miércoles, 29 de abril de 2015

Excursión 230: Reajo Alto

FICHA TÉCNICA
Inicio: Pto de Navafría
Final: Pto de Navafría
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 22,8 km
Desnivel [+]: 441 m
Desnivel [--]: 443 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: 
Ciclable: En parte
Valoración: 3
Participantes: 22

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta
























PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)

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RESUMEN

Como nos había anunciado Antonio la marcha se prometía larga;  quizá eso y alguna que otra excusa, resultó que el grupo se vio reducido a solo 22 senderistas y sin participación femenina, lo que no ocurría desde hacía años.

El día era primaveral, pero aproximándonos a la sierra, sobre la cuerda de los Carpetanos, veíamos asentada una espesa capa de nubes, que no invitaba mucho a meternos en ella. Cuan pastor, nuestro guía Antonio, fue deteniendo los vehículos en Lozoya, antes de subir al puerto. Se pensó en hacer un recorrido alternativo, pero faltaban nuestros compañeros de Alcalá. Madrugadores ellos, se habían saltado el pastoreo, y ya estaban arriba esperándonos en el puerto de Navafría un poco desesperados y echando medias pestes. A ellos les tenemos que agradecer que la ruta realizada fuera la prevista.

La senda que discurre durante bastantes kilómetros por el linde de las provincias de Segovia  y Madrid, comenzó con una fuerte subida, que nos hizo entrar en calor rápidamente. Sabíamos que era lo más difícil de la ruta así que a pasarlo rápido.

Como por arte de magia, al rato las nubes habían desaparecido y las pequeñas flores amarillas al borde de la senda eran la alegría de la mañana. Enseguida habíamos llegado al Alto de la Pinilla y alcanzado el Pico del Reventón, sin desperdiciar la oportunidad de hacer alguna foto sobre un montón de nieve de la senda que se resistía a desaparecer.

Cuando llegamos al Reajo Capón ya era la hora del aperitivo. Al sol, al abrigo del norte y sobre unas rocas contemplando el valle del Lozoya con sus embalses de la Pinilla y Rio Sequillo y la Cachiporrilla enfrente, el aperitivo sabia a gloria; momento que aprovecho José María para la foto de grupo. En la lejanía, al este, se distinguían los embalses de Puentes Viejas y del Atazar; al oeste, sobre Peñalara,  las nubes se resistían a desaparecer, aunque no tardamos mucho tiempo en poder contemplar y disfrutar de la elegancia de su perfil que tiene desde esta zona cual aprendiz de Cervino.

Las conversaciones discurrían animadas entre el fútbol, con la resaca del último partido de la Champions, derbi madrileño, y el recuerdo de las alegrías previas al encuentro que habíamos celebrado el miércoles anterior. Aunque había también otros temas de interés, en especial sobre el género que precisamente estaba ausente en la excursión. Alguna propuesta fotográfica original no llegó a cuajar, más asociada quizá a otras latitudes o al cuerpo de bomberos.

Camino del Reajo Alto, las vistas a nuestra izquierda, de la provincia de Segovia, eran espectacularmente primaverales: una gran llanura verde con muchas motas marrones que dibujaban sus villas. Pasamos también por las bonitas lagunillas en el alto del Hornillo, con sus preciosas ranitas verdes de San Antonio.

En Reajo Alto, se dieron la vuelta nuestros compañeros de media excursión, con las correspondientes disculpas previas. La senda seguía horizontal, las vistas de la Cabrera eran excepcionales, como una pequeña sucesión de montañitas de chocolate separadas de todo el resto. A la altura de Lomo Gordo, Antonio dio un golpe de timón y nos pusimos a descender cortafuegos abajo, casi 250 metros de desnivel, hasta llegar al Camino Horizontal, pista forestal que da honor a su nombre, y  terminaría llevándonos de nuevo al puerto de Navafría, desde donde habíamos partido.

Mirando hacia el noreste, podíamos distinguir la vieja ruta del tren en desuso Madrid-Burgos y su túnel, que fue objeto de búsqueda en la excursión 188, La Chorrera de San Mamés; incluso vimos dos cervatillos, que alguien comentó que serian los recién nacidos en aquella ocasión.

Las vistas seguían siendo espectaculares desde el camino dulce serpenteando entre pinos y cruzado por distintos arroyos. Precisamente al lado del Arroyo de la Chorrera disfrutamos de nuestros bocatas de senderistas.

