Inicio: El Tranco. Manzanarea El Real
Final: El Tranco. Manzanarea El Real
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 12,3 km
Desnivel [+]: 646 m
Desnivel [--]: 623 m
Tipo: Circular
Dificultad: Alta
Dificultad: Alta
Pozas y agua: Sí
Ciclable: No
Ciclable: No
Valoración: 4,5
Participantes: 29
MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta
* Mapas de localización y 3D de la ruta
TRACK
PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)
RUTA EN WIKILOC
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RESUMEN
RESUMEN
A pesar de los agoreros partes
meteorológicos, que pronosticaban lluvia
y frío… a pesar de que el día había
amanecido nublado, a pesar de que unos minutos antes, Melchor (a traición) me
había anunciado que esta vez no me libraba de la crónica…a pesar de todo, al llegar y ver las caras sonrientes de los compañeros,
al encontrarme con Raquel, Rosa y Nines, a las que hacía tiempo que no veía, al comprobar que ni el frío, ni el viento ni la lluvia
parecían amenazar….casi me olvidé de la
maldición que había caído sobre mí y me dispuse a disfrutar de la excursión,
que, al fin y al cabo, a eso habíamos ido.
Así que iniciamos la marcha a las
diez y media en punto desde el aparcamiento de El Tranco 29 senderomagos, con nuestras mascotas Mecha y Teo, que no
paraban quietos. Empezamos subiendo por la senda junto al río Manzanares hasta
llegar a la pasarela que cruza el arroyo de La Majadilla. Una vez al otro lado,
seguimos un tramo del camino de La Autopista y, al poco, tomamos
una senda medio escondida con una fuerte
pendiente hacia arriba (aquí, la poca ropa de abrigo que llevábamos empezó a
sobrar). Enseguida conseguimos nuestro primer objetivo, el Chozo Kindelán.
Tan singular refugio debe su
nombre a los tres hermanos Kindelán, que a principios del siglo XX, cuando ir
desde Madrid a la Pedriza era imposible en un sólo día, decidieron construirlo
aprovechando un hueco en la roca, usado como refugio los pastores. Está frente
al Cancho del Postigo, al que los hermanos Kindelán cambiaron el nombre por el
de Peña Sirio después de observar que en las noches de verano la estrella Sirio
aparecía justo por encima de la peña. Todo
esto lo contó muy bien Paco C. que, aún no lo he dicho, fue quién preparó la excursión.
Aquí descansamos un poco, nos
hicimos la foto de grupo y volvimos a bajar para cruzar de nuevo el arroyo de La Majadilla, esta vez sin pasarela, y llegar a la pradera donde está situado "El Cerdito", una gran roca a la que por más que miramos no le encontramos el parecido, tras intentarlo, continuamos la senda aguas arriba. Pasamos cerca de la Charca
Kindelán, que, según parece, los hermanos utilizaban de piscina (y Paco N.
también cuando se lleva la toalla).
Poco después tomamos una
senda de pendiente considerable (otra
vez) con el 2º objetivo: rodear Peña Sirio y llegar a su mirador. En este tramo
pasamos por debajo de la Cueva de la Mora, que nos esperaba bailando la danza
de los siete velos según contó Paco D. Joaquín añadió que él mismo la había
subido en brazos hasta allí. Pero la Mora ¡qué poco agradecida!, no se dignó
salir a saludar (o no se atrevió, quien sabe).
En el camino, nos encontramos con
impresionantes paredes de piedra y formaciones tan curiosas como la de Snoopy o ésta que fotografió José María:
Alguien dijo: ¡qué buena
encimera, con el hueco para el fregadero y todo!
