miércoles, 29 de agosto de 2018

Excursión 420: Ermita de Navares de las Cuevas

FICHA TÉCNICA
Inicio: Navares de Enmedio
Final: 
Navares de Enmedio
Tiempo: 3 a 4 horas
Distancia:  11,7 Km
Desnivel [+]: 194 m
Desnivel [--]: 194 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí
Ciclable: En parte
Valoración: 5
Participantes: 30

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta


















PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH

RESUMEN
En la excursión de hoy, nos reunimos a las 10 horas 30 minutos, en la plaza de la iglesia de Navares de Enmedio, un total de 30 participantes.

Antes de iniciar la marcha, los que quisieron tomar un café en el bar de Faustino, gracias a la gentileza de María Jesús (su mujer), que tuvo a bien abrirnos el bar antes de lo habitual.

En el lugar de la reunión merece la pena destacar la Iglesia de Santiago Apóstol, uno de los edificios más representativos del pueblo, construido en el siglo XVIII, en él se emplearon materiales de construcciones anteriores, posiblemente de la ermita de Santa Ana, de la que apenas quedan restos, solo algunos fragmentos de teja para identificar el lugar en el que se ubicó. 

Mientras unos tomaban café, y durante los saludos pertinentes, a alguno de los presentes le tentó la idea de tirar al pilón de la fuente a nuestro boss Antonio, quien nos contó que ya había pasado por esa experiencia en San Esteban del Valle, el pueblo de Antolín. Pero como aún era demasiado pronto para el baño desistieron de hacerlo.


Fue entonces cuando comenzamos la andadura por la calle principal del pueblo, en dirección Norte, para enseguida girar a la izquierda hacia la “pradera del río”, pasando por el lavadero, que se encuentra junto a la pared de la “Huertona”, hasta llegar al arroyo de los Navares.

Este arroyo, es conocido aquí como el “Henchidero”. Junto a él nos detuvimos para leer la información que explica detalladamente la construcción de otro lavadero, éste mucho más antiguo.

Aunque aún están las piedras que lo conforman, no las pudimos ver, por estar totalmente cubierto por la vegetación del arroyo.

En sus orillas crece una vegetación exuberante y diversa. En sus aguas se puede encontrar el cangrejo señal, en otros tiempos cangrejo nacional, así como una amplia diversidad de anfibios: rana común, sapo común, salamandra y la bonita rana de San Antón. En las orillas anidan aves como la lavandera blanca, el pájaro moscón, el pájaro carpintero o el ruiseñor común entre otros.

Reiniciamos la marcha por una senda estrecha, pero bien marcada, entre Nogales, Olmos, Sauces y Zaragatillos, a un lado el arroyo y al otro alguna que otra huerta.

Enseguida llegamos al puente de “San Roque”, situado entre el cementerio y el “Molino Viejo” y que se construyó para vadear el arroyo de los Navares.

Por él se transportaba el grano en sacos, a lomos de las caballerías hasta  el Molino. El “Molino Viejo” está actualmente en ruinas y debe su nombre a la maquinaria que utilizaba, por ser ésta muy antigua y cuya construcción parece corresponder al siglo XVIII.

Dejamos atrás el puente de San Roque para adentrarnos en “la dehesa” y enseguida llegar a la piscina municipal situada a nuestra izquierda (lugar de encuentro al final de la ruta), donde nos esperan las fresquitas cervezas y los corderos asados en horno de leña.

Como la marcha es muy tranquila y placentera y no faltan las historias, comentarios y preguntas, trataré de reflejar éstas a modo de relato. La mayoría de las preguntas reflejan las que se hicieron durante la marcha y hubo otras que se añadieron para contar alguna que otra historia.

La primera pregunta surge al encontrarnos, a unos 200 metros de la piscina, un edificio grande, ubicado también en la ladera izquierda.

¿De qué edificio se trata y cuál es su uso?
Pues bien, se trata de otro molino harinero, conocido como “la Fábrica”. Es el de más reciente construcción y el último que funcionó, siendo mi padre, Francisco Cid, prácticamente el último molinero que lo trabajó, allá por los años 60.

¿Cuántos molinos existieron?
Pues en apenas 6 km un total de 6 molinos harineros y un Batán.

¿Y ahora que utilidad tiene?
No hace muchos años fue comprado y restaurado con la intención de hacer un hotel rural, y cuando estaba casi terminado, se paralizó el proyecto para quedar abandonado a la suerte, una pena después de tanta inversión.

