distribución, de Norte a Sur, flanqueando el valle, subraya esta interpretación. Vigilaban los vallejos laterales, las zonas de pastos más allá de los cerros, las posibles vías de penetración, las rutas secundarias.

La atalaya de Venturada es una torre de planta circular, cuyos muros al exterior forman un perfil ligeramente escalonado en tres cuerpos. Su altura total se acerca a 9 metros; en todo el perímetro de la base hay un pequeño escalón a modo de zócalo. Es de mampostería y el relleno de los muros está hecho a base de piedras y argamasa mezcladas. Es un sistema rápido y sencillo de edificar, que permite nivelar y mantener la verticalidad de la estructura sin muchas dificultades, aunque, para ello, se tengan que hacer algunas concesiones como la del excesivo grosor de los muros y la escasez de vanos.

La elección de una estructura cilíndrica contribuye a simplificar la aplicación de esta técnica, así como disminuye las tensiones estructurales y mejora las cualidades defensivas de la zona. En la parte inferior la edificación aprovecha la roca original que aflora formando un promontorio natural, y que llega hasta el nivel de acceso de la torre. Seguramente tendría tres estancias superpuestas, con un suelo de trabazón de madera; de una planta a otra se pasaría por un hueco abierto en el suelo y se accedería a ellas mediante una escalera de mano. Actualmente está desmochada pero podemos suponer que se remataría con almenas.

Continuamos camino y sorprendentemente nos encontramos con la especialidad del GMSMA, el “salto de valla”. No menos de una docena de ellas fueron saltadas en aras de adivinar el mejor camino para la próxima atalaya. Y ¡vaya!, entre valla y valla encontramos un sitio para dar cuenta del ángelus.

Atravesando la dehesa de Venturada y alejándonos de la urbanización Cotos de Monterrey hasta encontrar más vallas y vallas, adentrándonos por un bonito, estrecho y húmedo sendero por el cauce del Arroyo del Monte, hacia el cañón de los Quebraones, un cañón abierto que encauza las, en este caso, abundantes aguas.

Y cuál no sería nuestra sorpresa, cuando empezamos a cambiar el salto de valla por el “cruce de arroyo”. Más de media docena de veces tuvimos que mojarnos los pies de un lado al otro del arroyo, siguiendo su cauce. Ya casi al final nos subimos a un quebraón donde dimos cuenta de nuestras viandas.

Finalizado el ágape, volvimos al cauce del arroyo y continuamos saltándolo de un lado a otro hasta salir a la pista del CYII por encima del canal del Atazar, justo en el sifón de la Aldehuela, en la almenara de salida. Cruzamos el acueducto 4 (La Aldehuela), el acueducto 5 (El Olivo) y otro par de acueductos hasta llegar a divisar, allá en el fondo y bajo persistente neblina, la Atalaya de El Vellón.

Atravesamos la M-129 y la M-122 y poco más allá tomamos la prolongada y larga subida a nuestro segundo objetivo del día. La llegada a la cumbre fue lenta y espaciada, ya llevábamos 16 Kms. Y en algunas piernas se notaba el esfuerzo.

Paz nos contó que la atalaya de El Vellón formaba una línea defensiva completada por la cercanía de los puestos de El Berrueco, Arrebatacapas, Venturada, además de las desaparecidas de El Molar y Torrelaguna, a la que habría que añadir las dos atalayas que vigilaban la parte occidental de la Sierra: la Torrecilla del Collado (Hoyo de Manzanares), situada junto a un paso de montaña en el corazón de la sierra, y la de Torrelodones.

Se piensa que la atalaya de El Vellón enlazaba directamente con la existente en Talamanca del Jarama (río que debe su nombre al vocablo bereber “xarama”, río de nadie o de la frontera). Además se supone que se comunicaba con las de Torrelaguna y El Molar.

La atalaya de El Vellón es una construcción de mampostería de planta circular y volumen cilíndrico de algo más de 6 metros de diámetro por 9 metros de altura. El grosor de sus muros es de más de 1 metro y la puerta de acceso, adintelada, está a más de 2,50 metros sobre el suelo exterior, a la que se accede mediante un agarramanos, al que, inevitablemente, algunos subieron a hacerse la foto de rigor. 