Reanudada la ruta, ¡que tres ejemplares de boletus pinicola nos encontramos!. Juntitos y de un kilo cada uno, algo espectacular, un poquito maduros eso sí; luego hubo más setas, unas magnificas bolas blanca de hasta medio kilo (calvatia utriformis). La primavera es que lo hace todo hermoso.

La senda horizontal continuaba, los kilómetros acumulados ya eran muchos, y las ganas de llegar más, y todos intentábamos calcular el total de kilómetros que iban a resultar.

Terminamos en el pueblo de Lozoya, en la terraza del bar Serna, con dos grandes banderas Atléticas en su frente, tomándonos las correspondientes cervecitas frías, que sabían a gloria. Agradeciendo a Antolin y Pepe A, su invitación, felicidades por su cumpleaños.

Excursión aunque larga, casi 23 kms, suave, agradable y entretenida con estupendas vistas, en un buen día de primavera, y en magnifica compañía. Madi concede a esta excursión la calificación de tres sicarias.
Ángel R. Otero

miércoles, 22 de abril de 2015

Excursión 229: La Mariposa de Pinares Llanos

FICHA TÉCNICA
Inicio: Peguerinos
Final: Peguerinos
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 15,2 km
Desnivel [+]: 464 m
Desnivel [--]: 464 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: 
Ciclable: En parte
Valoración: 3
Participantes: 33

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RESUMEN

El otro día me encontré con mi amigo, ese que me envidia y me pregunta por la excursión de los miércoles. ¿Qué tal Manuel el miércoles?, ¿Dónde fuisteis?. Tengo que deciros que mi amigo trabaja y daría lo que fuera por acompañarnos los miércoles con Antonio, pues le encanta la montaña, el campo,  la naturaleza, los amigos, las mariposas, las cervezas…….

Cuando le comenté que ayer estuvimos en el pueblo de Peguerinos, en Avila por los Pinares Llanos en busca de una famosa mariposa que tiene nombre de mujer, se intrigó, pues no conocía la historia. Al final me pidió que le contara la historia y la descripción de la excursión.

Quedamos en la plaza del pueblo de Peguerinos. El día comenzaba bien, un día estupendo azulado y soleado con buena temperatura, pero la llegada de algunas nubes acompañadas de un ligero viento, me hizo pensar que no íbamos a tener un buen día. Allí estábamos todos. Empezamos a andar cuando levantó el banderín Antonio, pero vimos venir un coche, ¡es Javier!. Venía tan acelerado que se dejó el coche encendido durante todo el tiempo que duró la excursión, eso sí al “ralentí”.

Comenzamos la marcha alrededor del embalse de La Aceña, camino ancho, plano y fácil. Al rato, como a unos 2 Km, llegamos a un punto en el que giramos a la izquierda, encontrándonos con una pared. ¡Uffff!. Después de un buen rato subiendo alcanzamos la cima, donde nos esperaba unas vista formidables del pueblo de Peguerinos y del embalse de La Aceña. Aquí hicimos una pequeña parada para reponer fuerzas después de la subidita.

Este  embalse es de los más nuevos, se inauguró en el año 1991. Y es el  que se encuentra a más altitud de todos, sus aguas proceden del río Aceña (aguas que por cierto bautizaron en cuerpo y alma a la nueva senderomaga Rosa C.)  y puede trasvasar sus aguas al embalse de La Jarosa. Su capacidad de almacenaje es de 24 Hm3.

Seguimos la marcha  por una pista ancha en la que los pinos habían desaparecido. Nos encontramos con un ganadero que llevaba en su 4X4 de los años 90, el desayuno a sus vacas y caballos, algunos tipo percherón, ¡Qué patas!, ¡Que osobucos!. Este hombre nos dijo que atáramos a nuestros perros y así lo hicimos. Nos tuvimos que parar por el paso del ganado hacia lo alto de la montaña, como si de un paso a nivel se tratara. La tirada de fotos no paraba.

El grupo, como es habitual empezó a estirarse. Comenzamos a descender, ahora sí, entre pinares. Cruzamos el arroyo de Navalacuerda sin problemas, no tuvimos que utilizar ninguno la pértiga. Llegamos a la Casa de La Cueva, un alojamiento rural en plena Sierra de Guadarrama, allí en sus magníficas praderas nos comimos los bocatas y de postre unos bombones por cortesía de Ana C. Todo ello regado con el estupendo vino de Jumilla del tío de la bota, que no es otro que José Luis FG. Por cierto quedamos en pedir un camión cisterna para todos los senderomagos que lo soliciten. ¡Qué éxito!. Marcelo creo que tu vino tiene los días contados. Aunque pensándolo bien, tienen cabida los dos.

