FICHA TÉCNICA
Inicio: Alto del Mojón. Guadalix de la Sierra
Final: San Agustín del Guadalix
Tiempo: 5 a 6 horas
Distancia: 16,7 km
Desnivel [+]: 478 m
Desnivel [--]: 850 m
Tipo: Sólo ida
Dificultad: Media
Pozas y agua: No
Ciclable: No
Dificultad: Media
Pozas y agua: No
Ciclable: No
Valoración: 3
Participantes: 37
MAPAS
* Mapas de localización y 3D de la ruta
* Mapas de localización y 3D de la ruta
PERFIL
* Perfil, alturas y distancias de la ruta
TRACK
* Track de la ruta (archivo gpx)
PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
PANORÁMICA 3D GOOGLE EARTH
RESUMEN
En el GMSMA se ha convertido en tradición iniciar cada curso ascendiendo al cerro de San Pedro, como si se tratara de un ritual sagrado para implorar una buena temporada libre de sobresaltos y con el clima propicio cada miércoles del año. Además, en esta ocasión, se conmemoraba la 200ª marcha del grupo, celebrada con muchas camisetas a estrenar encargadas para el evento por José Mª.
Así pues, había que hacer una buena ofrenda a los dioses y para ello
contamos con la inestimable colaboración de Marcelo, que había mediado en el
traslado de un escogido grupo familiar desde la fresca fronda gallega a la agreste
estepa castellana, para su sacrificio en el ara inmensa del cerro; como víctima
destacada figuraba Nerea, son sólo 9 añitos recién cumplidos. También habíamos
engañado a Ana F., recién incorporada al grupo. Tanto ellas, como Yolanda,
David, Loreto, Carlos y Borja, tienen que perdonarnos, pero también agradecernos
el haber salido con bien tras esta experiencia.
Al iniciar la subida de mañanita todavía el calor no era mucho y aún las
fuerzas estaban intactas, así que Nerea trepaba en cabeza del grupo y pronto
alcanzaba a hombros la cima.
El paisaje ya familiar desde la cumbre del cerro se deslucía un tanto por los tonos pardos que predominaban en sus laderas y desdibujaban las montañas a lo lejos. Debió ser en esta época del año cuando rodaron en este paraje las escenas de “Espartaco” donde él y sus acólitos eran crucificados en un desierto pedregoso y hostil.
El paisaje ya familiar desde la cumbre del cerro se deslucía un tanto por los tonos pardos que predominaban en sus laderas y desdibujaban las montañas a lo lejos. Debió ser en esta época del año cuando rodaron en este paraje las escenas de “Espartaco” donde él y sus acólitos eran crucificados en un desierto pedregoso y hostil.
En lo alto del cerro, además de parar para tomar un bocado y dejar
constancia en el libro de firmas, un Antonio renovado nos sorprendió
repartiendo ceremoniosamente medallas conmemorativas del evento. Descendimos un
trecho para tomar la foto de grupo y ya sólo faltaba ir bajando poco a poco
hasta San Agustín del Guadalix; eso al menos pensaban los
más confiados.
El trayecto era campo a través, sin una sombra, con el sol apretando cada
vez más y la brisa notándose cada vez menos. Había que saltar muros, ir entre
matojos resecos, zigzaguear, subir de vez en cuando…Todo ello hacia un objetivo
que parecía inalcanzable.
Obtuvimos algo de consuelo al llegar a los árboles, por decir algo, ya que
las encinas y enebros dispersos no ofrecían sombra más que a breves intervalos
en los que el grupo se refugiaba bajo algún ejemplar como hace el ganado en los
días tórridos de verano.
Los gallegos se sorprendían de que no hubiera fuentes o tan siguiera un hilillo de agua en algún vallejo; habían agotado sus 2 litros per cápita con que habían empezado y aún quedaba la mitad del recorrido.
Los gallegos se sorprendían de que no hubiera fuentes o tan siguiera un hilillo de agua en algún vallejo; habían agotado sus 2 litros per cápita con que habían empezado y aún quedaba la mitad del recorrido.
Llegamos a le ermita de Navalazarza, que estaba cerrada y, poco después,
para alegría de Nerea y algunos más, Antonio, que había sido precavido situando
su vehículo en las proximidades, lo llenó como coche escoba.
Continuamos los demás a un ritmo cada vez más lento, pues el cansancio iba haciendo mella en varios de nosotros, hasta que, tras entrar en la dehesa de Moncalvillo, nuestras dos Anas se rindieron. Afortunadamente, entre Antonio el Bendito, que se acercó de nuevo con el coche, y Fernando S. el Santo, que quedó a su cuidado, apañaron la cosa para que el resto siguiéramos camino.
Continuamos los demás a un ritmo cada vez más lento, pues el cansancio iba haciendo mella en varios de nosotros, hasta que, tras entrar en la dehesa de Moncalvillo, nuestras dos Anas se rindieron. Afortunadamente, entre Antonio el Bendito, que se acercó de nuevo con el coche, y Fernando S. el Santo, que quedó a su cuidado, apañaron la cosa para que el resto siguiéramos camino.
Paco N. nos llevaba por montes y barrancos, inasequible al desaliento y
“animado” constantemente por Vicky en su labor. Así nos guió hasta salir de la
dehesa a un camino blanco de cal, desde el que, por más que se avanzara, siempre
se divisaba el pueblo a lo lejos con la torre de la iglesia despuntando sobre
el cielo abrasador.
Al fin alcanzamos la primera sombra de San Aguntín, la plaza de toros, con
una fuente a su vera de agua fresca y abundante donde muchos saciamos nuestra
sed y nos remojamos la cabeza. Así, ya fresquitos, llegamos a las tantas al
restaurante “Araceli”, donde nos trataron de maravilla, sobre todo teniendo en
cuenta nuestro retraso. Comimos y bebimos opíparamente. Lástima que no nos
pudiera acompañar a la mesa Ana Ch., otra víctima inmolada en la peregrinación.
Durante la comida hubo aplausos hacia los participantes más destacados de
la marcha, arrancados por Antonio en un breve discurso.
También se recordó a un montón de senderomagos merecedores de estrellas que estaban ausentes y a quienes no se pudo hacer la entrega. Sí que estaban Vicente y Vicky, que recibieron su reconocimiento con una tierna estrella blanca.
También se recordó a un montón de senderomagos merecedores de estrellas que estaban ausentes y a quienes no se pudo hacer la entrega. Sí que estaban Vicente y Vicky, que recibieron su reconocimiento con una tierna estrella blanca.
Dice Madi que un día de celebración no puede tener como calificación un
cero patatero, como quería alguna que yo me sé, así que acuerda conceder 3
sicarias al evento.
Melchor
Melchor
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