Actualmente está completamente restaurada y no se puede entrar. Tenía, como la de Venturada, tres pisos comunicados en los que se conservan los huecos para empotrar las vigas que habían de formar los suelos de los pisos superiores. Es utilizada por los servicios forestales como puesto de vigilancia contra incendios.

Nos quedamos un rato en este lugar desde el que pudimos disfrutar de las vistas de la vega del Jarama a su paso por Talamanca, la sierra de la Cabrera y el Mondalindo, la Pedriza, la sierra de Ayllón y las cuatro torres de Madrid. Hay que concluir que era difícil que al cuerpo de guardia se le escaparan los movimientos de tropas en cualquier dirección, pues hay una visión perfecta de todo el panorama que existe alrededor.

Y mientras nos ilustraban, parecía hacerse hueco un tímido sol, que nos acompañó en nuestra ya última parte de la ruta, bajando hacia la fuente del Cercón para allí coger la pista que nos depositaria suavemente sobre el pueblo de El Vellón, dando por finalizada nuestra excursión de hoy. Por sus 18,2 kilómetros, la diversión de las vallas y los arroyos, los aspectos culturales y los bellos senderos le otorgamos 4,5 sicarias.
Julián Suela y Paz Rincón


miércoles, 24 de enero de 2024

Excursión 749: Cabeza de Hierro Menor desde el Puerto de Navacerrada

FICHA TÉCNICA
Inicio: Puerto de Navacerrada 
Final: Puerto de Navacerrada 
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 15,4 Km 
Desnivel [+]: 928 m 
Desnivel [--]: 928 m
Tipo: Ida y vuelta
Dificultad: Media
Pozas/Agua: No/No
Ciclable: No
Valoración: 5
Participantes: 34

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta







PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta













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PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

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RESUMEN
Nos hemos reunido 34 senderomagos en el aparcamiento del Puerto de Navacerrada. El día se presentó soleado con una temperatura primaveral, que no era propia de finales de enero.

Procedimos a los saludos habituales y al llegar a nuestro guía Antonio me comunicó que la crónica me tocaba hacerla a mí, así que anduve un poco más atenta que en otras ocasiones.

Ya todos con crema de protección solar y gafas de sol puestas, a las 10 de la mañana comenzamos el ascenso hacia el Cerro de las Guarramillas (también llamado Bola del Mundo).

Dejamos a la izquierda el telesilla y la pista de esquí, caminamos por una senda pedregosa (PR-17) hasta la cuerda de las Cabrillas donde giramos a la izquierda hasta llegar a la pista de cemento, que nos conduce hasta la Bola del Mundo.

Pronto comenzamos a desprendernos de algunas de nuestras prendas de abrigo, algunos incluso se quedaron en manga corta. Poco a poco el grupo se fue alargando pues cada uno va subiendo a su ritmo.

Encontramos algunos acúmulos de nieve en los bordes de la senda, menos de lo esperado ya que debido a las lluvias de días previos y el buen tiempo, con temperaturas alza, no había tanta nieve como hubiéramos deseado.

En La Bola del Mundo nos reagrupamos, aprovechando para beber y descansar un poco. Las vistas desde aquí eran magníficas, el día era muy claro y permitía divisar toda la sierra y la planicie de Madrid a lo lejos.

De frente Valdemartín (nuestro objetivo inicial) y Las Cabezas de Hierro Mayor y Menor, a la derecha La Pedriza y La Maliciosa, abajo el Embalse de Manzanares El Real y a la izquierda Peñalara que es la que más nieve tenía.

Desde La Bola del Mundo nos dirigimos al cerro de Valdemartín, así que descendimos hasta el Collado de Las Guarramillas para volver nuevamente a subir, en este tramo ya comenzamos a pisar un poco de nieve y al llegar a la cima hicimos la parada del ángelus para descansar y tomar un pequeño refrigerio, hasta donde llega el final del telesilla de Valdesquí.

