miércoles, 26 de febrero de 2014

Excursión 176: La Cruz del Mierlo - Sierra de los Porrones

FICHA TÉCNICA 
Inicio: Aparcamiento de entrada a la Pedriza
Final: Aparcamiento de entrada a la Pedriza
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 17,1 Km
Desnivel [+]: 822 m
Desnivel [--]: 825 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: No
Ciclable: No
Valoración: 4,5
Participantes: 36

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta














































PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RUTA EN WIKILOC
Ver esta ruta en Wikiloc

RESUMEN

Escarmentados tras los 30 minutos de castigo impuestos a Antonio V., en esta ocasión partimos todos puntualmente a la hora programada desde el aparcamiento junto al Centro de Interpretación de La Pedriza, batiendo además, con 36, el record de participación, asistiendo por primera vez José Antonio, que se une al meritorio grupo de Alcalá.

El paseíto inicial es muy agradable y ayuda a ir entrando en calor, pero, al llegar a la pista, la pendiente constante va diseminando el grupo; mientras, la nevisca se alterna con el sol, haciendo imposible decidir qué prendas son las más apropiadas para abrigarse, por lo que las paradas para cambiarse son frecuentes.

Seguimos subiendo por la pista y, de esta manera, como quien no quiere la cosa, llegamos hasta un desvío a mano izquierda que sube de forma pronunciada.

El hecho de que fuéramos desperdigados favoreció que los últimos cinco componentes del grupo no se dieran cuenta de este desvío y siguieran adelante, sin que ni ellos ni el grueso de la excursión se dieran cuenta hasta pasado un buen rato. Es por eso que ahora esta historia se divide en dos. Veamos primero que pasó con el grupo adelantado:

El camino contrasta con la pista. La pendiente aumenta y aparece la nieve. Al ir ganando altura apreciamos las vistas cada vez mejor, vamos paralelos a una alambrada durante un trecho y después la cruzamos, llegando a un breve rellano: es el conocido como Collado de Valdehalcones y es en esta praderita donde tomamos el almuerzo junto a la Cruz del Mierlo.

Se trata de unas piedras que por su forma (de cruz, más o menos imaginada) han hecho surgir la leyenda: una historia de bandoleros, doncellas secuestradas y muchas muertes… vamos un culebrón ambientado en el siglo XIX, que Joaquín nos relata con maestría y sentido del humor, propia de los juglares de otros tiempos. Para más detalles sobre tan truculenta historia pinchar aquí.

Y es en medio de tan agradable parada cuando se repara en que hemos perdido a cinco de los participantes. Tras contactar por teléfono (¡bendita cobertura casi universal!), acordamos con ellos el encontrarnos más adelante.

Reanudamos la marcha por los Porrones: Peña Blanca, Collado de las Loberas, Collado de los Vaqueros, Cancho de las Porras… la marcha (algo durilla) hace que haya algún pequeño desfallecimiento, así que el grupo se divide en dos: los que tienen un poco más de prisa porque tienen que volver antes, se van bajando con Antonio y el resto que llegamos por fin, cansados pero contentos, al Collado del Porrón donde nos reunimos con gran alegría con los cinco “extraviados”. Veamos que había pasado con ellos entre tanto:

De vez en cuando, los que habíamos quedado más rezagados tomábamos algún atajo para acortar la distancia en las curvas. Creo que fue así como 5 de los participantes nos dimos cuenta en cierto momento de que no parecía haber nadie por delante, a pesar de que tampoco teníamos a nadie por detrás.

Enseguida lo confirmamos al llegar a la intersección con el PR-16: Nos habíamos pasado del desvío hacia la cruz del Mierlo. Como teníamos a Santi con su bota de vino, no había prisa y nos venía bien una excusa para volver otro día a estos parajes, decidimos tomar el PR cuesta arriba hasta confluir con el grupo principal.

La subidita por el PR tenía su miga, sobre todo al principio. Recuerdo que, apenas media hora después de iniciar el sendero, José Luis H. casi aseguraba que habíamos subido lo menos 700 metros de desnivel y que jamás íbamos a coincidir con los demás, pues estos seguro que no iban a llegar ni remotamente a tales altitudes.

Hicimos algún intento por convencer a José Luis para usar bastones y así mitigar su cansancio, pero sin éxito. Por fin, ya entre la nieve, descansamos un rato y retomamos fuerzas compartiendo el vino y las viandas de que disponíamos. Me acuerdo de que Santi afeó el atrevimiento, por ir solo, de un exultante joven que subía casi corriendo, pero yo creo que nos daba envidia el ritmo desenfadado que llevaba.