Seguimos caminando para que 300 metros más adelante, se formule la siguiente pregunta:

¿Y aquellos edificios que se encuentran detrás de esos gigantescos álamos, qué son?
Eso es “el Colmenar” mandado construir por Domingo Cid abuelo, de Enrique y mío. Nuestro abuelo transformó la inclinada ladera en terrazas, sobre las que plantó abundante Romero, Almendros, Cerezos y otros frutales, para que las abejas, con el néctar de las flores elaboraran una exquisita miel. En la orilla del río, también plantó Avellanos y Álamos, que son los que impiden su visión desde donde nos encontramos.

En mis años de infancia recuerdo venir a catar las colmenas a este lugar con mis padres, también quedó en mi memoria el delicioso sabor de la miel, al degustar los pequeños trozos de panal que se desprendían de los cuadros de cera, recibiendo a cambio, más de una dolorosa picadura de las abejas.
Con mi abuela Juana, venía muchos días de su mano, acompañándola para sentándose al pie de la colmena, en la “piquera”, matar los zánganos según salían, facilitándoles así el trabajo a las abejas obreras.

Antes de volvernos a casa, cogía una abeja y se dejaba picar en la mano; yo le preguntaba: ¿abuela por qué hace eso, con lo que duele? A lo que ella me respondía: Hijo esto es muy bueno para combatir el reuma. Mi abuela era toda una experta en medicina natural, conocía un montón de plantas, que utilizaba como remedios caseros.

Continuamos avanzando por la dehesa para alcanzar una zona conocida como “La Peña Rodá”. Ahora soy yo quien hace la pregunta:

¿Enrique te acuerdas de la Peña Rodá?
¡Sí claro!, pero ya no está…
Tendría que estar aquí, pero al arreglar la carretera la destruyeron por completo. La Peña Rodá era una gran roca que se desprendió de la ladera derecha y quedó en medio de la carretera. Por aquellos tiempos no tenían maquinaria para moverla y los hombres del pueblo tuvieron que hacerlo a mano con ayuda de palancas. Se convirtió en todo un emblema y lugar de encuentro de los tres Navares. Allí se reunían los que bajaban de Navares de las Cuevas y los que subían desde Navares de Ayuso y Navares de Enmedio, una pena que desapareciera.

Unos 100 metros más adelante llegamos al lugar conocido como La Fiesta del Árbol.

¿Por qué se llama Fiesta del Árbol?
No hace muchos años todo el pueblo realizaba trabajos de utilidad común, como limpieza del arroyo, caminos y otros lugares.

Estas tareas eran conocidas como “hacendera”. En una ocasión una de esas tareas consistió en plantar un montón de árboles (Chopos) y lo consideraron como una fiesta. A este lugar, una vez al año acudían todos los vecinos para podar los árboles y acondicionar el lugar. Después de las tareas el ayuntamiento ofrecía un vino y algo de comida con lo que celebrar el acontecimiento como si fuera una fiesta, de ahí su nombre.

Yo he conocido los árboles ya muy grandes pero muy bien cuidados. También había una piscina construida por lo jóvenes del pueblo, mesas hechas con las piedras gastadas de los molinos con sus correspondientes asientos también de piedra. Era un sitio de encuentro muy agradable hasta que se cortaron los árboles y quedó en el estado lamentable que vimos al pasar.

Siguiente parada: puente de “El Batán”

¿Qué es un batán?
El Batán es una maquinaria con grandes mazos de madera que se utilizaba para golpear los paños sobre unas losas de piedra para quitarles la grasa y darles el grosor adecuado, esto se conoce como “abatanar”. Además de los molinos, también existió un batán que funcionaba con las aguas del arroyo. Principalmente trabajaban las mantas conocidas como “brunetas” de color pardo oscuro. Aún se pueden ver las grandes losas y pilas de piedra, pero están prácticamente cubiertas por zarzas y otros arbustos.

Hago un inciso para comentar que el nombre del pueblo de Brunete parece que proviene o guarda relación con el nombre de las mantas brunetas que fabricaba un grupo de artesanos Segovianos, una de las teorías de la fundación de Brunete dice que se debió a un grupo de nómadas Segovianos, quienes se instalaron allí, en las cercanías de una fuente a la que pusieron por nombre “La Bruneta” y se dedicaron a la ganadería. Algunos recordaréis que en la excursión 401, que hicimos desde Brunete al Castillo de Villafranca, nos acercamos a ver la fuente de La Bruneta, recién remodelada.

Un poco más arriba de el Batán se encuentra el puente del mismo nombre, antes de piedra y ahora reconstruido en madera.

Cruzamos al otro lado del puente y ahora toca elegir entre dos caminos para llegar a Navares de las Cuevas. Uno resultará más fácil continuando la senda bien marcada y el otro más dificultoso entre cardos, piedras de agujeros y algunas incómodas y espinosas aulagas.

