Inicio: Navares de Enmedio
Final: Navares de Enmedio
Tiempo: 3 a 4 horas
Distancia: 11,7 Km
Desnivel [+]: 194 m
Desnivel [--]: 194 m
Tipo: Circular
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí
Dificultad: Baja
Pozas y agua: Sí
Ciclable: En parte
Valoración: 5
Participantes: 30
MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta
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PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta
TRACK
PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
* Mapa 3D (archivo kmz)
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* Ver esta ruta en Wikiloc
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RESUMEN
En la excursión de hoy, nos reunimos a las 10 horas 30
minutos, en la plaza de la iglesia de Navares de Enmedio, un total de 30
participantes.
Antes
de iniciar la marcha, los que quisieron tomar un café en el bar de Faustino,
gracias a la gentileza de María Jesús (su mujer), que tuvo a bien abrirnos el
bar antes de lo habitual.
En el
lugar de la reunión merece la pena destacar la Iglesia de Santiago Apóstol, uno
de los edificios más representativos del pueblo, construido en el siglo XVIII,
en él se emplearon materiales de construcciones anteriores, posiblemente de la
ermita de Santa Ana, de la que apenas quedan restos, solo algunos fragmentos de
teja para identificar el lugar en el que se ubicó.
Mientras unos tomaban café, y durante los saludos pertinentes,
a alguno de los presentes le tentó la idea de tirar al pilón de la fuente a
nuestro boss Antonio, quien nos contó que ya había pasado por esa experiencia
en San Esteban del Valle, el pueblo de Antolín. Pero como aún era demasiado pronto para el baño
desistieron de hacerlo.
Fue entonces cuando comenzamos la andadura por la calle principal del pueblo, en dirección Norte, para enseguida girar a la izquierda hacia la “pradera del río”, pasando por el lavadero, que se encuentra junto a la pared de la “Huertona”, hasta llegar al arroyo de los Navares.
Este
arroyo, es conocido aquí como el “Henchidero”. Junto a él nos detuvimos para
leer la información que explica detalladamente la construcción de otro lavadero,
éste mucho más antiguo.
Aunque aún están las piedras que lo conforman, no las pudimos
ver, por estar totalmente cubierto por la vegetación del arroyo.
En sus orillas crece una vegetación exuberante y diversa. En
sus aguas se puede encontrar el cangrejo señal, en otros tiempos cangrejo
nacional, así como una amplia diversidad de anfibios: rana común, sapo común,
salamandra y la bonita rana de San Antón. En las orillas anidan aves como la
lavandera blanca, el pájaro moscón, el pájaro carpintero o el ruiseñor común
entre otros.
Reiniciamos
la marcha por una senda estrecha, pero bien marcada, entre Nogales, Olmos, Sauces
y Zaragatillos, a un lado el arroyo y al otro alguna que otra huerta.
Enseguida llegamos al puente de “San Roque”, situado entre el
cementerio y el “Molino Viejo” y que se construyó para vadear el arroyo de los
Navares.
Por él se transportaba el grano en sacos, a lomos de las
caballerías hasta el Molino. El “Molino Viejo” está actualmente en ruinas y debe su nombre
a la maquinaria que utilizaba, por ser ésta muy antigua y cuya construcción parece
corresponder al siglo XVIII.
Dejamos atrás el puente de San Roque para adentrarnos en “la
dehesa” y enseguida llegar a la piscina municipal situada a nuestra izquierda
(lugar de encuentro al final de la ruta), donde nos esperan las fresquitas
cervezas y los corderos asados en horno de leña.
Como la marcha es muy tranquila y placentera y no faltan las
historias, comentarios y preguntas, trataré de reflejar éstas a modo de relato.
La mayoría de las preguntas reflejan las que se hicieron durante la marcha y hubo
otras que se añadieron para contar alguna que otra historia.
La primera pregunta surge al encontrarnos, a unos 200 metros
de la piscina, un edificio grande, ubicado también en la ladera izquierda.
¿De qué
edificio se trata y cuál es su uso?
Pues bien, se trata de otro molino harinero, conocido como “la
Fábrica”. Es el de más reciente construcción y el último que funcionó, siendo
mi padre, Francisco Cid, prácticamente el último molinero que lo trabajó, allá
por los años 60.
¿Cuántos
molinos existieron?
Pues en apenas 6 km un total de 6 molinos harineros y un Batán.
¿Y
ahora que utilidad tiene?
No hace muchos años fue comprado y restaurado con la
intención de hacer un hotel rural, y cuando estaba casi terminado, se paralizó
el proyecto para quedar abandonado a la suerte, una pena después de tanta
inversión.
Seguimos
caminando para que 300 metros más adelante, se formule la siguiente pregunta:
¿Y aquellos
edificios que se encuentran detrás de esos gigantescos álamos, qué son?