Conseguimos contactar con Antonio, quien nos dio instrucciones de hasta donde seguir. Hasta donde la senda llanea y se acaba el pinar, nos había dicho, así que en cuanto vimos un claro en el bosque y se acabó la subida empinada, nos hicimos ilusiones.

Pero tras explorar el terreno yendo para adelante y para atrás e incluso encaramándonos a algún roquedo, lo único claro que teníamos era el lujo de contemplar un panorama arrebatador, ya que el cielo se había despejado definitivamente.

Seguimos, pues, por la senda inmaculada de nieve, ya no tan en cuesta, disfrutando del bonito paseo hasta llegar prácticamente a la cuerda de Los Porrones.  Ahí Santiago, siempre atento, atisbó a nuestras espaldas unas figuras humanas recortadas en la cumbre de un gran cancho, próximo al de las Porras, y que a falta de nombre, le hemos bautizado como Cancho Mágico, en honor a nuestro grupo.

Allí corrimos en algarabía hasta fundirnos en abrazos, celebrando el reencuentro como si volviéramos de la guerra. Al abrigo del cancho Porrón nos reconfortamos tomando los bocatas juntos y muchos degustamos el excelente caldito, aún hirviendo, con el que Manuel nos obsequió. Hay que exceptuar a 6 senderomagos que ya habían iniciado la vuelta por el PR; véase, como testimonio, la foto 59 de Antonio, donde posa orgulloso acompañado de 4 preciosas senderomagas... ¿o serán sicarias?

Bueno, pues recuperada en parte la unidad del grupo, ya solo queda bajar. No sin antes deleitarnos con las vistas: Manzanares, El Boalo, Matalpino (justo debajo de nosotros), Becerril, Moralzarzal (con su extraño platillo volante, que no es otra cosa que la plaza de toros cubierta… es que por aquí hay bastante afición…). La oportunidad de obtener buenas (algunas muy buenas) tomas fotográficas se aprovecha ampliamente, como se puede comprobar en la sección correspondiente.

La bajada rápida y sin contratiempos… una breve parada en el merendero del Puerto Quebrantaherraduras, donde alguno a poco saca la baraja.

Seguimos, las piernas van notando los kilómetros: serán 17 en total… no está nada mal. Al cruzarnos con la carretera nos encontramos con Antonio que había subido con su coche, hecho que aprovechan algunos para acabar cuanto antes…

Los dos cronistas de estas “historias paralelas” están de acuerdo en otorgar a esta excursión la calificación de 4.5 sicarias.
Melchor y Paloma.

miércoles, 19 de febrero de 2014

Excursión 175: Alto del León - Cueva Valiente - San Rafael

FICHA TÉCNICA 
Inicio: Puerto Alto del León
Final: San Rafael
Tiempo: 4 a 5 horas
Distancia: 12,3 Km
Desnivel [+]: 550 m
Desnivel [--]: 795 m
Tipo: Sólo Ida
Dificultad: Media
Pozas y agua: No
Ciclable: En parte
Valoración: 5
Participantes: 29

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta
























PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta













TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RUTA EN WIKILOC
Ver esta ruta en Wikiloc

RESUMEN
Amaneció el miércoles un día estupendo y como dicen los estatutos qu­­e “salimos aunque haga bueno”, pues nos fuimos dirigiendo hacia el lugar de la convocatoria: el Alto del León.

Al irnos acercando vamos viendo que todo está despejado, la Cuerda Larga se dibuja sobre un azul limpio e intenso, el día promete… pero hay algunas nubecillas al noroeste…

Después de pasar las curvas del puerto por la antigua N-VI, vemos que las nubecillas se han transformado en niebla cerrada, viento gélido y perspectiva de nieve por todo el recorrido (ahora comprenden algunos por qué nos han dicho que traigamos los guetres).

Así que nos abrigamos en condiciones y comenzamos a andar por una pista forestal, encontrándonos con una torre de antenas del ejército e inmediatamente con otra de Telefónica. Los radioenlaces, casi todos en desuso y vistos a través de la niebla, tienen un cierto toque de nostalgia.

Bordeando Cabeza Líjar y después de una hora y pico de marcha, hacemos una primera parada de reagrupamiento. Alguien ha hecho un dinosaurio de nieve de buen tamaño y, aunque esta descabezado, algunos no pueden resistir la tentación de fotografiarse con él.

Seguimos caminando, subiendo y bajando, por tramos de poca pendiente… unas veces por la cara sur (Madrid), otras por la cara norte (Segovia). Más tarde nos adentraremos también por la provincia de Ávila.