Pero hubo más, baile y música que trajo Fernando. Aquello parecía un campamento juvenil de verano en pleno mes de julio. Ahí estaba Paco R. “Cayenne”  tirado por los verdes suelos jugando con Teo (se notaba que no había comido mucho), estaba ágil como un gato.

Seguimos la marcha en busca de la placa de bronce conmemorativa al descubrimiento en Los Pinares Llanos de ésta preciosa mariposa llamada Graellsia Isabelae. Graellsia se debe a su descubridor el Dr. Graells e Isabelae, por habérsela dedicado éste a Isabel II.

Este lepidóptero es el más bello de Europa y uno de los más grandes. Su tamaño es de 8 ó 9 cm, es nocturna y aparece en primavera.

Al igual que en la mayoría de las grandes mariposas nocturnas lo mejor para distinguir los sexos son las antenas plumosas del macho.

Esta vez tampoco la vimos. Difícil si es nocturna. Pero eso sí, nos vimos todos en la foto de grupo  junto a la placa. Y allí nos abandonaron Ana, José Luis H. y Marcos.

Continuamos la marcha por praderas soleadas hasta que llegamos a una elevada formación granítica, con piedras gigantescas, situadas en un sitio privilegiado, dónde desde su cima se podía contemplar unas maravillosas vistas de  Los Pinares Llanos, pinares formados por el pino ibérico el Pinus Silvestre.

Empezamos a bajar por una pendiente muy pronunciada, hasta que llegamos al río Aceña. Allí hicimos una paradiña esperando al grupo.

Momento que aprovechó  una valiente para darse un baño, con el pretexto de ir a coger agua. No le faltaron ofrecimientos de todo tipo de prendas, menos ropa interior, tenía de todo. Rosa, espero que el móvil se te haya secado- marinado con el arroz.  Algunos creyendo que teníamos que cruzar, se buscaron la vida y pasaron. No hizo falta pues más adelante había un hermoso puente.

Después de bordear  un poco el pantano llegamos a Peguerinos. Algunos se cambiaron de calzado, otras de pantalones. Rosa C. se puso los pantalones de recambio de Santiago. Eso sí Rosa estaba un poco molesta porque los calcetines que le había dejado Paco C. le estaban pequeños, cuestionándose si Paco lo tenía todo pequeño. Creo que Paco se lo aclaró luego en privado.

Y llegó lo mejor del día, las cervezas que nos invitaron Paco C. Melchor por sus cumpleaños y Javier B. como castigo por llegar tarde. El  bar se llamaba Cesárea, todo ello amenizado con el himno del Atlético de Madrid que se sacó Fernando S. del “ __Bose__”  y con el baile correspondiente.

Al final tuvimos un buen día, con 33 buenas compañías (5 chicas y 3 perros)  y con muy buen rollo que hicieron que los 15,2 Km andados nos pareciesen 5. Excursión para todos los públicos. Por todo ello le concedo 3 sicarias.

¡Qué bien os lo pasáis¡ --me dijo mi amigo.
Intentamos, le contesté.
¡A ver si un día puedo ir con vosotros¡.
No va a poder ser,  le contesté. -¡Por qué!
Porque sólo admitimos chicas. - ¡Quéeeee!.
Manuel Crespo

miércoles, 15 de abril de 2015

Excursión 228: La Pedriza por Peña Sirio

FICHA TÉCNICA
Inicio: El Tranco. Manzanarea El Real
Final: El Tranco. Manzanarea El Real
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 12,3 km
Desnivel [+]: 646 m
Desnivel [--]: 623 m
Tipo: Circular
Dificultad: Alta
Pozas y agua: 
Ciclable: No
Valoración: 4,5
Participantes: 29

MAPAS
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PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
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RESUMEN

A pesar de los agoreros partes meteorológicos, que  pronosticaban lluvia y frío… a pesar de que  el día había amanecido nublado, a pesar de que unos minutos antes, Melchor (a traición) me había anunciado que esta vez no me libraba de la crónica…a pesar de todo,  al llegar  y ver las caras sonrientes de los compañeros, al encontrarme con Raquel, Rosa y Nines, a las que hacía tiempo que no veía,  al comprobar que  ni el frío, ni el viento ni la lluvia parecían amenazar….casi  me olvidé de la maldición que había caído sobre mí y me dispuse a disfrutar de la excursión, que, al fin y al cabo, a eso habíamos ido.