Eso es “el Colmenar” mandado construir por Domingo Cid abuelo,
de Enrique y mío. Nuestro abuelo transformó la inclinada ladera en terrazas,
sobre las que plantó abundante Romero, Almendros, Cerezos y otros frutales,
para que las abejas, con el néctar de las flores elaboraran una exquisita miel.
En la orilla del río, también plantó Avellanos y Álamos, que son los que
impiden su visión desde donde nos encontramos.
En mis años de infancia recuerdo venir a catar las colmenas a
este lugar con mis padres, también quedó en mi memoria el delicioso sabor de la
miel, al degustar los pequeños trozos de panal que se desprendían de los
cuadros de cera, recibiendo a cambio, más de una dolorosa picadura de las abejas.
Con mi abuela Juana, venía muchos días de su mano,
acompañándola para sentándose al pie de la colmena, en la “piquera”, matar los
zánganos según salían, facilitándoles así el trabajo a las abejas obreras.
Antes de volvernos a casa, cogía una abeja y se dejaba picar
en la mano; yo le preguntaba: ¿abuela por qué hace eso, con lo que duele? A lo
que ella me respondía: Hijo esto es muy bueno para combatir el reuma. Mi abuela era toda una experta en medicina natural, conocía
un montón de plantas, que utilizaba como remedios caseros.
Continuamos avanzando por la dehesa para alcanzar una zona
conocida como “La Peña Rodá”. Ahora soy yo quien hace la pregunta:
¿Enrique
te acuerdas de la Peña Rodá?
¡Sí
claro!, pero ya no está…
Tendría que estar aquí, pero al arreglar la carretera la
destruyeron por completo. La Peña Rodá era una gran roca que se desprendió de la ladera
derecha y quedó en medio de la carretera. Por aquellos tiempos no tenían maquinaria
para moverla y los hombres del pueblo tuvieron que hacerlo a mano con ayuda de
palancas. Se convirtió en todo un emblema y lugar de encuentro de los tres
Navares. Allí se reunían los que bajaban de Navares de las Cuevas y los que
subían desde Navares de Ayuso y Navares de Enmedio, una pena que desapareciera.
Unos 100 metros más adelante llegamos al lugar conocido como
La Fiesta del Árbol.
¿Por qué
se llama Fiesta del Árbol?
No hace muchos años todo el pueblo realizaba trabajos de
utilidad común, como limpieza del arroyo, caminos y otros lugares.
Estas tareas eran conocidas como “hacendera”. En una ocasión
una de esas tareas consistió en plantar un montón de árboles (Chopos) y lo
consideraron como una fiesta. A este lugar, una vez al año acudían todos los
vecinos para podar los árboles y acondicionar el lugar. Después de las tareas
el ayuntamiento ofrecía un vino y algo de comida con lo que celebrar el
acontecimiento como si fuera una fiesta, de ahí su nombre.
Yo he conocido los árboles ya muy grandes pero muy bien
cuidados. También había una piscina construida por lo jóvenes del pueblo, mesas
hechas con las piedras gastadas de los molinos con sus correspondientes
asientos también de piedra. Era un sitio de encuentro muy agradable hasta que
se cortaron los árboles y quedó en el estado lamentable que vimos al pasar.
Siguiente parada: puente de “El Batán”
¿Qué es
un batán?
El Batán es una maquinaria con grandes mazos de madera que se
utilizaba para golpear los paños sobre unas losas de piedra para quitarles la
grasa y darles el grosor adecuado, esto se conoce como “abatanar”. Además de
los molinos, también existió un batán que funcionaba con las aguas del arroyo.
Principalmente trabajaban las mantas conocidas como “brunetas” de color pardo
oscuro. Aún se pueden ver las grandes losas y pilas de piedra, pero están
prácticamente cubiertas por zarzas y otros arbustos.
Hago un inciso para comentar que el nombre del pueblo de
Brunete parece que proviene o guarda relación con el nombre de las mantas brunetas
que fabricaba un grupo de artesanos Segovianos, una de las teorías de la
fundación de Brunete dice que se debió a un grupo de nómadas Segovianos,
quienes se instalaron allí, en las cercanías de una fuente a la que pusieron
por nombre “La Bruneta” y se dedicaron a la ganadería. Algunos recordaréis que
en la excursión 401, que hicimos desde Brunete al Castillo de Villafranca, nos
acercamos a ver la fuente de La Bruneta, recién remodelada.
Un poco más arriba de el Batán se encuentra el puente del mismo
nombre, antes de piedra y ahora reconstruido en madera.
Cruzamos
al otro lado del puente y ahora toca elegir entre dos caminos para llegar a
Navares de las Cuevas. Uno resultará más fácil continuando la senda bien marcada
y el otro más dificultoso entre cardos, piedras de agujeros y algunas incómodas
y espinosas aulagas.