Igualmente, desde aquí contemplamos vistas muy bellas, de un lado se veía Madrid con una neblina sobre ella y sus alrededores y por encima más allá, montañas, algunos decían los Montes de Toledo y a continuación y a la derecha La Sierra de Gredos nevada, donde se podía distinguir el Pico Almanzor; del otro lado se veía Segovia y la llanura castellana.

Según lo planeado desde aquí tocaba volver, y así lo hizo la mayor parte del grupo; 12 intrépidos continuamos hasta Cabeza de Hierro Menor, en este recorrido tomó el relevo de guía Juan y disfrutamos pisando un poco más de nieve.

Primero descendimos un poco hasta el Collado de Valdemartín para continuar un ascenso más exigente. Comimos arriba. Aquí una suave brisa nos invitó a abrigarnos un poco más. También aquí pasamos un rato muy agradable y las vistas igualmente estupendas ya que ha sido un día muy claro y luminoso.

Según me han contado el grupo principal hizo el descenso desde el Cerro de Valdemartín al Collado de las Guarramillas por la pista de esquí para poder ir por la nieve, comieron junto a las instalaciones del telesilla en Dos Castillas y bajaron por la pista de cemento hasta el aparcamiento.

El grupo intrépido a las 14:20 iniciamos el retorno, con paso más ligero por el mismo camino de ida hasta llegar al aparcamiento del Puerto de Navacerrada a las 17:20, disfrutando, como durante toda la excursión, de una temperatura primaveral y unas vistas espectaculares.

Debido a la bonita excursión con tan agradable compañía, la claridad del día y las vistas espectaculares le doy cinco sicarias.
Esther Izquierdo


miércoles, 17 de enero de 2024

Excursión 748: Vuelta a Peña el Águila

FICHA TÉCNICA
Inicio: Las Dehesas. Cercedilla 
Final: Las Dehesas. Cercedilla 
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 13,6 Km 
Desnivel [+]: 692 m 
Desnivel [--]: 692 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas/Agua: No/Sí
Ciclable: No
Valoración: 4,5
Participantes: 28

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta

















PERFIL
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PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

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RESUMEN
Tláloc, «dios de la lluvia», deidad de los cerros, del agua y de la fertilidad. Según la cultura náhuatl, regía fenómenos meteorológicos como los relámpagos, los truenos, el granizo o las tormentas…. El día 17 de enero, había sido invocado por todas las web de previsiones meteorológicas.

De camino a las dehesas de Cercedilla, punto de partida de la ruta, tanto los que accedían por Guadarrama, como los que fuimos por Navacerrada, pudimos notar la fuerza de Tláloc, el agua caía a cantaros, los limpia-parabrisas de los coches luchaban ferozmente por evacuarla, la carretera era un auténtico río.

Es seguro, que más de un senderomago recordaba la famosa frase de nuestro amigo Paco C. “si la lluvia te pilla en la ruta, vale, pero salir lloviendo es de ....” por lo que, más de uno seguro que pensó, saludar a los amigos, tomarse un café y hacerse un alcalaíno.

Entrando en Cercedilla, Tláloc decidió tomarse un respiro, o vete tú a saber si fue la convocatoria del GMSMA la que amaino su fiereza, ya que en el punto de partida, el cielo se abrió con un azul intenso, sin nubes; el sol brillaba con fuerza y el vestuario para la lluvia que lucíamos los 28 senderistas que nos presentamos a la convocatoria como un ejército de Titanes, era inútil, sobraba todo.

Celia, nuestra guía en esta ocasión, no se de quien habrá aprendido…, repasaba su lista y a la hora de la convocatoria, inicio la marcha dirección a la fuente de la Teja, dando comienzo a la excursión.

Apenas habíamos caminado 500 metros, el arroyo del Balsanejo con mucha agua y fuerza nos obligó a dar un buen primer salto, nada comparable con lo que nos encontramos 300 metros más adelante, el arroyo del Infierno, era como un pequeño rio de aguas bravas y eso que no estamos en primavera y no ha empezado el deshielo. Ya Antonio nos había animado en su convocatoria a buscar el come nieves y yo creo, que allí lo encontramos confundido con el rastro de Tláloc.

