miércoles, 24 de septiembre de 2014

Excursión 202: Los Fantasmas de la Pedriza

FICHA TÉCNICA
Inicio: Manzanares El Real
Final: Manzanares El Real
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 13,1 km
Desnivel [+]: 861 m
Desnivel [--]: 853 m
Tipo: Circular
Dificultad: Media
Pozas y agua: No
Valoración: 4,5
Participantes: 27

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta























PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta
















TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
RESUMEN
Una marcha por La Pedriza siempre es algo mágico y, por tanto, muy propio del GMSMA. Esta vez partimos directos desde el pueblo de Manzanares para encarar la ascensión a La Pedriza Anterior por el PR-1, acompañados por Susana y Pepe M. en su primera salida con el grupo.
Enseguida nos elevamos sobre el terreno e íbamos disfrutando con la belleza del entorno, avistando allá abajo el pantano de Santillana en toda su extensión, descubriendo en derredor enormes rocas de formas caprichosas como “El Caracol” o contemplando el vuelo quieto de los buitres en el cielo inmenso.

Susana iba tan encandilada con estas visiones que se le olvidaba respirar; así fue como quedó rezagada en la buena compañía de Marcelo, siempre dispuesto a auxiliar a las necesitadas. Esto, a la postre, hizo de Leonor la única dama en completar el recorrido.
Los demás nos reagrupamos en un mirador natural para continuar hasta confluir con La Gran Cañada en el inicio de la Senda Maeso. En el trayecto nos adelantó una madre atlética con un bebé a cuestas y dos perros a rebufo.

En las praderas de La Gran Cañada tomamos un aperitivo y nos hicimos la foto de grupo. Al partir de nuevo vimos que  Marcelo y Susana se acercaban en ese momento, pero dispuestos únicamente a contemplar el panorama, así que el resto subimos y subimos, trepando algunas veces por las rocas o internándonos por pasadizos inverosímiles.
Más que senda, aquello era un camino de cabras, como nos confirmó el avistamiento a corta distancia de algunos ejemplares de cabra montés.  Paco, el pedricero, estaba contento porque, sin quererlo, nos estábamos entrenando para una nueva visita al Laberinto. Según avanzábamos el cielo se iba oscureciendo, de tal forma que, tras alcanzar un collado que daba paso a un jaral, Los Fantasmas, objetivo declarado de la excursión, sólo se intuían a lo lejos entre la niebla gris.
Por vericuetos a través de las jaras conseguimos alcanzar un mirador de ensueño, a un costado de una roca ciclópea de granito rosa, desde donde la visión del paisaje detenía el tiempo. Pero había que seguir aún un trecho y así lo hicimos, descubriendo una yeguada que pacía entre las jaras y en la que destacaba una hermosa yegua blanca, que debía echar de menos algo que tenía Ángel, pues le premió con un mordisquito en su tetilla como agradecimiento por hacerse una foto juntos.
Por fin llegamos a Los Fantasmas, para decepción de algunos que no les encontraban la gracia. Antonio nos aclaró que eso se debía a que nos daban la espalda; otro día habrá que ver lo resultones que son de frente.

os íbamos librando, pero, de forma sorprendente para ser miércoles, llegó el aguacero y nos pilló bien pillados; todavía muchos nos preguntamos qué hicimos mal el día del cerro de San Pedro. Antonio apenas nos dio tiempo para asomarnos al impresionante barranco camino del collado de La Dehesilla; seguía lloviendo con ganas y había que volver y encontrar algún refugio donde comer.

A la vera del Yelmo, bajo unas grandes rocas que nos protegían parcialmente, pudimos tomar el bocata a toda prisa. Jesús C., que se había quedado frío, aprovechó para aliviarse con algo de ropa seca que se le prestó y continuó la marcha al ritmo del grupo como un valiente.
Bajando con cuidado para evitar los resbalones, llegamos de nuevo a la Gran Cañada, a la altura del mirador del Tranco, para continuar por ella y descender después por la PR-1 hasta el pueblo. Escampó cuando ya casi estábamos llegando, pero fue suficiente para alegrarnos de nuevo el día, un día muy satisfactorio, después de todo. Encontramos a Susana y Marcelo en el bar y les contamos nuestras andanzas, pero ellos también tenían mucho de que presumir, sobre todo de unas alubias que se habían trajinado para comer, bien calentitos, en un restaurante.
Madi otorga esta vez 4’5 sicarias; si no hubiera sido por la lluvia…
Melchor

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Excursión 201: Puerto de Navacerrada - Pinares de Valsaín - Puerto de Cotos