Encaramos la pendiente para ir tomando altura y aumenta la cantidad de nieve: son 30 o 40 cm de nieve limpia, brillante, como recién caída… somos los primeros en pisarla y nos hundimos hasta las rodillas.

Los árboles aparecen cubiertos de nieve congelada: parece una postal navideña en 3D y 360º. El sol hace tímidos intentos por imponerse a la niebla y, cuando lo consigue, el resultado es espectacular.

Seguimos subiendo y nos empieza a sobrar ropa. Por fin parada para el almuerzo: Teo y Mecha brincan alrededor de los bocatas… ¡qué rico el queso casero de los padres de Ana! … ¡y el vino de la bota!... y los pistachos… y…

Seguimos: falta casi una hora de subida. En este último tramo de ascenso el cielo comienza a despejarse y, coincidiendo con nuestra llegada al refugio de Cueva Valiente, se abre dejándonos ver el horizonte y también casi todo nuestro recorrido. Algunos, que no todos, suben hasta el vértice geodésico. La panorámica lo merece: Cabeza Líjar, el Alto del León (antes era de los Leones… ¿habrá habido un ERE y se han quedado con uno solo?... según Paco C., le pusieron ese nombre por los “leones de castilla” que tomaron parte en la guerra civil), la Peñota, el Pico del Águila y, un poco más lejos, la Maliciosa, Cabezas de Hierro, la estación de TV… pero la Mujer Muerta se resiste a salir de la niebla.

Y ahora toca bajar: nos esperan los chuletones. Hay diferentes formas de bajar: cautelosa, vertiginosa, a brincos o simplemente dejándose llevar por la ley de la gravedad… ni falta que hacen los trineos ni los esquís…

A medida que perdemos cota se despeja del todo el panorama y, ahora sí, ahí está la Mujer Muerta, Montón de Trigo… y, un poco más lejos,  con una nubecilla encima: Peñalara… la autovía, el túnel, San Rafael, el Valle de Rio Moros…

Después de aproximadamente una hora de bajada, llegamos a los coches que, previsoramente, Antonio había hecho que dejáramos­­ allí. Los conductores para arriba a por el resto de los coches y, en un momento, sentados por gustos culinarios: los de “casi sangrando” a un lado y los de “al punto” a otro lado, para facilitar el compartir los chuletones (todo está previsto).

Y para rematar la imposición de las estrellas: blanca para Pepe, azul para Jesús. Enhorabuena, ¡os la habéis ganado!

La excursión queda clasificada con 5 sicarias (a esto no ha sido ajena la calidad del chuletón, aunque el paisaje tampoco ha estado nada mal).
Paloma Sabio

miércoles, 12 de febrero de 2014

Excursión 174: Colmenar - Puente de la Marmota - Central de Navallar

FICHA TÉCNICA 
Inicio: Estación de Colmenar Viejo
Final: Estación de Colmenar Viejo
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 21,2 Km
Desnivel [+]: 580 m
Desnivel [--]: 521 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua:
Ciclable: En parte
Valoración: 4
Participantes: 34

MAPAS 
* Mapas de localización y 3D de la ruta

























PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RUTA EN WIKILOC
Ver esta ruta en Wikiloc

RESUMEN

Colmenar Viejo nos recibió blanqueado por la nevada del día anterior, con frío y con el cielo gris. Tras bajar las escaleras de la estación para cruzar las vías por debajo, tomamos un camino que se fue haciendo cada vez más atractivo, según nos alejábamos del pueblo.

Empezábamos así el disfrute de la senderomagia de los miércoles; todos menos uno, que venía al final corriendo a pasos cortos mientras sujetaba la mochila con una mano y con la otra trataba de ponerse la indumentaria adecuada; un día más, Antonio V. había llegado el último. Gracias, Antonio, por hacer que los despistes del resto pasen desapercibidos.

Mientras conjeturábamos sobre sí presenciaríamos o no la exhibición del perro hidepú del pastor, perdíamos altura y la nieve iba desapareciendo. Llegamos al redil y allí estaba el perrito de marras en segundo plano sin llamar la atención, mientras un mastín blanco grandullón no paraba de ladrarnos; como no estaba el pastor, no se pudo montar el espectáculo.

Más valía, pues, seguir andando; a la vuelta de la primera curva nos aguardaba otra exhibición, no por esperada menos sorprendente: la visión del río Manzanares con la cola del pantano de El Pardo culebreando hasta la cabecera del embalse en la lejanía, con la ciudad de Madrid al fondo sumida en la neblina.