El camino más difícil nos llevará a la conocida como “Cuevona”
o “cueva de la zorra”. Antes de empezar la subida, a la izquierda de la senda,
pudimos ver los restos de uno de los numerosos Covachos que había por la zona,
bastante deteriorado.
Estos Covachos fueron construidos de forma rudimentaria
piedra sobre piedra en seco, para acercarse en la parte superior inclinando
poco a poco las piedras. Los encargados de levantar estos Covachos no eran
otros que los pastores de ovejas y los hacían para refugiarse de las
inclemencias del tiempo.
Terminada
la pequeña y empinada subida alcanzamos la Cuevona, donde pudimos apreciar el
fresquito que hacía dentro de ella. Era muy tentador quedarse allí, pero el tiempo apremia y no nos permite relajarnos, por lo que enseguida
reanudamos la marcha para alcanzar el altiplano. Desde donde se aprecian unas bonitas vistas
del valle con su arboleda ocultando las ruinas del molino Cid. A un lado
Navares de Enmedio con la sierra de abajo al fondo, al otro Navares de las Cuevas
con el camping o albergue “Navares” y la sierra de arriba con los molinos
eólicos.
En la parte más elevada del altiplano se
aprecia como en tiempos pasados, toda la zona estuvo cubierta de agua, como
muestra el desgaste de las rocas calizas de la ladera y sobre todo las huellas
del oleaje en el conocido como “Cerro de los fósiles”.
Nos dirigimos a dicho cerro para ver si encontrábamos algún
fósil, no para coger, solamente ver y dejar otra vez en el lugar.
Antes
de alcanzar el cerro en un pequeño valle se pueden ver unos Colmenares
antiquísimos, construidos en piedra y con la pared frontal de barro, en la que
se incrustan grandes troncos de madera huecos, para que en su interior las
abejas construyan los panales de cera, que después llenarán de miel. Para
elaborar 1 kilo de miel las abejas necesitan más de 100.000 flores.
Ya en el Cerro de los fósiles tocaba mirar al suelo para ver
si encontrábamos alguno. No hace muchos años, se podían ver caracoles,
estrellas de mar, almejas, mejillones o incluso nummulites, pero ahora apenas
si quedan algunas conchas de ostras, las más abundantes. De todas formas creo que mereció la pena acercarnos al lugar.
Una última bajada nos acerca a la carretera, para por ella dirigirnos
al pueblo de Navares de las Cuevas, dónde nos esperan el resto del grupo que
optó por el otro camino.
Reunidos
todos de nuevo, en la plaza del pueblo, pudimos ver el palacio de los marqueses
de Revilla de estilo herreriano, la Iglesia de San Mamés, interesante edificio
construido a finales del siglo 11 y el rollo jurisdiccional, a su alrededor se
impartía justicia en procesos públicos.
Es una pena que el pueblo haya retirado ya los adornos de
ganchillo, que a principios de agosto engalanaron las casas, calles, fuente,
iglesia, palacio y sobre todo la plaza con maniquíes vestidos con trajes
típicos, hechos todos de ganchillo. Merece la pena ver la exhibición. Si
queréis lo podéis encontrar en Google: Villa del ganchillo Navares de las Cuevas.
Este pueblo debe su nombre en parte al arroyo de los Navares,
que nace un poco más arriba en la sierra de Pradales y la otra parte hace
referencia a las numerosas cuevas que se encuentran en las cercanías del pueblo.
El suelo sobre el que se asienta es de piedra caliza. La caliza es una roca
dura pero muy permeable a la acción del agua, por un proceso químico llamado
karstificación. Esto origina huecos, fisuras y oquedades que en ocasiones dan
lugar a cuevas y galerías.
Ya solo
nos queda, antes de regresar a Navares, acercarnos a la ermita de la Virgen del
Barrio, antigua iglesia de un despoblado llamado Hortezuela. Es un edificio
románico, posiblemente de los más antiguos de la provincia.
Es hora de tomar el refrigerio, para ello mi
mujer Maite que solamente pudo hacer una pequeña parte de la ruta, por las
dificultades que le ocasionan los dolores articulares de la rodilla, nos
sorprendió con unas neveras llenas de cervezas y otros refrescos. Después de
las cervezas también pudimos degustar unos higos maduritos de cosecha propia.
Recuperadas las fuerzas, tocaba hacer la foto de grupo, que
José María nos tenía preparada en el parquecito que hay a orillas del arroyo
cerca de la ermita.
Iniciamos
el regreso, no sin antes, acercarnos al lavadero cubierto que hay muy cerca, al
pie de un manantial de aguas cristalinas.