Como de costumbre, algunos de los miembros del GMSMA tras recorrer unos metros de la ribera del arroyo del Infierno localizaron el paso idóneo, todos los senderistas sorteamos el arroyo sin problema, si bien alguno lo consiguió por otros pasos.

Poco después de pasar el arroyo, empezamos a subir por la vereda de Piñuela, a mitad de la subida hicimos una parada para tomar la foto del grupo, si bien casi siempre falta alguien, como viene siendo habitual, pero esta vez fue por una buena causa, buscar y encontrar un guante perdido.

Seguimos subiendo y cuando alcanzamos la pista Calle Alta, hicimos una parada para tomar un tentempié, descansar y compartir algunos frutos secos.

Celia marcó nuevamente la senda ascendente, siguiéndola los senderistas, excepto cuatro estrellas fugaces que se despidieron del grupo para continuar a la derecha por la cómoda Calle Alta, sin subir al collado y sin pisar la vertiente castellana.

Andamos algo más de 600 metros y alcanzamos la cumbre en el collado de Cerromalejo, paso de la frontera segoviana, que mantenía todavía algo de nieve.

Iniciamos el descenso hacia el valle del río Moros, y tras caminar unos 2 km de bajada por una vereda pedregosa y resbaladiza, llegamos al arroyo de la Gargantilla, cruzándolo esta vez por el puente del mismo nombre para seguir por la Majada Holgada.

Continuamos por una amplia pista, con una ligera y cómoda pendiente positiva, que permitía ir adquiriendo poco a poco cota y que nos permitió relajar las piernas tras la bajada, caminando tranquilamente y haciendo que fluyeran las conversaciones entre los senderistas, dando lugar a que el grupo se alargase durante unos 5 km de pista.

Pasamos cerca del refugio de la Vaqueriza, del arroyo y fuente de la Chispa. Celia nos indicó la vereda que teníamos que seguir hasta el collado de Marichiva, que se veía bastante empinada.

Si bien algunos repetían que el collado se encontraba cerca, a otros se nos hizo algo largo y durillo el ascenso; finalmente alcanzamos la cumbre y la frontera de Comunidades.

Tláloc, al que ya habíamos olvidado, volvió aunque algo más tranquilo, dándonos la bienvenida a tierras madrileñas, de nuevo el vestuario para la lluvia sale de las mochilas.

Los cuatro fugaces, que ya habían llegado a los coches, nos llamaron para indicarnos que la lluvia también les acompañaba.

En el collado, mientras nos reagrupábamos y poníamos los impermeables, algunos empezaron a sacar los bocadillos ya que era la hora de la comida, pero ante la propuesta de nuestra guía, “mejor no parar a comer ahora y hacerlo al final de la ruta en Casa Cirilo, para evitar la lluvia”, nadie lo dudó.

Descartamos la bajada prevista y cogimos una vereda mucho más recta hacia los coches que marcó Paco Nieto y en tan solo 2 km., llegamos a la carretera de la Dehesas.

Habíamos bajado 350 metros y la excursión estaba tocando a su fin, si bien un pequeño calambre retrasó a Flor y Juan. Nos faltaba cruzar un último arroyo, el de Majavilán, pero en este caso, sin mayores dificultades.

Algo mojados, dimos por finalizada la excursión, de unos 13 km y casi 700 metros de desnivel.

En Casa Cirilo, sentados y calentitos, nos permitieron consumir nuestros bocadillos y Jorge Isidro nos invitó a la bebida, por el nacimiento de su nieto Adriel. Felicidades en nombre de todos los miembros del GMSMA.

Otro fantástico miércoles, buena ruta, perfectamente guiada, buen tiempo y como siempre, excelente compañía, brindando por ese nuevo y futuro senderomago, se merece la jornada 4,5 sicarias.
Paco Donaire

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