El camino más difícil nos llevará a la conocida como “Cuevona” o “cueva de la zorra”. Antes de empezar la subida, a la izquierda de la senda, pudimos ver los restos de uno de los numerosos Covachos que había por la zona, bastante deteriorado.

Estos Covachos fueron construidos de forma rudimentaria piedra sobre piedra en seco, para acercarse en la parte superior inclinando poco a poco las piedras. Los encargados de levantar estos Covachos no eran otros que los pastores de ovejas y los hacían para refugiarse de las inclemencias del tiempo.


Terminada la pequeña y empinada subida alcanzamos la Cuevona, donde pudimos apreciar el fresquito que hacía dentro de ella. Era muy tentador quedarse allí, pero el tiempo apremia y no nos permite relajarnos, por lo que enseguida reanudamos la marcha para alcanzar el altiplano.  Desde donde se aprecian unas bonitas vistas del valle con su arboleda ocultando las ruinas del molino Cid. A un lado Navares de Enmedio con la sierra de abajo al fondo, al otro Navares de las Cuevas con el camping o albergue “Navares” y la sierra de arriba con los molinos eólicos.

En la parte más elevada del altiplano se aprecia como en tiempos pasados, toda la zona estuvo cubierta de agua, como muestra el desgaste de las rocas calizas de la ladera y sobre todo las huellas del oleaje en el conocido como “Cerro de los fósiles”.

Nos dirigimos a dicho cerro para ver si encontrábamos algún fósil, no para coger, solamente ver y dejar otra vez en el lugar. 

Antes de alcanzar el cerro en un pequeño valle se pueden ver unos Colmenares antiquísimos, construidos en piedra y con la pared frontal de barro, en la que se incrustan grandes troncos de madera huecos, para que en su interior las abejas construyan los panales de cera, que después llenarán de miel. Para elaborar 1 kilo de miel las abejas necesitan más de 100.000 flores. 

Ya en el Cerro de los fósiles tocaba mirar al suelo para ver si encontrábamos alguno. No hace muchos años, se podían ver caracoles, estrellas de mar, almejas, mejillones o incluso nummulites, pero ahora apenas si quedan algunas conchas de ostras, las más abundantes. De todas formas creo que mereció la pena acercarnos al lugar.

Una última bajada nos acerca a la carretera, para por ella dirigirnos al pueblo de Navares de las Cuevas, dónde nos esperan el resto del grupo que optó por el otro camino.

Reunidos todos de nuevo, en la plaza del pueblo, pudimos ver el palacio de los marqueses de Revilla de estilo herreriano, la Iglesia de San Mamés, interesante edificio construido a finales del siglo 11 y el rollo jurisdiccional, a su alrededor se impartía justicia en procesos públicos.

Es una pena que el pueblo haya retirado ya los adornos de ganchillo, que a principios de agosto engalanaron las casas, calles, fuente, iglesia, palacio y sobre todo la plaza con maniquíes vestidos con trajes típicos, hechos todos de ganchillo. Merece la pena ver la exhibición. Si queréis lo podéis encontrar en Google: Villa del ganchillo Navares de las Cuevas.

Este pueblo debe su nombre en parte al arroyo de los Navares, que nace un poco más arriba en la sierra de Pradales y la otra parte hace referencia a las numerosas cuevas que se encuentran en las cercanías del pueblo. El suelo sobre el que se asienta es de piedra caliza. La caliza es una roca dura pero muy permeable a la acción del agua, por un proceso químico llamado karstificación. Esto origina huecos, fisuras y oquedades que en ocasiones dan lugar a cuevas y galerías.

Ya solo nos queda, antes de regresar a Navares, acercarnos a la ermita de la Virgen del Barrio, antigua iglesia de un despoblado llamado Hortezuela. Es un edificio románico, posiblemente de los más antiguos de la provincia.

Es hora de tomar el refrigerio, para ello mi mujer Maite que solamente pudo hacer una pequeña parte de la ruta, por las dificultades que le ocasionan los dolores articulares de la rodilla, nos sorprendió con unas neveras llenas de cervezas y otros refrescos. Después de las cervezas también pudimos degustar unos higos maduritos de cosecha propia.

Recuperadas las fuerzas, tocaba hacer la foto de grupo, que José María nos tenía preparada en el parquecito que hay a orillas del arroyo cerca de la ermita.

Iniciamos el regreso, no sin antes, acercarnos al lavadero cubierto que hay muy cerca, al pie de un manantial de aguas cristalinas.