Así que iniciamos la marcha a las diez y media en punto desde el aparcamiento de El Tranco 29 senderomagos, con nuestras mascotas Mecha y Teo, que no paraban quietos. Empezamos subiendo por la senda junto al río Manzanares hasta llegar a la pasarela que cruza el arroyo de La Majadilla. Una vez al otro lado, seguimos un tramo  del camino de La Autopista y, al poco, tomamos una senda  medio escondida con una fuerte pendiente hacia arriba (aquí, la poca ropa de abrigo que llevábamos empezó a sobrar). Enseguida conseguimos nuestro  primer objetivo, el Chozo Kindelán.

Tan singular refugio debe su nombre a los tres hermanos Kindelán, que a principios del siglo XX, cuando ir desde Madrid a la Pedriza era imposible en un sólo día, decidieron construirlo aprovechando un hueco en la roca, usado como refugio los pastores. Está frente al Cancho del Postigo, al que los hermanos Kindelán cambiaron el nombre por el de Peña Sirio después de observar que en las noches de verano la estrella Sirio aparecía justo  por encima de la peña. Todo esto lo contó muy bien Paco C. que, aún no lo he dicho, fue quién preparó la excursión.

Aquí descansamos un poco, nos hicimos la foto de grupo y volvimos a bajar para cruzar de nuevo el arroyo de La Majadilla, esta vez sin pasarela, y llegar a la pradera donde está situado "El Cerdito", una gran roca a la que por más que miramos no le encontramos el parecido, tras intentarlo, continuamos la senda aguas arriba. Pasamos cerca de la Charca Kindelán, que, según parece,  los hermanos utilizaban de piscina (y Paco N. también cuando se lleva la toalla). 

Poco después tomamos una senda  de pendiente considerable (otra vez) con el 2º objetivo: rodear Peña Sirio y llegar a su mirador. En este tramo pasamos por debajo de la Cueva de la Mora, que nos esperaba bailando la danza de los siete velos según contó Paco D. Joaquín añadió que él mismo la había subido en brazos hasta allí. Pero la Mora ¡qué poco agradecida!, no se dignó salir a saludar (o no se atrevió, quien sabe).

En el camino, nos encontramos con impresionantes paredes de piedra y formaciones tan curiosas como la de Snoopy o ésta que fotografió José María:    

Alguien dijo: ¡qué buena encimera, con el hueco para el fregadero y todo!

 Había pasado de sobra la hora del tentempié y a algunos nos rugía el estómago, así que,  justo cuando empezaba a chispear, encontramos una cueva y allí que nos metimos unos cuantos en plan troglodita para dar cuenta de los bocatas, que ya no sabíamos si tocaba tentempié o qué. Para entonces, los que iban delante debían haber  llegado ya a lo que se conoce por  El Jardín de Peña Sirio, un poco más arriba, que era el sitio previsto para “El Angelus”, como  llama Santi a la parada del aperitivo. Y allí se quedaron aguantando el chaparrón sin querer acercarse a nuestra cueva. Creo que alguno echó de menos la bota de José Luis e hizo una escapadita…

Y hay que decir que este pequeño chaparrón fue el único de toda la excursión. Cuatro gotas bastaron para que al rato luciera un sol esplendoroso, en contra de lo previsto.

Con el bocata a medio comer por la prisa de los que se estaban mojando, subimos a todo correr y al llegar arriba nos encontramos con un amago de secesión, unos por un lado, otros por otro, que si Paco C. va por aquí, Antonio por allá...que si dicen que es por ahí, que no… que cómo nos vamos a dividir…. Así que con un ojo puesto en la senda por la que habían empezado a descender buena parte del grupo, otros nos fuimos en dirección contraria subiendo hasta el  mirador: preciosas vistas y un grupo de cabritas casi mimetizadas con el color de las piedras.