El lavadero es muy antiguo, el pilón mantiene el curso del
agua, está realizado en piedra caliza, colocadas en seco y muy próximas entre
sí, con irregularidades para posibilitar el frotado. Desde su interior se
contemplan unos contra luces y reflejos en las aguas de gran belleza. Hace
bastantes años me sirvió de inspiración para pintar el cuadro que se encuentra
en el Palacio de Esquileo y que alguno de vosotros habéis podido ver. Está pintado inicialmente al temple de huevo y
terminado al óleo. Es de gran tamaño y
en él aparece mi mujer con un cesto de ropa apoyado en la cadera y los
contraluces y reflejos del agua, que gracias al temple ofrecen una gran
luminosidad.
Dejamos el lavadero a nuestras espaldas, para continuar por
una senda ancha y en muy buen estado, entre álamos, sauces y frondosa
vegetación, que nos permite caminar durante un buen tramo entre la frescura de
sus sombras.
Siguiente punto para reseñar la bodega de “El
Trillero”.
¿Quién
es el trillero?
También me
contó que una de esas chinas le saltó un ojo y se lo tuvieron que poner de
cristal. Este ojo estaba tan bien conseguido que no se apreciaba que fuera de
cristal. Parecía tan real que el trillero, (que era un gran jugador de pelota a
mano), aprovechaba para hacer apuestas a los contrincantes que querían competir
con él jugando al frontón. Les decía: “… yo a ti te gano hasta con un ojo
tapado”, lo que hacía enfurecer a los competidores tachándoles de fanfarrón
para retarle a continuación. Y claro siempre ganaba, al menos eso me contó mi
padre que era muy amigo suyo.
Y para terminar de contar historias pasadas,
abandonamos por un momento la senda, para encontrarnos enseguida por la
carretera, con las ruinas del molino CID, lugar donde vivieron los tíos, padres
y abuelos de Enrique y míos.
Nuestros abuelos vinieron de Burgos y se asentaron en este
molino donde no tenían luz eléctrica. Aquí tuvieron 14 hijos, de los cuales,
vivieron 12. Eran autosuficientes, tenían horno para hacer pan, vacas, gallinas,
patos, abejas, huerto y frutales y cada hijo tenía una misión encomendada.
Ahora el molino está en ruinas, pero yo lo recuerdo en todo
su esplendor. Era un lugar precioso, recuerdo la balsa llena de agua, una
fuente redonda con el agua muy fresquita. También era un lugar de encuentro de
las gentes de los pueblos de alrededor. Mis primeros dos años de vida
prácticamente los viví en el molino.
Bueno, como me parece que estoy siendo un poco pesado con
tanta historia, me centro de nuevo en la ruta.
Pasado el molino Cid, retomamos la ruta de inicio, pero ya en
dirección a la piscina municipal, dónde nos esperan las ansiadas jarritas de cerveza y
los corderos asados al horno de leña. Esta última parte del recorrido, parece que se hace con más celeridad
que al principio de la marcha.
En la piscina nos reciben Rubén, su mujer Diana y su prima Blanca,
que nos tenían preparados unos exquisitos platos de aperitivos a base de
embutidos y queso de la zona y unas ricas tortillas españolas, para acompañar
las fresquitas jarras de cerveza.
En este tiempo, los que quisieron, pudieron darse un baño en
las fresquitas aguas de la piscina, hasta
que llegaron los asados.
Ya en
la mesa pudimos degustar los corderos asados acompañados de ensaladas y
ensaladilla rusa con buen vino de la Ribera del Duero de Gumiel de Mercado. De postre
helados, para terminar con café, chupitos y tortas de chicharrones típicas de
la zona, con las que nos obsequió mi hermana Rosi quién también se encargó de
asar los corderos.
Solo me queda despedirme, agradeciendo a Antonio y Paco por
ser tan buenos organizadores, a todos los participantes por hacerme revivir tan
gratamente experiencias pasadas, a mi primo Enrique por integrarme en este
maravilloso grupo, a su mujer Choni, por convencer a mi mujer para que nos
acompañase, por supuesto a Maite por su esfuerzo, aún con sus dolores y por
acercarnos las bebidas a la ermita. Gracias
también a Rubén, Diana y Blanca por su buen trato y a mi hermana Rosi por
obsequiarnos con las tortas de chicharrones y el buen hacer con los asados.
Marcos Cid
Aunque Marcos no ha querido calificar la excursión, ésta se merece la máxima nota, esto es un 5, porque con ella disfrutamos de un estupendo día, conociendo los pueblos de Navares, su historia, sus parajes y su gastronomía.
Paco Nieto
FOTO REPORTAJES
* Foto reportaje de José María Pérez
VÍDEOS
* Vídeo de José María Mascaraque
FOTOS
* Fotos de Enrique Cid
* Fotos de José Luis Molero
* Fotos de Paco Nieto
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