El lavadero es muy antiguo, el pilón mantiene el curso del agua, está realizado en piedra caliza, colocadas en seco y muy próximas entre sí, con irregularidades para posibilitar el frotado. Desde su interior se contemplan unos contra luces y reflejos en las aguas de gran belleza. Hace bastantes años me sirvió de inspiración para pintar el cuadro que se encuentra en el Palacio de Esquileo y que alguno de vosotros habéis podido ver.  Está pintado inicialmente al temple de huevo y terminado al óleo.  Es de gran tamaño y en él aparece mi mujer con un cesto de ropa apoyado en la cadera y los contraluces y reflejos del agua, que gracias al temple ofrecen una gran luminosidad.

Dejamos el lavadero a nuestras espaldas, para continuar por una senda ancha y en muy buen estado, entre álamos, sauces y frondosa vegetación, que nos permite caminar durante un buen tramo entre la frescura de sus sombras.

Siguiente punto para reseñar la bodega de “El Trillero”.

¿Quién es el trillero?
El trillero fue un personaje peculiar de la zona que mandó construir esta bodega excavándola en la roca. Creo que procedía de Cantalejo y se casó con una mujer de las Cuevas. El nombre de “El trillero “, según me contó mi padre, le viene porque en sus años jóvenes se dedicaba a sacar las chinas de las piedras que después se incrustaban en la madera en los famosos trillos de Cantalejo; para ello y con gran destreza “canchaba” con un pico, similar a los utilizados para picar las piedras de los molos, un determinado tipo de piedras que solo se encontraban en la sierra de Pradales.

También me contó que una de esas chinas le saltó un ojo y se lo tuvieron que poner de cristal. Este ojo estaba tan bien conseguido que no se apreciaba que fuera de cristal. Parecía tan real que el trillero, (que era un gran jugador de pelota a mano), aprovechaba para hacer apuestas a los contrincantes que querían competir con él jugando al frontón. Les decía: “… yo a ti te gano hasta con un ojo tapado”, lo que hacía enfurecer a los competidores tachándoles de fanfarrón para retarle a continuación. Y claro siempre ganaba, al menos eso me contó mi padre que era muy amigo suyo.

Y para terminar de contar historias pasadas, abandonamos por un momento la senda, para encontrarnos enseguida por la carretera, con las ruinas del molino CID, lugar donde vivieron los tíos, padres y abuelos de Enrique y míos.

Nuestros abuelos vinieron de Burgos y se asentaron en este molino donde no tenían luz eléctrica. Aquí tuvieron 14 hijos, de los cuales, vivieron 12. Eran autosuficientes, tenían horno para hacer pan, vacas, gallinas, patos, abejas, huerto y frutales y cada hijo tenía una misión encomendada.

Ahora el molino está en ruinas, pero yo lo recuerdo en todo su esplendor. Era un lugar precioso, recuerdo la balsa llena de agua, una fuente redonda con el agua muy fresquita. También era un lugar de encuentro de las gentes de los pueblos de alrededor. Mis primeros dos años de vida prácticamente los viví en el molino.

Bueno, como me parece que estoy siendo un poco pesado con tanta historia, me centro de nuevo en la ruta.

Pasado el molino Cid, retomamos la ruta de inicio, pero ya en dirección a la piscina municipal, dónde nos esperan las ansiadas jarritas de cerveza y los corderos asados al horno de leña. Esta última parte del recorrido, parece que se hace con más celeridad que al principio de la marcha.

En la piscina nos reciben Rubén, su mujer Diana y su prima Blanca, que nos tenían preparados unos exquisitos platos de aperitivos a base de embutidos y queso de la zona y unas ricas tortillas españolas, para acompañar las fresquitas jarras de cerveza.

En este tiempo, los que quisieron, pudieron darse un baño en las fresquitas aguas de la piscina, hasta que llegaron los asados.

Ya en la mesa pudimos degustar los corderos asados acompañados de ensaladas y ensaladilla rusa con buen vino de la Ribera del Duero de Gumiel de Mercado. De postre helados, para terminar con café, chupitos y tortas de chicharrones típicas de la zona, con las que nos obsequió mi hermana Rosi quién también se encargó de asar los corderos.

Solo me queda despedirme, agradeciendo a Antonio y Paco por ser tan buenos organizadores, a todos los participantes por hacerme revivir tan gratamente experiencias pasadas, a mi primo Enrique por integrarme en este maravilloso grupo, a su mujer Choni, por convencer a mi mujer para que nos acompañase, por supuesto a Maite por su esfuerzo, aún con sus dolores y por acercarnos las bebidas a la ermita.  Gracias también a Rubén, Diana y Blanca por su buen trato y a mi hermana Rosi por obsequiarnos con las tortas de chicharrones y el buen hacer con los asados.
Marcos Cid

Aunque Marcos no ha querido calificar la excursión, ésta se merece la máxima nota, esto es un 5, porque con ella disfrutamos de un estupendo día, conociendo los pueblos de Navares, su historia, sus parajes y su gastronomía.