Bajamos  corriendo para alcanzar a los demás  por el Arroyo de los Huertos , entre piedras enormes, pedruscos y zarzas. Cuando nos reencontramos con el grupo, Antonio nos anunció que, como no habíamos andao ná, íbamos a alargar un poquito la cosa, así que de nuevo a subir, a bajar y  a volver a subir por  medio de la “selva”. Por aquí fue donde a Paco N. empezó a molestarle el riñón, afectado por un principio de cólico nefrítico, pero aguantó  subidas y bajadas como un jabato.

Y llegamos a la Gran Cañada, un valle por el que antiguamente pasaban los rebaños. El paisaje desde aquí es una maravilla: el verdor  y la luminosidad de la enorme pradera entre las moles de granito es verdaderamente  espectacular. Desde allí bajó Paco N. directo al pueblo acompañado por los que tenían que volver pronto.

El resto subimos hasta el risco de Las Mozas y bajamos luego hasta la senda Maeso. Por esta zona hicimos el segundo descanso vigilados por unos machos cabríos que, vistos de cerca, impresionaban lo suyo. Pero cuando Joaquín se acercó a darles de comer salieron huyendo, así que no se yo …

Volvimos de nuevo a descender en dirección al pueblo, pasando junto a “El Caracol”, otra de las curiosas formaciones rocosas de las muchas que encontramos,  y  otro  desvío: una subidita para visitar la cueva Ave María, oscura como la boca de un lobo. Gracias a los que llevaban linterna no nos dimos de morros contra las piedras del suelo.  ¡Suerte que siempre hay alguien que va preparado para un imprevisto!

Otra vez en la senda Maeso. En lugar de bajar directamente al pueblo y tener que atravesarlo por el asfalto, Antonio tuvo la buena idea de llevarnos de nuevo, subiendo, bajando  y vuelta a subir  hasta desembocar en una mullida pradera donde los que teníamos prisa no pudimos parar a echar una siestecita al sol, ¡qué envidia!

Así que allí los dejamos a todos disfrutando de unas vistas impresionantes y, siguiendo las indicaciones de Antonio, bajamos de nuevo al Tranco pasando por “El Indio” con su pose de Gran Jefe.

Y cansados pero muy contentos, aunque echando de menos la cervecita que seguro se tomaron los demás,  llegamos finalmente al punto de partida-llegada.

Esta excursión, según la agencia Madi esa, merecería 5 sicarias de sobra, pero creo que, por solidaridad con Paco N. deberíamos dejarla en 4,5.
Rosa Pérez

PD: Tengo que agradecer la ayuda de mi “guionista” Melchor y la de José María, que con su precioso reportaje fotográfico me ha refrescado la memoria.


FOTOS

miércoles, 8 de abril de 2015

Excursión 227: El Tajo por Toledo

FICHA TÉCNICA
Inicio: Toledo
Final: Toledo
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 11,3 km
Desnivel [+]: 273 m
Desnivel [--]: 273 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: 
Ciclable: En parte
Valoración: 4
Participantes: 36

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta





















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PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
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RESUMEN

Nos encontramos, no por casualidad, en el aparcamiento de Safont, junto a la estación de autobuses de la bella ciudad de Toledo. Besos, abrazos y saludos de rigor. Cercano al aparcamiento se encuentra el pantano y el molino de Safont.

Como de costumbre y sin mucho preámbulo, el boss comienza a caminar por el margen derecho del Tajo, hacia el puente de Alcántara, de origen romano y uno de los más emblemáticos de la ciudad. Accedemos por la llamada Puerta de Alcántara, cruzamos el puente para alcanzar la margen izquierda del río. Empezamos a descubrir la ciudad, desde el mirador junto al río, disfrutamos de una bonita estampa, el puente, la puerta y el Alcazar.

Bajo el puente y por el sendero que transcurre junto al río, divisamos alguno de los antiguos molinos ribereños. Unos maltrechos y otros restaurados.

Dejamos el sendero, pisamos un poco de asfalto (ruta de Don Quijote) y campo a través por un pequeño barranco, nos topamos con un arroyo y su leyenda, la de la Degollada. Y como no podía ser de otra manera, nuestro narrador oficial del GMSMA, Antonio V, en el mismísimo arroyo y junto al puente del mismo nombre, nos deleitó con esta mágica y antigua leyenda.

Ni que decir tiene que todos estábamos ensimismados con la historia, a pesar de su final. “bla,bla,bla…. y salieron al encuentro de Rodrigo y Zahira dos jinetes sarracenos y al llegar al arroyo la degollaron”.