Había pasado de sobra la hora del tentempié y
a algunos nos rugía el estómago, así que, justo cuando empezaba a chispear, encontramos
una cueva y allí que nos metimos unos cuantos en plan troglodita para dar
cuenta de los bocatas, que ya no sabíamos si tocaba tentempié o qué. Para
entonces, los que iban delante debían haber llegado ya a lo que se conoce por El Jardín de Peña Sirio, un poco más arriba,
que era el sitio previsto para “El Angelus”, como llama Santi a la parada del aperitivo. Y allí
se quedaron aguantando el chaparrón sin querer acercarse a nuestra cueva. Creo
que alguno echó de menos la bota de José Luis e hizo una escapadita…
Y hay que decir que este pequeño
chaparrón fue el único de toda la excursión. Cuatro gotas bastaron para que al
rato luciera un sol esplendoroso, en contra de lo previsto.
Con el bocata a medio comer por
la prisa de los que se estaban mojando, subimos a todo correr y al llegar
arriba nos encontramos con un amago de secesión, unos por un lado, otros por
otro, que si Paco C. va por aquí, Antonio por allá...que si dicen que es por
ahí, que no… que cómo nos vamos a dividir…. Así que con un ojo puesto en la
senda por la que habían empezado a descender buena parte del grupo, otros nos fuimos
en dirección contraria subiendo hasta el mirador: preciosas vistas y un grupo de cabritas
casi mimetizadas con el color de las piedras.
Bajamos corriendo para alcanzar a los demás por el Arroyo de los Huertos , entre piedras
enormes, pedruscos y zarzas. Cuando nos reencontramos
con el grupo, Antonio nos anunció que, como no habíamos andao ná, íbamos a alargar un poquito la cosa, así que de nuevo a
subir, a bajar y a volver a subir por medio de la “selva”. Por aquí fue donde a Paco N.
empezó a molestarle el riñón, afectado por un principio de cólico nefrítico, pero
aguantó subidas y bajadas como un
jabato.
Y llegamos a la Gran Cañada, un
valle por el que antiguamente pasaban los rebaños. El paisaje desde aquí es una
maravilla: el verdor y la luminosidad de
la enorme pradera entre las moles de granito es verdaderamente espectacular. Desde allí bajó Paco N. directo
al pueblo acompañado por los que tenían que volver pronto.
El resto subimos hasta el risco
de Las Mozas y bajamos luego hasta la senda Maeso. Por esta zona hicimos el
segundo descanso vigilados por unos machos cabríos que, vistos de cerca,
impresionaban lo suyo. Pero cuando Joaquín se acercó a darles de comer salieron
huyendo, así que no se yo …
Volvimos de nuevo a descender en
dirección al pueblo, pasando junto a “El Caracol”, otra de las curiosas
formaciones rocosas de las muchas que encontramos, y otro
desvío: una subidita para visitar la cueva Ave María, oscura como la
boca de un lobo. Gracias a los que llevaban linterna no nos dimos de morros
contra las piedras del suelo. ¡Suerte
que siempre hay alguien que va preparado para un imprevisto!
Otra vez en la senda Maeso. En lugar
de bajar directamente al pueblo y tener que atravesarlo por el asfalto, Antonio
tuvo la buena idea de llevarnos de nuevo, subiendo, bajando y vuelta a subir hasta desembocar en una mullida pradera donde los
que teníamos prisa no pudimos parar a echar una siestecita al sol, ¡qué
envidia!
Así que allí los dejamos a todos
disfrutando de unas vistas impresionantes y, siguiendo las indicaciones de
Antonio, bajamos de nuevo al Tranco pasando por “El Indio”
con su pose de Gran Jefe.
Y cansados pero muy contentos, aunque
echando de menos la cervecita que seguro se tomaron los demás, llegamos finalmente al punto de
partida-llegada.
Esta excursión, según la agencia
Madi esa, merecería 5 sicarias de sobra, pero creo que, por solidaridad con
Paco N. deberíamos dejarla en 4,5.
Rosa Pérez
PD: Tengo que agradecer la ayuda
de mi “guionista” Melchor y la de José María, que con su precioso reportaje
fotográfico me ha refrescado la memoria.
FOTO REPORTAJES
* Foto reportaje de José María Pérez
* Foto reportaje de José María Pérez
FOTOS
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