FICHA TÉCNICA
Inicio: Puerto de Navacerrada
Final: Puerto de Cotos
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 16,6 km
Desnivel [+]: 575 m
Desnivel [--]: 599 m
Dificultad: Baja
Tipo: Sólo ida
Pozas y agua: No
Ciclable: Sí
Valoración: 4
Participantes: 29

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta























PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta













TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
RESUMEN
En contraste con el sofoco de la excursión previa, en esta marcha daba gusto caminar con el fresquito. Y no lo digo refiriéndome a mí, aunque alguno pudiera pensarlo, ya que, a pesar de mi retraso al partir, un rosario de senderomagos quedó marcando el camino como si fueran miguitas de pan, hasta facilitar el reagrupamiento de todos nosotros en la umbría de Siete Picos.
Siempre a través del pinar, en el que algunos árboles enormes parecían esculturas caprichosas, sorteando a veces grandes piedras, nos allegamos al Collado Ventoso, donde buscamos refugio para tomar un tentempié. Allí, jirones de niebla provenientes de la vertiente sur se iban deshilachando en el cielo hasta dejarlo despejado a lo lejos.
Bajamos a la pradera de Navalviento, donde, al contrario de lo que pudiera pensarse, el aire en calma y el solecillo invitaban a echarse en la yerba, cosa que no pudimos hacer porque había que continuar ladera abajo, entre los helechos, hasta encontrar el curso del arroyo del Telégrafo. Lo cruzamos frente a una represa artesanal, hecha con piedras, troncos y tablones; y tomamos una pista que descendía suavemente mientras el arroyo se precipitaba cada vez más al fondo del valle.
Al poco de entretenernos con lo que, a decir de algunos, era una viborilla, nos hicimos la foto de grupo en una peña al borde del camino y continuamos hasta salir a Las Siete Revueltas de la carretera de Segovia. Muchos pensábamos que desde ahí iríamos subiendo gradualmente en dirección a Cotos, pero ¡quía! Tuvimos que descender por la carretera un buen trayecto, para cruzarla y llegar a una carreterilla en desuso que, ornada de zarzamoras chispeantes de rojo, se adentraba en el bosque.
Enseguida encontramos una praderita en la que comimos los bocadillos antes de emprender la ya inminente y temida subida a Cotos. En esto que se arranca Antonio con  la noticia de que tiene su coche-escoba aparcado cerquita y a disposición de los más “necesitados”. Seis cobardes, cuyo nombre no diré por prudencia, quedaron con él mientras los demás emprendíamos la marcha, todo orgullosos. Sí diré que eso de que “las chicas son guerreras” es un bulo, salvo en el caso de Leonor y Ana Ch.
Poco a poco ganábamos altura disfrutando de la visión serena del caminito inmerso en una sucesión infinita de pinos en todas las direcciones. Así hasta que tomamos un desvío para seguir el valle del arroyo del Puerto del Paular. Aquí la pendiente, mucho más pronunciada, ya se acusaba bastante, ¿verdad, Leonor? Además, la lluvia, que nos había respetado hasta ese momento, quiso darnos un aviso con un chaparroncito de última hora.
Contentos al fin, llegamos al destino superando la vía del tren de Cotos por un puente y despidiendo al convoy que salía a las 15:45.
Había que celebrar la culminación de la marcha en Venta Marcelino y esta vez lo hicimos a cuenta de José Mª y Jesús C., que habían cumplido treinta y tantos hacía justo veinte años. Mientras, Javier M. nos sorprendió con unos pases toreros a un “morlaco” de buenas ubres en la “campa” próxima a la carretera, siempre, eso sí, guardando las distancias que aconseja la edad ya provecta que vamos adquiriendo.
Sólo quedaba coger el autobús hasta el puerto de Navacerrada para regresar desde allí a nuestra vida cotidiana y esperar al siguiente miércoles.
Bonito día, bonita marcha y buena compañía; eso sí, puede que alguno se haya hartado de tanto pino, del principio al fin. Madi otorga 4 sicarias bien merecidas.
Melchor

FOTO REPORTAJES
FOTOS

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Excursión 200: Cerro de San Pedro - San Agustín del Guadalix

FICHA TÉCNICA
Inicio: Alto del Mojón. Guadalix de la Sierra
Final: San Agustín del Guadalix
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 16,7 km
Desnivel [+]: 478 m
Desnivel [--]: 850 m
Tipo: Sólo ida
Dificultad: Media
Pozas y agua: No
Ciclable: No
Valoración: 3
Participantes: 37

MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta























PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta














TRACK
Track de la ruta (archivo gpx)

PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
RESUMEN
En el GMSMA se ha convertido en tradición iniciar cada curso ascendiendo al cerro de San Pedro, como si se tratara de un ritual sagrado para implorar una buena temporada libre de sobresaltos y con el clima propicio cada miércoles del año. Además, en esta ocasión, se conmemoraba la 200ª marcha del grupo, celebrada con muchas camisetas a estrenar encargadas para el evento por José Mª.
Así pues, había que hacer una buena ofrenda a los dioses y para ello contamos con la inestimable colaboración de Marcelo, que había mediado en el traslado de un escogido grupo familiar desde la fresca fronda gallega a la agreste estepa castellana, para su sacrificio en el ara inmensa del cerro; como víctima destacada figuraba Nerea, son sólo 9 añitos recién cumplidos. También habíamos engañado a Ana F., recién incorporada al grupo. Tanto ellas, como Yolanda, David, Loreto, Carlos y Borja, tienen que perdonarnos, pero también agradecernos el haber salido con bien tras esta experiencia.
Al iniciar la subida de mañanita todavía el calor no era mucho y aún las fuerzas estaban intactas, así que Nerea trepaba en cabeza del grupo y pronto alcanzaba a hombros la cima.

El paisaje ya familiar desde la cumbre del cerro se deslucía un tanto por los tonos pardos que predominaban en sus laderas y desdibujaban las montañas a lo lejos. Debió ser en esta época del año cuando rodaron en este paraje las escenas de  “Espartaco” donde él y sus acólitos eran crucificados en un desierto pedregoso y hostil.
En lo alto del cerro, además de parar para tomar un bocado y dejar constancia en el libro de firmas, un Antonio renovado nos sorprendió repartiendo ceremoniosamente medallas conmemorativas del evento. Descendimos un trecho para tomar la foto de grupo y ya sólo faltaba ir bajando poco a poco hasta San Agustín del Guadalix; eso al menos pensaban los más confiados.
El trayecto era campo a través, sin una sombra, con el sol apretando cada vez más y la brisa notándose cada vez menos. Había que saltar muros, ir entre matojos resecos, zigzaguear, subir de vez en cuando…Todo ello hacia un objetivo que parecía inalcanzable.
Obtuvimos algo de consuelo al llegar a los árboles, por decir algo, ya que las encinas y enebros dispersos no ofrecían sombra más que a breves intervalos en los que el grupo se refugiaba bajo algún ejemplar como hace el ganado en los días tórridos de verano.

Los gallegos se sorprendían de que no hubiera fuentes o tan siguiera un hilillo de agua en algún vallejo; habían agotado sus 2 litros per cápita con que habían empezado y aún quedaba la mitad del recorrido.
Llegamos a le ermita de Navalazarza, que estaba cerrada y, poco después, para alegría de Nerea y algunos más, Antonio, que había sido precavido situando su vehículo en las proximidades, lo llenó como coche escoba.

Continuamos los demás a un ritmo cada vez más lento, pues el cansancio iba haciendo mella en varios de nosotros, hasta que, tras entrar en la dehesa de Moncalvillo, nuestras dos Anas se rindieron. Afortunadamente, entre Antonio el Bendito, que se acercó de nuevo con el coche, y Fernando S. el Santo, que quedó a su cuidado, apañaron la cosa para que el resto siguiéramos camino.
Paco N. nos llevaba por montes y barrancos, inasequible al desaliento y “animado” constantemente por Vicky en su labor. Así nos guió hasta salir de la dehesa a un camino blanco de cal, desde el que, por más que se avanzara, siempre se divisaba el pueblo a lo lejos con la torre de la iglesia despuntando sobre el cielo abrasador.
Al fin alcanzamos la primera sombra de San Aguntín, la plaza de toros, con una fuente a su vera de agua fresca y abundante donde muchos saciamos nuestra sed y nos remojamos la cabeza. Así, ya fresquitos, llegamos a las tantas al restaurante “Araceli”, donde nos trataron de maravilla, sobre todo teniendo en cuenta nuestro retraso. Comimos y bebimos opíparamente. Lástima que no nos pudiera acompañar a la mesa Ana Ch., otra víctima inmolada en la peregrinación.
Durante la comida hubo aplausos hacia los participantes más destacados de la marcha, arrancados por Antonio en un breve discurso.

También se recordó a un montón de senderomagos merecedores de estrellas que estaban ausentes y a quienes no se pudo hacer la entrega. Sí que estaban Vicente y Vicky, que recibieron su reconocimiento con una tierna estrella blanca.
Dice Madi que un día de celebración no puede tener como calificación un cero patatero, como quería alguna que yo me sé, así que acuerda conceder 3 sicarias al evento.
Melchor