Una lástima que el propio narrador nos confesara que ni él mismo se creía la historia. No importa, soy un soñador, me creo la leyenda tal y como se cuenta.

Dejamos el arroyo y vuelta al Tajo (me refiero al río), nos espera en su parcela y junto al embarcadero del transbordador que cruza el río, un caballero de hojalata, el Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Saludo y foto de rigor al caballero mientras contemplamos las bonitas vistas de Toledo que desde aquí se tienen.

Siguiendo la marcha, llegamos a un molino ya desmantelado, los de por aquí no son de viento, estos son  hidráulicos. Algunos de ellos convertidos en centrales eléctricas a principio de los años 90.

Cambiamos de tercio y volvemos a las alturas, nuestro próximo objetivo era la peña de Rey Moro, a la que había que ascender siguiendo una senda zigzagueante.

De camino  a la peña, pasamos junto al cerro del Bu, donde actualmente se realizan trabajos arqueológicos. Visita rápida a  la Ermita de Nuestra Señora del Valle, donde muchos intentaron conseguir dar los tres toques de campanas que manda la tradición.

Llegamos con viento fresco, a la famosa peña, que se encuentra por encima de la ermita, desde aquí, la vista de la ciudad es un lienzo impresionante. La Catedral, el Alcazar, la academia de Infantería, el castillo de San Servando, las torres de las Iglesias, los tejados, etc,etc. Ahora entendemos el por qué el Greco inmortalizó esté mosaico allá por el siglo XVI.

Aquí un descansito y aperitivo montañero como de costumbre. Por cierto José Luis, que sea la última vez que te dejas la bota de vino en casa, sin bota, no vienes más. No sé si me explico.

Se acabó el descanso, que nos quedamos fríos, rumbo al Parador. Mini estancia, una ojeada a las magníficas vistas de la ciudad desde la amplísima terraza, mientras que algún que otro senderomago se castigó con unas refrescantes cervecitas.

Ahora sí, ya toca ir pensando en conquistar la ciudad e ir bajando de las alturas. Vuelta al río hacia el puente de San Martín, no sin antes tener que ir barranco abajo y barranco arriba, y aunque para este grupo andarín, esto parecería un camino de rosas, coser y cantar, pues menudo chasco, porque al parecer los moradores de la ciudad, querían vender caro el asalto y nos tenían preparada una sorpresita, que por momentos dejó algo mermada nuestra moral.


Nos vimos sorprendidos por cientos de espinas  que astutamente estaban amontonadas en el suelo y que parecía que tenían vida propia. Taladraban toda clase de calzado, deportivas, botas, suela de goma, cuero. Imposible deshacerse de ellas sobre la marcha y menos sin ayuda. Espinas como anzuelos, penetraban como en manteca y se suicidaban dentro.

Dicen las malas lenguas, que quien más se empleó en la ayuda, fue nuestro Joaquín, que con gran destreza quitó una a una las espinas clavadas en el calzado de Rosa C, todo un caballero. Si nos hubiesen acompañado nuestras queridas mascotas, aún estaríamos paseándolas a hombros y en procesión.

Al finalizar la cuesta y dejar atrás el campo de batalla, sentaditos en un muro, nos entretuvimos quitándonos las espinitas, cada cual como pudo, algunos hasta tuvieron que emplear alicates para arrancar estas espinas de las chumberas. De los tallos salen los artejos o palas y en estas palas están las benditas espinas. Se podían haber esperado para podar. Sin duda, fue la anécdota de la jornada. A los documentos gráficos me remito.

Recuperados del ataque y pensando más en la comida que en cualquier otra cosa, reanudamos la marcha, rumbo a la ciudad por el oeste, puente de San Martín.

Obligada foto de grupo en dicho puente. Esta vez el fotógrafo no fue José María, nos retrató un joven turista argentino de la provincia de Santa Fe ciudad de Rosario.

Una de las leyendas que nos envío Paco N, se refería a este puente. Al cruzarlo, a la izquierda hay una placa cerámica en alusión a La mujer del Alarife “El valor de una mujer salvó el honor del alarife incendiando el puente de San Martín”. En el lateral del puente, en el arco central, hay una talla, dice la leyenda, en honor a la mujer, otra leyenda más de las muchas que hay en la ciudad.

Seguimos caminando y  alguno de nosotros reparó en unos pequeños azulejos incrustados en el suelo y con motivos claramente referidos a los antiguos moradores del barrio de la  judería.