Avanzamos, esta vez por una senda, hasta encaramarnos a lo alto del cerro de La Marmota, atravesando los restos una antigua conducción de agua que tiempo atrás se despeñaba hasta el río, seguramente como fuente de generación eléctrica. Sobre el depósito de acumulación de agua sobreviven las ruinas de una casa y, en lo alto, otras ruinas de lo que debió ser un privilegiado mirador.

Allí tomamos el tentempié y, tras ello, Miguel Ángel se reveló como un fantástico guía en estos parajes. Nos animó a subir un poquito más hasta la cumbre del cerro, desde donde se contemplaba un amplio panorama: Al sur, la inmensidad del Monte del Pardo, con el pantano en el centro y con sus cercas de piedra delimitándolo hasta el horizonte; al norte, Colmenar como en una postal navideña; al este, apenas entrevisto, Tres Cantos.

Bajamos hacia el río, nos topamos con la cerca de El Pardo y, bordeándola, nos precipitamos hasta el puente de La Marmota, de majestuosa factura y recientemente restaurado. Venía el Manzanares temible y desbocado por un estrecho cañón, tronando como yo nunca lo había visto, formando torbellinos entre las rocas y tragándose los árboles de la ribera que aguantaban la acometida increíblemente.

Subimos trabajosamente hasta una pista por la otra vertiente, la seguimos un trecho y nos encontramos vallado ¡y de qué manera! el paso al sendero que teníamos previsto. Aquí Miguel Ángel hizo su segunda contribución de la jornada indicando un camino alternativo, siguiendo la pista, que no nos desviaba mucho del trayecto planificado.


Dimos una amplia curva que enseguida se convirtió en una recta infinita, cuya monotonía hacía que el cansancio comenzara a manifestarse.

Por suerte, teníamos ciertos alicientes, como la aparición de algunos ejemplares de enebro de buen porte entre las encinas, el hallazgo de un burrito cariñoso y, sobre todo, el reencuentro con la nieve, que poco a poco se fue haciendo más densa hasta alfombrar totalmente los prados cuando, por fin, convergimos con la carretera de Hoyo de Manzanares.

Seguir la carretera hacia Colmenar se estaba haciendo un poco pesado, pero Miguel Ángel se conocía una bonita senda que atajaba casi hasta el río, así que llegamos cómodamente hasta un montículo presidido por una “escultura” de un automóvil que parecía querer ser un Mini, aunque puede que se nos antojara ver este modelo porque llevábamos un buen rato viendo desfilar por la carretera un montón de Minis, que seguramente se dirigían a algún evento organizado.

Bajamos enseguida al puente del Grajal, dicen que de origen musulmán, precioso, ligero y equilibrado, aunque ninguneado por el puente más moderno construido junto a él para dar paso a la carretera actual.

Algunos nos acercamos hasta la presa que hay unos metros más arriba, donde nos quedamos impresionados al ver y oír rugir el gran caudal de agua que estaba soltando. Mientras, el resto ya había comenzado a comer el bocadillo en los aledaños del puente, así que los demás tuvimos que darnos prisa para no perder comba.

Ya saciados, que buena falta nos hacía, nos dirigimos río arriba por bonitos vericuetos hasta la antigua central hidroeléctrica de Navallar, construida en 1900, muy bien conservada y de las pocas de esa época que deben perdurar; al pasar junto a ella, bullía bajo los pies un estruendo de turbinas y agua que parecía provenir de un monstruo del subsuelo.

Ya quedaba menos, no hacía viento y no nos había llovido, así que animados subimos por un camino hasta la vía del tren. Tuvimos la fortuna de que, aunque la anchura de la plataforma es de doble vía, sólo está construida una vía única, así que la otra hace de camino por el que se avanza muy cómodamente, si exceptuamos el agua acumulada que provocaba constantes salpicaduras al andar. Fue muy ilustrativo escuchar las explicaciones de Paco C. sobre las señalizaciones ferroviarias y demás características de la vía; tan bien se explicaba que nos costó aceptar que no había trabajado en Renfe.

La magia de Antonio había funcionado aceptablemente hasta un kilómetro antes del final, pero se ve que ahí Antonio perdió la concentración y los más rezagados nos llevamos como despedida un buen remojón. Ya a salvo en la estación, tomamos las consabidas cervecitas a cargo de Manuel y Santiago, recientemente agraciados con un año más.

Madi ha creído oportuno otorgar 4 sicarias a esta marcha.
Melchor.

FOTO REPORTAJES

Foto reportaje de José María Pérez