Jesús S. me ha pasado información al respecto. Al parecer los alumnos de albañilería de la Escuela Taller, elaboraron las placas o azulejos con tres logotipos distintos, uno con el símbolo de la Red de Juderías de España, que recuerda un mapa de la Península Ibérica, otro con la palabra *vida* escrita en hebreo y una tercera con el símbolo de un candelabro, muy destacado en la cultura sefardí.

De camino, pasamos por el convento de San Pedro Mártir, de nuevo otra placa haciendo alusión a otra de las leyendas enviada por Paco, la leyenda de “El Beso”. Ésta mucho más reciente, de la época de la toma de la ciudad por los franceses (1808-1812).

Parada y gran vista panorámica de la ciudad, desde las torres de la iglesia de San Ildefonso (Los Jesuitas), incomparable mirador de la ciudad, previo pago de 2,50 euritos, alguno de nosotros preferimos tomamos una cañita y ver la panorámica después en los distintos reportajes que harían.

Caminando y caminando, por fin llegamos junto al ayuntamiento y catedral, donde, de nuevo Antonio V. nos cuenta una historia, esta vez verdadera y de su familia, referida a su abuelo, que fue seminarista en Toledo y estuvo presente e incluso cruzó una mirada con Hirohito emperador de Japón, cuando éste entraba por la puerta de la catedral, o al menos eso nos había contado en otras ocasiones, aunque al parecer, el emperador jamás estuvo en Toledo. En fin otro mito roto.

Continuamos por la calle Cardenal Cisneros ¡que estrechita!, hasta darnos de bruces con el restaurante Los Cuatro Tiempos. Qué bien, y a comer! Gran mesa corrida en salón privado, cervecita y a dar buena cuenta del menú. Cada grupito con sus chascarrillos, risitas, chistecitos, vamos lo habitual en estos casos y con buen rollito, menos Antolín y Antonio, que estuvieron un ratito con cara de niños cabreados porque el camarero no les servía el segundo plato, ni caliente ni frío, ¿qué le habrían hecho al pobrecillo?.

Llegó el gran momento, el de las estrellas y, como de costumbre, Antonio organizó el cotarro, en esta ocasión con Rosa C. como ayudante, pero con la cosa de la crisis, nos hemos quedado sin material, así es que, una vez que uno tiene el honor de cambiar de color, ya está devolviendo la estrella que tenía en depósito, para que otro compañero pueda disfrutarla, je, je, y eso que la economía va mejor.
A Javier M como primer estrellado, Rosa le hizo la pregunta del millón ¿dónde quieres que te la ponga? sin comentarios, risas, aspavientos, que alborozo, el respetable se viene arriba y la estocada acaba en el glúteo derecho del condecorado. Estrella negra.

Para José Luis F no hubo  pregunta, él solito se descubrió, mostró su ombligo, y fue condecorado en el pecho como Dios manda. Estrella negra.

Julián S fue condecorado como es debido, con la seriedad que requiere el acto. Estrella verde.
Vicente A, ni pregunta ni le preguntan dónde quiere ser condecorado porque su esposa estaba muy cerca y atenta. Estrella verde.

Para Tomy, tampoco hubo pregunta, y fue condecorada por Antonio, con mucho cuidado de dónde ponía las manos, digo la estrella, su esposo, con cara de guardia civil no le quitaba ojo. Estrella blanca tras seis largos años para conseguirla.

Pepe M, valiente y torero, afrontó la faena a pecho descubierto. Rosa se contuvo y le condecoró sin la efusividad que todos esperábamos. Estrella blanca.

Ricardo T, el último estrellado fue el más osado y, abusando de la dudosa confianza que le daba ser paisano de Rosa, le pidió ser condecorado en ciertas zonas delicadas, con el consiguiente estupor de Rosa y el griterío del personal, aunque finalmente fue su tripa la galardonada. Estrella blanca.

Por un error, nuestro querido Marcelo también debió ser condecorado como caballero estrella azul, y ha jurado venganza si no lo es en el próximo acto.

Y con este apoteósico fin de fiesta, continuamos la ruta para abandonar la ciudad de Toledo por la calle Carretas, puerta del Sol y puerta de la Bisagra, hasta llegar de nuevo al aparcamiento donde dejamos los coches.

Por lo compartido, comido y aprendido en esta excursión, le concedemos a la misma cuatro toledanas sicarias.
Paco Rodríguez